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El Dr. Louis Slotin, joven y des- tacado cientifico nuclear, comenz6 a morir exactamente a las 3:20 de aquella tarde del 21 de mayo de 1946. La historia sobre la forma en que comenzo a morir y lo que ocu- rrié después —hechos que solo aho- ra se pueden relatar— es en algu- nos aspectos bastante terrible. Ess pero, como se trata de algo qua ayuda a descorrer el misterioso velo en torno a los terrorificos efec- tos de las armas atomicas —espe- cialmente de aguella muerte invic sible que se lama radiacién nu- clear— la historia de Louis Slotin debe ser divulgada. El lugar donde comenzé a mo- rir Louis Slotin fué el laboratorio situado en un canén cercano a Los Alamos, aquella ciudad que se Ie- vanté en Nuevo México durante la guerra y donde se elaboro la pri- mera bomba atoémica. Pocos minu- tos antes de comenzar a morir, el doctor Slotin trazé un cuidadoso croquis de su laboratorio con la precision del capacitado cientifico, demostrando la exacta ubicacién de sus ocupantes en el terrible momento. A base de ese croquis y de las versiones proporcionadas por los cireunstantes que lograron sobrevivir, es posible reconstruir con propiedad el escenario. Contemplamos asi una amplia sa- la de forma oblonga, pintada de blanco y desprovista de mobiliario con excepcién de un escritorio me- talico situado casi al centro y de una mesa apoyada contra la pared. En el escritorio se halla colocado el complejo equipo que se emplea en los procedimientos relativos a Ja fabricacién de bombas atomicas. El sol primaveral penetra oblicua- mente a través de la unica ventana de la sala. Hay presentes ocho per- sonas. El silencio sdlo es turbado por el isocrono vibrar del contador Geiger, mientras que toda la aten- cion se halla concentrada en una pequena figura que se halla de pie frente al escritorio de metal. Ese era Louis Slotin, de 34 anos de edad, de 5 pies 6 pugadas de talla, delgado, con el rostro bron- ceado por el sol de Nuevo México y los negros cabellos que comenza- ban a encanecer un poco en la sien. Vestia camisa de cuello abierto, un llamativo cinturoén mexicano y pan- talones de kaki introducidos en bo- tas de vaquero. A través de anteo- jos de gruesa montura —que reve- Jaban al cientifico y al intelectual a pesar de las botas vaqueras— se hallaba observando con suma aten- cién ciertos objetos que habian so- bre el escritorio. ; Se trataba de dos semi-esferas de metal, de color gris plateado, que Slotin comenzé de pronto a manipu- lar con cuidado, haciéndolas aproxi- marse entre si con la ayuda de un destornillador corriente utilizado como palanca. Esos objetos de me- tal constituian las “entrafias” de una bomba atdémica. Detras de Slotin se hallaba un eolega, a quien llamaremos el cien- tifico X. Es un hombre de modales suaves y de agradables facciones, también de 34 anos. El cientifico X apoyada una de sus manos en el hombro de Slotin y se inclina hacia adelante con creciente interés, pues nunca habia presenciado el expe- rimento. Las otras seis personas que hay en la sala son asistentes de laboratorio, técnicos y otros ele € OR. ACE Oe PAGE 2 a6 mentos congregados de casualidad para observar la prueba. Dos se encuentran frente al escritorio, a “pe ageemcit ~—oximada de 6 pies ious dtros se Wallan mas atras, co- mo a 8 pies. La escena parece corriente. Co- mo Stotin, los demas visten senci- a «© tte, ~aG camisas abiertas o sweaters. El] mismo Slotin presenta un aire de confianza, casi de con- tento. Le encanta ese experimento al cual suele llamar “jugar con la cola del dragon”. Ya lo ha reali- zado unas 40 veces. Pero.aun asi, se observa cierta tensidn en la sala. Aquellos que se haljan presentes estan compenetrados de que mani- pular las “entrahas” de una bomba atémica no constituye juego de ninos. Slotin tiene el oido pendiente del contador Geiger y mira también con frecuencia a un instrumento denominado “monitor neutrénico”, que registra en un rollo de papel, mediante una ondulada y pequena linea de tinta roja, Ja radiacién emitida por los objetos de metal. A medida que Slotin mueve las semi-esferas, la linea roja ondula hacia arriba y el contador Geiger nocié al ProfeggpA@Mlliam D. HAR- kins, un pionero de la quimica nuclear, que actuaba entonces en la Universidad de Chicago. Harkins le confidé que necesitaba un asis- tente para trabajar en el ciclo- tron, pero que no contaba con di- o para pagar a ese ayudante. Slotin le ofrecié inmediatamente sus servicios en forma gratuita y asi pasé a trabajar con Harkins durante dos anos. Su labor en la Universidad lo Ile- vo directamente al Distrito de Manhattan donde se desarrollaba el supersecreto proyecto atémico en época en guerra. Estuvo lue posteriormente en Oak Ridge. A fines de 1943, Slotin llegé a Los Alamos, cuando ya se habia in- iciado la conformacién de la bom- ba atémica. Una hora después del accidente, las ocho personas que habian es- tado en el laboratorio fueron in- ternadas en el hospital de Los Alamos, que era un edifico de ma- dera, improvisado como otras tan- tas construcciones de épocas de guerra, siendo sometidos a cuida- dosa observacién. Para exponer luego los terribles Durante algin tiempe se mostréd sumamente nervioso e_ irritable, pero finalmente le bajé la tem- peratura y después del décimo quinto dia estaba lo suficiente- mente bien como para ser enviado a su domicilio. Mas no habjan terminado aun los efectos de los rayos gamma. Habia perdido cerca de 10 libras y durante ‘varias semanas se fati- gaba con facilidad, pasando dia- riamente casi 16 horas en cama. Al décimo séptimo dia el cientifico X comenz6é a pasar por una desa- gradable experiencia. La piel de la sien izquierda se le volvid muy sensible, asi como aquel lado de Ja cabeza, o sea la region que habia estado mas expuesta durante el accidente. En los dos dias siguien- tes esa sensibilidad se convirtiéd en agudo dolor. Al vigésimo dia, cuando el cientifica X se estaba peinando, grandes mechones de pelo quedaron en el peine. De alli en adelante el cabello se le caia a punados. Perdié casi todo el pelo del lado izquierdo y su barba dejé también de crecer en ese sitio. Quedéd también tempo- ralmente estéril, segun reveld pos- LA HEROICA VICTIMA DE LA BOMBA ATOMICA vibra aceleradamente, como reloj descontrolado. De pronto el contador Geiger co- mienza a repiquetear locamente y luego se para en seco. A todas las personas que se hallan en la sala les parece ver brotar una extrafa llama azul, mas intensa que el sol de primavera, Instanteaneamente, Slotin se lanza hacia adelante, apartando las mortales esferas me- taliceas con sus manos desnudas. Luego se yerque, mientras su ros- tro antes bronceado aparece blan- co como la cera. En movimiento concertado, ins- tintivo casi sonambulesco, las ocho personas salieron de la ha bitacion sin pronunciar palabra. Algunas de ellas experimentaron un sabor acre y seco en la lengua, todo un sintoma de la excesiva radiacion. Otras tuvieron un estre- mecimiento de temor. Pero no hubo mas aparte de esos sintomas, ni aun para Louis Slotin que ya habia comenzado a morir............. Para comprender lo que ocurrié, las razones y el significado que tie- ne el caso, es necesario conocer algo sobre la personalidad de Louis Slotin, asi como los motivos que tuvo para “juagar con la cola del dragon”. Los hechos escuetos de sus 34 ahos de vida quedan com- pendiados a continuacién: nacidé en 1912, siendo hijo de un préspe- ro matrimonio judie, radicado en Winnipeg, Canad&. A la escasa edad de 15 anos, ingresé a la Universidad de Manitoba, recibien- do el titulo de doctor en ciencias a los 21. Estudié fisica durante 4 ahios en la Universidad de Lon- dres y obtuvo nuevo titulo cien- tifico en 1936. En 1937 se hallaba en Chicago, con el propdésito de regresar a Winnipeg, cuando co- ~ & Por STEWART ALSON efectos de la radiacién, tomemos primero como ejemplo el caso del cientifico X._Estaba, como se ha dicho, con una mano apoyada en el hombro y de Slotin y observando atentamente el experimento que él mismo hubiese efectuado post- eriormente a no haber ocurrido el accidente, De acuerdo con los ealeulos que se hicierén después, el cientifico absorbi6 una dosis aproximada de 180 rayos Roentgen. Esa es una proporcién que se halla algo por debajo de la dosis letal media (L—D 50), pero, con todo, se encuentra dentro del nivel de peligro. Era la misma dosis que hubiera absorbido en caso de en- contrarse a 6.000 pies de sistancia de la zona de explosién de una mo- derna bamba atémica. En lo que respecta a la radiacién nuclear, las cortas distancias pueden con- stituir una enorme diferencia. - Hombre valeroso y sereno por naturadeza, el cientifico X se mos- tro tranquilo y no formulé ningu- na queja cuando ingresé al hospi- tal. Tuvo vémitos poco después, La sensacion de nausea pasé después de 10 horas, dejando al hombre de ciencia débil y cansado, con poco apetito, pero bien en otro sentido. Continué en ese estado mas 0 menos 5 dias. Al quinto dia, el efecto retardado de Jos rayos gam- ma dejaron sentir sus efectos en los tejidos celulares, Tuvo elevada temperatura y fué necesario ha- cerle dos trasfusiones de sangre. a a ar cr Ce On es ee oat Coe ee ey HEMISFERIO y RALPH LAPP terior, informe médico. Pero termi- n6é por mejorar decisivamente. El unico efecto posterior que exper- imenté fué una afeccién a la vista que le redujo la vision de 20—20 a 20—40. La evidencia de que no sufrié mayores consecuencias se halla demostrada por la brillante contribucién que presté después en el desarrollo del programa de energia atémica y luego en la mas terrible de las armas, la bomba de hidrégeno. En lo que respecta a Slotin, du- rante algunos dias hubo motivo para confiar en su recuperacién. Slotin vomité dos veces antes de ingresar al hospital.-Las nauseas le continuaron en las doce horas subsiguientes. Pero como ocurrié con el cientifico X, los vémitos desaparecieron luego y los tnicos sintomas que presentaba fueron una ligera temperatura y una sen- sacién de cansancio, Sus manos habian absorvido desde luego, una terrible dosis, puesto que las habia empleado para separar las esferas metalicas y romper asi la reaccién en cade- na. A las tres horas, las manos de Slotin se habian puesto muy hin- chadas y rojas. Veintiocho horas después comenzé a sentir agudas punzadas que se prolongaban hasta los brazos. Por esa razon se le cubrieron ambos miembros con hielo. El bajo vientre se le volvié también rojizo y sensible hasta pan que Hegé a experimentar fuertes dolores. Pero a pesar de esos sintomas lo- eales, Ja condicion general de Slo- tin’ parecié mejorar notablemente después de las primeras 28 horas. Lo que habia ocurrido fué conoci- do enmediatamente en el Distrito de Manhattan y se ordendo hacer todo lo humanamente posible por salvar a Slotin. Diez médicos fue- ron Namados para que tratasen el caso. El Mayor General Leslie Groves le envid una carta que decia: “No tengo mas que admira- cion por su heroica accién... Su rapida reaccién y desprecio del peligro han impedido indudable- mente un accidente mas grave”. La carta de Groves animé a Slo- tin y, se sintid aun mas alentado cuando el general ordeno que un avién militar trajera desde Winni- peg a les padres del cientifico. Cuando Megaron aquellos, encon- traron a su hijo en estado casi normal y eontento a pesar de sus dolores. En presencia de los ami- gos y celegas que lo visitaban solfa preguntar con aparente buen humor: “Cuando voy a saber qué desis me he administrado?”. Durante cindo dias nadie pudo saber cual era esa dosis. Mas al sexto dia surgié la respuesta tra- gicamente evidente. Slotin habia abserbido una proporci6n mayor que la desis letal media. Aquella Mmafiana sintié malestar en la len- gua. Le ardia en un sitio cercano a un diente que tenia corona de oro, tenia una ulceracién blanque- cima y sospecharon inmediatamen- te eual era la causa. La corona estaba ecargada de radioactividad y era el origen del malestar. Fué extraida la corona y el escozor de- saparecio. Ese mismo dia se presenté un sintoma pero cuando Ann May Dickey, enfermera del hospital de Los Alamos, fué a realizar un analisis de sangre a Slotin. Apenag observé los resultados, la enfer+ mera prorrumpié en llanto. Sabia de mas lo que significada aquella subita disminucién de los leuco- citos o glébulos blancos en el torrente sanguineo de Slotin. El sigiloso asesino estaba actuando en Ja sangre del cientifico, impi- diendo la reproduccién de los sal- vadores glébulos blancos. Horas después el pulso de Slo- tin eomenzé a acelerarse en forma intensa. A partir de entonces ya no pudo comer nada y perdio peso visiblemente. Al séptimo dia prin- cipié a fallarle la raz6én y pasé por largos periédos de confusion men- tal durante los cuales no podia reeenocer ni a sus padres ni a sus eolegas. Gradualmente fué entran- do @n coma. En las primeras horas del noveno dia o sea el 30 de mage, Louis Slotin murié silen- elogamente. ‘oe E68 equeeitaaiitincrne ‘ 3 all DOMINGO, 9 DE MAYO DE 1954