Diario las Américas Newspaper, December 22, 1957, Page 24

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A Joe) le parecia éste muy mal tiempo para viajar. El ca- mino era largo, los abrojos trai- eioneros, aunque con ocho anos de edad no tenia derecho a que- jarse. Ciertamente la pasaban mejor sus hermanitos, Samuel y Miriam, atados a horcajadas al burro de su madre. Pero él era todo un hombre, como su papa, que iba guiando el camino, Am- bos jadeaban ligeramente. En un bruseo recodo Miriam Horé y su mama la acaricié dul- eemente haciéndola dormir. Po- co después la madre volvia a preguntar: —{Cuanto nos falta para Ile- gar? Sin esperar respuestas, se hun- dié en sus meditaciones. Si hu- biesen fenido dos borriquillos, Joel y su esposo podtian cabal- gar también. Pero como podrian mantenerlos, si ya era dificil alimentar a toda la familia... Joel también iba multiplican- do borricos,° uno para él, otro para su padre; de pronto aguzé el oido pars atender lo que él aca- baba de decir: . . .unas dos horas, Veremos la ciudad cuando lleguemos a Ja eima de esta colina. . . La noche era oscura como un pozo, a no ser por el brillante rocio de las estrellas. que pare- cian crecer cuando uno las mi- raba fijamente. El airecillo, y la aventura hacian que Joel las vie- ya mas lindas que nunca, y ol- vidara e] dolor de sus huesos y Ja fatiga de los pies. —Joel, mira por donde andas. La voz de su madre le volvié a Ja ruta de este mundo. El muchacho torné su pensa- miento al viaje. Ojala, se de- cia en lo recéndito de sus de- seos, que mi primo Rafael esté aun despierto cuando lleguemos. Habia tanto que contarse desde Ja ultima vez que se vieron, un par de afios atrds. No habian pensado volver en mucho tiem- po. Pero una tarde llegé su pa- dre diciendo gue tenian que vol- ver. Ordenes del gobernador, que en un edicto declaré que todos los de gu estirpe tenian ROSAL MISTICO, — RECORTE A SILUETA POR SOR MARY JEAN DORCY OP — (GRAFICAS NC). La Aventura de Belén por MARIA RYAN BOYD que ir a Belén y estampar sus nombres en un libro inmenso, —iPor qué?, habia pregunta- do Joel, que no querfa sepa- rarse de su huertecillo, —Porque el] gobernador lo or- dena, fue Ja seca respuesta de su padre. Joel lleg6 a unas piedras que cubrian las hendiduras en un lavado de] camino, y las cruzé cautelosamente Su mano apre- taba una vasija de agua que traia ecolgada bajo su manto. Era la gran sorpresa para Rafael, Ha- bia cogido un pececillo poco an- tes de salir. No queria que nadie lo viese por temor que le hi- cieran arrojario. —Padre, mira. . . ! —Debe ser Belén, dijo batien- do palmas el pequeno. —No, respondié su padre..A no ser que la aldea haya cambia- do de sitio. Siempre estuvo a la izquierda del camino. Esas lu- ces estan a la derecha. —Pero son luces. .. y escu- cha, . ese canto.. qué bello, dijo Joel, que para entonces ha- bia aleanzado al- grupo. —Quién cantaria en la media noche, terciéd le madre. Y entre asombrados e inquie- tos los miembros de la peque- fia caravana siguieron el des- censo. El padre habia visto las luces a Ja izquierda. —AllA est& Belén, dijo. Apresuraos. Joel apreté el paso, con el rostro vuelto. Sus ojos apenas podian apartarse del suave res- plandor al otro lado. XXX —Rafael, despierta. . . . A su lado estaba su primo Joel. Apenas te desesperez6 lo suficiente para entenderle, Joel comenz6 a contarle, olvidandose del pececillo escondido, la sor- presa del resplandor y la extra- fia musica en el recodo del ca- mino. Y en el curioso entusias- mo, los dos rapuzuelos descubrie- ron que ambos a la vez querian ir al sitio. -—Que no se den cuenta papé y mama... —Ni mis padres. . . calla! | Aprovechando la algarabia de la reunién familiar de los adul- tos, los dos primeros salieron y eorrieron sobre las colinas, sal- tando los guijerros. y evadiendo las rocas. Joel se habia despo- jado del cansancio con su bafio de alegria. Y en el contagio Ra- fael veia también las estrellas erecer y crecer, y escuchaba. el cAntico misterioso. . . Al cabo de ja carrera se de- tuvieron de pronto con pena y remordimiento; estaban ya muy cerca del punto maravilloso de las emanaciones de luz y ento- nacion: una simple caverna me- dio cubierta de tablones, donde tantas veces habia venido a ju- gar Rafael. —Qué vamos a decir. .. {por qué venimos? Un burrillo rebuzné suavemen- te, y de la caverna salié un va- rén que acudié a atender al ani- mal. Como notara en seguida a los nifios, les invité con una son- risa a acerearse Entraron pa- 80 a pasito, hombro con hom- bro, brazo con brazo, sin que la sonrisa del extrafio, que habia apartado una burda cortina para que pasaran, bastara a derretir sus temores. xxX Su visién no tuvo limites, co- mo no tenia pasado en sus in- fantiles memozias; un coro de Angeles, que movian suavemente las alas, entonaban canciones con la vista fija en el centro del res- plandor, y las manos juntas. jSe multiplicaban por minutos, y sus cAnticos crecian en belleza y ter- nura! Si la visién Jes dejaba estu- pefactos, les cunsolé 1a presen- cia de »tros humanos. Aqui y alld. sobre los made- ros, los salientes de la roca o las pajas del suelo, habian otros muchachillos, zagales, acompaiia- dos de_ hombres maduros, algu- nos ancianos, Joel no acertaba a reconocer su oficio, pero Ra- fael, recordando sus escapadas, murmuré quedo: Pastores. . Hasta ahora Joel no habia no- tado el rebaho de ovejas que se amontonaba a los pies de los pastores, y cubriendo en parte el resplandor. Pero el varén que les habia invitado les condujo al centro de aquel espectaculo, y pudieron entonces ver a una be- llisima sefora joven y sonrien- te, con un recién nacido en su regazo. Del nifo partia una lus resplandeciente, pero que no ce- gaba, sino que bafiaba todo en sonvisas yv bellos colores. Los ra- paces se sintieron muy pequenos, y hasta quisieron arrancar a co- rrer. En ese instante sus mira- das tropezaron con los ojitos in- teligentes del nifio, extrafiamen- te inteligentes. Y decidieron que- darse y ver mejor aquella ma- ravilla, sintiéndose pequefo, sf, pero reconociaos, como quien llega a un sitio donde le espe- ran. . . con las manecitas abier- tas. Joel solté la mano de Ra- fael. Cuando el cantico de los 4n- geles entré en un suave acorde, los nifios escucharos las ultimas palabras que up pastor anciano decia a otro mas joven: “. . .en Ja aldea de David os ha nacido un Redentor. . Cristo Jesus. . . y encontraréis al recién nacido envuelto en pafales y recostado en el pesebre. . .” Ignoraban los nifios que el pas: « tor repetia embelesado lo que horas antes escuchara de labios de un Angel, cuando desperta- dos de su suefio por el mismo resplandur y las mismas. melo- dias, dejaron de apacentar sus Ovejas para venir a la cueva. Pero les:eonmovié la palabra del pastor. Con qué poesia acertaba a pintar al Nifiv, y como se ade- lant6 su frase al gesto de la se- flora. Instantes después le recli- naba en ia cuna, y la cuna era. ., el pesebre del borrico. jCuan pobres debian ser es» tas gentes! Y sin embargo, ja- mas habfan visto los muchachi- llos que un recién nacido tu- viese tan majestuoso acompajiia- miento, ni. tan preciosa madre, mas linda sobre todo ahora que les sonreia a lus dos. Cuando el frecién nacido ce- Tré los ojos, placidamente, Joel y Rafael recordaron de subito que debian volver a su casa antes de que les descubriesen: Y con una breve inelinacién, a la que se sintieron mevidos naturalmen- te, salieron y comenzaron a des- hacer, paso a.paso, Ja - carrera loca de momentos antes. Ambos meditaban —y sabian mutuamente cuales eran sus pen- samientos— en ese Nino a quien el pastor habia llamado Cristo Jestis, Era la meditacién que les or por ei resto de sus vi- jas, No fue sino ai escurrirse entre unos horcones para entrar a la casa sin que los notaran, cuando Joel sintié el bulto que hacia su jarra de barro. iE] pececillo! Pensé sobresalk tado. Corriendo el manto, des- eubrié Ja vasija seca. Al fondo habia un cuerpecillo inerte, ape- nas visible en la penumbra. Qué traes ahi, pregunté Rafael, —Qué traia. diras, replicé Joel. Te traia un pez, pero deramé el agua en la carrera. . . Se habré muerto. Presurusa corrié al rincén en donde los mayvures dejaron una lampara de aceite encendida; am bos se %sumaron. . Cudl no seria su sorpresa al ‘ver, nadando en el diminuto ee - tanque otra vez lleno de agua, no el vivo coleteo de un pece- cillo de colores ero y gualda, sino de dos... uno para cada uno. . . j Y mirdndose sonrieron. . . Bi Nifio hab{fa obrado la -primere multiplicacién de los peces. '. ‘ a Fe Te At. | ee = =6 “yes te ee

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