Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.
Yo Pasé Una Semana S¢ Hace dos afios pasé Ya Sema Na Santa en Sevilla, Llegué a la maravillosa ciudad cuatro dias antes de dar comienzo las subli mes fiestas: Pude hospedarme en el hotel Madrid porque mi buen amigo Vicente Férez Colomé, se villano, me habia. buscado aloja miento en une cdmoda habita cién. De otro modo hubiese teni- do gue ambulaz por las tortuo Sas cailes, pues ya comenzaba a <<-ertpenepeesetimantademansnseetetanteea tan eCeeT aerate ten llegar gente de los seis continen tes del mundo y todo estaba lle no. Me habia conseguido, ade mas, mi buen amigo, buen sitio en los paicos instalados en la ca rrera de los desfiles. No me fal taba nada; tenia donde reclinar la cabeza por -unas horas; un paleo bien situado para ver los majestuosos desfiles; amigos que me acompanaran a las visitas a los templos. No puedo decir mucho de la Semana Santa en la capital anda luza. A poco que ustedes medi ten me daran toda la razon. ;De sean ustedes que les-pondere la fe voluntaria del pueblo de Se- villa? ;Quigren que defina los maravillosos colores de los man tos de las Virgenes recamados en brillantes y esmeraldas? ;Se ria mas apropiado si me ocupa se del estupenco significaéo de las caras de las imagenes? ~Creen mas justificado que me dirija a los innumerables lecto res de este Diario, con la bella armonia que presta la naturale za de los “pasos’ y palios de la Semana Santa Sevillana? Yo, menos que nadie, puedo expresar un atomo de tanta be lleza. ;Comprenden ustedes aho ra que no es scio imposibilidad material, si que tan bien fisica? Me falié tiempo para presen ciar por comp'eto estas solemni dades. Nosotros los puertorrique hos tenemos una concepcién dis tinta de :a gente de esta tierra. Necesitaba mas tiempo para po der meditar y admirar su Sema na Santa; pero, eso si, la senti muy en io hondo. Voces nuevas me hablaron ‘de redencién, de fe, de creacién y de miséricor dia. Sencillamente, no hay pala bras. Existen distintas cofradias que hacen penitencia a la S. Iglesia Catedral comenzando el Domin go de Ramos. La Hermandad del Santisimo Crist» de la Victoria y Nuestra Sefiora de la Paz. Casi todas constan’de dos “pa sos” y los Nazarenos de cada una, asi como las virgenes, vis ten en cada una diferentes capas, botonaduras y cinturones. A ve een son azules; blancas, rojas... Supone un csfuerzo ineficaz, que no conduciria a nada mas comin que ei repetir lo que otros ya han dicho, escribir so bre el espiritu’que Sevilla encie tra en su Semana Mayor y mas eoncretamente el de sus Herman dades de penitencia. Es una poesia la Semana San ta en Sevilla. Es la poesia del sentimiento, de cada uno de los sevillanos El armonioso conjunto de un “paso de palio’ ese tintinear sua ve y acompasado de las colgan- tes porlas, el chocar impruden temente con ios plateados vara les, que, graciosamente, mueven los sudorosos “costaleros” en un alarde de omoroso trabajar. To- do esto retine tanta belleza, que parece que todo nos acerca a Dios, como asi es. Cuando observamos un “paso” dorado, todo el monte sembrado de rojos claveles, no se puede me nos que pensar en las palabras dei Salvador: “Si quieres con quistar el Reito de los Cielos, toma tu Cruz y sigueme”, Lo mismo que al contemplar las eofradias no puede uno menos que exclamar: j;Qué riqueza, qué colores en su conjunto!, . .Pen sé ademas en los trabajos por los que los hermanos han pasa do anteriormente para conseguir tania grandeza — de colorido y forma — que todos admira mos. Pensé en Jas noches en ve la, en los inesperados cortes en su vida diaria, yendo de un sitio a otro, haciendo un alarde de vitalidad, buscando con ello, co mo ei padre que busca el pan de su familia. Observé a los hermanos de una Cofradia, situados en gran des contratiempos, privéndose de Por SIXTO FEBUS una obligada diversién humana, para lograr con ello un escalén mas para la puéna marcha de una ‘ermandad. Vi como ven- cen dia tras dia las dificultades que se oponian en su camino. Trabajan para la Semana San- ta un afio entero y brotan de sus Ojos las lagrimas de satisfaccién cuando llega el dia y su labor y se ve publicamente. Y asi no sdlo admiramos a Sevilla si que la comprendemos. Ante la Macatena, llena de flo- res, luz y riquezas los jévenes se- villanos ta pircpean, cosas boni- tas gue nadie prepara, que allf ante ella brotan a los labios. El] Jueves Santo recuerdo que hizo muy mal tiempo; Ilovié a cantaros, pero ei mal tiempo no le rest6 brillantez y esplendor a Jas solemnidades. Todos repar- timos sonrisas y devocién Sier- pes arriba. . Siempre. recordaré la impresionante actitud de la muchedumbre. PASA EL NAZARENO, . . Dan dos campanadas en e] vie- jo campanario de la Catedral. La muchedumbre que Ilenaba la pla- za repleta de naranjos en flor, guard6é silenciv y todas las pu- pilas expectantes se clavaron en las puertas de: templo, * Aparecié en el umbral una cruz flanqueada por dos faroles de amarillenta luz de cera. Envueltos en negro ropaje en doble fila los silenciosos encapu- chados portadores de negros ci- trios comenzaron a desfilar con ritmo de penitencia. Alla en las profundidades del templo se vio un resplandor roji- z0 que se acercaba. Al estar mds cerca advertimos que era el roe tro amoratado por los golpes, co- ronado de crueles espinas la ca- beza, lleno de majestad sobrehu- mana un Nazareno que al abra- var la cruz parecia abrazar la humanidad pecadora. Los costalero.; que son los ané- nimos artifices de la Semana Grande sevillaua hacen que el Paso pase a través de la puerta, sin sufrir el menor golpe y sin siquiera que se caiga un clavel. En la procesién de madrugada sale Jests del G. Poder. La im- presion vive aun en mi pecho. Los iévenes encapuchados es- peraban a la entrada de la cate- dral con vestiduras y cirios ne- gros encendidos. Sale el Cristo, la tunica negra c»mo Ja noche y el cinturén aspero como la peniten- cia. Sus ojos parecian recibir las maravillosas impresiones de aquella gran noche. Ante la ho- ra sucumben Jas fuerzas de las primeras emociones, en ese re- torno cansado y agobiador. El Cristo queda eutonces alzado an- te la entrada y se sienten los suspiros de emocién que se es- capan de los pechos y una admi- racion que no tiene limites va ha- cia esos hombres que alla abajo, sudados, fatigados y, llenos de polvo, han lograde sortear enor- mes obstaculos Luego una voz bien timbrada de mujer rompe el silencio de Ja madugada. Las notas pare- cen subir al Cielo como una ofrenda. Hay luego un grito final con- densando toda la gama del do- lor; la copla termina y el cere-