Diario las Américas Newspaper, January 12, 1958, Page 19

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para otri) geudrifa”, SecisaIAg ne Exec, « da estA contento: porque emi- nentemente progresivo, ve en to- da instituci6n un modo de ser pasajero’ que conduce a otro mas perfecto; porque, eminentemente liberal, ve en toda personalidad que se levanta. a la vez que un guia momentaneo, un obstaculo que habra de remover mafana. Acompanad a un antioquefo en sus faenas, en sus diversiones: seguidlo a la feria, a la tertu- lia, al almacén a la cantina; en tedas partes 9iréis sus criticas, sus burlas, sus exageraciones he- roicas, sus ironias, sus sarcas- mos sangrientos, volar, zumbar, herir al magistrado, al gober- nante, al banquero, al militar, al sacecdote, a todos. gPero qué respeta este hombre?, os pregun- tais. Esperad un momento. Las faenas de] dia han terminado y vedlo que que se retira de los centros comerciales. Sus pisadas conocidas han despertado un mundo. Por aquella ventana ved como asoma un grupo de rubias cabecitas. . Luego, gritos de ale- gria; pisadas estrepitosas y me- nudas, ruidos de muebles volca- dos y. . helos alti bulliciosos, enredandose en sus piernas, en tanto que del regazo de la ma- dre yue ha saiido hasta el um- bral, tiende a él ols brazos él ultimo nacido. . . Seguidlo al in- terior de ese santuario si queréis conocer lo que respeta. Lo pri- mero que experimentais es sor- presa, admiracién por ese va- liente que ha echado sobre si to- to el peso del rudo combate de Ja vida para evitarlo a los que ama. Comv a tas alturas en don- de ponen jas Aguilas sus nidos no llega jamas el ruido de la vida intensa que aqui en los va- lles ardientes levantan las espe- cies en su lucha tenaz; como a esas alturas didfanas y frias no llegan jamas en su vuelo los in- sectos, ni ascienden miasmas, ni se deslizan las serpientes, a las alturas morales en donde cuel- ga su hogar el antioquefio, tam- poco Hega nada de los odios, de las eanallerias, de las abdicacio- nes, de las desvergiienzas, del lo- do amasado con sangre, con 1&- grimas y honras en donde cha- pucean los que abajo se agitan batallando. Desciende, si, él, ca- da dia, como e] Aguila a los va- Nes. a luchar brazo a brazo con la vida, alli donde la vida hier- ve, y desciende alegre, vivifican- do con los pures aires de sus ci- mas, y por eso parece decidor, cruel. El hogar es para é1 le que el aire puro para el buzo, lo que para ei asceta la oraci6n, Quizds otros pueblos tendrén otros modos de entender la vi- da, mas sabios, mas _ artisticos quizds Ia carga del vivir compar- tida con la mujer docta, habil, conocedora del mundo y de la vida, dé al varén mas equilibra- da cultura y mas animacién y mas sabor a la existencia; qui- z4s, también la vida social resul- te demasiado insipida cuando no la sazona la gracia femeni- na; quizas para hacer llevadera la existencia necesiten otras razas, de alma complicada, que por el cuerpo social circule el picante condimento del amor-placer, del amor,intriga. Asi ser. Exami- 4 no simplemente el hecho de que el antioqueho vive dos vidas bien distintas: la de los nego- cios, campo en que no cede en tenacidad, en clarividencia, en poder combinador a ninguna de las razas conocidas; y la del ho- gar, vida de afectos, pura y sim- ple. Y eso explica integramen- te su caracter: mientras mas ru- do, mas impacable, mas burlén aparezca en su trato social, por ley de compensacién, por una es- pecie de polarizacién moral, mas dulce, mas amante estara para los suyos en el sagrado hogar. Y fijaos en un detall: este amor a los hijos, a la esposa. . . a to- dos cuantos cobija el santo nido, se oculta, se recata, porque este sentimiento, como “todo senti- miento completo, integro, tiene su pudor. He aqui el por qué de nuestro porte social rudo, agre- sivo, burlén, implacable: nues- tra sociedad es torneo de varo- nes en que la lucha no esta dul- eificada por la: presencia de la mujer; nos falta la mujer en mez- cla, la mujer en disolucién. Nues- tras mujeres no saben ser sino esposas, madres, hermanas, no- vias, y como. saben serlo, oh dulces, oh perfec!tas!, joh -pu-. vesl, joh ignoradas! yo, aguily .. cho que arrojé del nidal borras- ca brava, desde estas soledades os saludo y saludo en vosotras a las genitoras de la raza salva- dora de Colombia. A poco, cada cual subiéd a su hamaca y fumaba silencioso @ dormitaba. Bafiados por los reflesjos del fogén, tendidos a su vera, des- nudos sobre el desnudo suelo, los indios sostenian estruendosos dialogos. Cuanto énfasis, qué ri- queza de entonaciones, de foné- tieos matices se ven obligados a gastar estos hijos del desier- to para poder expresar en su pobre idioma las mas sencillas concepciones. Ahora tiene la -pa- jabra Barib. Cémo su frase se- modula, se asorda, se levanta, se espacia. . . Ni gamonal del pue- ble recién venido de la capital descrestando a su parroquia; ni poeta lirico recitando oda su- blime destinada a sugerir que, al lado de los dolores de su alma privilegiada, ob, Niobe, el in- fierno, son ninos de teta; ni ora- dor parlamentario que ante se- nado augusto se revuelve tonan- te y caudaloso para probar que el ladroén no fue él sino su otro compadre. .. nadie pulsé jamas gama tan rica de sonidos, de rit- mos, de cesuras como ese pobre indio; jy qué podra decir. . . Cuando mas que el ame dite la comida estaba crudo y lo tiene flatulento, que el tercio le hizo una peladura sobre el rinoén iz- quierdo, que. .. oid: de aquella hamaca del rinc6n se alza un ron- quido, primero piano, piano, y que luego va creciendo. ;Quién duerme ahi? En la obscuridad del tambo nada se distingue; las hamacas pendientes del techo en comba aguda, parecen murciéla- | gos colgados del cielo de una cripta. . . Otro ronquido en otra parte, jqué duo de tatabras. . . Un tercero ... un cuarto. . .68 una orquesta. . . y de fuera les reponden: Ja variedad infinita de las ranas de estas tierras al- zan su chirrido: la selva esta sedienta. jSeis dias de no llover en el Chocé! Hasta los peces en sus cauces gritan: jagua, jagua!. Un calofrio me recorre el espi- nazo, quiz4s un reflejo atavi- co que grabé en mi organismo algin abuelo indio; éstos se in- corporan, tienden el oido. Baribu. Ah, es el silbido opaco, pa- voroso de la serpiente verrugo- sa! Me vuelvo un ovillo entre Ja hamaca. : Alguien tose y se rebulle. {Quién est; ahi desvelado — pregunto ep yoz muy queda, —Soy yo, paisano, — Cardenas? —E)] mismo. —jNo puede dormir Ni una pestanada, y la culpa Ja tiene el paisano Aguilar. —iEs él quien ronca tan re- —No, no es eso. Es con lo cio? que hablé durante la comida; jpodia hablar algo el paisano! —iY qué tiene que ver. . . —Pues. . . con tanto oirlo moler y dale con la mujer an- tioquena, con el hogar antioque- fo, con la novia antioquenha, me -ha hecho entrar una pensadera una pensadera. . . y me he pues- to a cavilar ‘si no seria mejor haberme quedado.en mi tierra y a la hora de ahora estaria ya easado con mi novia, viviendo en una casita como un oro. . . Conociera usted a mi novia, pai- sano- Mirela usted cuando sale a misa los domingos ir por esos caminitos, recogida la falda con la diestra, como avanza el pie des nudo bajo la enagua blanca, eé6-. mo se columpia en la cintura, iy qué ojos y qué cuello y qué sonrisa! Después de una larga pausa, eontinud: —Y luego aquel lucero, mire, aquel que alcanza a verse por entre la culata del bohio. —iSirio Si: es Sirio ése, 4¥ qué —jAsi se llama En fin. . . ese. Todas las noches, era por enero, nos divertiamos mi no- via y yo en verlo salir, senta- dos en el corredor de su casa. jHa visto usted como sale pro- piamente no salia; brincaba de la cordillera enterito“~y se ponia a temblar con una vela al viento. Apostabamos a quién lo veia sa- lir primero, y jamas llegé a ga- narme: que ella lo veia salir en el cielo y yo en sus ojos. j;Ah lindo que es el amor, paisano! jAh lindo que es el amor!. . . iY dice usted que ese lucero se llama cémo? Sirio. Es un sol soberbio, ma- yor que el que de dia nos alum- bra. A su lado este mundo en que habitamos es un grano de polvo, —Y ahora que mienta... . Tengo yo una duda. paisano, que nadie todavia ha podido re- solverme. Tal vez usted. . . —A ver. —Eso del grandor de las es- trellas, de su-distancia. . . en fin todo eso que de ellas dicen. . . pues. como yo soy algo ingenie- ro y he visto medir de lejos. .. . en tin, ov se me vuelve tan cuesta arriba. Pero. . , digame: iv galguno ha {do allf?. ., —No. Y usted tampoco? aqui, pues? —Tampoce. —i¥ no dice usted que se. Hama Sirio?. . . ~—Y entonces. si ninguno de aqui se ha puesto al habla con gentes de alla, ni¢nadie de alla habl6 jamas con los de aqui, icémo hicieron, pues, para ave- riguarle el- nombre? Fuese toldando el cielo. Pron- to no brillé‘en él una sola es- trella. Retumbé el trueno y em- pezaron a caer goterones enor- mes. Todos los ruidos de la selva se callaron y me fui quedando dormido al duice golpear de la lluvia en el techo de paja y en los follajes de los arboles. Muy entrada era ya la noche cuando desperté calado hasta los tuétanos. El techo ralo dejaba co- lar la lluvia. Gi que alguien se apeaba de su hamaca y la va- eiaba-como sf fuera un cantaro. Y que mentras tal hacia, reia con carcajadas reprimidas. —éQuién? —pregunté, —jAh!, jah!, jah!. .. ‘—~Quién es? —repeti. -—Yo —contest6 Cardenas. —iY por qué rie? —jAh jah! !ah!. .. —Pero cuente: jqué es la risa? —Para qué ie digo, paisano, si usted no conoce gallinas. ;Ah! jah! ,ah!. , —éQue no conozco gallinas yo? —Es decir, que no ha sido muchacho en eso. —wNo-. comprendo. —Pues. . . quiero decir que usted. . comy. en fin, no es hombre casado. . ni es cam- pesino. . no ha tenido galline- ros. . . —Pero, en tin. . casados mas © menos todos lo hemos sido. . . Y en cuatno a campesino .. . —De veras que usted... Y diga paisano: ;Ha echado us- ted alguna vez una clueca a em- pllar huevos? —Yo, precisamente. . . . —En fin. -pero habra vis- to. . . Si? Bueno. Pues figure- se usted. paisano. . . j;Ah! jah!.., que estaba sufiando, cémo diz- que estaba yo clueco y echado, si, sefior pien echado en mi nido, caientando mis huevitos, cuando empezo esta maldita tem- pestad; y como este condenado pajar de este rancho esta tan calvo, empezé e] agua a llenar- me la hamaca. que es de lona, y yo, entre dormido y mal dor-' mido, a sentir un frio . y como en todas jas pesadillas, un ma lestar y un. . . Asi que a cada trueno me estremecia y tembla- ba todo. Y en mi corazén ma- ternal de gallira incubando, ex perimentaba una angustia, un... como le dijera y. . . Porque ye ‘estaba convencido, lo que se Hama convencido, de que esos truenos me iban a tronar los huevos, de que el aguacero que se me entraba a] nido me los iba a engiierar. .jAh! jah! jah!. . —tLa fortuna que todo ha sé do’ un sueno mero. —Y que ya empieza a amane- cer. Porque le aseguro que si me vuelvo a dormir] vuelvo a tener pesadilla. Y Ja culpa la sigue te- niendo 2] paisano Aguilar, que me puso flatoso con sus pére yan Volvemos de nuestra excur- sién por las crestas y laderas de la regién mas occidental de los Andes. Un mes de selva silen- ciosa, de incesantes lluvias, de marcas aplanantes, sin mas guia que el instinto de orientacion de ios indios, en busca de ese venero ae oro que se esconde siempre y cuya aparicién man- tiene viva la esperanza. En ca- da quebrada, en cada aflora- miento nos detenemos a catear; célmase de arenas la batea ex- ploradora; el Tio Toma, con me- neos magistraies, va mermando, mermando Ja liviana broza; ena el fondo, al fin, negrea la ja gua. . .y siempre, en todas lag ocasiones, como si fuese la pri- mera vez, se siente un ligero sus- to, una ansiedad grata. ;Habré oro alli? ~No lo habra? jOh vi- da errante de! explorador mi- nero: Tus sensaciones, como las del amor son siempre dulce- mente crueles. Nos inclina- mos palpitantes a mirar. . . ni un tubio grano entre la jagua negra y. jadelante, adelante siempre! Hasta que al fin. , . La cosa sucedié una tarde. Habiamos toldado ya. Sobre. tres piedras hervia una olla de frijoles; sobre ctras tres, en una caldera barboliante, daba volte- retas un mico desollado entero. Baribu, que fucra por agua a la vecina quebrada. torné trayende un hermoso pedazo de pirita. —Mira. hombre —dijo el in dio alargandome el fragmento, —iEn donde hallaste eso? En la quebrada hombre. Examinélo atentamente Agub lar. —Vamos allé —dijo levantam dose. ; : Seguimolos todos. Tomamog por el lecho dei riachuelo, y al

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