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“Dos Chicas’ o EI Senor de por IRINA DARLEE Tbamos seis en ua taxi. El proposito era realizar una visita al Sefer de Esquipulas, en avion, desde ia capital de Gua- temala. fbamos apretadas entre viajeros y bultos, pero el cho- fer insistia en tener que reco- ger.a dos sefloras mas, que, se- gun él, “cabian anchamente”. Bueno, pensabamos, estos viajes al Sefior de Esquipulas para que Dios los apruebe han de ir sazo- nados con algtin sacrificio, y na- die protesté. El taxi avanzaba por una calleja arrabalera, des- nivelada y sin pavimento, uno de estos caminos de los que los guatemaltecos aseguran que no tienen nada de barro en el tiem- po seco, y nada de polve en la temporada de las Muvias. Hse dia el agua de la lluvia estancada en la profundiad de los baches no aminoraba el pol- vo, pero si salpicaba el taxi, que, por fin, se paré frente a una casita humilde. colonial, con ga- llinas y patos en el patio. El ta- xista hacia sonar su bocina, el sol nos calaba y los patos se despulgaban tranquilamente. Mi- rando el reloj, un viajero se dio cuenta que faltaba poco tiempo Para la salida del avion. Finalmente dos sefioras, dig- Ras y viejas, fieles a un modo de vestir de hace muchos ahos, salieron sin prisa y con des gran- des parasuas negros, de la ca- 8a, y comenzaron a despedirse de una vecina como alguien que nunca ha de volver. Luego iba- mos ya ocho en el taxi, acribi- Hados de sol. El polvo que en- traba nos resecaba hasta el 4ni- mo. Habiamos caminado ya un buen trecho cuando una de las dos ancianas exclamé: —iPOR EL AMOR BF DIOS, debemos regresar a la casa por - que hemes dejado abiertas las ventanas! Disimulande su mal humor pro- vecado por este atrase, el taxis ta, virando en redeado sobre unos rieles del tren que atrave- saban la calle, regresé a la casa que ellas habitaban, conduciendo su vehicuio al través de.una nu- be de polvo, que habiamos pen- sado habcr dejado atras. Una de las viejitas baj6é, inspecciond todas las ventanas y volvid a subir. Cuando el taxi se habia puesto en movimiento, la otra volvié a exclamar: iQUIERA DIOS gue no haya- . mos dejado al perro encerrado dentro de la casa! Regresamos, esta vez de re- troceso. El perro estaba en la intimidad de los mas senciilos cacharros durmiende en la coci- na. Una de las dos viejecitas fue a despertarlo, raientras’ que la otra con la mirada puesta en aquella figura cansina termind diciendo: —!Hay que ver, estas chicas modernas!. . . no se puede con- fiar uno en ellas. La “chica moderna”, que ha- bia perdido esta dudosa calidad al correr de los afios, era la otra anciana. Hicimes amistad, y aquellas seforas, para las que no pasaba el tiempo, nos conta- Ton al compas de tos baches, que conovian muy bien al Santua- rio de Esquipulas, a donde iban y venian a menudo a pie para eumplir sus promesas, aunque DOMINGO, 28 DE ABRIL DE 1957 se hallaba a mas de 70 leguas de distancia. Pero una vez, en- fervorizadas, prometieron al Cris- to Negro hacerle una visita en avion, al que nunca habian subi- do, para aumentar asi el sacri- ficio. Y habiendo esperade mu- chos anos y rezado con perse- verancia para que Dios les diera valor de cumplir esta heroica promesa, flego para ellas el mo- mento de demostrarle la firmeza de su fe Impulsados por “el divino amor” abordaron el avién, que no se habia ido todavia, pero dentro del cual se arracimaban los peregrinos. — {Como no se caen estos avio- mes tan llenos y tan viejos que van a Esquipulas? He aqui una pregunta que la gente se hace muy a menudo. Lo cierto es que ningtn aparato se ha caide nun- ca y hay quien opina que esto sucede ter especial misericor- dia del senor y es también “un milagro del Cristo de Esquipu- las”. Las dos “chicas modernas” que nada habian escatimado a Dios y al subir al avfon demostraron su valentia en toda su pujanza y vigor, estaban en el aire, ama- rradas con los cimturones y con un espescr de tragedia en su rostro de un color palido. mor- tal. El vuelo por si solo favore- cia el mareo. A nuestro avién lo sacudia el demonio. Las dos ancianas se estremecian y cru- jian de pavor y mientras pensa- ban que ei avidn las llevaba fue- ra de la vida, vivida en inalte- rable beatitud unian las manos en oracién como quien esta dedi- cando graves responses a su pro- pia alma. —La presencia de Dios esta en todas partes—, trataba ye de tranquilizarlas alla cerca del fir- mamente. Ellas respondieron que estaban a punto de morirse con el mayor gusto, afanadas tnica- mente en tener un sitio fijo en el cielo. Su fisonomia le afir- maba. Tras un rapide descenso en la pista de aterrizaje de Esquipu- las, terminado el terrible tran- ce de su aprendizaje de volar, las dos “chicas modernas” pisa- ron como primeras nuevamente la tierra. alabando al mismo tiem- po a Dios y escogieron el cami- no mas breve a seguir por el monte hacia el Santuario, ne- gandose a subir en la camioneta con ja cual nos Hevaba a Es- quipulas Ja Aviateca a los dems Pasajeros aspirantes al divino perdon. Hubo quien viajaba con peticiones concretas, otros desea- ban agradecer al “Criste Negro” favores vbtenidos. Una sefora me conté que levaba a su es- poso con la idea de atraerle a la piedad. Sin duda para des- pertar su dormida pero existen- te morai Muchos vendrian simplemente para dar las gracias por la pe- quena y auténtica felicidad que disfruta ei hombre que ve fa vi- da en el iusto tono de amar, a la mujer escogida, mas tarde a los hijos y nego a los nietos. Simples creyentes,. numerosos arrepentidos, pecadores sin re- medio... quien lo sabe. Sobrevolando el campo de _sel- vatica nuturaleza entre monta- fas, sorprende ver de- repente en medio de aquellas soledades, los muros de luz blanca, deslum- bradora del gigantesco Santua- rio. Surge como un milagro, alli donde unos pobres indigenas pa- ra costear la Imagen de su “Cris- to Negro”. sembraron hace siglos wn algodonal. La Villa de Esqui- pulas es una poblacién pequena y aldeana. Para llegar ai Santua- rio hay sue cruzar una plaza grande dunde los puestos cubier- tos con teldos, atestados de. ba- ratijas de toda clase. nos hacen pensar si Adan y Eva fuesen otra vez arrojados del Paraiso po- drian encontrar alli, no solo los vestides sino .todo el ajuar. Ca- minamos entre golosimas, entre el mascar de cacahuetes y los alegres gritos de los chiquillos, para los que todo sirve de es- pectaculo Una mujer india de vientre abultado lleva su nino en las espaldas con la cabeza bien arropada bajo su rebozo. Ventas de loza de Antigua, de recuer- dos de Esquipulas, de objetos re- ligiosos y una gran variedad de tipos indigeneas y peregrinos de todas clases sociales que se en- tretienen con los vendedores re- gateando Y luego el contraste de todo aquel bullicio, el solemne silen-. cio dentre del Santuario. Nada se ha pintado igual en el mundo, con tal fuerza de color y expre- sion, como el cuadro que alli con- templames. Un mosaico de ra- zas, indigenas en la deslumbran- te diversidad y riqueza de sus trajes regiomales. Maravillosas vestiduras de los Indios de Tec- pan, de Santo Domingo Kenacoj, de Solola, de San Martin Saca- tepéquez, y de Chichicastenan- go. En ningun pais del mundo hemos observado tal arte y co- Jorido como en el vestuario y los adornus de los indios de Gua- temala, doblemente religiosos: mitad cristianos, mitad paganos. Algumos traen sus rezadores pa- ra que expliquen al Senor su amor aparejado a las cosechas y los ‘animales. y le suplican en viril oracién para que no se les muera su Unica vaca y que el maiz no ies: falte. Es un fluir perenne en aquella nave ancha de penitentes y de los que acu- den por rendir gracias, implo- rar socorro, obtener favores de la milagrosa imagen. Hay quien trae ofrendas: flores frescas @ cuerpecitos, piernas, ojos o cora- zones de plata. El Sehor de Es- quipulas tiene los brazos abiertos entre olur a incienso y el humo que despiden miles de velas. “Los HEMISFERIO. © brazos sen los que mas sufren” dijo alguien, refiriéndose a esta Santa Imagen que fue esculpida por Quirie Cataho en madera de naranjo y puesta a la publica veneracion el 9 de Marzo de 1595, ciento tres ahos después del des- cubrimiento de América y se- senta y ocho aos transcurridos desde la fundacién por los es- paioles de la primera ciudad de Guatemala. Un cristo negro, con llagas en las manos, en el EL LAGO DE ATITLAN ANTIGUA GUATEMALA Esquipulas costado y en los pies. . . Clava- do en la Cruz. Liagado por toda eternidad. “Misterio profundo de una Pro- videncia que ha permitido Na- gas divinas y ilagas humanas pa- ra que el hombre pudiese ser injertado em Dios. Los injertos se hacen asi, por las heridas!” —escribe el padre de la Com- Ppania de Jess. Vicente GarMar en su libro “Sugerencias”, ésta entre otras grandes verdades, ‘shaetiashinn seid . a