Diario las Américas Newspaper, December 2, 1956, Page 21

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Esta venerada figura de las ciencias cubanas, a quien tanto le deben los estudios de Historia Natural, aparece hoy, después de mas de siglo y medio de su na- cimiento, como el Linneo de Cu- ba, por cuyos esfuerzos y traba- jos ha gozado la mayor de las Antillas, y por ende la cultura eientifica latinoamericana, de indudable prestigio. Seguin su bidégrafo, el Dr. Luis F. LeRoy, a Poey corresponde la gloria de haber dotado a la Uni- versidad de La Habana, desde 1842, de su primera catedra de Zoologia y Anatomia Comparada. A partir de esa fecha, hasta el ano. 1880, fue Poey el] unico pro- fesor con que contd la bicente- naria universidad de La Habana Ls = (ditinentat— FELIPE POEY (1799-1891) para la explicacién de tan im- portantes asignaturas. Este pe- riodo, que corresponde a su ma- durez intelectual, fue el mas fe- cundo de su vida. Entre 1851 y 1859 aparecieron los Tomos I y II de sus “Memorias sobre la His- toria Natural de la Isla de Cu- ba”, y entre 1865 y 1868 los. To- mos I y II de su “Repertorio Fi- sico-Natural de la Isla de Cuba”. A esa época corresponde tam- bién su celebrada “Ictiologia Cu- bana”, obra que merecio, en 1883 la medalla de pro de la Exposi- cién Universal de Amsterdam. El Curso de Zoologia publica- do por Poey en 1843 es una jo- ya bibliografica, que se conserva en la Biblioteca de la Universi- dad de La Habana. Los trabajos cientificés de Poey han sido citados elogiosa- mente por sabios del calibre de Cuvier y Valenciennes. Poey co- nocié y_ trato personalmente al primero de ellos, quien dedicé expresiones de reconocimiento a los estudios del cubano en su Historia Natural de los Peces. En 1832 publicéd Poey, estando en Paris, su “Centurie de Lepi- dopteres de I’lle de Cuba”. Des- de estos anos cultivd la amistad personal de cientificos como Aga- ssiz, Gundlach, Pfeiffer, Peters y Chevrolat. Fue socio fundador de la “So- cieté Entomologique de France” (1832) y pertenecio'a sociedades cientificas de Madrid, Berlin, Londres, Filadelfia y Boston. Patio del edificio de Ja Facultad memoria de Poey. En 1873 fue Decano de la Fa- cultad de Ciencias de la Univer- sidad de La Habana, cargo que ocupo luego en 1880. En sus anos mozos, como se- fala el bidgrafo LeRoy, cultivo Poey las letras. Vale indicar que nuestro sabio habia sido forma- do para el Derecho y la Jurispru- dencia, y no para las ciencias. Siendo bastante joven reconocidéd cual era su verdadera inclina- cién, y para fortuna de las Cien- cias entregé a éstas lo mejor de sus energias. Habia nacido en 1799, el mismo afo en que ponia su planta en América el sabio Alejandro de Humboldt, y mu- rid lleno de anos el 28 de enero de 1891, aniversario del naci- de Ciencias, y busto erigido en miento del Apdstol de la Inde- pendencia cubana, El 5 de junio de 1907 se trasladaron sus restos a la Universidad de La Habana, donde reposan en una urna de marmol en la Escuela de Cien- A su empeno como maestro se debe Ja formacién de otro gran- de de las ciencias antillanas, don Carlos de la Torre, el destacado malaedlogo de fama _ universal. En la inscripeion colocada so- bre el pedestal del busto erigi- do en su memoria, se lee lo si- guiente: TANTO NOMINI NU- LLUM PAR ELOGIUM, que tra- ducido libremente diria: Es tan grande su nombre que no hay elogio para él. EL FOLKLORE AUTOCTONO ECUATORIANO Por Wigherto Duenas ESPECIAL PARA EL DIARIO LAS AMERICAS) E] aumento de abacerias y de improvisados puestos de venta en el pueblo, anunciaba la cer- cania de “LOS FINADOS”, fies- ta de los muertos, el 2 de no- viembre. Enormes cantidades de*pan es- pecial, de vino de “raspadura” funtos estaba en preparacion. Las atmas esperaban ansiosas la (panela) y espermas de todo ta- mano se exhibian en estos luga- res. Mientras los “magnates” de figuracién buscaban flores, arre- glaban “coronas” (ofrendas flo- rales), retratos de sus fallecidos y Misas especiales; numerosos grupos de indios recorrian el pueblo, proveyéndose del pan de “finados”’, del vino y de las es- permas. El banquete sagrado de los di- “ofrenda” indigena, preparada cada ano por sus dewidos, sobre Ja tumba humilde, ante una tos- ca cruz de madera, un pedazo de piedra rustica o una sefal cualquiera que identifique el lu- gar del sepulcro. El pan de “finados”, elaborado para los indios era especial. De trigo y agua tiene un espacio vacio entre la masa misma y la corteza’ como si dijéramos. Era un pan hueco, masacote, insipi- do y moreno. Se lo elabora de esta manera para que los indios, después del banquete de las almas, crean que efectivamente los espiritus baja- ron de la eternidad y devoraron una parte del misterioso pan de trigo. El vino hecho con agua y aguardiente de cafia, se vendia por litros y es otro de los requi- sitos indispensables del banque- te macabro. Una esperma (una cera o Ci- rio), en*la mayoria de los casos, amarilla o de un blanco verdoso, servia también para iluminar la misteriosa mesa de los Finados. En las chozas indigenas habia inusitada actividad. Las indias habian guardado todo el ano los cuyes mas gordos (conejillos de Seguridad para Sus Ahorros.. . 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Pre- parados con agua hervida, los asaban atados en palos puntia- gudos sobre una llamarada for- midable. Estos eran los “cuyes” para los difuntos. Seguin haya si- do mayor o menor el carifio que tuvieron a la persona muerta, era hoy la solicitud y cuidado en escoger la “ofrenda” para el mis- terioso banguete. XXXXXXXX Y llegaba el Dia de los Fina- dos (2 de Noviembre). Las ca- Iles del pueblo, desde Ja vispera se inundaban de gente, indios que habian bajado de sus chozas en numerososos grupos, vestidos con lo mejor de sus “posturas’”, Ilevando en una “macana” la ofrenda para las almas que, des- pués de un afio de ayuno, te- nian hambre atrasada. Algunos indios, seguin la cos- tumbre de su respectivo caserio, acudian a poner la ofrenda en la vispera de Finados, otros en la noche, y por fin, el resto, el mis- mo dos de Noviembre a medio- dia. Los que colocan sus ofrendas en la noche son campesinos o “chagras” que a pesar de guar- dar la tradicién india heredada de alguno de sus antepasados, sin embargo estaban entrando en la civilizaci6n y procuraban ocul- tar estos misteriosos ritos a los ojos de sus amistades. Las ofrendas que se efectuaban el dia de Finados en el Cemen- terio, eran exlusivamente indige- mas y disponian de todo el ri- tual del caso. Desde muy por la mafiana los indios iban tomando posesién de las tumbas de sus muertos. Una vez identificado el sepulcro en plena tierra, exten- dian una manta (cacana) en el suelo, junto a ella, en la misma tierra hacian un hueco ovalado de 10 centimetros de profundi- dad y con dos pedazos de “teja” formaban un soporte para el ci- rie amarillento. En la manta dis- tribuian el pan de tal manera que las almas puedan escoger el que mas les antoje. Junto al pan estaban los “cuyes” asados mien: tras cebaban el hueco kecho en el suelo con el vino especial. Los indios, en orden de edad, rodeando Ja ofrenda, permane- cian melancélicos, sumidos en un misterioso secretismo. Las al- mas habian bajado de) mds all& y estaban dandose el banquete anual que les ofrecian sus deu- dos. Mientras la tierra absorbia el vino en el hueco hecho, el in- dio Jefe de la familia seguia co- locando mas con un “pilche”. En medio de ese solemne si- lencio, el Jefe del grupo hacia un misterioso llamamiento a las almas. Al mirar que el vino de- Saparecia en el suelo se conven- cian que las almas saciaban su inmensa sed, después de un ano de ayuno. Brindando por cada uno de los parientes fallecidos iban colocando mas y mas vino en e] agujero hecho junto a la ofrenda. Nadie hablaba en esos solemnes momentos en que el espiritu de los antepasados esta- ba dedicado a engullir las mas variadas viandas indigenas colo- cadas sobre la macana. El ban- quete misterioso y ftinebre du- raba a veces unas tres horas. Nos parecia ver que los espft- ritus, bajando de la altura mis- teriosa de ultratumba, tomaban asiento junto a los vivos, remo- vian los alimentos, se inclinaban a beber su vino especial y se acurrucaban junto al cirio ama- rillo como tratando de calentar- se del frio del sepulecro que he- laba mas sus huesos carcomidos. Terminado el macabro banque- te, el indio que hacia de maes- tro de ceremonias abria un pan y constataba que los difuntos habian devorado parte de la ofrenda. Lo mismo hacia con los “cuyes” asados que eran deteni- damente examinados por los pre- sentes. Cuando las almas levantaban nuevamente el] vuelo hacia la al- tura, los indios se repartian las sobras y en medio de risotadas y conversaciones, participaban de la comida misteriosa que habian brindado a sus muertos. En una ocasi6n, recuerdo que mientras se repartian las sobras de Ja ofrenda, umo de los indios cay6 fulminado por un ataque cerebral. Los indios tomaron al nuevo fallecido y tendiéndole en medio del grupo le ofrecieron el pan y las carnes que unos mo- mentos antes habia participado con ellos cuando vivo. Hoy ha- bia preferido seguir el banquete con los espiritus y alli estaba apenas fallecido jumto a la tre- menda ofrenda, mientras la mu- jer, con su mondétono canto con- taba las virtudes de su marido, caido en esos momenos por la vo- luntad de los altos espiritus. Quito, Nov. 28, 1956. Pagina 9

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