Diario las Américas Newspaper, January 6, 1957, Page 19

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~~ a Dessalines y Petién, en. un bello rin ‘Las ealles de Cabo Haitiano tienen la fisonomia cafacteristica de las de muchas ciudades antillanas. Desde aqui partieron Marti Maxime Gémez en 1895 a libertar a Cuba. salines y Petién, en un bello rincén de Port-au-Prince. ora ‘igs nut or: tin fia+ la la jue an- de vO ri- ag: hi- \ci- in, nigma... —En aquellos afios de Carta- go tenia yo una mujer unida a mi, no por el que llaman matri- monio legitimo, sino hallada en el errante ardor de la mocedad siempre escaso de prudencia; pe- ro una mujer sola, a quien yo guardaba la fidelidad del lecho. Y a fe que en ella media yo por mi personal experiencia toda la distancia que separa el tenor de la convivencia conyugal pac- tada por fin de generacién y el maridaje del amor libidinoso en el que la prole nace sin el deseo de los padres, aunque cuando ya es nacida, dulcemente les obliga a amarla. iQué enorme caudal de pasién contenida hay en la escena de la separacién de Agustin y de la madre de Adeodato! La pasion tiembla alli, pero no estalla; es duefia de si como una heroina de Sofocles 0 de Racine. Agustin se prohibe toda suerte de extre- mos y de gritos; el drama alien- ta en el dominio de si mismo. También ella, la infeliz. mujer repudiada cala, envuelta en su amargada dignidad, como en un manto de patricia romana. Y las EAU: SS LN RIAA ORR VR os Cara pe 8 y Dos encantadoras haitianas, que dan una hota de fina sensibilidad al paisaje de la Isla hermana. - Por LORENZO RIBER, de la Real Academia Espajiola almas de los dos amantes quedan rasgadas y manando sangre. —Entretanto, cuenta Agustin mis pecados en vez de cesar, se multiplicaban. Y cuando se me arrancé del costado, como dbice de un lejano matrimonio pro- yectado, aquella mujer con quien solfa compartir el lecho, mi po- bre corazon se rasgé por la par- te que’ se me adheria tiernamen- mente; y qued6é vulverado y san- grante. —Y ella (son sus pala- bras textuales) se volvié a Afri- ca, (desde Milén) haciendo a Vos, Dios mio, el voto de no co- nocer jamas a otro varén; y me dej6 a mi el hijo que hube de ella”, Este ultimo rasgo es sublime, Nos enternece hasta las lagri- mas ese gesto de la heroina des- conocida, de la mujer fragil con quien solia Agustin compartir el lecho. Ella, como otra medrosa Ruth, conocia quién tenia a su lado. Su respiro feble habia co- rrido a la par del amplio y cau- daloso aliento del gigante. Su corazoncito de carne habia lati- do al ritmo de aquella fragua voleénica del corazon de Agus- ‘ tin que era como el Etna, igni- vomo y profundo. Ella mas ad mirable y mas fuerte que cual- quiera otra mujer de la antigiie- dad clasica; ella, la mujer oscu- ra, a quien Agustin guardo fideli- dad, puso por testigo al cielo que jams contraeria nuevas bo- das, ni ningtin otro blando amor humano rendiria la torre firme de su pecho. El contacto con el *grande hombre le habia hecho sagrada. Y como otra Agar, viu- da y vacia, tomé el camino de Africa, su patria, dejando el vo- to a Dios y a Agustin, el hijo. Acaso ella, refugiada ya en la religién, habia hallado la pag para su herida, cuando Agustin, incapaz de imitar a una mujer, como dice él con frase veraz, implacable para si mismo, no aca- baba de curar la herida intima que Te causé la amputacién de aquella dulce mujer heroica que le dej6, tan silenciosamente, tan callando: la tlcera se enconaba y le dolia; doliale mds friamente, pero més desesperadamente, , P - Una exclusiva de “Serco’% Prohihida In ranvadunaiin 3 ARNE ESI MARR AS _s

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