Diario las Américas Newspaper, April 21, 1957, Page 17

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Mate y Rodeo en el Paraguay Aun no ha amanecide y ya los hombres agrupados en _tor- no al fogon, comienzan el rito del mate amargo. Sentados en banquetas, forman la rueda, mu- da al principio y mas animada después a medida que el despa- bilamiento aparta de los parpa- dos y de los miembros los ulti- * mos restos del sueno. Algun bos- tezo tarde y un desperezarse lento, marcado a compas en el estiramiento de brazos y piernas, senalan ‘a huida de la laxitud, que embebe, como una esponja, e} cuerpo salido de la yacija campera. Los lefos humeantes crean su niebla densa, ilumina- da por el chisporroteo alegre, que se deshace en estrellas rojas y diminutas, pronto absorbidas por el aire. La caldera — “pa- va” la llaman en mi tierra — de- ja oir el murmullo del agua her- vida, imtima confesién del vapor asomandecse por el pico de hie- rro o colandose, desesperado, por los intersticios de la tapa, que su misma fuerza levanta y estremece intermitentemen- te. En rudas manos tostadas, el “ea’ay” (mate calabacino), con la hierba (“ca’a”), dentro, esta listo para la primera cebadura. La bombilla o canula de metal, introducida apenas en el mate, recibe el primer chorrito de agua caliente, que va modjando jentamente la hierba para que no se queme Luego el cebador da Jas primeras chupadas y liena . hasta los bordes el mate, en cu- ya estrecha boca se ha formado una verdosa capa de espuma. Es- ta a punto. Y comienza el cala- bacino a dar vueltas de mano en mano y de boca en boca, sacian- do la apetencia de los presentes. El mate es la deseada y obliga- da infusién de todo campesino y de la generalidad de los paragua- yos. Es algo asi como un nexo de union, como un lazo intime que anuda los sentimientos y las eharlas. Preludio del alba y epi- logo del erepusculo (1), — En ese ambiente penumbrose y acogedor al grito, a ese “sa- lai” (1) peculiar y sonorisimo. Desde distintos Angulos con- vergen las puntas de ganado ha- cia el lugar elegido. Mientras lle- gan, nos dedicamos a pastorear la hacienda ya reunida, que mu- ge, se cornea, se embiste. Los terneros balan llamando a las madres; los toros olfateam, rijo- sos, a la vacada, y los mas im- petuosos saltan sobre las hem- bras o buscan camorra con los demas padrotes. No faltan los animales inquietos que tratan de escapar por las buenas © por las malas. Nunca veréis tranquilos a estos “saguatis” (salvajes) de la pradera. Les llamo solitarios em- pedernidos, anacoretas vacunos, amigos de la penumbra de las “islas’, en cuyas orillas pasan DISFRUTE UD. Y SU FAMILIA DE UN PERIODICO HECHO PARA NUESTROS LECTORES Diario Las Américas UN PERIODICO EDITADO EN MIAMI PARA BENEFICIO DE LA COLONIA HISPANA DE MIAMI SUBSCRIBASE HOY MISMO LLAMANDO AL TU 8-7521 SE LE LLEVA A SU PUERTA DIARIAMENTE EN LAS _ PRIMERAS HORAS DE LA NOCHE CON LAS ULTIMAS NOTICIAS DEL DIA POR $1.30 MENSUAL buena parte del dia. Desconfia- dos a mas no poder, huelen, que no huelen, que no oyen, el mo- vimiento o la presencia del hom- bre. Y se meten en sus euevas verdes hasta que pase el peligro. Odian la compafia de sus con- géneres normales; les asquea la muchedumbre, aislandose del contacto vulgar y denso. Esta “élite” astada es la rémora mas nefasta de nuestros campos, por- que forma escuela y tiene segui- dores. Como en tas estancias no necesitamos lideres ni profetas, el condigno castigo que merece _ su rebeldia es la castracién, si son toros, y el encierro en pe- quefos y limpios potreros si son novillos. Hasta que se reformen 0 engorden para la venta. Ya esta completa la tropa. De- lante van los peones punteros abriendo ta marcha, y su grito de “{Hopa, hopa!”, y su largo sil- son sefales que la hacienda en- tiende. Cuidan los flances tres hombres por lo menos y cubren la retaguardia otros tantos. En tanto que marchamos, un coro planidero de mugidos y balidos llena el aire claro. Los corceles, sudoresos e inquietos, tascan el freno, levantan la cabeza y nos salpican con la espuma verdosa de sus belfos. Al menor ama- go emprenderan la carrera 0 se alzaran em el estupendo movi- miento de la caracolada. Los ca- ballos criollos —en cuyas venas bullen gotas de la vieja sangre andaluza— son incansables, 4gi- les, pequefios de estatura, de En Caracas, Venezuela _PARA SUSCRIPCIONES DEL DIARIO LAS AMERICAS DIRIJASE A LA OFICINA 253 HOTEL TAMANACO DOMINGO, 21 DE ABRIL DE 1957, HEMISFERIQ remos finos, pecho abierto y an- eas redondas. En la disparada solo el viento los vence, y en el trabajo rinden mas de lo que su fisico, al parecer, puede permi- tirles. Se ha formado el rodeo. Los vacunos mo son lIlevados a los corrales, y de ahi al brete si el trabajo es de rutina. La inspec- cion cuidadosa permite descu- brir a los “abichados”, cuya cu- ra se hace de inmediato tumban- dolos a fuerza de lazo y calcu- lar los problematicos porcentajes de paricién o de prefez. El carimbo, marcado al fuego-en la quijada, proporciona la edad exacta de} animal y sirve para el aparte seleccion y clasifica- cion ‘de madres, sementales y crias. Esta labor inspectora dura a veces horas, y cuando todo lo necesario se ha hecho, se abre el rodeo y los vacunos regresan, lentamente, a sus habituales co- mederos. Y ahi empieza la de- sesperacion de las madres bus- cando a las crias, y el coro re- surge, potente e ininterrumpido, hasta que. con el andar de las coristas, se aleja y se pierde en la lejania. A casa o a tomar el “tereré’”, si la faena ha sido agotadora. Y otra vez la rueda cordial se forma al aire libre, bajo las co- pas sombrias y acogedoras de los arboles. El “tereré” es mate frio, o si queréis dar- le otro nombre, Hamad- le “bebida de _ hierba”. En las manos de varios hombres apa- recen las criollas guampas lus- trosas y corvas. Ya tiene el co- rro su estimulante apropiado, su bebida grata, su engahatripas necesario. Y con el “tereré” se aclaran los semblantes, huye el ceho adusto, desaparece el ges- to cansino. La sonrisa se abre y la risa emula el canto del pa- jaro que todos llevamos dentro. La anécdota, el chiste, la sati- ra, son saetas que salen de las bocas y van a caer directamen- te en uno y por reflejo en otros. Pero esta vez el tema no se re- monta a lejanias o recuerdos. Sale de la cantera del trabajo que acaba de hacer. Quien mas, quién menos, se vio en figuri- lias, cay6 del caballo o los re- beldes le jugaron una mala pa- sada. Y todos rien, se desbor- dan comv arroyos, chancean a gusto. Y como el “tereré” no ha concluide, la alegre charla peo- nil dura }o que dura el agua trai- da para las cebaduras. Los hombres saborean la bebi- da hasta la postrera gota, ma- nifestada en el rezongo de las Ultimas chupadas, que al subir por el interior de la bombilla semeja un ronquido de durmien- te. No lejos del corro, flojas las cinchas, los caballos pacen la hierba densa y verde, ajenos al sol, que, préximo al mediodia, cae implacable sobre la.llanura y penetra, como puede, en la miste- riosa alcoba de los bosques. Es la hora propicia para que vuel- va la modorra a enturbiar las pupilas y la mariposa del sueno a posarse sobre los parpados. Re- gresamos. Cabalgaduras y jine- tes desean Hegar cuanto antes a las ‘casas. Los primeros, para ver- se libres y renovadas con la fres- cura del baho a que las some- ten después de tan ruda labor; los seguodos, para saborear y deleitarse con el espeso locro y el asado jugoso. Por la tarde, si el trabajo a campo abierto no requfere con- tinuacién, los peones dedicaran las horas al arreglo de sus pil- chas, a trenzar un lazo y a dar de comer a la caida de la tar- de, a los sementales estabulados, Cuando {a campanita del orato- rio lance al aire los dulces y claros sones de su bronce y las alas vibrantes de los angeles jue- guen sobre la linea roja del cre- pusculo, volverd el fogén a re- cibir la visita de los hombres y el mate dara sus vueltas inter- minables, mientras la guitarra ealida y el dltimo canto de log pajaros recogen la emocionada despedida de la naturaleza, pré- xima a arrebozarse en la sombra. Después, la noche, desnuda y tibia, ira encendiendo las luces de los cicios, y los grillos, come reseros nocturnos, lanzarén, ea forma constante, sus “jHopa, ho- pa!”, mientras arrean las tropas del silencio. CEREZOS EN FLOR — Viene de la Pagina 2 — Washington. En nuestro con cepto, todas las 53 princesas me- recen la Corona. . . (Entre pa- réntesis, como dato curioso, que- remos anotar un hecho paradé- jico: la inclemencia de la tiltima guerra azoté completamente log cerezos en el Japon. Entonces, después de la paz lograda por los Estadus Undos, éstos retorm naron a su pais de origen mb llares de cerezos, para su repros duccién. Cabe recordar la sem tencia biblica: “El que slembra eosechara’’). Entre tanto los turistas, ena morados, estudiantes, ete. re- eorren los lugares mas “flore- eidos” disputandose, subjetiva- mente, la mejor fotografia. (Ki afio pasado, durante el festival de los cerezos, segun estadisti- cas, fueron tomadas mas de 1. 200.000 totografias). Por ultimo viene la consagra- cion de ia Reina de las Flores. Este magistral espectaculo tiene lugar por segunda vez —pues el primero se efectiia semi-priva- damente— en el Jefferson Me- morial, que esta situado en lag orillas del rio Potomac. El aa- to es precedido por discursos, Gamciones orquestadas, presenta- eién individual de las princesas, musica, serpentinas, ete. . .Co- mo culminacién de la fiesta ea la memorable tarde de sol, apa- rece su Majestad la Reina toda nivea, entre verdadera galeria de muchachas bonitas y manojos de flores Aparece su majestad la Reina, decimos, lista para re- eibir la Corona que habra de acreditarla por un aho como la mas fiel representacién de los cerezos en flor, inclusive. duran- te el invierno, cuando los 4rbo- les estan marchitos y sin hojas, por la fuerza de la nieve, ese otro soberbio espectaculo de la naturaleza, en los paises de esta Giones, Asi, desde aproximadamente medio siglo, durante los wlti- mos dias de marzo de cada nue- vo calendario, Washington prin- eipia a ser invadida por gentes de todas las regiones del mun- do —especialmente del Japon y del resto de los E. U.—, quienes vienen a mirar, admirar y, —so- bra decirlo— retratar los cere- zos y demas finas plantas —mag- nolias, claveles, pensamientos, or- quideas, agapantos, ete., que en esta estacion —indudablemente la mas brillante y sugestiva— en- galanan la ciudad con sus mul- ticolores y perfumadas flores. A gontemplar las amplias avenidas y magniticas edificaciones, sus galerias, parques y museos, sug ejemplares bibliotecas, los impe- nentes monumentos de su_ his- toria gloriosa, alrededor de todo lo cual se respira confianza y optimismo. Rafael Gomez G. (Colombiano} Washington, abril 1957, SUBSCRIBASE AL DIARIO LAS AMERICA —— TT 6 LLL LEAL ATE AC NP RTE EIT PAG. 3 i er wn

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