Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.
CUANDO UN HOMBRE va a comprar un machete, le pasa el pulgar por el filo, le toma el pe- so.en ja mano, golpea suavemen- te la hoja para oir el sonido del acero, arroja vaho en la brillan- te superficie, escucha los zumbi- dos mientras lo blande en el ai- re y finalmente lo dobla en arco \ para ver si recobra su forma rec- ta. En suma, el hombre de la América tropical — sea campe- sino, explorador o guerrillero — escoge con tanto cuidado su ma- chete como si en ello le fuera la vida. Y puede que asi sea. El machete es un instrumen- to de multiples usos, cuyo au- mero depende de la habilidad de quien lo empufa. Es a la vez cuchillo, hacha, guadafia, azue- la, escalpelo y espadén. En un mercado guatemalteco, un clien- te quita con el machete la fibro- ga cascara de un coco, le abre los “ojos con la punta y vierte el refrescante liquido en su re- seca garganta. En una choza cu- bana, un cortador de cafia con gu machete — ‘impio de guara- po y bien afilado — se raspa la _ barba para ir 2 una fiesta. En otro iugar la hoja dirime un an- tiguo disgusto. En otro, desca- beza y deja retorciéndose a una culebra. En millares de selvas, limpia la maleza que ahoga un . predio, cierra un camino 0 cu- bre un tesoro arqueoldgico. El machete es el regalo del Viejo Mundo al Nuevo. En Amé- rica se desconocia el hierro an- tes de la Conquista, y la daga azteca de obsidiana montada en madera o la hoja incaica de bron ce se parecian sdlo remotamen- te al largo cuchillo que en el tré- pico americano se convertiria en doniinante instrumento de paz y de guerra, Aunque el origen del machete es incierto, probablemente se re- monia a la espada romana, al es- padon de la Europa medieval y a la cimitarra musulmana. La pal- bra vachcte se usaba en Espa- fia desde el sigle XVI para desig- nar un pesado cuchillo de multi- ples usos. mas corto que una es- pada y mas largo que una daga. Pas6 a este Cortinente como fi- na hoja :oledana, el instrumento simbélico con que Colén y mas tarde otros descubridores toma- ron posesién de; Nuevo Mundo y luego dominaron y defendieron las tierras conquistadas. Mas tar- de, ios galeones espafioles atra- jeron hacia las Indias otro precur sor del machete: el alfanje del bucanero Las incursiones a las avanzadas coioniales espafiolas dejacon en las costas — a veces en ia mano de un pirata muerto — la espada marinera que el tiempo converuria en diferentes rejas de arado Dos de los primeros naturalis- tas del siglo XIX dan un indicio de esta metamorfosis. En su obra Wanderings iv.,South America (Andanzas por Sudamérica) el inglés Charles Waterton se re- DOMINGO, 2 DE MARZO DE 1958 fiere repetidamente al “alfanje” cuando quiere decir machete. Y” Alejandro de Humboldt narra la matanza de pelicanos tiernos en una isla cubana por marine- ros “armados de grandes palos y alfanjes <machetes)”. Cuando la independencia de América Lati- na abrié ai comercio mundial un continente que, comparativamen- te, habia surgido hacia poco de las Edades de la Piedra y del Bronce el machete se habia es- tablecido firmemente casi en su forma actual, A principios de la década 18- 40-1850, un comerciante marino estadounidense recién regresado del Caribe entré a un molino de granos convert:do en fundici6n, en la aldea de South Canton (hoy Collinsville) de Conecti- cut y puso en el escritorio de Samuel Colins un largo cuchillo de madera hecho a mano. En el molino habia una primitiva fa- brica de hachas fundada menos de veinte anos antes por Collins, su hermano’y su primo. El comer ciante pregunio a Colins si po- dria hacer cien, quinientos 0 quizas mil cuchillos de esa clase para vender en las Antillas. Co- llins pudo y él primer machete con su nombre salié de sus yun- ques en 1845. Esta marca domina hdy el mer- eado latinoamericano, con unos cuatro de los cinco millones de machetes que se venden anual- mente en las veinte republicas. Casi todo el resto lo hacen ma- nufactureros ingleses y alema- nes. Collins sigue siendo empresa modesta, con un capital menor de cuarto millones. de ddélares. Su centro de operaciones es to- davia Collinsvitle, entre los som- brios robledos de las risticas co- linas de Nueva Inglaterra. Alli, en edificios con:o graneros curti- dos por la intemperie, unos 365 empleados fabrican picos, ha- chas, azadones, azuelas, zapapi- cos, martillos, hachas de mano y otras herramientas agricolas y para cortar, ademas de machetes. La empresa abrié una ‘sucursal en Ciudad de México en 1954, otra en Sao Paulo dos afios des- ‘pués y una tercera en Colom- - bia en septiembre pasado. Per® las mera: instalaciones de produccion valen muy poco ante la importancia del machete pa- ra la América tropical que los propios consumidores reconocen. Por ejemplo, reaccionaron in- mediatamente cuando la escasez de acero durante la guerra ame- nazo <on suprimir e] abasteci- miento de Collins para las repu- blicas del sur, que ya se habian visto privadas de marcas competi doras europeas Los agregados comerciales latmoamericanos hi- cieron urgentes peticiones a la Junta de Produccién de Tiempo de Guerra de EE.UU., arguyendo que eran esenciales al manteni- miento de la produccién de cau- cho, henequén, aziicar, cacao y otros articulos agricolas para los Aliados. Y agregaron que sélo los machetes podian abrir y mante- ner despejadas las bases milita- res de las cuales dependia la de- fensa del Continente. En vista de estos argumentos, se dio priori- dad especial al acero para ma- chetes. iba aba dada Iaieladie coe catigirtan el” * : ¥Reproducido por cortesia de¥ x Américs”, revista de la Uniény *Panamericana que se edita en¥ winglés, espafio! y portugués. x KRAAAA AAAI ALAA IAA AAI HE Si bien la frenética zozobra cau- sada por la suprecién del abas- to de acero quizas sorprendié a los funcionarios de la Junta, fue una coyuntura que pudo haber previsto el pedi mas humilde de una plantacién de cafa de azicar o de banano. Una aguda escasez de machetes podia paralizar a mu chos industrias agricolas. Se re- queriria de una gran revolucién tecnolégica pava reponer los se- senta mil machetes que compra anuaimente la United Fruit Com- pany con el fin de atender-a sus cosechas de bananos. Aun en competencia con la técnica moderna, los machetes son siempre importantes. En los campos petroliferos de Tibt, limitrofes entre Colombia y Ve- nezueia, un gizantesco bulldozer, con lujo de radio, tumbaba gran- des arboles y rasgaba la tierra para abrir una nueva carfetera por la selva virgen. Pero para cor tar los bejucos que se enreda- ban en el aparato y las ramas que lo fustigaban, el maquinista llevaba su machete al cinto, en- fundado en una hermosa vaina de cuero labrado. En sus caiia- verales en Paramonga, Pert, la W. R. Grace and Company traté de acelerar la zafra usando cor- tadoras mecaricas empleadas con exito en Florida y Louisia- na. Pero en esa plantacién costa- nera, donde las macollas de ca- fia crecen mas tupidas y mas al- tas que en los campos norteame- ricanos, ja valla verde detuvo la marcha de los aparatos que, por inapropiados, fueron devueltos a los Estados Unidos. El machete se impuso. Los disefios cel machete obe- decen a una gran diversidad de gustos. Sdlo la Collins manu- factura mas de 300 para satis- facer ias necesidades de los tra- bajos o, mas atin, el capricho de los clientes. Mas que todo la tra- dicion parece regir la preferen- cia. Asi, un modelo muy popular en un pais puece ser indeseable en otro, aunque sirva para cier- to irabajo no significa necesa- riamente que se usara sélo en ese c»metido. Sin embargo, hay dos modelos basicos. En los ca- fiaverales, el cortador usaré pro bablemente ei machete caiiero, de hoja ancha ¥ corta, como ha- cha de carnicero, apropiada pa- ra cortar la tupida cafa. En las HEMISFERIO $ selvas, el acomodaticio machete de monte —-de hoja angosta, puntuda, de 9! centimetros de largo — permite mayor alcance y flexibilidad para abrir veredas, oficios generates y defensa per- sonal. Aigunos modelos tienen la punta en medialuna para cor- tar las cepas de cafia. La cacha puede ser de made- ra, plastico, cuerno o hueso; es- tas ltimas son de lujo y a me- nudo finamente labradas. La ho- ja es de un acero especial al car- bono. Pasa por una prueba supre- ma cuando el presunto compra- dor la enarca para observar su flexibilidad. Algunas tienen el acabado natural, otras son mas 0 menos pulidas y en eiertas re- giones de Colombia las exigen cromadas 0 niqueladas. En Puer- to Rico es popular aunque no util la hija pintada en bermellon. Practicamente todo comprador insiste en que la hoja suene con la claridad de un diapasén de de, lo que se consigue apretando los remaches de la cacha. La cos- tumbre de blandir con fuerza el machete en el aire y escuchar el zumbido que emite es casi un ritual y, en todo caso, fuera de la responsabilidad de disenador. La palabra machete pasé al 1é- La extrafia forma del machete cafiero es xico inglés con la original orto- grafia espanola, pero su pronun- ciacién varia mucho. El espanol se enriquecié con sus derivados, como amachetear o machetear, machetero y machetazo. El machete es también ele- mento dominante en la literatura de los trépicos americanos. No podria ser de otra manera. Tan pronto como un muchacho puede levantar la gran hoja, el machete se convierte en su juguete pre- ferido. En el campo o en la sel- va y hasta en las raras ocasiones en que camina por Jas luiosas calles de la capital lo lleva al cin- , to; a menudo lo deja al alcan- ce de la mano mientras duerme, lo lleva consigo toda la vida y aun puede morir con él] en la mano. En la primeras lineas de la fuerte novela peruana de Ciro Alegria, El Mundo Es Ancho y Ajeno, ocurre un drama simbdli- co en que el machete figura pre- dominantemente, Una culebra cruz6 velozmente el sendero “sin dar tiempo para que el indio Ro- sendo Maqui empleara su mache- te. Cuando la hoja de acero ful- guré en el aire, ya el largo y bzrufido cuerpo de la serpien- te ondulaba perdiéndose entre los arbustos de la vera. “;Desgra- cia!”. Y lo era en realidad, por- que el escape de la serpiente del vengador machete anuncia la desgracia que en todo el ilbro perseguird a Maqui y a su pue- blo. En Dofa Barbara, la clasica novela venezolana de Rémulo Ga- llegos, el machete surge como simbolo del caudillismo, la ley del “hombre a caballo”. Porque en manos del arbitrario No Per. nalete, el machete era un cetro, En su novela semiautobiografi- ca La Voragine, el escritor co- lombiano Jose Eustasio Rivera considera al» machete casi sdélo como instrumento de barbarie: “Enderezamos hacia el boga la punteria, mientras que Franco le salié al encuentro con el ma- chete en alto. . .Erguia los bra- zos sobre la cabeza. Afilan- dir que lo macheteara. . .Afilan- do en la vaina de su machete la hoja terrible... Refiimos a mor « discos y a machetazos”. Muchas crénicas de explora- cin, descubrimiento y arqueolo- gia elogian directa o indirecta- mente el papel de la humilde he- Trramienta en estas empresas. En _ Through the Brazilian Wilder- ness (Por la Selva Brasilefia), de la famosa Expedicién Cientifica Roosevelt-Rondon que en 1914 descendié por un afluente desco- nocido del Amazonas. Teodoro —(Pasa a las centrales)— las macollas de la caiia de ariicar.