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UN TRABAJO SENSACIONAL hae 7 APUNTES Y REFLEXIONES SOBRE LA VIDA Y Estudio del Apéstol de Ia Independencia de Cuba Escrito por el Teniente Coronel JOSE MARIA | IENEN generalmente los hombres representativos, llamados a realizar un gran destino histérico, actitudes fundamentales distintas frente a la his- toria: la una de preocupacidén, de asalto y de conquista. La otra de calma, de morosidad, acaso de indiferencia. Unos van, desde su nacimiento hasta su muerte, co- mo preparando el terreno para su comsagracién histérica. Les acomete, obsede, turba y asedia, durante la jornada, la idea del momento en que han de llegar, inevitablemente, a los umbrales sagrados, dispuestos a traspasar- Jos, con el continente altivo, la cerviz enhiesta, el porte airoso. Guerreros, conquistadores, y do- minadores de toda naturaleza son Jos principales de este grupo. Hacen de la historia una con- quista mas, su conquista definiti- va, y se instalan en los altares sagrados, como en el uso de un derecho indisputable, férreos y austeros, para imponerse a la ve- meracién de los siglos. Otros hombres hay, en cambio que dejan transucrrir su vida, grandiosa y apasionada, un tan- to despreocupados de esa solem- nidad y ese brillo péstumo, y van plasmando grandes hechos, reali- ~ tando grandes actos en una dul- te, morosa indolencia, en un blando alejamiento de su final hist6rico, hasta el momento en que la propia historia los toma y los coloca en el ‘sitio predilecto, y los va mostrando a las edades como concrecién de los suefnos y las ansias de perfeccién humana. A esta categoria pertemece el Apéstol cubano José Marti, cu- yo primer centenario los pueblos libres de la América Hispana celebraran con acrecido entusias- mo y sustancial y singular amor, como corresponde celebrar el na- cimiento de un hombre que con aliento surgido de la propia en- trafia, dio enteras su voluntad, su espiritu y su sangre a true- que de conquistar la libertad de su patria, aportando en la forja de la ciudadania americana un caudal de incontrarrestables, su- premas y decisivas fuerzas. Para hombres como Marti el tiempo no es patina que borra y oscurece, sino aliento celeste que limpia, hace mas refulgente y mas hermoso el bronce en que se afirman las glorias humanas. A un siglo de su nacimiento, su figura cobra para América y para los americanos un contorno mas preciso, una dimensién espi- ritual mas diafana y mas alta, una ubicacién histérica mas ple- na y comprensible. El tiempo va acumulando en.torno de él nuevos elementos de juicio para valorizar sups grandes hechos, su cimero y estremecido pensamien- to, sus ennoblecidos y altivos sa- criticos, sus cruentas, gloriosas, terribles y a veces calladas lu- chas. No puede el tiempo ale- - jar, del corazon de‘los pueblos agradecidos, la figura de los hé- roes, los martires, los apdstoles de la libertad y el bien. Por el contrario, los acerca, los huma- niza, los perfila y acrecienta la capacidad para analizarlos y jus- tipreciarlos, limpiandolos de pe- quefias maculas, liberandolos de juicios equivocados aportados por el desconocimiento o la pasion, restandoles todo aquello que pu- diera ser motivo de confusién o desacuerdo en el analisis de sus glorias y méritos. Para José Mar- ti, esta obra depuradora del tiem- po es mas meritoria y justiciera por cuanto es uno de los héroes americanos mas recientes, y por- que su vida, llena de acendrado amor por la sencillez, la pureza y el humano sentido de la ciu- dadania y el deber, en cierto modo carece de énfasis, y no muestra en su plenitud el res- plandor y la sonoridad de otras - vidas que, igualmente construc- tructivas y fecundas, tuvieron sin embargo rasgos burilados por el orgullo, y se orientaron en fawme de hacerse exvrofeso Com- patibles con el fulgor y la es- plendidez de la historia- En cam- ~ bio en Marti todo es suavidad, modestia, silencioso amor, aus- teridad que llega a veces aun a opacar la grandeza de sus ac- ciones, la fuerza de. sus impetus el impulso de sus enormes con- cepciones libertarias. Ninguna vida, como la de Mar- ti, tan orientada en el deber, tan firmemente ligada al desti- no de su pueblo, tan celosamente amante de-Ia libertad y la inde- pendencia de su Patria. Destécanse entre sus virtudes las de la segcillez y la humildad, que sélo desaparecen a ratos, en horas de lucha, cuando la insi- dia del enemigo trata de con- fundirlo y da a sus acciones una interpretacién torcida, inconve- niente, ajena. por completo a sus ideas y sentimientos de patriota. Sélo entonces su imperturbable paz se rompe, y sdlo entonces es- talla, ardiente y decisivo y tre- mendo en sus afirmaciones, — y por sobre todo en la afirma- cién de si mismo— ruidoso y vio- lento en su proclama, pidiendo que no se Ie confunda con el de- magogo, con el adulador y el mentiroso, que no se haga de su bandera el pretexto para encu- brir falsias y engafios, que no se le tome a él, todo amor, venera- cién y capacidad de sacrificie frente a las nobles causas, como politico amante de la tradicién, formado en viejas escuelas de servilismo, incapacidad y _ trai- cién, que sdlo busca halagar ins- tintos de personas y multitudes, para hacerse de vida facil, y so- segados, cémodos medios para buscar la prosperidad y la for- tuna. La siguiente virtud a la que el héroe y Apéstol rinde un cons- tante tributo devoto, lindante casi con el fanatismo, es el tra- bajo. A él se aferra como a una tabla de salvacién, cada vez que la desgracia o el infortunio ha- cen naufragar su barca, cada vez o-~ co vé bligado a retirar- se’ momentaneamente de la lu- cha ardida, para saborear el do- lor amargo de la derrota, y pa- Ta rehacer sus fuerzas gastadas en el agotador ejercicio de la or- ganizacién multiple y Ia prédica afanosa. Toda su vida no es sino una continua, ininterrumpida jornada de trabajo. Ningin hom- bre como él para saber lo que el laborar constante _ significa para el engrandecimiento y la fortaleza de la mente y el espi- ritu; nadie que haya encontrado jamas, como él, una interpreta- cién dual, satisfactoria y eleva- da, de lo que el trabajo repre- senta, como deleite y como sacri- ficio; como inspiracién y como deber; como realizacién y como esperanza; como obligacién y co- mo aliciente; como gloria y sa- tisfaccién del presente, y como victoria y esplendor del futuro. Maestro, periodista y literato, eritico de magnifico gusto’y re- levantes juicios, politico’ de una formacién y una manera especial, celoso de su Honra y remiso siempre a aceptar los métodos e ideas de la tradicién, todo ésto fue el Apéstol, en cuya vida no existié, 0 existié6 muy poco, la idea de placer, del goce y la ale- gria; y en la que fueron muy ra- ros Ios momentos del-disfrute y la delectacién, y mas raro aun el esfuerzo encaminado hacia las conquistas efimeras de la mate- ria. Todo espiritu, no conocia si- no glorias del espiritu; todo sen- cillez, no concebia en el hombre sino placeres sencillos, como los que da Ja tranquila sabiduria del hogar, el constante ejercicio de la mente, el cultivo intenso de la amistad y el carifio. Pero al- gunos de estos goces, por obra de su orientacién vital, puesta por entero al servicio de la Pa- tria, se los negé con avaricia la fortuna. En los momentos més duros de su vida, que lo fueron casi todos, desde la adolescencia hasta el ocaso, en el que cayé, abatido de su corcel como un RRR area aac ate caer cae meer meer A NNN MEER Pte mm na + = f héroe de leyenda, disfruté muy poco de eso que él tanto bus- caba: hogar, carifos sdlidos, amistades entrafables para go- zarlas en los remansos que la vida fuera mostrando, Atin de la Patria a la que tanto ama- ba, vivid ausente los mejores anos de su vida, y cuando vino a ella, para ofrecerle la libertad, para testimoniarle el grande, el innombrable amor que lo habia consumido todo el tiempo,_ fue para caer sobre la tierra solea- da y ardiente, que al contacto de su sangre parecié estreme- cerse y formularse a si misma la_promesa de mantenerse para siempre libre, para siempre in- _ dependiente, para siempre feliz. En cuanto a los amigos, que los tuvo sinceros y efusivos, casi .a todos los encontré en las horas mas tremendas de la lucha, en momentos en que casi siempre pe- rece, ain la mas pura amistad, sujeta a las alternativas y los vaivenes de la politica, y en los que no se puede disfrutar, como en los dias de paz y des- ¢anso, de un mas real, insospe- chable y satisfactorio convivir. Nace José Marti en La Haba- na el 28 de enero de 1853. De su padre, don Mariano Marti Na- varro, valenciano, militar mal avenido casi siempre con su pro- fesién, hereda el. temperamento arisco, el continente huraiio, su amor por el deber y la justicia, y su temple revolucionario. De su madre, dona Leonor Pérez, oriunda de Santa Cruz de Tene- rife, recibe los sentimientos es- téticos, sus habitos de orden, y mas de alguna de las aristas de su cardcter, en que la rebeldia y Ja valentia se mezclan a un pro- fundo y consciente amor casi fa- natico al trabajo, o a una aver- sién, nunca refrenada, a la inac- tividad. Eran dias de tragedia pero también de reavivamiento y re- sureccién los que vivia Cuba en ese entonces. La idea indepen- dentista habia comenzado a ha- cer prosélitos, y entre otras san- gres se habia vertido ya la del General Narciso Lépez, eleva- do a un cadalso glorioso; sacri- ficado a un idead de libertad y reacondicionamiento nacionalis- ta. El fenémeno imperialista es- panol habia llegado a su maxi- ma expresi6én, y al otro lado, una naciente, todavia muy débil re- sistencia, alternada con una su- misién absoluta del criollo, depa- uperado hasta el extremo, explo- tado en Ia ciudad, desangrado en la manigua, sometido a todas Jas torturas y vejaciones del hom- bre que aun viviendo sobre la guerra que es su patria, carece de patria y no ve por ninguna parte el menor simbolo viviente y esperanzado de ella. En labios del propio Marti pone un des- tacado bidgrafo la sintesis del vivir cubano de aquel entonces: “un pueblo donde no habia jus- ticia sin soborno, ni honor sin castigo, ni bienestar sin adula- cién”, o “un presidio. rodeado de agua, donde se oia a diario el picoteo destructor de la fuer- za engreida”. En este ambiente es que en- cuentra su razon de ser la vida entera de Marti, particularmente su literatura iluminada y pecu- liar. En el campo, por cierto ex- tenso, de la literatura martiana, no es lo que seduce propiamen- te el brillo y resplandor~de la forma, la pompa y sonoridad de la expresién, sino la altura, pro- fundidad y exactitud del pensa- ‘miento, la idea atrevida y pre- cisa, viril, visceral y sangrante, el “ato exacto, Ia conclusién sor- prendente, sin retérica ni falsea- mientos, circunstancias que dan a toda la obra de Marti la flexi- bilidad y la fuerza y el poder de conviccién de un auténtico mereaje evangélico. Bajo la apa- rente dulzura de las cldusulas, en cuya_ elaboracién interviene maestro, la fuerza del conductor, la sinceridad del patriota, la vi- dencia del profeta, y el podero- so aliento del Apdstol y el hom- bre que, persuadido de su alto destino, pone en una sola fra- se toda la intensidad y el brillo de -~‘ mismo: “Servir es mi me jor manera de hablar”. La pobreza, y aun cierto de- samparo nacido de ella, presi- den los primeros afios de la vida de Marti. Ellos Ie dan su fuer- za inicial, y van moldeando su cardécter, creando su austeridad, su devocién al trabajo, su cari- fio a los humildes, su afecto por los oprimidos, que lo son todos los -habitantes de la isla que no disfrutan de privilegios y pre- bendas junto a los funcionarios coloniales. A los cuatro afios es Nlevado a Valencia, en donde el padre hace desesperados pero in- fructuosos esfuerzos por reafir- marse en el terrufio, volviendo mas tarde a La Habana, en don- . de se reanuda la lucha cara a ca- ra con la pobreza. El padre, ya en edad avanzada, pero de carac- ter recto y tempestuoso, agota energias en la tarea de sobre- ponerse a los rigores de la suerte, y para alimentar el hogar com- puesto por la madre, Marti y sus cinco hermanas. Marti va cre- _ciendo, y cosa extraiia, ningin elemento extraordinario o espe- cial forma parte de su_ inicia« cién cultural. El mismo advier- te que entre sus primeros maes- tros figuraron Ios modestos au- tores populares franceses, Du- mas a la cabeza de ellos; y lue- go el mas grande de los autores espafioles; Don Miguel de Cer- vantes Saavedra. Mas tarde un nuevo elemento ingresa en esta apresurada formacién: Fray Luis de Leén, quien le doné sus pri- meros acentos poéticos. En Rafael Maria Mendive en- contré al maestro que, fuera de toda norma libresca, supo for- mar su caracter; acrecentar sus ideales patrias, formar en.é] una verdadera conciencia ciudadana, compadecida con el dolor de la Patria sangrante y atormentada. Vino de pronto, cuando apenas tenfa poco mas de quince aiios un suceso de resonancia en la historia cubana: el pronuncia- miento, en la regién oriental, de Carlos Manuel de Céspedes, quien el diez de octubre de 1868 proclamé la independencia de Cuba y dio libertad a sus pro- Pios esclavos. El inquieto ‘ado- lescente se entusiasma, siente ya, en la plenitud del alma, los an- helos de libertad para su Patria. En medio de este ambiente su mente y su cuerpo han madura- do en forma prematura. Apenas adolescente, comienza a conocer eel amargo de las luchas, y ain el oprobio doloroso de la derro- ta. Se mantiene activo desde el momento en que por primera vez la actitud de Céspedes le muestra un mundo nuevo de posibilida- des en cuanto al porvenir de la Patria, y unido a otros compa- fieros de estudio, con los sem- blantes petrificados por el estu- por, va siguiendo, dia a dia, so- bre los mapas escolares, la mar- ‘cha de la guerra ( El 21 de octubre de 1869 es encarcelado junto con otros com- paneros, después de encontrarse en su poder documentos con los cuales se pensaba aun influen- ciar a elementos enrolados en el ejército que combatia a los re- beldes, y es sometido a proceso por infidencia. El resultado de este juicio marca su penosa ini- ciacidén en un camino de sufri- mientos y dolores sobre el cual transité durante toda su vida en el servicio de la Patria. El Con- sejo de Guerra lo condené a seis afios de presidio, y a cumplir es- ta sentencia comenzé el 4 de abril de 1870, cuando apenas ha- bia traspasado ‘la edad de los 17 afios. ; . De ese entonces partiéd todo su entrafiable odio a las cade- siempre un temperamento poé- nas, de ese entonces surgié en tico, se siente la severidad del © -su mente, mds clara y precisa, . la idea de una Patria libre, sin yugos extrafos o nativos, de una Patria con fisonomia y leyes pro- “pias, en donde no hubiese victi- mas ni verdugos. Trasladado mas tarde a la Isla de Pimos, en cali- dad de confinado, y luego depor- tado a Espafia, sale de Cuba el 15 de enero de 1871, llevando todavia en la mente y en lps ojos la visién de fa Patria desgarrada, irredenta, anhelante y suspiran- te, que en medio de su dolor cla- maba ardientemente a los mesias y profetas y conductores que ha- brian de redimirla. No le dolia tanto, al embarcarse rumbo a la Peninsula, el dejar atras el hogar y la familia, a vivir sepa- rado de los cuales estaba fatal- mente condenado, como podia dolerle el recuerdo de la Patria oprimida:y encadenada, y como le dolia el panorama de injus- ticia y terror que dejaba a sus espaldas, sobre la isla infortuna- da. swe Ya en Madrid, fiel a su cos- tumbre de mozo mas amante del. trabajo que del placer, Marti se dedica, como habia de dedi- earse toda su vida, a luchar, a observar, a meditar. Estudia el ambiente espafiol, y lo primero que le choca y le contrista, es encontrar en Espafia, por todos los rumbos algo como un fer- mento fatal de tradiciones, las- tres y pensamientos convencio- nales que constituyen el prin- cipal obstaculo para que esa na- cién pueda convertirse a la de- mocracia. Inscrito como alumno de la Universidad, vé de cerca desenvolverse el drama de la lu- cha entre las ideas dominantes. Oye a los’ grandes Oradores, Cas- telar al frente dé todos, asiste a los debates y discusiones que sos- tienen en el Paraninfo, pero~a pesar del vigor de las nuevas ideas _y de la calidad de los hom- bres que las sostienen, conside- ra, dolido y confuso, que ser& muy dificil que Espafa.se abra paso a través de las férreas mu- ~ rallas de su tradicién. Al deba- te interno de las ideas se suma él poniendo frente a los ojos de los espafoles el tremendo drama de Cuba. Su folleto “El Presidio Politico én Cuba”, una de las obras mas vigorosas, mas bien cinceladas, mas repletas de amor, humanidad y rebeldia que escribiera el Apdéstol durante su trayectoria batalladora, aparece en ese mismo afio de 1871, -y es un ardoroso llamamiento a la conciencia de todos los hombres, de Espafia y del mundo entero, para que vuelvan sus ojos hacia el intenso y sangrante drama cuba- no. Su verbo altivo, se muestra aqui mas espléndido, fascinador, y subyugador que en ninguna otra ocasién, y logra con su tra- bajo despertar por igual odios y simpatias, ya que pinta al des- nudo la crueldad, la injusticia, la inhumanidad de los métodos que el régimen espafiol esta sos- teniendo en Cuba. “Vosotros, los varones fuer- tes, los hombres de la legalidad y de la patria, la palabra encar- nada del pueblo, la representa- cién severa de ia opinién y del pais, gemid vuestra vergiienza, postraos de hinojos, lavad la mancha que oscurece vuestra frente, y crece, y se extiende, y os cubrir4 el rostro y os des- garraraé y os envenenara el co- raz6n.” ‘Asi habla Marti a los es- Pafioles, comenzande a descri- birles el horror del presidio po- litico cubano. Y asi los exhor- ta, en tremendas admoniciones incendiarias, a cambiar de acti- tud: ante un pueblo sacrificado y torturado: “Volved, volved por vuestra honra: arrancad los gri- Ilos a ios ancianos, a los idiotas, a los nifios; arrancad el palo al miserable apaleador; arrancad nuestra vergiienza al que se em- briaga insensato en brazos de la nos que ni al golpe de] laétigo ni a del insulte, ni al rumor 1h, Geet ee ae ee es i te, ‘is tl ee a. et ee he ee se) et te ec as ee. ee a. es ae ‘et ee Oe ee oe. Ce Oe ee ee a, ek ee ee, ie ee, | a fet ee ee tee et oe ee tk et ak. ee ee a | Oe ee. feed ee) heed eS Se ee er S ee a a ee ee a a - a eee. le