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EL PESEBRE Y EL ARTE JUVENIL. — Los alumnos de 1a facultad de artes de la Universidad Ca- télica en Washington modelaron bajo la direccién de Clare Fontanini este pesebre de tendencias mo- dernas* para adornar su exposicién de Navidad. — Graficas NC). Los Monjes Cistercienses de Ja Estricta Observancia, que el pueblo llama los Monjes de la Trapa, guardan un silencio per- fecto en su vida de contempla- cién y penitencia. iCémo pueden, pues, unirse al bullicioso jubilo de la Navidad? La respuesta insospechada es- tA en un adusto monasterio en- clavado en una risuena cahada del Valle del Shenandoah en la verde Virginia, el Monasterio de Ja Santa Cruz. Alli vive y se santifica y reza un pufado de hombres que han renunciado a las legitimas ex- pansiones del mundo para lle- var una existencia de extremo ri- gor, perpetuando la reforma que de la regla benedictina hiciera otro pufiado de virtuosos varo- nes al fundar La Trappa, Nor- mandia, en 1140, el primer mo- nasterio de la estricta observan- cia. Precisamente por esta renun- cia al mundo, la Navidad tiene para los monjes trapenses todo el valor del misterio profundo que celebra: la Encarnacion. En gus silenciosas meditaciones, aue giguen en letra y espiritu la be- llisima liturgia de este santo tiempo, van descubriendo teso- Tos ocultos y fecundos. Para este profundo Misterio el monje de la Santa Cruz se prepara con uncién durante el Adviento; es el tiempo del de- seo del advenimiento del Reden- tor, cuya liturgia trata de evo- gar los anhelos que consumian a los santos y a los justos del An- tiguo Testamento por la llegada del Mesias. Pocos como los varones que eontemplan a Dios con los ojos del alma y meditan en el hom- bre con los ojos del mundo, sa- La Ruta a Belén (Viene de la Primera nacimiento del Hijo de Dios y de Maria. Es la evocacién en el siglo XX, de la marcha de los eruzados y los reyes, de los sabios y los santos, que buscan em Belén a través de los siglos la fuente de toda sabiduria humana y divina. Y asf Je ruta hacia Belén, oscura, traicionera y sinuosa en la noche que la atravesara en blando abrigo el Nifio Jess, es hoy un camino anchuroso de fama mundial y perenne. Pero no es asi como la imaginan millones de ereyentes ni la sienten millones de corazones, que prefieren verla con los contornos con que la vieron José y Maria. Y pese a la primitiva y es- eondida irregularidad de esos contornos, el cre- yente no tiene dificultad alguna en encontrar la vuta y seguirla con los ojos de la fe, en un viaje ben. que aunque el] Mesias vino al fin y redimié al linaje de Adan, todavia falta mucho pa- ra que su venida sea completa; porque no todos le han recibido en sus corazones. “Venga a nos el Tu Reino”, repite la oracién de Adviento. Y conforme progresan las se- manas con sus cuatro Domingos, esa oracién de la Iglesia que es la liturgia, acentia mas y mas la santa sed de Cristo: “El Se- for vendra pronto y no se demo- rara”, dice primero, y luego, en un arrebato, exclama_ y pide, “Ven, Sehor, y no demores tu legada”. Con el acompanamiento de una musica inspiradora y a la vez se- vera, las Antifonas que canta el alma misticamente enamora- da culminan en las Visperas con este prélogo al Drama principal: “Oh Emmanuel, nuestro Rey y Legislador, deseado de las Na- ciones y Salvador de los pue- blos, ven y sdlvanos, oh Sefor y Dios nuestro”. Cuando lega Ja Nochébuena, los monjes can- tan en las Vigilias de la ma- drugada: “Levantad la frente, pues se acerca vuestra Reden- cién”, ; La comunidad entera se retine en la sala del Capitulo horas después para escuchar el anuncio solemne de la Fiesta de la Na- vidad tal como lo presenta el Martirologio: “En el afio cua- dragésimo segundo del renado de César Augusto, en la sexagést- ma quinta semana segtn la pro- fecia de Daniel, en la centési- mo-nonagésima cuarta Olimpia- da, en Belén de Judea nacié Je sucristo, el Hijo de Dios”. Ante el anuncio los monjes se postran en el suelo, y en tal postura rezan el Padre Nuestro y el Ave Maria. A una sefal del Superior se Jevantan y se incorporan en sus bancos, pa- ra escuchar, después de otras ora ciones de la regia benedictina, el sermon de la Natividad. Es en esa manana, momentos después, cuando la Orden Cister- ciense toma el aspecto de una hermanable familia y deja aso- marse lo mucho de humano que tiene. Los monjes se_ revisten con sus toscos habitos de traba- jo y se dedican a dar los ulti- mos toques al adorno navideho del Monasterio. Distribuidos en grupos silen- ciosos y a la vez expresivos, se les ve desparramarse por la pra- dera que rodea la vieja man- sién, —fue construida en 1770 por Ralphy Wormley, un labra- dor amigo de Jorge Washing- ton—, para tejer coronas de ra- mas de pino que luego cuel- gan en puertas y ventanas del monasterio, o para cortar un frbol que erigen luego en la sala del Capitulo, o para insta- lar vistosos juegos de lucecillas eléctricas en la arboleda inme- diata y en la entrada de la capi- lia. Muy pronto el tradicional ar- bolito de Navidad aparece flore- eido de policromia, entre luces, copos de nieve artificial, “rayos” de papel plateado y una colee- cién de estampas navidefias que la comunidad recibe de sus be- _ hefactores y amigos. Las lucecillas que lo adornan, eomo narraba San Bonifacio, nos recuerdan que Cristo es la Lus del mundo, y los saludos y. pre- sentes que lo rodean, que Jests es el divino Don de Dios al hom- bre. Las ramas siempre verdes solitarie que mas pareee recorrer las entretelas del corazén, como dice el verso de un poeta de Nueva Inglaterra: “Del caminillo a Belén adlo un trazo quedaria, sepultado por amargas arenas y malas yerbas. Pero en. la que seguia la muchedumbre Maria tomé este camino. Y¥ en el mapa del mundo y de la historia esta ruta de Belén es ruta del corazén”, (Derechos Reservados de NO) ruta a la feria de} abeto o el ciprés, son prome- sa de la vida sempiterna. ZY no tiene mucho de piedad la leyenda de Belén, de que en Ja noche del Nacimiento del Ni- . fio Dios, los arboles florecicron y dieron fruto a pesar del invier- no, y fue tal la alegria de la naturaleza que las estrellas ba- jaron a posarse en las ramas? Con todo, para los monies tra- penses la Capilla es el centro de sus mejores esfuerzos. Guirnaldas de verdes ramas, salpicadas con el rojo alegre de la flor de pas- cua, adornan las naves y el coro, y a un lado del altar un primoroso Nacimiento espera la visita de los nifios de las ve- cindades. En todos los ajetreos monasti- cos y silenciosos parece briliar aquel pensamiento del Adeste Fi- deles: “;Quién se niega a respon- der con amor a Quien tanto ama?”, jQué corazén humano no se conmueve ante la bene- volencia de un Dios que no ti- tubea en hacerse Nino indefen- so para salvarnos? Y asi manos piadosas colocan con _ternura, primero el pesebre y las pajas y avidad en la Trapa ra beneficio de los primeros ve cinos que llegan a la Capilla. Tras un silencio leno de ex- pectativa, entra al presbiterio el Superior, revestido para la misa solemne de la media noche y acompajiado de los demas mon- Jes. Conforme el misterio se rea- liza sobre la mesa del Altar, frente al Tabernaculo, el Nifio del pesebre parece animarse; con Ja Transubstanciacién Jestis des- ciende, no envuelto en panales, sino en Jas especies del pan y del vino, y a la paja dorada subs: tituyen el blanco lino del cor- poral y el caliz de oro. El mistico fervor del monje penitente se trueca en apacible gozo cuando por fin el sacerdo- te se acerca con la Hostia;. la comuni6n del Hijo de Dios Ie une mas a Cristo en el Misterio de Ja Encarnacion. “Santo, Santo, Santo”, canta el coro. La noche desciende sobre el Valle del Shenandoah. El incien- so de las misas de los demas sacerdotes se ha esfumado con t LA CORONA DE PASCUA. — En los paises nérdicos se acoe tumbra desde el Siglo XIX adornar les hogares, las escuela y les templos con esta corona navidefia, simbolo del Adviento en cuatro velas, que equivalen a los euatro domingos. —(Graficas NC)» las ramillas, luego las figuras de Maria y José, a la espera de la Medianoche que cambié el curso de la historia. Con el cantico final de las Vise peras a las tres de la tarde co- mienza para los trapenses la ver- dadera fiesta, que preludia San Pedro con estas palabras esco- gidas en la liturgia del dia: “Se ha manifestado la bondad y la benevolencia de Dios nuestro Salvador. . . . y segin su mise- ricordia nos ha salvado”. Se col- ma la expectativa del Adviento. Tras un frugal refrigerio, la comunidad torna a la capilla pa- ra cantar Completas y la Salve Regina, y luego se retiran a sus celdas a descansar. A las nue- ve se levantan y acuden al coro para cantar la Vigilia, partici- pando asi vivamente en los canti- cos de los Angeles que anuncia- ron a los pastores la primera Navidad: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Mientras los demas se prepa- ran para el acto cumbre, un pe- quefio grupo canta villancicos pa- el eco de los canticos. Lag l» cecillas se apagan poco a po co. En la capilla sélo queda le luz de la lampara que vela junto al Tabernaculo, Los habitos blam co y pardo de los monjes ape Das se adivinan en la penumbra, De pronto al canto de la Sab ve un raudal de luz ilumina una imagen de la Virgen Maria con el Nifio en Brazos, y las ron eas voces cantan: “Muéstranos a Jesus. .|. frute bendite de tu vientre”, © ‘ CHESAPEAKE 11 COMEDORES 700 ASIENTOS iAlge Que No Debe Perderse En Su Visita a Miami! ' Més Singular De Los: Restaurantes Que Sirven’ Mariscos en Miami ABIERTO DE 5 A 10:30 P.M. 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