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CUENTISTAS HISPANOAMERICANOS EL UNICO ERROR DE BASILIO ASILIO era el ultimo resorte det mecanismo administrati- vo de la empresa. Tenia a sz eargo el manejo de la es- coha y el plumero y oficiaba-ade- mas ce mensajero unico. Para cumplir estas tareas se desplazaba eon lentitud irremediable y ape- nas hacia oir su voz pausada y baja como voz de agonizante, pero siem- pre dejando florecer una sonrisilla que nadie acertaba a definir si €ra ingenua 0 socarrona. Basilio era el menos aceitado en- pranaje de la economia adminis- treril. Semanalmente recibia una magra racion de billetes de peque- ho corte y al fimal de cada mes totalizaba lo estrietamente neeesa- rio para su sustento, algo para el casero y nada para renovar el rai- do traje gris de corte anénime que vestia todos los dias ordinaries y feriados del ano. Asi, con’ resigna- eién franciscana, fué tiramdo du- rante muchos anos. Pero come era insignificante su figura, leve su tragin e invariable su sonrisa, na- die intenté calcular el “standard” de vida de este ser easi irreal. ¥ asi también continuo tode hasta el momento en que Basilio, sujete co- mo los demas mortales al impera- tivo biolégico, reetbié de sw mujer- cita el obsequio de un hije y re solvid bautizarlo. Cuando llegé a la empresa neti- cia de la paternidad de Basilio, ef suceso fué risuenamente eomenta- do. Desde luego el administrador, don Gervasio, fué el primere en difundir la noticia, con cierta sor- Na: —Este Basilio— decia, guimando un ojo— habia tenide sus habilida- des. Su mujer le ha dade un hije! —jPero qué Basilie!... subraya- ban los demas, como si Basilio ne tuviera derecho a poblar el plane- ta Llegé Ja noche del bautizo. La ceremonia nominativa fué tode lo selemne que se pudiera desear, no obstante de que el padrino, —don Jacinto, patron de Basilio— atento al poco relieve econdmico-social de su “ultimo empleado” habia pe- dido al sacristan un bautizo de ter- cera clase, sin musica ni luces, un bautizo de dos pesos cincuenta, en una palabra. Sin embargo, profusion de luces en el altar mayor, olcr a ineienso y armonias musicales, algunas con liviandad muy profana (cuecas y heegy-woogi, atin no estaba en bo- ga el mambo) Ie daban esplendor y sonoridad dignos de un bautizo de hije de potentadoe, y es que Ba- silio, el buen Basilie tan silencio- se y eficiente, tan oportune y psico- analizader, per lo bajo habia me- jorade el aperte financiero del pa- drino, y untade generosamente la diestra y la siniestra del sacristan. Per supueste que el padrino no sospeché nada de esto y atribuyé mas bien le regio del suceso a de- ferencia especial dz] parroco a su acdlito hacia su persona; en cuan- te a los invitades, ellos debieron suponer que todo se debia a la munifieencia —dudosa— del pa- drino; de manera que no luwho ni leve sombra de duda sobre la hu- mildad bursatil de Basilio. Coneluida Ia eceremonia, la co- mitiva se trasladé a casa del fla- mante padre. Todos suponian que la reunion seria breve y sobria. Pe- re no fué asi. Desde luego, fueron recibidos los invitades en un con- fortable departamento costosamen- te amueblade. En un angulo de la sala imponia sus lineas rectas y su severe color caoba un piano-piano- la, mueble filarmonico muy en bo- ga en ese tiempo; en otro se des- tacaba una ventruda y luciente “ertofonica”, pretencioso distinti- vo de cuanto “nuveau riche” infes- taba el ambiente de postguerra; buenas poltronas, mesillas, conso- las antieuadas pero valiosas y cua- dros ornamentales, mullida alfom- bra con dibujes tipicos del Medio Oriente y otros atributes igualmen- te caros, decian con muda elocuen- } cia que el duenho de casa no era un pinche cualquiera. ¥Y el dueno de casa era Basilio... La fiesta se desarroll6é con ani- § macion creciente bajo sostenido es- timulo de musica en conserva y § capiosa libacién de lo bweno. Ha- bia whiskey de Eseecia, eperto de Portugal, jerez y anis de Espana, cohae de Franeia, ete. y no fal- taron las rondas especiales de Pom- mery & Grene. En euante a sus- } tancias sélidas, ne escasearon ni los chocolates de Suiza e Italia ni la galleta inglesa, sim perjuicio de que Hegada la hora de la cena, fué } servida en vajilla de percelana, y constituida eon volateria eseogida y delicadamente adornada con va- riedad de salsas y ensaladas. Y¥ luego se eseancié vines y vinillos de auténtieas eepas espafiolas y francesas. En fin, aquelle resulté como nadie le habia imaginado. —Pero qué bien, ehé, Basilio— deeia entusiasmade e} administra- der don Gervasie— el padrino se ha portade. Quién habia de creer | de don Jacinto, eh. —Si, pues, den Gervasie, musi- taba el buen Basilie enternande les ojos. ¥ asi continué la fiesta hasta el otro dia. Den Gervasie, al final, vencido por tanto pave, pate, polle y peces, bien rociados, que habia saborea- do, concluyé per eaer en sopor. Basilio lo Hevé a la eama y lo abri- g6 afectuosamente com un adredén de seda azul cielo y alli quedé el administrador setande entre hipi- dos de satisfaecién eon las bodas de Camacho. Desperté euande era pleno dia y ante sus asembrados ojos se mostré come alge nuevo e insespeehado el eseenarie del fes- tm con sus galas de alto ceste. Y alli misme, ef calor del adredén azul cielo, nacié una sospecha. —Pero este Basilie, de dénde... Instantes después abandond la casa y desde ese memente no tuvo mas eee Ya en sw oan administrativo, miré inquisitoria- mente la vetusta caja fuerte, pere finalmente aparté la vista de ella: —No, no puede ser— menologé en voz alta, al misme tiempe que descongestionaba de aire viciade los pulmones y de dudas el espiri-. tu. —No puede ser, repitié, y pre- cur6 restablecer en si el equilibrie de tranquilidad administrativa. Nada de lo observade habia He gado, sin embargo, al rudimentarie sentido perceptivo del Gerente, dom Jacinto. En él sélo persistia a re- cuerdo de los potajes, vines y lies Bs entraban y salfan casi sin contar los fajos de papel moneda y si bien el administrador no echaba mano a esos papiros, @ echaba en muy re- ducida escala, el Gerente, en cam- bio, con muy buen derecho lo ha- cia, mas sin cuidarse de doeumen- tar las salidas ni de restituir las inmaculada honradez colectiva. Pero otra cosa fué desde el des- pertar de don Gervasio baje -edred6n azul cielo. En efeete, puso disereto control a la entrada y se na odin, decidido a desentrar iar el misterio que intuia. ¥ asi fué en efecto, pues cuand@ mas profundo era el silencio y mee nos luz habia, se produjo un gatund arrastrar de pies y poco despuég se delineé en la penumbra la mem quina silueta de- Basilio frente a lq eaja fuerte. Com mano segura, pug so em juego la combinacion de ch fras, luego extrajo del bolsillo ys Havim de complicadas lineas y ‘ nalmente ech6 mano a una po 7 eiém de billetes que no tardé oy pasar del fondo de la caja al fondg de unm bolsillo, donde enseguidg iria » reunirse al llavin de los mi ne llegé a producirse este final de programa, porqu imstante precise y con salt pantera surgié de la tiniebla ves e@ eaneerbero Gervasio. f — Basilio! —trond— eoff de éstas tenemos! No pudd mds pere era suficiente parg! Basilio se convenciera de qu¢ ne ft) Hie ria y vulgar. El buen Basilio metido a interrogatorio policial, dig: la elave de su doble vida. Desd¢ hacia muchos afios, en que al a aro de su insignificaneia conoci eombimacién de la caja fuerte % molde de cera hizo bajar un Ilavin duplicado, alli e eontré6 noche a noche el complél mente equitativo y justiciero dq ow misérrima soldada de “iltimg | empleade”. Tode marché sobr¢_ ruedas ¥ habria seguido igual ina: definidamente, dada la sagacidad ¥ lida de fondos, al mismo imulada Ih que desplagaba dis’ medida eon que tomaba su racién cia em torno a la caja fuerte de diavia de billetes, asi como el dem; Shylock. Tan sagaces medidas te- euido y ausencia de técnica contgs: nian que dar algim resultado y elle ble de sus jefes, a no ser ef ime” se produjo precisamente al aneche- perdonable exceso de orgulle pét: cer de un dia de gran habia engendrado el om ’ ocasién en que el olfate donde quedé cone e —— exro#. | 3d a ae 1@ DE MAYO DE 1954