Diario las Américas Newspaper, June 23, 1957, Page 17

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A pesar de que muchos —o casi todos— de ustedes, amados lectores, estaran pensando que vamos a escribir muestra autobiografia, aclararemos la situacion diciendo que esta vez nos referimos al sistema nervioso de este nombre, El gran simpatico es una red de nervios que se pro- longa desde la coronilla hasta los talones, y tiene por ob- jeto hacerle al hombre !a vida tolerable, y controlar sus reacciones obligandolo a conducirse como persona civili- zada. Tomemos, para ilustrar el caso, a un individuo de inteligencia y reflejos normales: Hevémoslo a un centro noc- turno, y obliguémosle a sentarse ahi a ingerir bebidas espi- rituosas, a respirar una atmosfera que es ciento ocho por ciento humo de cigarrillos; y, cuando ha recibido ya trein-. .ta y seis pisotones y otros tantos codazos, veamoslo reac-. cionar cuando se apagan las luces, se enciende el reflector y un “cantante” sale, con pintura en la cara y contoneos de caderas, a chorrear "Espinita’’. : . Si nuestro sujeto no estuviera bajo el control del gran simpatico, el cantante no tardaria en estar tres metros (o mas, depende) bajo tierra. Conduzcames ahora al individuo en observacion, a ver una pelicula musical, preferiblemente presentando a Marilyn Monroe. Si el gran simpatico, otra vez, no estu- viera en control, a la tercera vex que el pseudo-sensual su- surro asmatico de la sirena brotara de los altavoces, la sala quedaria convertida en astillas, las astillas serian encen- didas y nuestro héroe, —perdon— sujeto seria conducido @ toda prisa a un lugar de veraneo con celdas acolchadas. éVen ustedes fa gran utilidad de este centro nervioso- psico-oligarquico? (frase cientifica que nos salio redonda) Gracias a este aditamento que la sabia Madre Natu- raleza se digndo acomodar en nuestro organismo; ahora so- mos capaces no sdle de escucher al contante sin seltarle un tiro, sino que hasta le aplaudimos al terminar. Y vemos a Marilyn exudando sensualidad (?) por todos les poros, y al terminar la cinta sonreimos amablemente sin pegarle fuego al teatro. Gracias al gran simpatico nos limitamos a me- mear la cabeza cuando el Ministro de Economia afirma que va a bajar el costo de la vida, en lugar de ir a verlo y me- terle una lechuga por una oreja. Y podemos sonreir civil- mente al felicitar al amigo poeta por sus ultimas estrofas; © al zoquete que se acaba de comprometer en matrimonio por la belleza de su elegida: o escuchar con urbanidad las explicaciones de nuestra esposa cuando se le acaba el dine- ro “sin saber por qué”’ a media quincena: o decir “no es mada” cuando un papa nos ofrece disculpas cuando su retono nos vacia un plato de sopa por el cuello en el res- taurant... En fin, amigos, esta red nerviosa es una maravilla. Todos la necesitamos, y no negaran ustedes que otro seria el fin de un servidor si no hubiesen ustedes ejercitado el gran simpatico tras de leer estas lineas. Comentarios al Canto Ofrecieron los rusos —jgran noticion! a sus pruebas atémicas dar suspension siempre y cuando los yanquis de igual manera olviden de su atomica la ventolera. La Gran Bretanha afirma que ha concluido sus pruebas hidrogénicas y el estallido. Y si no van sus bombas a explotar mas, dejaran a los atomos ya por la paz. En estas decisiones claro yo puedo ver que a estas naciones las mueve el miedo, . y no dejan la radio actividad por amor a la pobre humanidad, sino que temen ellos con esas salvas el que sus poblaciones se queden calvas lo mismo la morene que aquella rubia % cuando lo radioactive : descienda en Iluvia. Y aunque hacerlo por miede es mejor que nada, nos ha dejado el alma apesadumbrada ver que a un acuerde Ilegan estos colosos no porque sean pacificos, sino miedosos, y que ha substituide al fraterno amor, y al buen entendimiente solo el pavor... Mas si a la nube atémica la buena nueva se debe, rogaremos para que llueva . . , DETALLES Si es verdad que, de acuerdo con el proverbio chine, un di- bujo es equivalente a diez mil palabras, una conversacién con nuestra culta amiga es igual a diez mil dibujos. . * £ Al principio, el cinematogra- fo utilizaba muy pocas mujeres en las peliculas. Pere al crecer su popularidad empezaron a em- plear muchas. Ahora comprendemos por qué macié el cine hablado , ‘me & ed Y cuando un sujeto va al cine porque ‘e gustan las escenas de amor, no. significa necesaria- mente que las vaya a ver ea la pantalla... . . *¥% & La diferencia entre una chica ingenua y una chica “sofisti- cada” es que, mientras la prime- ra anota sus experiencias em su diario, ia segunda le hace en su libreia de cheques. * # % Aquelia aspirante a actriz era tan fea que, cuando hizo su prue- ba de ingreso al cine represen- tando a Lady Godiva, el que re- cibié el contrato fue el caballo. i s Pasadas ya las cintilantes horas de la dorada juven- tud que un dia fue parte alegre de ja vida’ mia, con sau dade la mente rememora... No recuerdo con nostalgica sonrisa el libro abierto en las sonrientes aulas: recuerdo, de la escuela, aquellos maulas que me pintaban por detras con tiza. Y recuerdo las tardes de “novillos’ (“irse de pinta’ dicen en mi tie- tra), o cuando declarabamos la guerra a las escuelas don- de habia rojillos. jAh, esos combates a pedradas .. .! Mia era frecuentemente la arrojada que provocaba la des» calabrada y el arribo de la gendarmeria; y luego, en la ofi- cina del amigo Director, con semblante demudado aguanta- ba el sermon desaforado e@ interminable que era mi cas- tigo... Y esas tardes serenas, en lugar de evitar de los sabios el repudio y dedicar mis horas al estudio, me iba a pasar el rato en el billar; mis amigos eran “hintelectuales” de melena grasienta y garra corva, ralo bigote y de mirada torva y doce de ellos no valian tres reales; sin embargo, entre ellos encontré, si no leales, si fuertes corazones que fanzaban horrendas maldiciones al fallarles un tiro de “ma- ssé’’. Honrados... no eran mucho, hay que admitir, pero si brayucones y soeces, y rumbo de la Peni, muchas veces fos yi entre dos genizaros salir. éY los placeres inocentes, que eran solaz ingenue de mi mente nina? Enzarzarse ferox en una rina hasta que “los de guardia”’ interyinieran... 0, de alegria en el anhelo empirico acudir, con la alegre muchachada a escu- char la palabra malhablada del comico mugroso al teatro Lirico.. . o, de noche, cansados del batalle del dia que veia- mos terminar, con otros ‘zanganos, ir a “malorear” a las chicas que pasaban por la calle... y ya, rumbo a Ia casa, como premio a las horas pasadas con afan, esperando el Mie: tek - San Juan, jcomo sabia sabroso un buen “'Bo- mio”. . .! jAh, esa dorada juventud que cantan los poetas ta- tendo su laud...! jAh, gloriosa, dichosa juventud, no sé de plano ni por qué te aguantan.. .! cho de que las umidades de me- ESOS GRINGOS... (Viene de las Paginas Centrales) vié una cuenta por sesenta dola- res. Dias mas tarde, la firma me escribié devolviéndomela y pi- diéndome “excusas” por “tomar- nos esta libertad”, pero que mi traduccién era mucho mas va- liosa para ellos y, por lo tanto, me rogaban que enviara una nue- va cuenta “por lo menos por setenta y cinco dolares”. Otra sorpresa que guarda este pais para los extranjeros, al me- nos para los brasileiies, es el he- dida ‘y otros simbolos conven- cionales se usan en el habla co- mun y corriente Si en el Brasil uno pregunta a qué distancia que- da una ciudad de otra, posible- mente se le respondera: “jAh! como a cuatro horas por tren”. Aqui, en cambio le contestaran en millas. Como nosotros hemos aprendido en kilémetros y no es- tamos acostumbrados a pensar en distancias, ni siquiera por el sistema decimal, resulta duro adaptarse. Algunos, entre ellos yo, no lo consiguen. Cuande oi- DOMINGO, 23 DE JUNIO DE 1957 go “millas”, “pies”, “yardas”’, etc. mi cerebro tiene que esforzarse para moler poco a poco la dura pulpa del caleulo matematico has- ta producir trocitos finamente cortados de aritmética elemen- tal. Los norteamericanes tienen que haber nacido con um com- pas pegado al cerebro en alguna forma que les permita afirmar sin vacilacién aparente donde - queda el norte, al sur, el este, el oeste. En Brasil nos inaclina- riamos a contestar: “esta como a dos horas de automévil hacia of HEMISFERIO lado de alla”; pero aqui dicen: naturalmente; ;no ve que esta a “queda a cincueta millas hacia el noreste”! Cuando yo era aun recién llegado a Nueva York tu- ve que visitar a um amigo en la calle 84 Oeste, a donde se llega- ba, me dijo. él, tomando el tren subterraneo de Broadway hasta la calle 86, ya que no paraba en la 84. Me acerqué a un quios- co de periddicos y le pregunté a un hombrecito: “Por favor, donde queda la calle 84?”. Des- pués de un momento de sorpre- sa al ver mi estupidez, me infor- mé: Dos cuadras hacia ef sur, la calle 867. Pero si se tratara de pones las cartas sobre la mesa, reak mente yo no podria decir a ml hermana, mi a nadie, por qué me quedo aqui. Sin embargo, puedo recordarle a ella que alm soy um brasileho y que prefiere los fr joles negros a los de Bostom Mantener dos nacionalidades una experiencia fascinadora va puedo aguantar por mucho més tiempe, o enriqueceré mi snte dimiento hasta lo infinite o habré perdide

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