Diario las Américas Newspaper, January 29, 1956, Page 20

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SS em i ARA vivir después de sie te meses en Egipto, proce dente de Roma de donde habfa salido a las dos de la madrugada pasajero de un poderoso avion de la T.We a y clara manana del mes de sep- iembre de 1948, aterricé en el i é: a las diez y media de una be idpolis (Ciudad del Sol) y ésta Me El Cairo de la que forma par- te, a pesar de estarle separada por fun trayecto como de veinte kild- fmetros, de ser una ciudad joven W de los deseos y gestiones de los eliopolitanos, que pretenden ser, y dicen ser otra ciudad. Al bajar del avion y poner pie @n aquel lejano pais de encanto, fle misterio y leyenda, que supo @cogerme, embrujarme- y hacer ue lo amara y lo sintiera profun- bade en lo hondo de mi ser y fle mi sensibilidad, mis ojos, que Yenian de mirar casi todos los paisajes de Europa, tuvieron la Hee imponente y grandiosa isién de él, El desierto reverbe- fante extendido a mi alrededor, como una circunferencia ondulada @e varias tonalidades, que iban dlesde el amarillo ocre terroso, has- ta el blanquecino caliginoso, limi- tada en la circular lejania, por transparentes horizontes colorea- os de oro, violeta y amarillo, ba- fo un cielo de luz brillante y en- @eguecedora, ante cuyos resplan- dores tuvieron su primer fracaso fos cristales soft-lait de mis an- ¥eojos, que hubieron de ser cam- biados luego por los azul-blim usa- dos en Egipto, propicios a la luz ae aquel trépico deslumbrante. Me encontraba parado sobre el @esierto, sobre ese desierto del gual todos tenemos una idea, una fmagen ideal, Alli frente al pro- digio de su grandeza y de su es- ectaculo inigualable. Sobre ese Besierto que hube de recorrer des- ey en distintas direcciones, en ariados vehiculos, y hasta a pie en fargos trechos, con e] cual me fa- miliaricé, y el que me dio todos gus generosos dones: sus henchi- dos y dulces datiles; la leche de ¢amella y de bufala; el perfume de sus plantas, y el mas preciado de todos: el amor de sus bellas hhijas, las beduinas de morena piel de datil secado al sol, de lindos y gestern ied cuerpos ondulantes y e grandes ojos dulces, dormidos ¥ sensuales, Preséntase el desierto en su ma- ~ parte.en forma de arenas suel- las y onduladas, como una inmen- 8a extensién marina que estuvie- Be un poco agitada. Pero no siem- pre es ésta su topografia ni as- pecto, pues también en trechos, y en trechos muy extensos en oca- siones, se hace de suelo s6lido are- moso, y en otros se altorrelieva ie pequenas colinas como de ar- cillas arenosas solidificadas, 0 de Seema rocosas y pétreas, tras de as cuales, o entre las cuales, la Visién del viajero queda reducida &@ un corto espacio limitado por ellas o por declives de arena, y gubrierto con un cielo que se mira bajo, como descendido. Al bordear @ada una de estas colinas vuelve uno a dar con la vasta extension Slimite, 0 a caer en otro laberin- to de colinas o dunas, sin visién amplia, A veces, viajeros marchan gunto a uno, oyéndoseles las vo- ees, y sin embargo no se les ve, porque alguna colina o duna los separa. La vegetacién, en los si- tios en que la hay, se reduce a unas pequenas plantas, con formas @e arbolitos diminutos, de cerca @e un pie de altura, més o menos mutridos o escasos, segun los lu- ®ares. Estas plantitas y unas mas fas rut aun y de otra formas, ‘Pennie “Farouk”, vecino a He- as rumian los rebafos de came- los, de carneros y de cabras, y en algunos tiempos del ano co- 5 unico alimento. Después es- an, con relativa frecuencia o es- @asez, los grupos de palmeras sin agua, y después, y mas escasos y distantes, los milagros de los oa- Bis, * Cosa siempre maravillosa son espejismos. No creia tanto en a veracidad milagrosa y magica de estos fendmenos hasta que mis 44 fueron engafados por ellos. no se engafan solamente los no- Vatos en la contemplacion del de sierto, sino también los viajeros éxperimentados que lo frecuentan, 4 hasta sus propios hijos, Viajan- o un dia hacia Alejandria en un pomronsbie autobtis que se traga- a a razon de ochenta kilémetros por hora la cuidada carretera de asfalto que separa a El Cairo de aquella ciudad (hay también una Magnifica linea férrea) y que en toda su extensidn tiene hombres e@cupados constantemente en reti- Parle las arenas que el viento le Aspéctos, y maravillas de EGIPTO tira encima, a veces hasta sepultar- la viajando hacia la ciudad de Cleopatra, repito, en compafia de dos grandes amigos, libanés de na- cimiento el uno con casi toda su vida en Egipto, y griego de lar- ga residencia en el pais el otro, tuve ocasion de presenciar algo verdaderamente prodigioso. El griego, por tener negocios enla- zados entre las dos ciudades, ha- cia ese recorrido dos veces sema- nales, asi que conocia muy bien logs parajes que atravesébamos, Pe- ro el desierto es mévil y cambian- te. En una parada que hizo el au- tobis y mientras desierto, cielo y horizonte brillaban reverberan- tes, miré yo hacia un lado, y de repente vi que estabamos cerca a un lago de aguas moviles, o de un brazo de mar adentrado en. la tie- Tra, que venia a dar hasta un gru- po de palmeras, las que se refle- jaban en el agua y se retorcian con el movimiento de ésta. —“Es- tamos ya cerca de Alejandria — dije a mis companheros —, tene- mos el mar aqui!”. Me respondie- ron con una carcajada, como si yo hubiera dicho algo absurdo o tonto, agregando que nos faltaba como una hora y media para llegar al gran puerto egipcio, y que por alli no habia mar alguno posible, como no fuese el de fuego del de- sierto. Les senalé entonces e] pun- to en que lo Veia; viéronlo ellos también, y quedaron confundidos. Dijo el egipcio que habiamos per- dido la nocién del tiempo y que, en realidad empezabamos a ver las playas de Alejandria. Aseguré el griego no ser tal, porque acaba- bamos de pasar por cierta aldea beduina que él sabia a inmensa dis- tancia de al ciudad; mas, no pu- diendo negar la realidad de aquel lago o mar movil conjeturé: “De- be ser una inundacién producida por las lluvias. Han caido gran- des lluvias en las costas de Ale- jandria. Deben haber avanzado hasta ac&é e inundado esta par- te del desierto. Seguramente aho- ra sopla viento allé y mueve las aguas”, (En Egipto, salvo en las costas de Alejandria en la esta- cién del invierno, nuhca llueve, Mejor dicho, en el bajo Egipto, OLESEN AE MEE N RIOT SLR GOR ABW am ART ag, eee que es la parte del pais que queda al Norte y dondy estan situadas sus principales ciudades y entre ellas El Cairo. Yo tuve ocasi6n de presenciar durante el invierno siete lloviznas que nunca alcan- zaron a hacer escurrir los teja- dos. “Regalo de los dioses tute- lares al hombre de un pais de llu- vias”, decian mis amigos egipcios”. Y vuelvo a Ja afirmacién del gzie- go de la presencia de las aguas. iSi, allé estaban! Y mientras se- guiamos mirando nuestro mar, convencidos todos ya de su exis- tencia, el autobis empezé a re- anudar su marcha. Entonces,, sin- cronizado al avanzar del vehiculo, nuestro mar fue levantandose del nivel del suelo y desaparecié en- tre los resplandozes del horizonte, dejando en su sitio otra vez de- jante el desierto seco, arenoso e ilimite, con sdlo el grupo de pal- meras. Los tres lanzamos excla- maciones de asombro. El griego afirmé ser la primera vez que veia uh espejismo tan real. El egipcio replicé haber visto muchos igual- mente reales, y agregé sentencio- so: “;Vaya usted a creerle al de- sierto!”. Otras veces son ciudades con cu- pulas y torres que aparecen y de- Saparecen; tropas, caravanas, 0 multitudes que avanzan; hermosos valles verdes que se extienden de pronto ante la vista de uno; rios que corren por donde no hay si- no sequedad; lejanas colinas-que se ponen en movimiento; oasis que surgen de improviso desaparecien- do asimismo y dejando sélo la ilu- sion de su verdor y su frescura. iEs el] hechizo del desierto ilimite; su magia sorprendente y maravi- llosa!. El Cairo es también un espejis- mo en mitad del desierto, un espe- jismo de verdor, de color, de be- lleza y de gnandiosidad, Situado entre el desierto libico y el arabi- g0, surge como otra fantasia alucinante. Mi recorrido mas ex- tenso en el desierto libico fue hag- ta Alejandria, y en el arabigo has- ta el Canal de Suez. Hasta el Puer- to de Suez, que es donde termina el Canal entrando en el Mar Rojo, pues tiene cerca de doscientos ki- lometros de largo. Comienza en el Mediterraneo, en Port-Said, que es su entrada, pasa a medio ca- mino por Ismailia y termina en Suez. Ismailia se llama asi en ho- nor del Khedive Ismail, gran rey de Egipto, con cuyo nombre, de grata memoria para el pueblo egip- cio, me apodaron algunos amigos de El Cairo, por similitudes que ellos hallaron entre algunas cosas del Khedive y algunas mias. Era abuelo del actual rey Farouk. El Khedive amaba su pueblo y lo engrandecié en todos los aspectos. Fue un gran trabajador y un ci- vilizador. Hombre de una gran ac- tividad. Guerrero, valiente, y cum- plido caballero. Era alto, atlético, arrogante; de robusto cuello de to- ro y grandes manos poderosas, de retorcido mostacho y fiera mi- rada dominante. Asi lo vi en esta- tuas y retnatos. Tremendamente mujeriego, y gourmet y gourmand a un tiempo mismo, repartia su vida entre el trabajo creador, los ejercicios viriles, el amor y los placeres de la mesa. Mientra tna- bajaba de manera incansable en su despacho y dirigia y vigilaba personalmente los trabajos publi- cos, sus emisarios recorrian el Rei- we ial fake SANA RR CELE uae Oa RGAANNAS ah baa + no soliciténdole las mas- bellas mue jeres, las mds tiernas aves y man- jares y los mejores cocineros. Ex te hombre de costumbres orien- tales quiso occidentalizar a Egip- to. De 6] es la célebre frase: “Egip- to és una prolongacién de Eu- ropa”. E] Cairo y el pais todo, es tan Ilenos de su nombre y sus anécdotas. Yo aprendi a querezlo y admirarlo, y cuando me ofa lla- mar por su nombre no podia evi- tar que una sonrisa de vanidad mal disimulada “me iluminara el’ rostro. ‘Un dia, bajo el engafic de que mi retrato habia sido co- Tocado en la gran Biblioteca de El Cairo, un grupo de amigos me condujo alli. Me encontré con un Khendive engallado: adelantada la derecha pierna; la mano en el sa- ble; alta la cabeza; el tarbuch Ja- deado sobre Ja oreja, y la mirada desafiante, en actitud de querer saltar de su plinto de bronce y vok ver a ocupar en el Reino su pues- to de estadista, de civilizador y de sultan galante. jGloria al Khedive Ismafl y a su manera de vivir ple namente la vida! Suez es una ciudad tipicamente arabiga, pero vieja, multitudinaria y -fea. Carece de belleza y la gra- cia de otras ciudades arabigas. De apretadas calles, algunas de las EI Cairo. La ciudadela, ~mocersarenrasremeneererepenscenn ranean rE Earner ER NR ERE enema

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