Diario las Américas Newspaper, May 12, 1957, Page 19

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rm ere \} \ #* ¥ 4 z dos palabras con LA ALCALDESA DE SAN JUAN Bipibbbb bbb bb bb bb bap bbbbbtotah Reproducido por cortesia de “Américas”, revista de la Unién Panamericana que se edita en inglés, espafol y portugués. PRI AANAAAIAIAA IAA III AIIM NO SORPRENDE que Felisa Rincén de Gautier haya tenido” buena acogida por la prensa. La ' activa alealdesa de San Juan de Puerto Rico llena todos los re- quisitos que interesan a un pe- riddico. Su cargo, tarea de un hombre que ella desempena co- mo mujer, constituye una noti- cia. Es fotogénica, usa sombre- ros elegantes o una flor en el hermoso cabello cano que, como un nimbo, arrolla en gruesa tren- za alrededor de Ja cabeza. Es una politica sagaz (‘“Nosotras las puertorriquenas nos cuidamos de no hostilizar a los hombres — dijo en el Club Nacional Feme- nino de Prensa, en Washington, D. C. —. Sentimos la obligacién hacia nuestros esposos de recor- dar que, ante todo, somos mu- - jeres”.) Es dindmica y tenaz, pe- ro su éncantadora sencillez y cor- dial acogida han hecho que al- guien diga de ella: “Dona Felisa es la clase de persona que uno busca cuando esta en dificulta- des”. Finalmente, cuando se le pregunta algo, contesta el pun- te. La vispera de su partida en una gira de conferencias por Pe- ru, Chile, Paraguay, Argentina, Uruguay y Brasil, le pregunté si habia constatado que la gente de fuera de la Isla estaba informa- da sobre Puerto Rico. “Es la- mentable la ignorancia que uno encuentra — respondié en la for- ma directa que la caracteriza —. Mucha gente en ‘los Estados Uni- dos no siquiera sabe que somos eciudadanos estadounidenses, Pe- ro es peor en la América Latina, hasta entre los intelectuales, que se supone deben estar mejor en- terados. Recuerdo a un profe- sor que se me acerco después de haber pronunciado yo un discur- so sobre las relaciones entre Es- tados Unidos y Puerto Rico. “Do- fia Felisa — me dijo — los com- padecimos mucho cuando la co- nocimos porque pensdbamos que ustedes estaban bajo la bota de los Estados Unidos. Para noso- tros fue una verdadera sorpresa el saber que los puertorriquenos no objetaban su situacién como Estado Libre Asociado. Ignora- bamos que eran auténomos en sus asuntos’’. “Igual cosa ocurre con otros latinoamericanos que llegan a Puerto Rico — continud la sefio- ra Gautier en su. voz grave —. Siempre parten con mejor opi- nion de los EE. UU.” “Mucha gente nos asocia sélo a_atentados de asesinato en Wa- shington o a abierta discrimina- cion en Nueva York — dijo —, Esto ha hecho mucho daho a Puerto Rico. Hace anos, cuando yo tenia una tienda de modas en la Isla, me encontraba en Nue- va York esperando a un compra- dor en la esquina de la Calle 62 y Broadway. Como tenia frio, me meti en la tienda mas cerca- na. El dueno inicio una conversa- cidn. ‘;Usted es francesa? — pregunto —. No, puertorriquena — le respondi — ;Oh! no diga eso. a la gente — me recomenddé —. Los puertorriquenos tienen una pésima reputacion en Nue- va York’. Lo que esas gentes no comprenden es que de los 700,- 000 puertorriquefos de Nueva York 650,000 se han asimilado”, La senora Gautier sonrié. “Es curioso jsabe? Los Estados Uni-~ dos son uno de los mas _ habiles anunciadores en el mundo, pero no han hecho mucho para anun- ciar a Puerto Rico y la Isla es algo de que pueden enorgullecer- se. Aunque en mi patria tengo mucho que hacer, cuando la Se- eretaria de Estado me invité a hacer esta gira de conferencias por la América Latina, com- prendi que debia ir a_ toda FELISA RINCON DE GAUTIER, quien ha re cibido muchos honeres por meritorios servicios al Continente, fue nombrada “La MAjer de América”, como le han sido Eleonor Roosevelt y Gabrtela Mistral. costa para disipar conceptos errados sobre nosotros, prevale- cientes en otros paises”. “Creo que los estadounidenses principian a percatarse de esos errores. Por lo menos, los diarios de, estos dias traen mas acerca de nuestro progreso econémico y menos sobre el ‘problema’ de Puerto Rico”. La alcaldesa de San Juan es la esposa del abogado Genaro Gautier. Ha sido Administradora de la Capital o alcaldesa desde 1946 y hace poco rindié el jura- mento de ley para su cuarto pe- riodo (después de declinar la no- minacion en 1940 y 1944, acepté el cargo dos ahos mas tarde pa- ra completar el ejercicio de un alcalde que renuncié; luego fue reelecta en 1948, 1952 y de nue- vo en noviembre pasado). Es una de las cuatro mujeres que ocu- pan en la Isla la mas alta posi- cién municipal. Como ama de ca- sa de una ciudad de cast madto millon de habitantes, ha arregla- do las calles, suprimido arrab&ales (“Los arrabales de San Juan de- ben eliminarse para 1957”), cons- truido’ hospitales y vivierdas obreras. La salud ptblica y el bienestar infantil y obrero han sido su preocupacién constante (se sabe que ha disuadido Huel- gas). Una de sus muchas ifno- vaciones es una audiencia Ihre los miércoles en su oficina fwwa escuchar quejas y peticiones de la comunidad. La determinacién de Ja aloe desa hace que sus asociados mf&s- culinos se encojan de hombros af oir su nombre, “Esa Felisa”, ex claman, aunque no sin afecto. Cuando se trata de realiza- ciones, Ja senfora Gautier no es partidaria de separar los sexos, “No las juzgamos como obras de hombre 0 de mujer — dice—, Todos trabajan juntos.” — K.W. Moctezuma, el Hamle EL horizonte de su extenso im- perio se obscurecia cada vez mas. Moctezuma interrogaba a_ los sacerdotes, que eran los hombres que podian hablar en nombre de los dioses, y todos le confirma- ron la antigua prediccién de uno de los mas grandes profetas que ha tenido el mundo: — Tu reino sera destruido por un con- quistador blanco y contra él na- da podras hacer. Esta sentencia que estaba preiada de un fatalismo inelu- dible, angustiaba las noches y los dias del emperador Moctezu- ma, quien trataba de encontrar un escape a ese callején sim sa- lida en que sus dioses le habian eolocado Erguirse, sublevarse con toda la fuerza enorme de sus , legiones, contra esa amenaza, fue su primer pensamiento. Te- nia-en el puno la potencia mas formidable de Anahuac. Miles de miles de guerreros intrépidos, hechos para la lucha, que mane- jaban con rapidez fulminea la es- pada de obsidiana y el arco de envenenadas flechas, podian des- truir facilmente a cualquier in- truso que se atreviera a desem- barcar en las playas de sus do- minos. Los reinos vasallos tem- blaban al oir el agudo grito de los caracoles aztecas. que les anunciaban la derrota, la prisién y la muerte. Nadie osaba discu- tir su fuerza ni oponerse a sus altos designios, que eran siem- pre la voluntad sagrada de los dioses Entonces, {por qué ese’ tor- mento, esa duda sin fin, ese no saber qué hacer para encarar de- cididamente al Destino? No se atreve a dar la orden de lucha a sus ejércitos. Y aquella sombra se agiganta en su alma cuando Moctezuma recibe las primeras noticias de la presencia de hom- bres blancos quienes tripulaban grandes y extrahas casas que flotaban y que venian de las pro- fundidades del mar o de la azul lejania del espacio. ;Cual era el origen de esos ‘hombres? Por FRANCISCO NAVARRO CARRANZA Eran iguales a los aztecas o eran dioses que venian al Ana- huac para ejecutar designios in- descifrables? Pero no, no podia ser, los dio- ses no descienden para caminar por la tierra y desgarrarse las carnes con los abrojos, y sufrir hambre y sed, y miedo! Enton- ces podian ser detenidos por los soldados de Anahuac junto al mar, para ofrecer en las tibias playas sus corazones palpitantes a Huifzilopoentil. * Nuevos emisarios llegaron, ja- deantes, para postrarse a los pies de Moctezuma y anunciarle que los intrusos habian descendido de sus casas flotantes, y que al- gunos de ellos eran tan extra- Rios y-poderosos que corrian uni- dos a grandes venados, con los que formaban un solo cuer- po. Finalmente; traian el rayo que mataba a larguisimas distan- Cias. Moctezuma habia sido un va- liente guerrero. Probé la fuer- za ed sus brazos en mil fieros combates, contra poderosos enemigos y siempre salié triun- fante; pero esas armas tan ex: tranas y que hacian retumbar el eco; esas pesadas armaduras que detenian jas flechas mas _ pode- rosas; esos seres de cuatro pa- ' tas y dos brazos que se agitaban frenéticamente. repartiendo la muerte desde una altura cercana a la copa de un Arbol, esos seres misteriosos, indefinibles, llenos de un incontrastable poder, sin duda eran los dioses anunciados hacia largo tiempo. Moctezuma convoca a los gran- des sacerdotes, les interroga, les pide la revelacién de la verdad y ellos le contestam que la rea- lizacién de la profecia esta pro- xima. : éQué hacer? ;Podia él atrever- se a luchar contra los dioses que venian a cumplir misteriosos de- signios? Ese pensamiento cruzé su mente de hombre valeroso, de guerrero indomable que habia vencido en-cien batallas. De ha- berlo realizado hubiera sido uno de los hombres simbolos de la Humanidad, jaquel que se atreve a rebelarse contra los dio- ses y a luchar contra ellos para torcer el Destino que amenaza- ba destruir.su reino! Pero sintid que sus fuerzas fla- queaban y que la duda hacia va- cilar su pensamiento. Tenia de- recho a oponerse a la consuma- cién de un designio superior, de una tan grande como antigua profecia? El era incapaz de pe- netrar el misterié de los que go- bernaban la vida de su pueblo, del poder invisible que regia el vuelo de las aves y el instinto de la serpiemte que se arrastra. No podia saber qué consecuencias vendrian de la destruccién de Anahuac. La profecia estaba alli, clara y elocuente, como la expre- sion de la augusta voluntad de los dioses. Si el curso del Destino estaba ya trazado, él no debia Oponerse a que se realizara. En lugar de movilizar su ejér- cito, envid ricos presentes a los extranjeros y algunos magos que debian convencerse de su cali- dad de dioses. Cuando Hernan Cortés llegé a la antigua Tenoch- titlan lo recibié con gran solem- nidad y pompa, como merecia un huésped de tan extraordina- ria naturaleza; lo alojé en su pa- lacio y lo colmé de regalos de to- da clase y calidad, para ver si asi accedia a marcharse de tie- rras mexicanas; pero Cortés to- m6 posesién del reino que se le ofrecia y consideré a Moctezu- ma como un prisionero. real, que le garantizaba la sumisién del pueblo. Todo el tiempo de la primera etapa que Cortés permanecid en la capital de Andhuac, Moc- tezuma fue una victima de sus secretos pensamientos. Luchar 0 entregarse, esa era el dilema, y como Hamlet podia haber pro- nunciado la célebre frase: “ser o no ser, esa es la gran interroga- cion. “Yo, soy yo y mi circunstan- cia”, ha dicho Ortega y Gasset, pensamiento que puede aplicarse al desyraciado principe mexica- no, quien se sintid atado por las palabras del gran profeta, que lo envolvieron en un torbellino re- ligioso, en una locura mistica, en un desvario mental que le hizo derramar muchas veces l4grimas del cuerpo y del ama y sufrir con resignacién y humildad los jus- t Mexicano tificados insultos que una noche tragica 'e lanzé el viril Cuauh- témoc cuando le llamé “mujer de los espanoles!” Hasta su muerte fue un patrio- ta encadenado, pero al contrario de Prometeo, sufrié los picotazos del buitre por no rebelarse con- tra los oidses. Como gobernante y guerrero, sabia muy bien cual debia haber sido su actitud; pe- ro como hombre profundamente religioso, no se atrevié a rebelar- se contra sus dioses:y luchar pa- ra destruir a los que creia sus en- viados. Moctezuma no fue un co- barde, sino una victima de la poderosa “circunstancia” que le rodeé en aquella época religiosa y magica, ; ENTREGAS A DOMICILIO DAL DIARIO LAS AMERICAS uede recibir diariamemte en su easa de habitacién ej DIARIO LAS AMERICAS. Le leeré minutes después de ser impreso. Liame al teléfone TU 8-7521, extensién 16, y ordene su suscripcién inmediatamente. Por $1.30 mensual Ud. tendré todos los dias, en hora de este periédico, incluyende las ediciones Ud. sonteeaiee DISFRUTE UD. 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