Diario las Américas Newspaper, May 2, 1954, Page 16

Page views left: 0

You have reached the hourly page view limit. Unlock higher limit to our entire archive!

Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.

Text content (automatically generated)

L hombre alis6é el almoha- dén pensando en el sueno de los justos a que iba a entre- garse después de una jorna- da muy activa en la oficina. Apago en seguida la luz de Ja lampara y se disponia a una _ total lasitud cuando el cuerpo que ocupaba la cama gemela comenzoé a moverse. “Malo —pensé Murray Dickson pa- ya sus adentros, Cuando Connie, su esposa, daba senales de vida después de la etapa inicial de su sueno, amenazaban -vientos de vi- gilia. Murray quedése muy quieto y silencioso, pero juzg6 que seria prematuro fingir que roncaba “:Tienes mucho sueno, Mur?— fue la consabida pregunta “Como mucho no, pero si pien- s© descansar lo mas pronte posi- ble. Hoy he tenido mucho trabajo... La cama de Connie continuaba crugiendo levemente, mientras Murray sumiase en nuevo silencio con la esperanza de disuadir a Connie de una inminente conver- sacion. Pero esos calculos fallaron alli no mas, ya que la joven espo- sa did luz a la lampara de noche. Con los ojos semi-cerrados, Mur- ray adivind mas que contemplé la esbelta silueta de su esposa, aco- modando la espalda sobre la al- mohada. “Mira, querido, se trata de un pegueno plan que aumentara nues- tra renta. Como siempre me predi- cas que hay que hacer economias, que la vida esta por las nubes y otras cosas por el estilo, he resuel- to trabajar en casa. jSabes en qué?” Murray consideré que era inutil seguir fingiendo aletargamiento. Conocia los proyectos de Connie. Se le ocurrian a menudo, pero lo sensible del caso era que aflora- ban tarde en la noche o cuando él estaba por salir para la oficina. Se jugo, sin embargo, un ultimo recurso. “{No seria mejor que me expusieras manana tu plan. A la Juz del dia podriamos discutir su jmportancia con la amplitud que merece. Como te he dicho, hoy ha sido un dia pesado...” “Pero si es algo muy sencillo y explicito. Mira, no te quitaré mu- cho tiempo, mejor dicho sueno. He resuelto dedicarme a escribir direcciones sobre lotes de sobres que me proporcionara Ja General Manufacturing Co. Pesulto asi una especie de corresponsal, con Ja di- ferencia de que trabajo en casa. Como no Aenemos maquina de es- cribir, haré los primeros lotes ma- nusgritos. Me pagan 5 délares por lotes de 500 sobres. ~No crees que és una buena entrada? “tndudablemente —contesté re- signado Murray. Pero debes com- a z prender también que es un traba- jo muy pesado. Ademas, cualquier maquina de escribir, aun cuando sea de segunda mano, nos Va a re- presentar un fuerte desembolso, Connie”. “Eso ya esta previsto, querido. De mis entradas diarias dispondre- mos cierta cantidad para ese fin. Tu puedes hacerte cargo del saldo en la forma de un préstamo © ade- lanto que yo te pagaré religiosa- mente. ,;Ves como todo es senci- llo » lo veo tan simple a prime- ra vista. Pero, en fin, si estas dis- puesta a entretener tus horas li- bres...” » se trata de entretenimiento. Se trata del aporte de una mujer dinamica y modernista, que sin descuidar las labores propias del hogar ingresa al campo oficinesco desde su propio domicilio.” Murray prometid entonces bus- car la maquina de escribir a la brevedad posible y asi gan6 la ini- ciativa a Connie, quien afortuna- damente did poco después senales de sueno. A la manana siguiente, Murray habia olvidado casi com- pletamente la esencia del proyecto de Connie, asi como también su promesa de conseguirle una maqui- na de escribir. Al regresar de la oficina esé ano- checer, entré a la casa por la puer- ta de servicio. Llevaba un buen apetito y un intenso deseo de ten- derse a descansar cuanto antes, leyendo el periddico que habia ad- quirido en el trayecto. Pero expe- riment6é un desfallecimiento cuan- do advirtié que no habian cacero- las ni sartenes sobre las hornillas de la cocina y que mucho menos se aspiraba ese grato olor que despi- den los preparativos culinarios. Dirigidse en busca de Connie y la encontré frente a la mesa del living, con un rimero de sobres por delante y otro lote mas peque- no dentro de una canastilla. Veian- se también por la alfombra sobres rotos y arrugados. Con voz cansa- da ella le contd lo ocurrido. Habia tenido que atender a dos vendedo- res de aparatos eléctricos, tres lla- madas telefonicas y la visita del plomero que estuvo revisando las instalaciones. Esas importunas vi- sitas le habian quitado mucho tiempo, de manera que sélo habia podido escribir la direccién en 200 y pico de sobres. “7Y Ja comida?— pregunté des- mayadamente Murray a tiempo que se dejaba caer sobre el sofa”. Connie lo miré muy seria. Lan- 26 luego un leve suspiro y dijo: “{Oh, Dios mio, qué hombres tan incomprensibles! ;Cémo quieres que atienda a todos los menestetes un fino cuento de buen humor de la casa cuando estoy en mi debut como corresponsal de la Ge- neral Manufacturing? Yo podria preguntar a mi vez: zy la maquina de escribir? Te prepararé algo li- gero en seguida, pero tendras que ayudarme a terminar con la mitad del trabajo”. Murray adopto una heroica re- solucion. “Esta bien, te ayudaré a terminar el trabajo. Pero es mejor que no te preocupes por la coci- na. Cenaremos afuera, asi sea en plena madrugada...”’ Murray termino la labor con Ja mano acalambrada, mientras que Connie se mostraba bastante abu- rrida del dictado. La cena en un restaurant céntrico les costé 12 délares con 25 centavos, incluso la propina, Al dia siguiente, llegé la maquina de escribir. Era un arte- facte de segunda mano, pero habia costado 75 dolares y arribé al me- diodia, con lo cual Connie habia perdido un tiempo precioso. Asi se lo explicé al esposo cuando éste volvié a llegar cansado y hambrien- to de la oficina. “Oh, querido, otra vez no he po- dido terminar. Frotame el cuello, que me duele de tanta concentra- cién frente a la maquina”. Y Murray tuvo que dar cuenta del resto de sobres, acordando lue- go salir a cenar. Connie propuso un modesto restaurant italiano de Ja Segunda Avenida. El] importe resulto de 10 dolares con 50 cen- tavos y Murray pago ahogando un suspiro. “No es para tanto queri- dito— lo consolaba Connie cuan- do regresaban a casa. ‘Piensa que con la entrada adicional que he conseguido ya no tendras que gas- tar en mis vestidos. Casualmente, he visto un traje y un conjunto de verano que resultan verdaderos su casa habiendo olvidado aparen- temente los revolucionarios pro- yectos de su conyuge. Apenas en- tré al comedor estimularon su pi- tuitaria agradables emaciones. Ajo, cebollas y otras especies que de momento no pudo clasificar, le hi- cieron pensar que Connie se dedi- caba a la preparacion de alguna sorpresa culinaria para su cansa- do maridito. Pero no era nada de eso. El caso constituia unicamente la aparicion de Connie en el plano industrial del pais, mediante la ela- boracion de los “Productos Con- nie”, Eneurtidos y Pickles de re- nombre. Estaba la duena de casa manipu- Jando frascos y cacerolas mien- tras toda la eocina despedia un penetrante olor a vinagre fuerte y otros ingredientes capaces de figu- rar Unicamente en recetarios como los que solia distribuir graciosa- mente la Tia Mary desde su gran- ja, all4 en Nebraska. “;Hay algo de comer?— se atrevio a preguntar Murray. “En un momento preparo kk me- sa, querido. Tenémos huevos re- vueltos y corned beef en la salsa predilecta de Tia Mary. Te vas a dar un atracén...” Pero Murray apenas si did cuenta de los huevos revueltos. Prefirid acostarse tem- prano sin leer siquiera su periddi- co favorito. Mas no llegé a conci- liar el sueno hasta muy tarde. Disecurrian en su mente infinidad de planes para apartar de tan pe- netrantes condimentos a su inquie- tante mujercita. Sin embargo, no llegaba a encontrar realmente una formula salvadora. Quiso mostrar- se indignado, pero recordé el wni- co disgusto serio que habia teni- do con Connie a raiz del cual no cruzaron palabra durante tres dias. Y eso era algo que no estaba bien entre recién casados. A Ja manana uiente salid del hegar ocultando su mortificacién y ereyendo que lievaba impregna- das Jas ropas del olor a ajos, cebo- Jlas, vinagres y especias. Connie se habia dedicado desde muy tempra- no a Ja preparacion de sus’ explo- sivas recetas y Murray hizo gran- des esfuerzos para sustraerse a Ja penosa impresion que le comenza- ba a inspirar el regreso a casa des- pués del trabajo. Entroé malhumorado a la oficina y tuvo el primer choque con el mensajero por demorarse en traer Jos periddicos del dia. Poco des- pués entro su secretaria, la seno- rita Norris, a quien recibid tam- bién con cara de pocos amigos. Pe- ro Nancy Norris comprendia muy bien a su jefe y sabia que ese mal humor era simplemente una nube de verano. Fué asi como entre Jas novedades del dia le comunicé que el Municipio habia acordade un aumento del 14 por ciento por Ja plancha que anunciaba en la fecha el giro de la oficina. El Director- Gerente de Murray Dickson Ine pensé con cierto orgullo en la relu- ciente plancha y sintid de prente que su mente se iba iluminande con oportunisima idea. Media hora después iniciaba con- ferencias por separado con tres de sus empleados mas sagaces y acti- vos. Posteriormente, los tres salie ron a interva regularés, dejande de regresar s de la hora de salida, Apenas volvieron en la tar- de, pasaron uno por uno a la ofici- na del gerente El resto del perso nal se aproximaba de puntillas a Ja puerta de la oficina con la es peranza de escuchar al jefe lanzan- (Pasa a ia pagina 10) SU ESPOSA? primores. Yo los adquiriré con mis propios medios.” Murray lo supo dias después por qué razon Connie fué demostrando una paulatina pérdida de entusias- mo en la escritura de direcciones. El trabajo result6 de pronto pa- ralizado y cuando el hombre ima- gind que iba a disfrutar nueva- mente de una saludable tranquili- dad en el hogar, Connie le salié al encuentro con un nuevo proyecto. Se trataba nada menos que de la elaboracion doméstica de encurti- dos. “Tengo recetas maravillosas compiladas por Tia Mary —lé anuncio triunfalmente aquella no- che en que se sentaron a la mesa a servirse un aceptable ment. “No te preocupes, querido. No te de- mando ninguna inversion en el ne- gocio. Yo me basto sola y ya tengo contratados a varios clientes para los “Productos Connie”, Encurti- dos y Pickles de renombre mun- dial... “(Pero es que iu crees que la produccién doméstica puede alcan- zar esas fantasticas proporciones? —pregunto otra vez intranquiliza do el esposo “Estaras enterada que el Gobierno impone impuestos so- bre cualquier género de elabora- cion con fines industriales, aun se trate de pequenas labores caseras. Tendras que registrar tu pequena industria, tendras que pagar paten- te y todo lo demas”— explicaba Murray con el proposito de persua- dirla de llevar adelante su terrori- fica empresa. “Ya me ingeniaré para que esa gente del Gobierno no husmeen lo que me traigo entre manos. Mi in- dustria puede progresar en forma dinamica y silenciosa hasta que retina medios para pagar las absur- das contribuciones con que se cons- pira contra los industriales progre- sistas y empenhosos como Connie Murray.” 7 El hombre estimé que era inutil insistir. Al dia siguiente llegé a

Other pages from this issue: