Diario las Américas Newspaper, January 29, 1956, Page 16

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LOS CAMPESINOS _ estadouni- denses de las Montafias Ozark vi- ven en una tierra de “Cielos Azu- es y Aguas Cantarinas” que se ex- iende por 130.000 kilémetros cua- ‘trados desde las faldas de las lo- nas de San Luis, a través del esta- lo de Missouri, hasta el noroeste de Arkansas y el nordeste de Oklahoma, Es una regién fértil con auchas vertientes, aire puro y fre- uentes lluvias que nunca ha deja- ‘o de abastecer con abundancia a og que viven dentro de su perime- ro, desde carne de oso y de cier- 0, frutas secas, nueces, uvas, rai- ces y yerbas en tiempos de los in- ‘ios osage y cherokee, hasta man- anas, premiadas por su excelente calidad, y enormes frambuesas. Mientras lanzan al aire el humo le su tabaco, los viejos colonos re- vemoran los primeros dias, cuan- o al llegar encontraron las hermo- as vertientes a cuyo derredor cons- cuyeron sus casas y sus poblacio- es. Tienen una idea muy vaga del erigen del nombre “Ozark”. Al- unos creen que se deriva del fran- és bois d’arc, la madera que em- leaban los indios para sus arcos y 'echas; otros opinan que proviene e la expresiOn aux ares, que signi- e “con arcos”. icen que las Montafias Ozark on las mas antiguas del mundo y ue hoy, gastadas por la accién de 9s siglos, son sdédlo un vestigio de na altiva cordillera, Los arquedlo- os opinan que “trogloditas” semi- ivilizados antecedieron alli a los ndios que el hombre blanco en- contré a su legada. Toda esa re- ‘ién es parte del territorio domi- 1ado en un tiempo por los espafio- ag y los franceses y que después as6 a poder de los Estados Uni- 'og en 1803 con la compra de Lui- viama (véase “Origen de una Po- 2. e ee tencia Mundial”, Américas, diciem- bre 1953). Los primeros coloniza- dores permanentes llegaron a prin- cipios del siglo XIX, en su mayo- ria procedentes de Virginia, Ten- nessee y de Kentucky, pero tam- bién de Carolina del Norte, Mis- sissippi y Alabama. La historia de las Ozark se repi- te en todos los Estados Unidos. Mientras se establecian las familias y la noticia de su prosperidad lle- gaba a la “civilizacién”, se le iban agregando los parientes y amigos intimos, y con ello la frontera se empujé un poco mas hacia el oeste, Rocas y Arboles ocultan hoy a esas cavernas formadas millones de afios antes de la legada de Colén a América. A ambos lados de las en- tradas hay. largos bancos y en la béveda estan inscritos los nombres de famosas vertientes. En esos fres- cos nichos, se reine la gente del lugar y los veraneantes para des- cansar y conversar, mientras el- agua murmura la historia de su largo recorrido por entre las rocas sélo para terminar aprisionada por el hombre en beneficio propio. —Si, pasaron los buenos tiempos — dice un viejo morador a otro mientras esperan que el agua, en su interminable gotear, liene sus eantaros, Antiguamente, la vida por aqui y los viajes en diligencia eran mas interesantes a causa de salteadores como Dalton, Jesse James y Younger. Pero todavia te- nemos las fuentes. ;Y mira que esa agua cura todo! Cuando la vieja se- fiorita Wixter vino aqui en qamilla, ciega y sorda, jquién iba a pensar que se curaria bebiendo el liquido de Ja fuente y lavandose con él los ojos? Si, ahora ve y oye bien, ya . tiene 102 aos y esta sana y activa ¢omo un cachorrito. Un poco mas adelante vive Hugo, verdadero Thoreau de las Ozark, que trajo millares de piedras de los montes en carretilla de mano para construir sus jardines en te- rraza. En la espesura de un bosque cercano mora la “mujer de los li- bros”, como la llaman los lugare- hos; pobre, aunque demasiado or- gullosa para vivir con sus parien- tes, se alimenta de frutas, nueces y nisperos silvestres, y recoge ra- mas secas para su pequefo fogon. Es tan vieja como su destartalada choza, pero sonrie alegremente cuando habla de su amor por aque- lla tierra. —Aqui me quedaré hasta que muera — dice. Aqui soy libre, {sa- be? Soy la duefa de mi alma, Estos son los montajfieses legiti- mos que conoci en el corazén de las Ozark. Recorri las pavimentadas carreteras que serpentean por lo- mas y laderas, bordeadas de fara- llones calcdreos. Todas las oque- dades de las montafias de pedernal estan llenas de plantas trepadoras, arbustos, flores silvestres y Aarbo- les, Hay atajos invitadores con nom- bres simpaticos — Vereda del Nis- pero por ejemplo — y sotos de pi- nos y cedros que son sitios reser- vados por la naturaleza para jiras campestres. Hay casas encarama- das bien alto entre los pinos en los salientes de rocas, mientras que alla abajo, en la llanura, el riachue- lo corre perezoso a través de la al- dea y las cabras pastan junto a vacas de tierna mirada. No es de extranar que tanta gente esté inva- diendo la placida regién. Aunque los precios han subido, la tierra fértil y la construccién son toda- via baratas. La naturaleza fué alli siempre generosa. Los habitantes nunca se han preocupado por sus alimentos, albergue o ropa fina; pero hoy dia la moda esté cambiando el aspecto de las montafiesas. —Cuando yo Ilegué — dice una octogenaria — se usaban vestidos de percal y toca de pafio. Hace se- senta afios mi marido me trajo aqui desde Tennessee. Tuvimos que de- rribar 4rbol#s para abrir la trocha en la selva y acampamos bajo un pino (lo llamamos el arbol de los colonos). Todavia hay uno frente a mi casa. La gente tenia que ca- zar venados, alces, osos, gatos mon- teses, jabalies, patos silvestres y pa- vos. Primero construimos una caba- fia y al levantarnos muy temprano en el invierno teniamos que es- currirnos fuera de nuestras man- tas. de piel de ‘oso para vestirnos frente a un chisporroteante fuego que ardia en la enorme chimenea. En chimeneas nadie aventajaba a mi viejo. La gente usaba callado para su- bir a los montes. Yo adorné el mio con lazos de cintas y fui una de las mas elegantes de la aldea. Sélo que llegué aqui antes que hubiera aldea. Hace afios los salteadores dieron mala fama a la regién, pero ha de creer que cuando recibieron su merecido castigo nosotros los echamos un poco de menos. Des- pués vino Carry Nation, aquella mujer que queria acabar con la be- bida y el fumado. Causé gran conmocioén cuando llegé derriban- do con hacha las paredes y mostra- dores de las cantinas y reducién- REMISFERIO ~w EL TIEMPO SE DETUVO EN OZARK Remanso de la Paz Campesina en [a Era Atomica Por PEARL ANOE (Cortesia de “Américas”. Organo de la Unién Panamericana) dolo todo a lefa. Uno de mis hijos fué agente de lia nueva estacion del ferrocarril, de la cual estaébamos orgullosos. Carry entré, le arrebaté la pipa de la boca y la tiré a la gran estufa. El no dijo nada, pero un dia, cuando ella envid su piano a otra parte tuvo que pagar el flete de un monton de ladrillos que él habia puesto adentro. Si, al fin tuvimos nuestro ferro- carril, pero cost6 mucho. Los tra- bajadores tuvieron que perforar las rocas para llegar hasta aqui. Yo di de comer a los fornidos mo- cetones hasta que se termino la construccién. Mi viejo ya murié, pero yo espero vivir todavia largo tiempo en estas montafias. En la cuspide de un cerro vive otra Jugarefia que en voz suave me dice: —Soy una montafiesa y lo tengo a mucha honra. Me gustan los ce- rros. Por eso construi mi cabana igual a la de mis antepasados que se radicaron aqui. Tengo un poco de sangre cherokee que también me enorgullece. Como la mayoria de los recién Negados, yo también oj historias horripilantes de las culebras de Jas Ozark. —Quisiera saber Ia verdad antes de partir para alla, le dije. Rid y me contesté: . —Probablemente ustedes no ve- ran ninguna ahora. Con la afluencia de nuevos residentes se han ahu- yentado hasta el extremo de que ya nunca pensamos en ellas. Le tienen miedo a la gente. Los lagartos son inofensivos, pero los escorpiones no me gustan. —jCémo son? Cerré maliciosa uno de sus gran- des ojos y me dijo: —Son asi, cortos y largos. La co- Ta se para derecha y el aguijon es- tA en el extremo, por eso basta con cuidarse de ella. (Se rid). Ya tam- poco quedan muchos, desde que _ comenz6 a llegar tanta gente a vivir aqui y a construir ciudades y gran-- des represas. En Happy Hollow encontré a un fornido montafiés que recorre los cerros vendiendo colchones hechos por é] mismo. El comercio en las Ozark es algo insdélito. He aqui cémo me refirié un viaje de dos dias de venta con su camidn. —Salfi antes de nacer e] sol y Negué a un lugar poco visitado has- ta ahona por la gente de afuera. Alli hay todavia pequefas ventas en las encrucijadas, tocas para el sol, gente descalza, y acogen bien si la persona es grata y conviene en sentarse a conversar hasta la hora del almuerzo. Después toda la fa- milia se retine alrededor de] visi- tante y empieza a meter sus palitos de_goma en un fino polvo de rapé hecho de tallos de hojas de tabaco. Son unos palitos como de seis cen- timetros de largo, con el extremo majado como brocha. Ofrecen un palito nuevo al visitante y no que- da mas remedio que tomar el rapé como ellos. Los @garefios de alli usan toda- via palabras antiguas, del tiempo de sus abuelos. Son muy pobres pe- ro gustan de divertirse. Algunos ereen en amuletos de culebras, y siembran y podan Arboles y cortan los cuernos al ganado de acuerdo con las fases de la luna. Desde los viejos tiempos hasta hoy Jos mon- taheses se ayudan los unos a log otros. Tienen casas de mas de cien anos de madera najada con hacha, generalmente con cielo raso de no- gal o de cerezo. Algunas carecen de piso, puertas y ventanas. Esas son las viejas cabafas, pequenas y ba- jas. Me gusta oir a los viejos contar historias de los concursos de tiro, lucha libre, lanzamiento de pufiales o herraduras y carvenas a pie. Los premios consistian en cuartos Je res o de cerdo. as mujeres se reus ‘nian para coser y cocinaban verda- deros banquetes cuando la gente se juntaba para construiz casas, ha- cer melcocha o bailar. Los pilotes para los pisos se colocaban al son de viejas canciones y los tocadores de violin todavia repiten la misma musica cuando la gente baila cua- drillas. Pero, volvamos a mis ventas. Me dijeron que el Capitan Jenner ne- cesitaba un colchon. Recorri el es- eabroso sendero y al llegar a la ca- sa saludé: ;Buenas tardes! Con un movimiento de cabeza el Capitan contesté: jBuenas tardes! Entre y siéntese, Entré. Nos sentamos, fue mamos y tomamos rapé, no dijimos una palabra sobre colchones. Llee go la hora del almuerzo. Comi tan- to que lo unico que deseaba era ire me al camion y estirarme sobre un colchén. Nos quedamos_ sentados hasta las cinco de la tarde, Enton- ees me levanté. Es mejor que siga mi camino — dije. Voy a pasar por alli para ver si hay alguien que quiera un colchén. El Capitan se levanté y camind conmigo hasta el vehiculo. Veo que tiene dos — dijo. Mas adelante, tal vez el viejo Brock quiera come prarle el otro, si usted tiene tieme po de detenerse alli. Pasé la noche a donde Brock y al mediodia siguiente llevé el otro cok chon a su casa. Asi se comercia en esta zona. Los montafieses to- man a veces dos dias para cerrar la venta de un caballo. Otro lugar de reunién de los alk deanos y montafieses son los remae tes al aire libre. Oyen al subasta- dor, compran.lo que quieren, con- versan y afirman que no hay un “vivito de la ciudad” que logre en- gaflar a un montafés. En una de esas subastas oi decir a un lugarefio veterano de la gue- tra: ;Ah! ;Cuanto echaba de menog todo esto! Mire esa multitud. Saul es el mejor rematador que he oido. Y vea a nuestras mujeres. Sus cure vas principian de la rodilla’ para arriba, pero son la mejor gente del mundo. ;Y cémo saben cocinar! jSe ve con sélo mirarlas! Aqui no necesitan ropa fina. Todos son buenos vecinos y buenos america. nos, To cual es algo que debe lle var una persona en el corazon, En muchas ciudades pequenas de veraneo encontré “Filas de Espe- ra”, Alli, me cont6é un viejo res> dente, las viudas, los viudos y lag solteronas se quedan sentados hoe ras en los banco de hierro, dese cansando bajo los arboles, esperane do pescar marido o mujer. A veces lo consiguen, Hubo un viejo Jep, por ejemplo, que permanecié sen» tado en una fila del Missouri hasta que pescé a una viuda que des pués de quitarle el automdvil y la casa traté de apropiarse de su pen» sién, lo que ya era demasiado y é} pidié el divorcio, Le pregunté af DOMINGO 20 DB ENERO DB 1956 4

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