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hime . 4 éEStA OLO E\ Homere En Et ", hombre se resiste amarga- mente a la idea desoladora de que pueda ser él la uni- ca criatura de su clase en el universo. Somos basicamente cos- mopolitas: anhelamos la compania de otros en la gran aventura del espacio. Quisiéramos enviar un ra- diograma a Marte y recibir una respuesta equivalente a “z;Como Jes va, muchachos?” Nuestra espe- ranza de que acaso no estemos so- los en el espacio esta alimentada por la teoria de la probabilidad. En los millones de planetas y la in- finitud del tiempo —debe sin du- da haber una posibilidad de que el hombre no sea un acontecimiento unico. Si en alguna parte del uni- verso hay un mundo exactamente como el nuestro, ,por qué no ha de haber alli una criatura co'no el hombre? Las probabilidades sen menos fa- vorables de lo que parece. El hom- bre no es sencillamente cosa de arrojar Ics dados a ver si pueden caer del mismo modo en otro pla- neta. Aun cuando hubiera otro mundo exactamente igual al nues- tro en todas sus condiciones fis ¢as, todavia no podriamos garanti- PAG 4 zar que alli emergeria el mismo género de vida. El hombre, la vi- da, los mundos son producto de multiples concatenaciones de suce- sos singulares gue no podrian du- plicarse enteramente. En cualquier punto durante el Ultimo millar de millones de anos la linea de la evo- lucién que produjo el hombre y podia haber tomado otro sesgo—y nosottros jamas habriamos apareci- do en la Tierra. La proposicion de duplicar al hombre es algo asi co- mo la de los monos proverbiales, trabajando a través de toda la eter- nidad por escribir a maquina, de nuevo las obras de Shakespeare por casualidad —solo que las pro- babilidades, si hay algunas, son mucho peores y el tiempo no es infinito sino limitado. Contra el intento de proyectar al hombre por sobre los anos de luz se halla una serie de obstacu- los fisicos y biologicos poco me- nos que insuperables. Al conside- rar la probabilidad de que el hom- bre haya sido duplicado en mundos remotos, hay que considerar dos importantes acontecimientos fisi- cos, antes de volvernos hacia la naturaleza de la vida misma: la shee terensie ster + edad del universo y la forma en que se produjeron los_ sistemas solares, La respuesta a la primera proposicion debe indicar la longi- tud del tiempo en el cual ha ope- rado la probabilidad estadistica; la respuesta a la segunda debiera de darnos una idea de si la vida es © no una ocurrencia comtn en el espacio. Es irénico que haya dos opinio- nes harto discordes sobre ambos temas. Hace cincuenta anos exis- tia la creencia, sustentada por muchos, ei: la infinitud del tiempo, Mientras viejos sistemas estelares se quemaban y morian, emergian nuevos sistemas. “El movimiento eterno”, escribid un hastiado ruso en 1875, “no cesa, y nuevos mun- dos se desarrollan eternamente en lugar de los antiguos”. La idea de un universo eterno permitia la posibilidad de que los esporos de vida derivan de los escombros de los sistemas consumidos a los siste- mas que comenzaban de nuevo, y una infinitud de tiempo en que el hombre podia aparecer una y otra vez. Mas ahora hemos adquirido la ereciente sospecha de que vivi- mos en un universo en expansion que tuvo un principio increible y amenaza con tener un fin todavia mas fantastico. El tiempo, es el Uni- co sentido en que podemos cono- cerlo, es limitado. La prueba aun- que no la examinaremos aqui, es impresionante y sacada de diversas ciencias. Ha inducido a inntimeros estudiosos a la aceptacion de la conclusion siguiente: En algtn punto, hace proxima- mente de 4 a 10 mil millones de anos, toda la materia que compone .el universo conocido estaba con- centrada bajo presiones inconcebi- bles en un punto del espacio. En este “monobloque” cuya densidad contraida anula nuestra experien- cia cotidiana, la vida es inconcebi- ble. S6lo pudo emerger mas tarde, después de la titanica explosion que lanzé el espacio y las estrellas hacia lo exterior, en una trayecto- ria que amenaza llevar fuera de la vista a las galaxias. “De pie en una pavesa —observa Lemaitre— vemos el lento marchitarse del sol”, Sus provisiones de energia radioactivada, aunque grandes, no son inagotables, y, a menos. que las aguarde una fuente desconoci- da de renovacion, estan destina- das a consumirse. A la luz de esta interpretacion, hacese ahora claro que cualquier cosa que haya existido anterior- mente al monobloque no puede te- ner relacion con la vida de hoy. El tiempo infinito no se halla a nues- tra disposicion al calcular las capa- cidades de la vida, sino mas bien el momento indeterminado en el resplandor crepuscular posterior a una gran explosion, cuyos fuegos estan muriendo. Unos cuantos han estado tratan- do de escapar a los cuernos del di- lema recurriendo a la _ presuposi- cién de que la materia esta siendo de algun modo creada continua- mente en el espacio,“aunque el tal proceso jamas ha sido observado. En las aptas palabras de Herbert Dingle, de la Universidad de Lon- dres: “Nos exime de tener que postular un solo milagro inicial a condicion de que admitamos una serie continua de milagros”. La idea, cierta o no, no tiene prueba que la respalden. ~ Sabemos que para realizar una sola criatura capaz de pensamien- tos avanzados en la Tierra se han_ necesitado mas de mil millones de anos. No hay nada en este lapso, © en nuestros conocimientos del proceso evolutivo, que sugiera una aplicacién facil del hombre. Para comenzar diremos que, aun cuan- do el numero de sistemas plane- tarios puede ser grande, la mayor parte de los planetas, segun la evi- HEMISFERIO A REBRNS FOR ETI RIP R IR alle ord SPACIO? dencia sacada de estudios realiza- dos pueden ser considerados como no aptos para la vida, tal como no- sotros la entendemos. El bidlogo britantco, Cyril D. Darlington arguye que “si una criatura:como el hombre es una proposicién juiciosa en la tierra, entonces criaturas similares, cons- truidas sobre un plan similar, se- rian también bien aptas para wna existencia en otros planetas.” Se detiene entugiastamente en las ven- tajas de dos piernas, un cerebro en la cabeza y la posicion de con- templar al mundo desde una es- pléndida altura de seis pies. Al pa- recer no se ha parado a considerar por qué, si las ventajas del cuerpo humano son tan obvias, una cria- tura sola, de los millones 0 mas de este planeta, hubo de haber asu- mido esta forma particular. Ade- mas, ha sido un experimento muy tardio, y a pesar de su “soberbia construccion”, las heridas de su rompimiento evolutivo con su. ori- gen todavia se ven bien claramen- te. En los malos senos (frontales y maxilares), en la ruptura y ma- la adaptacion de 50 variedades, in- cluyendo las venas varicosas y una plétora dé males de la espalda y los pies, el hombre revela las im- perfecciones de una maquina cor- poral todavia en proceso de ajuste evolutivo a un medio diferente de aquel del cual recientemente esca- para. Esto no lo decimos por deni- grar los verdaderos valores del cuerpo y el cerebro humano, pero debemos comprender las increibles aberraciones 0 extravios por los cuales el hombre ha alcanzado su presente posicion si hemos de cal- cular la probabilidad estadistica de que una criatura como el hom- bre emerja de los desiertos rojos de Marte, pongamos por caso. Los artistas que trazan ingenio- sos dibujos de marcianos de dos pies, piernas flacas y grandes pe- chos, no se preocupan en conside- rar como el fondo geoldgico y geo- grafico de Marte pudo haber fo- mentado (0 estorbado) semejante desarrollo. Todo organismo tiene una historia. Aqui podemos apren- der con la multitud de mundos diferentes presentes en la tierra. No hay duda de que, si hemos de observar algunas duplicaciones de la vida que conocemos, nuestro pla- neta debe de ser mas apto para pro- ducirlas que los mundos inconexos del espacio. Por supuesto que nos es posible ver por todas partes ejemplos de la vida remedando a la vida. No hace mucho que el conocido ex- plorador del fondo del mar, Otis Barton, trepé dentro de una jaula de aluminio, en la selva tropical lluviosa, en Africa, y fué suspendi- do hasta penetrar en un mundo extrafo similar al de la otra gran selva tropical de las lluvias en la cuenca del Amazonas. Casi 200 pies sobre el nivel del suelo, en lo alto de las copas de los enormes arboles, hay una masa entremez- clada de vegetacién que fermenta la vida animal —un curioso “mun- do del desvan”, por asi decirlo. Como en las profundidas marinas, no tiene estaciones;.la luz es la consideracioén principal. Innume- rables plantas han trepado a ese nicho de refugio por encima de las inundaciones y del torbellino del mundo de abajo. Se anudan y en- tretejen alli enredaderas tan grue- sas como el muslo de un hombre. Sobre esta masa de cables que sir- ve de soporte se ha establecido una reunion fantastica de orquideas, helechos y otras plantas extrahas que buscan la luz del sol y han aprendido a pasarse sin el suelo de alla abajo. Unas son parasitas de otras plantas, otras dependen de los precarios escombros de su inggguro suelo o las exhalaciones de 3p Arboles. La eterna humedad del invernadero de la selva Muvie- sa las envuelve como un sudario a todas y hace posible este paisaje de tierra de ensuefo. En el “desvan” amazonico hay plantas conocidas por “bromelia- das”, que forman tanques que cap- tan y retienen cuartillos de agua. El polvo y el humus y los insectos ahogados se acumulan alli para nu- trir Jas plantas. Sapos arboreos, ranas e inumeros inseetos viven su vida en esos estanques aéreos. Los monos y unas serpientes de un co- ler verde protector cazan por sen- das .encestrales al través del per- fume de los jardines de orquideas, Este mundo posee algunas asom- brosas duplicaciones de formas de vida. Henfy Bates, un perspicaz ex- plorador del Amazonas, del. siglo XIX, contd cémo se encontré de slbito un dia con un pequeno mons truo amenazador gue se proyecté al través de las hojas contra su cara. A primera vista el alarmado Bates creyé que era una vibora ve- nenosa. En realidad era una oruga enorme, con puntos de pigmento negro que parecian ojos. En las al- tas camaras de la parte mas ele- vada del mundo arbdéreo hay ma- riposas de familias diversas y le- janamente emparentadas que, no obstante, son sorprendentemente iguales en su coloracion; escaraba- jos tan brufidos que brillan en las puntas de la vegetacién como gotas del rocio matinal, insectos como palillos, con patas como ranas tie- sas, angulares, trozos de corteza muerta que resultan estar vivos, arahas que tienen la forma de bo- tones de flores, moscas que se dis- frazan con el traje de punzadorag abejas, grillos como avispas, mari posas pardas y moteadas que pa- recen hojas mokosas. El parecido con un insecto u otro animal pelgroso, como en el caso de la oruga de Bates, ofrece la pro- teccién de una especie formidable a una criatura inofensiva. El mir metismo de una especie repulsiva o de mal sabor puede salvar de tos pajaros a un insecto. Un camoufalge bueno es tan Va lioso para la vida pequena que la seleccion natural puede llevarlo a la clspide de la perfeccién. Sin em- bargo, toda esta mascarada no va mas alla de la piel. La mimica nunca llega a ser el modelo, como el insecto bastoncillo no se con- vierte en ramita. La maseara pue- de burlar a los enemigos del mis- mo, pero no engafara al zodlogo. Semejantes prircipios no tienen nada que ver con la posible dupli- cidad del hombre en otros planetas. No es probable que ningun ani- mal sea forzado por el proceso de la evolucion a imitar, aun super- ficialmente, a una criatura en la que nunca ha puesto los ojos y con la cual no esta en forma alguna de competicion. Ni podria un ani- mal, por bien dotado que estuvie- se en mimetismo, imitar a un hom- bre si habitara entre los hombres. Aparte los impasables obstaculos anatomicos, el individuo que se sienta a nuestro lado en el teatro no podria concebiblemente ser un insecto disfrazado de hombre. Aun cuando la duplicacién del cuerpo (inclusive la ropa) fuera perfecta, el cerebro de esa criatura, contro- lado por el instinto, su reaccién fria, como el reloj, en contraste con nuestro calido metabolismo ma- mifero, haria inutil la mascarada. . Entre las plantas notamos tam- bién muchos paralelismos. Sin em- bargo, las formas de las plantas no se duplican mutuamente. Sus rela- ciones no se confunden, y lo que es mas interesante, un invento ver daderamente notable como los tan- ques de reserva de la bromeliada puede distinguir todo el mundo de las copas de esos arboles. Nada como eso se conoce en la selva (Pasa a la pagina 10) —= DOMINGO, 9 DE MAYO DE 1954 : 4 %