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’ OBRA DE JOSE MARTI \ LEMUS Presidente de la Republica de ——— de sus cadenas ha aprendido ain a odiar”. Estas paginas de Mar-, ti son a manera de una declara- cién de lealtad y adhesién a Cu- ba y—a la Revolucién; son el manifiesto de un alma apasiona- da por la libertad, pero a la vez Hena con una doctrina de amor, que se ha jurado a si misma llegar hasta la cima de las mas grandes realizaciones, y a la cum- bre de los mas altos sacrificios por el amor y la redencién de la Patria. El 11 de febrero de 1873, se proclama la Republica Espafio- la, después de la abdicacién de Amadeo de Saboya. Estanislao Figueras es el Presidente. Marti activo siempre, aprovecha 4que- llos momentos de euforia y en- tusiasmo republicano. para diri- gir a los espafioles un nuevo, mas firme llamamiento, en ese estilo suyo.tan peculiar, admoni- tivo y encendido, en favor de Cuba: “La gloria y el triunfo —. dice— no son mas que un esti- mule al cumplimiento del de- ber”;-“el poder no es mas que el respeto a todas las manifes- taciones de la-justicia”. Y conti- nua en ‘su larga, hermosa requi- sitoria: “Hombre de buena vo- luntad, saludo a la Republica que triunfa, la saludo hoy como la maldeciré mafiana, cuando una Republica ahogue a otra Repi- blica, cuando un pueblo -libre al fin comprima las libertades de otre pueblo, cuando una nacién que se explica que lo es, subyu- gue y someta a otra nacién que le ha de probar que quiere ser- lo. Si la libertad de la tirania es tremenda, la tirania de la li- bertad repugna, estremece, es- panta”, “No prejuzgo yo actos de la Republica espafola, ni en- tiendo yo que haya de ser la Re- publica timida o cobarde. Pero si le advierto que el acto est& siempre propenso a la injusticia, si le recuerdo que la -injusticia es la muerte del respeto ajeno, si le aviso que ser injusto es la mecesidad de ser maldito, si le conjuro a que no infame nun- ea la conciencia universal de la honra, que no excluye por cierto la honra universal”. “Mi patria escribe con sangre su resolucién irrevocable. Sobre los cadaveres de sus hijos se alza a decir que desea firmemente su indepen- dencia. Luchan, y mueren. Y mueren tante los hijos de la Pe- ninsula espafiola como los hijos de mi patria. No espantard a la Republica espafiola saber que los espafioles mueren por com- batir a otros republicanos?” — “La Repiblica conoce cémo Ia separa de la Isla sin ventura ancho espacio que Ilenan los muertos;— la Republica oye co- mo yo su voz aterradora; —la Republica sabe que para conser- var a Cuba, nuevos cadaveres se han de amontonar, sangre abun- dantisima se ha de verter, —sa- be que para subyugar, someter, violentar la voluntad de aquel pueblo, han de morir sus mismos hijos. gY conseitra que mueran Para lo que si no fuera la muer- te de la legalidad seria el suici- dio de su honra? ;Espanto si lo consiente! ;Miseros los que se atrevan a verter la sangre de los que piden las mismas libertades que pidieron ellos! ;Miseros los que asi abjuren de su derecho a la felicidad, al honor, a la con- sideracién de los humanos!” La Republica espafola tuvo un rapido final, pero Marti conti-' nué viviendo en Madrid, fiel a sus ideas y principios, leal al unico objeto moral de su vida. Fue hasta fines de 1874, ya lit cenciado en Derecho Civil y Ca- nonico, y en Filosofia y Letras, que abandoné a Espaiia, re- fugiandose en .Paris. Por uno de esos hechos: que aparentemente no tienen nin- guna explicacién légica, es pre- cisamente dentro de la Espafia monarquica en gr se afirma, crece y se llena de vigor, el pen- lento libertador, y democra- co de Martij,quien. habia lle i ., e <1 gado a Madrid apenas alborean- te, acabado de despertar, y sa- lia hoy, vigoroso y sediento de espacio, dispuesto a echarse a vo- lar por todo el mundo. La vida de Marti no fue sino un pere- grinaje sin descanso, en medio de la cual su idea fundamental de la independencia cubana, fue acreciéndose, ensanchandose, to- mando cuerpo y forma de reali- dad. A partir de su’ primera sa- lida de Espafia el mundo se vuel- ve pequefio para sus andanzas idealistas, en cada una de las cuales lleva a la emigracion cu- ana dispersa por todos los rum- bos, un aliento y una esperanza, un deseo de lucha y de accion en pro de la redencion de la Patria. Marti es de esos raros hombres que no pueden vivir sin accién. Aborrece las palabras que no van seguidas de actos, tanto como se duele del hecho de ser conside- rado un agitador y vuplgar con- fundido con el demagogo, el oportunista o el ambicioso. Ha logrado ya, en largos dias de me- ditacién, concebir un orden y una tesis para la futura reVolu- cién, y la considera por sobre todas las cosas exenta de caudi- llismo y de personalismo. Odia los esfuerzos inttiles los golpes vagos, la efusién innecesaria de sangre, ya sea cubana o espaiio- la. En carta a Emilio Nujiez, fe- chada en Nueva York el 13 de octubre de 1880, le aconseja de- poner las armas, no seguir sos- teniendo una guerra tan san- grienta como imiutil, que resta verdaderas_fuerzas a la nacién y le recuerda que “no me recemos ser, ni hemos de ser te- nidos por revolucionarios de ofi- cio, por espiritus turbulentos y ciegos, por hombres empederni- dos y vulgares”. Y es que ha eoncebido ya la idea de que sin la perfecta unidad de la accién y el pensamiento cubanos, sin una identidad firme de medios y de propésitos, la revolucién en Cu- ba nunca sera posible. “Depon- ga Ud. las armas”, dice a N&a- fez. “No se, rinde usted al Go- bierno enemigo, sine a la suer- te enemiga. No deja Ud. de ser honrado; el ultimo de los venci- dos, sera Ud. el primero entre los honrados”. Este anudar légico de todas las fuerzas que pueden dar vida a la revolucién, a la verdadera revolucién que Cuba necesita pa- ra_ser libre, es lo que ocupa los mas largos y fecundos anos de la vida del Apéstol. El aspira, desde el primer momento, a que Ja nueva Republica surja, fuerte y poderosa, desposeida de vicios, apta para vivir una democracia honesta, sin temores de caer en nuevas tiranias. en nuevas cela- das, en mas oscuros despotismos. Marti se muestra valeroso, sin- cero, decidido, exacto en juicios y apreciaciones. Y es que el Apéstol nunca buscé; en toda su vida, la simple exaltacién de vir- tudes y méritos personales, por grandes y depuradas que éstas fuesen; y por merecedores que considerara, a los hombres que iban a disfrutarlas. En todos sus angulos, en todos sus aspectos, la vida de Marti no es sino do- cencia, ensefianza continua, ‘sa- biduria afectuosa, apuntaladas en el propio sacrificio, exentas de vanidad y orgullo, fieles alos hechos y las realidades mas ca- ras. No era de la clase de hom- bres que hacen de la bandera sa- grada el signo de su satisfaccién personal, ‘ni de los que sacrifi- can, mi siquiera con el pensa- miento, las grandes causas a las vanidades de la pequefiez huma- na. Siguiendo su __ peregrinacién, durante la cual, contintia obs dido por la visién lejana de miseria y la esclavitud de la Pa- tria, pasa de Paris a Nueva York y sigue a Veracruz, a donde arri- ba en 1875. Este viaje va ser una pequefia pausa en su angustia, pues ha de reunirse en México con sus padres y hermanas. Ya en. México, la visién de aquel El Salvador pueblo definitivamente liberada lo alegra pero también lo con- turba, cuando piensa en que pa- ra Cuba, su Patria, no ha llega- do todavia el momento. México esta en esa fecha marchando por nuevos derroteros de progreso y liberacién. Benito Juarez, abatien- do la conspiracién clerical, ini- ciando la reforma agraria, y ele- “vando sus ideas democraticas so- bre el cadaver de un emperador extranjero, ha abierto, pocos anos atras, el cauce por donde discurren las nuevas corrientes ideglégicas. Marti hace en Méxi- co un periodismo activo, vibran- te, inspirado en gran parte en el drama cubano, pero la triunfante revolucién de Porfirio Diaz lo encuentra alli, y como es ya el hombre que ao puede vivir sino en la libertad y para la libertad, tiene que dejar el suelo mexi- cano para él tan grato. Regresa a La Habana, tras de dejar a México a fines de 1876. El pano- rama de la Patria es mas desi- lusionante y desconsolador que nunca. La guerra esta tocando a su fin. Los revolucionarios, sos- tenidos a propio esfuerzo duran- ’ te largo tiempo, en los ardores de la manigua, ya no pueden con la fuerza de las armas enemigas y la indiferencia popular en tor- no de ellos. Van a rendirse. Marti, por otra parte, ha to- mado ya el sabor a la libertad y a la vida republicana, y por mas que ama a su Patria, el ambiente de la colonia no es el mas propicio para él. Deja pron- to la Isla, resignada pero no ven- cida ni olvidada en sus dolores. Realiza al fin su ideal de vivir en Guatemala, a donde ilega en 1877. Aun cuando los corazones carifiosos lo rodean, no se sien- te del todo a gusto, y tiene que retornar nuevamente a La Ha- bana. Encuenta a Cuba en el despertar de nuevas luchas, Los Partidos Liberal y Unién Cons- titucional acaban de fundarse, pero no ve en ellos Marti la fuer- _ za politica y social necesaria pa- ra dar forma y vida a la revolu- cién. No obstante, es necesario este nuevo vistazo para darse cuenta de la predisposicién in- tima de Cuba para recibir a las fuerzas que algin dia tendran que invadir la isla, dispuestas a Ja gloria o la muerte. Sus activi- dades lo hacen salir nuevamen- te deportado de Cuba el 27 de septiembre de 1879. No deja pasar la oportunidad de su nueva residencia en Ma- drid, sin hacer nuevas proclamas y denuncias contra el sistema que se esta siguiendo en Cuba. Nue- vo viaje a Paris, y luego el re- torno, esta vez definitivo —en lo que podia caber de definiti- vo en vita tan inquieta y azaro- sa— a Nueva York, a donde lle- ga en enero de 1880 Sdlo se * ausenta de la gran ciudad un periodo de seis meses, para visi- tar a Venezuela. Pero a partir de su regreso a Norte América, es cuando se realiza, cuando se va integrando, paulatina, sabia, in- cansablemente, todo el trabajo esencial de la revolucién cuba- ma. En Nueva York encontré Marti al General Calixto Garcia Imiguez, que ya una vez habia capitaneado la !ucha en la ma- nigua, y quien preparaba por esos dias una nueva expedicién, des- venturadamente fracasada. Tras una pausa de desaliento, Marti acomete de lleno’la titanica em- ‘ presa de cohesionar, dirigir y en- cauzar las fuerzas de la emigra- cién cubana hacia el triunfo fi- nal. Todo ese tiempo, hasta 1894 —en que la ideologia cubana ha logrado al fin consolidarse en un inmenso bloque, en que estan divididos en linea de batalla, * bajo un mismo comando, el pen- samiento politico y la fuerza mi- litar, y se est ya en condiciones de dar el golpe definitivo al po- derio espafiol, y de llevar la gue- tra total a la isla, para libertar- la y restaurarla— som para Mar- ti de movimiento, de inquietud, de trajin y de fatiga Va de un lado a otro. dando conferencias, JOSE MARTI, Apéstol de la Independencia de Cuba, nacié en La Habana el dia 28 de enero de 1853 y murié “de cara al sol” de le libertad, el dia 19 de mayo de 1895. redactando proclamas, uniendo lo que esta desunido, juntando to- do lo que debe estar junto y or- denado. Ve a Gémez en Santo Domingo y a Maceo en Costa Ri- ea, visita Haiti, Jamaica, va por los pueblos de Estados Unios en donde la emigracién cubana es mas fuerte y numerosa, hablando, persuadiendo, expandiendo la fuerza de su evangelio, haciendo simpatias para la revolucién, le- vantando a los remisos, apurando a los tardios, animando a los ne- gligentes, haciendo creer a los incrédulos. Esto aparte de que * tiene que servir catedras, dictar conferencias, hacer traducciones y articulos para subvenir a sus propias necesidades. Son esos los dias de mayor, de inmensa acti- vidad en condicién de maestro, de periodista, de escritor, de politico, de fundador y levanta- dor de pueblos. A través del Partido Revolu- cionario Cubano, y del periddi- co “Patria”, publicado bajo su direccién en Nueva York, Marti ha logrado al fin, tras de la in- mensa lucha, consolidar todas las discrepancias, y hacerlas una sola verdad; unir todas las vo luntades, aislar todos los obs- taculos para que la lucha sea efectiva y determine el triunfo final de las fuerzas libertadoras. De acuerdo con su expresioén, antes de iniciarse la marcha ha- cia la isla sacrificada, “ERAN YA UN SOLO BRAZO LOS CU- BANOS DE ESPADA Y DE PLU- MA, DE CABALLO Y DE BU- FETE”. Y el mismo entusiasmo ardia afuera y en el interior de la isla; entre los hombres aba- tidos que habian esperado du- rante afos el momento de Ia li- beracion, y entre la emigracion impaciente, que como un solo hombre se preparaba a la bata- Ila final. Grande, heroico, abnegado y fecundo en la vida, Marti no lo fue menos en la hora de la muer- te y en la muerte, Quiso llevar hasta el campo de batalla el tes- timonio de su, bonhomia, su sin- ceridad, su espiritu caballeresco, su democracia y su republicanis- mo exaltado, para afirmar su di- cho de que es odiosa e insincera toda palabra que no va seguida de actos. Perecié en la empresa sobre la manigua ardiente, mor- diendo la tierra que le habia si- do tan querida, cara al sol, y con el resplandor en los ojos de la libertad préxima de su Pa- tria. Su_muerte marcé el punto decisivo de la marcha de las fuerzas' cubanas de la revolucién hacia la meta final: la aboli- cién total de la esclavitud, y la creaci6n de una Republica in- dependiente. Fracasada la Revo- lucién en sus primeros. momen- tos, enero de 1894, este primer fracaso, sin embargo, la reafir- ma antes de desbaratarla. Marti sale de Nueva York rumbo a San- to Domingo, después del mani- fiesto del 29 de ese mismo mes, por el cual se autoriza el alza- miento general en la isla. El 25 de marzo de 1895 firma en Mon- tecristi, con Maximo Gomez, el manifiesto definitivo que traza vigorosamente los lineamientos de la revolucién. En el mismo _ lugar embarca el primero de abril de 1895 con Maximo Gé- mez, Francisco Borrero, Angel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario, hasta tocar tierra cuba- na, y perecer en ella, sobre el suelo de Dos Rios, el 19 de mae yo de aquel luctuoso aifio, en: frentado, él solo, a un cuadre espanol. José Marti no fue sélo un cu bano; fue un hombre de Améré ca, un hombre americano en su totalidad, desde Ia cima hasta la raiz, desde la sangre hasta lo mas.intimo y escondido y secre to del pensamiento y el senti- miento. Si la idea de Cuba lo obsedié a lo largo de su glorio- sa vida, también la idea de Amé- rica, conturbada por los vicios sociales, destruida por la tira- nia, consumida por la mala po- Iitica, propicia a muchas formag de degradacién espiritual, fue mo- _ tivo de sus desvelos, de suis sue- hos, de sus anhelos. Mucho de su pensamiento fue consagrado a América, muchas de sus accio- nes se hicieron no sélo para Cue ba, sino para América. Maestro y periodista en México y Guate- mala, en ambos paises dejé la huella imborrable de su alta as- piracién civica y de su obsesi- vo suefio americanista, y de su singular, excelso magisterio, Por eso, los centroamericanos, sentimos como nuestra la gloria Ta lucha y la libertad de Cuba. Porque por nuestras tierras pa- searon sus figuras vigorosas, es- tremecidas de sano ideal, muchas de las inclitas figuras de la Re- volucién. Igual que Marti vivid en Guatemala, Maceo vivid en Costa Ricay Hondurag Ellos hallaron en las tierras ami- gas y hermanas de Cuba, la com- prensi6n carifiosa, el aliento con- fortante, la libertad necesaria para vivir y para anudar mas de algun hilo de la gloriosa cons- piracién, de la gigantesca union de las fuerzas dispersas de la cubanidad, que bajo el lideraté supremo de Mart{f pudieron day cima a una de Ias realizacioneg més brillantes, hermosas y mé ea oo la bag america, na: la Revolucién y la In dencia de Cuba. " come