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ym +4 La televisién ha invadido los hogares modernos. Vuesiro- Mensa je LA TELEVISION Y EL HOGAR Como mensajera del adelanto y el bienesta, merece cordial bien- venida en todas partes. Sin embargo, vale medir los efec- tos de esta ingeniosa invencién cuando la colocamos en el altar mayor de nuestros hogares y le rendimos culto exagerado. La influencia que la televisién ejerce en el Gnimo de los nifios es extraordinaria. Conviene, por lo tanto, acep- tar los méritos de estos populares artefactos sin dejar de ‘reconocer los peligros que entrafia su empleo desmedido. Hay hogares donde el nifio recibe el martilleo constan- te de ciertos programas totalmente inadecuados para su edad. Otras veces el dafio no se deriva del programa en si, que puede ser ameno y educativo, sino en el poder hip- notico, por asi decir, que ejerce la pantalla televisora en los pequefnos. Buen numero de muchachos Ilega a sentirse tan atraido por la magia de la televisi6n que abandonan su aseo perso- nal, sus lecturas, sus juegos y ejercicios y prefieren matar las horas frente al rectangulo luminoso que tanto los en- tretiene. En estos casos la televisién es como una droga que debe suprimirse. El mundo de la realidad, en el cual ac- tuamos y nos movemos, no es el mismo que aparece en los programas televisados. Es bueno, pues, que la television Ilegque al hogar, especialmente paar.los menores, en una dosis bien administrada, que sin adormecerlos ni enviciarlos, sirva de oportuno y provechoso estimulo a sus mentes in- fantiles. ERA ADADDAAADAAD AAAS AI III ASA SASS ASS SASS SESSA SSE SSA AA AM SOMBREROS GUARDARROPAS } ; Por JULIO CAMBA ' De todos los argumentos que suelen aducirse en pro del “sin- sombrerismo”, el mas convincen- te, sin duda alguna, es el de lo earos que estan poniéndose los sombreros. Ya sé que hay som- breros hasta de quince pesetas, pero, en’cambio, no hay guarda- rropa donde se puedan depositar nunca menos de dos reales y, dos reales que dejamos ahora por el sombrero en este “resta- urant”, otros dos que dejamos Tuego en aquel hotel, una peseta en el cine o en el teatro y una mas en cualquier otra parte a donde se nos ocurra ir, nos ha- cen enseguida muy cerca del duro. Supongamos, sin embar- go que, en fuerza de habilidad y buena administracién, logramos cubrir con sélo medio duro nues- tra jornada sombreril y resulta- ria que ningin sombrero nos sal- dria jamds por menos de seten- ta y cinco pesetas mensuales, lo que, al cabo de un ano — térmi- no medio de la vida, que segun las ultimas estadisticas suelen alcanzar los sombreros europeos, — arrojara un total de nove- cientas pesetas. Ahora bien, ,con qué autoridad puede el hombre que invierte novecientas pesetas en un sombrero suyo ponerle reparos u objeciones al precio de-los de su mujer? Por mi parte, yo estoy siem- pre dispuesto a pagar lo que sea de justicia por un sombre- ro que me haga falta, pero, pa- garselo a un sombrerero, y no, por ejemplo, al dueno de una casa de comidas. Al dueno de la Pdgina 2 casa de comidas Je pago la chu- leta que me tomo, el vino que me bebo y la manteleria que uso Le pago, en fin, por el lo- eal, por el servicio, por la luz, por la vajilla, por la calefaccién, ete., pero, zen virtud de qué re- gla de tres he de pagarle tam- bién tanto o cuanto por un som- brere que es mio y en cuya con- feccién ni él ni ninguno de sus empleados ha intervenido para nada? ;Qué le afaden a mi som- brero en la casa de comidas, va- mos a ver? A veces, es cierto, le rocian con un poco de sopa de fideos o le echan encima unos restos de mayonesa, pero ésto sélo puede ser interpretado co- mo un alarde de propaganda comercial. y no creo que deba correr nunca a cargo de) clien- te. “Ee Se me diraé que seria suma- mente incorrecto e] estar con el sombrero puesto en un “resta- urant” y, aunque ‘en ciertos' pai- ses no se concibe mayor inco- rreccién que la de descubrirse en ptblico —-la vieja Turquia era uno de ellos — yo reconoz- co que nosotros debemos ate- nernos a nuestras normas y no a las ajenas. Lo malo, desgracia- damente, es que estas normas se estan poniendo por las nubes y que, aunque todavia hay muchos hombres que pueden comprarse un sombrero de vez en cuando; son muy pocos los que po- seen la fortuna necesaria para quitarselo en todas las ocasiones debidas. ... Nueva Orleans es N amigo mio que conoce muy bien los Estados Unidos me habia dicho hace tiempo: —En este pais no hay mas que dos ciudades -que me- rezcan el titulo de tales: Nueva Orleans y San Francisco. Todo lo demas, son aglomeraciones ab- surdas sin el menor sentido ur- banistico, una mezcla de “esta- cién de servicio” y “sacramen- tal”, con gotas de “barraca de feria”. {Ya lo ira usted compro- bando! Aunque la definicién es éxa- gerada, suelo recordarla siempre que descubro una. ciudad norte- americana para mi desconocida. La iluminacion cegadora que se percibe a lo lejos y que luego no alumbra mas que ‘anuncios mil veces vistos, me produce el mismo efecto desilusionante que se experimenta en las desiertas carreteras espafiolas cuando des- pués de haber divisado um con- junto blanco, rojo y luminoso, que suponemos un gran hotel, una feria o una verbena, nos en- contramos con que no es mas que un puesto de gasolina y acei- te instalade a la moderna. En cuanto a los barrios resi- denciales, tan repetidos en todas las ciudades: americanas, con ca- sitas idénticas y preciosos jardi- nes sin tapias, en los que nunca se ve un alma (la gente aqui se pasa la vida en el coche, en la dficina y en Ja cocina, no hay uda de que recuerdan las sa- cramentales de lujo. UNA CIUDAD DE VERDAD a Y, en efecto, no hay mas que poner el pie en Nueva Orleans, para darse cuenta de que — al igual que San Francisco — es una ciudad, una verdadera ciu- dad en-el sentido que nosotros ‘damos a esta palabra. Tiene ba- rrios completamente distintos los unos a los otros, calles estrellas, casas antiguas con balconajes de hierro, y sobre todo un ambien- te, un perfume especial, un algo indefinible, en virtud del cual el viajero se da cuenta de que vale la pena haber. hecho el. viaje. Los americanos estan conven- cidos de que Nueva Orleans es una ciudad absolutamente fran- . cesa, Por eso les gusta tanto. No se dan cuenta — o no quieren darsela — de que aqui hay tan- to espafiol como francés. Sin contar com que los espa- fioles fueron .quienes descubrie- ron la desembocadura del Missi- una Ciudad Francesa Construida por Espanoles Por JOSEFINA CARABIAS ssippi y los primeros que explo- taron el rio, mucho antes de que los franceses hicieran su apa- ricién en estas tierras, hay que tener también en cuenta que Francia le cedié la Lousiana a Espafia en 1768 y que los es- panoles, por tanto, ocuparon y gobernaron todo el pais hasta que, cuarenta anos mas tarde, en 1803, Francia recuperé sus an- tiguos derechos, a fin de po- der vender inmediatamente la Louisiana a Norteamérica. Fue Napoleén quien realizé la venta o mas bien ‘el regalo, ya que por 23 millones de délares entregé a la naciente Republica norteamericana un imperio fa- bulosamente grande (la Louisia- na llegaba entonces hasta la fron- tera del Canada) mas la ciudad de Nueva Orleans, que era una perla cultivada por los espafio- les. i FIEBRE ARQUITECTONICA Los cuarenta aos de domina- cién espanola Jucieron mucho. Eran. los afios de Carlos III, jus- tamente el momento en que a nuestros antepasados les dio por construir sus mas bellos edifi- cios y por modernizar las ciuda- des Florecian los arquitectos muchos de los cuales preferian venir a desarrollar su genio en las tierras americanas. Eran los tiempos del Museo. del Prado, del Palacio Real de Madrid, de la Puerta de Alcala. . La fiebre arquitectoénica espafio- Ja se extendié a sus pro- vincias de Ultramar, a sus “in- dias”. Los mejores edificios de Nueva Orleans, su sentido urba- nistico, datan de aquella fecha. Incluso el llamado “mercado francés”, que es lo ma tipico de la ciudad, fue construido por los espanoles. ~ En la catedral hay una tum- ba. que dice “Aqui yace don An- drés Almonaster y Roxas, -natu- ral de Mairena (Reino de Anda- lucia). Fallecié en esta ciudad de la Nueva Orleans, el 26 de abril de 1798, a los sesenta y tres afios de edad”. . Hizo muy bien en ‘morirse en tal fecha el sefior Almonaster. De haber vivide cinco afios. mas se hubiera muerto del disgusto que sin’ duda le hubiera produ- cido ver cme los franceses ven- dian a los norteamericanos, a bajisimo precio todo lo que él hizo construir en Nueva Orleans durante cuarenta fecundos ajios. Al esfuerzo y tenacidad de don Francisco Almonaster se deben | 1cO la Louisiana ne Ja mayor parte de los grandes edificios que dan tono a la ciu- dad, La catedral, Hamada francesa y puesta bajo_la advocacién de San Luis rey de Francia, no era mas que una vulgar parroquia cuando entraron en Nueva Or- leans los espafoles. Destruida por el fuego de 1788, Espafia la reconstruy6' en forma de cate- dral. Sa fecha de inauguracion —1794 — no puede ser mas elo- euente. Los que siguen Haman- dola “french cathedral’, no se dan cuenta de que en esa época Francia estaba haciendo su gran revolucién, que no consistia pre- cisamente en construir catedra- les. : EL CABILDO Junto a Ja catedral esta el ca- bildo, uno de los pocos edificios a los que aqui acceden a llamar espanoles. Es el principal palacio de Nueva Orleans, muy bien conservado y dedicado a Museo. . de Francia: Todo alli dentro re- cuerda a Napolén y sus tiempos, desde los trajes que se exhiben, estilo “emperatriz Josefina”, has- ta un grabado que representa el sitio de Zaragoza visto desde el lado francés, y en el que se ex- plica cé6mo aquel pueblo “fana- tizado por Jos curas se obstiné en una resistencia absurda”’, y que si el comandante en jefe de las tropas sitiadoras, general La- nnes, no tomé la plaza mas de prisa, fue porque albergaba la esperanza de convencer por las buenas a los zaragozanos y aho- rrar el derramamiento de su Sangre, ¢osa que, “desgraciada- mente”, no pudo evitarse”. Como ye me extrafiara de que .en el cabildo hubiera tantos re- cuerdos franceses y tan pocos es+ pafoles — a pesar de ser Espa- fia quien lo construyé y quien le- vanté lo mejor de la ciudad ~ alguien me dijo: —Segun se baja la escalera, a mano izquierda, hay recuerdos de Espana. Son los latigos con los que, segtin dice la gente, los espafioles azotaban a los esclavos negros para hacerles trabajar. Después de comprar la Louisia- na, los norteamericanos se es- “ forzaron en conservar el sello francés y ain en acentuarlo. To- das las calles siguen ostentane do sus nombres franceses, Bour- bon: Royal, el Veux Catré, Chau- tres. . . De_los espafioles sélo se conserva una palabra: “Cala- bozo”. ; LA COSTA DEL PERU La costa del Peri — llamada por los conquistadores espafioles la “regién de los llanos” — es una angosta faja de tierra, espe-, mar y cie de escalén entre el Ja cordillera, de 1800 kilémetros de largo. Constituida por sedi- mentaciones milenarias, sus te- rrenos son de excepcional fecum- - didad. Rica pero sedienta, donde hay agua hay cultivo en abun- dancia que contrasta con la ari- dez de sus tablazos y desiertos. La contraposicién de las pampas arenosas, de esterilidad agobia- dora, con los oasis o vegas de vegetacién subtropical, perpen- .diculares al mar, cubiertos de lino,' de cafia de azicar o de algodonales y sombreada por sauces, algarrobos, palmeras y platanos; el clima caluroso 0 tem- plado, sim aleanzar nunca frios excesivos; la ausencia de tempes- tades y aguaceros son sus rasgos principales. El toldo de niebla que cubre el cielo la mitad del aio le imprimen fisonomia par- ticular. HEMISFERIO La costa peruana produce ca- si la totalidad del algodén y el azucar de ese pais — el primero ocupa en el Peri unas 160.000 Los Bisontes Allé por los alrededores de 1870 los bisontes _ americaros eran tantos que llegaban a de- tener los trenes cuando, al emi- grar hacia el sur, en otofio, se atravesaban en las vias. Se esti- maba que habia en Norteaméri- ca unos 60 millones de bison- > tes en aquella época. Pero, las cuadrillas de varios centenares de tiradores, con impedimentas de mas de mil carros, salieron a matar los bisontes, tinicamen- te para quitarles la piel. No les Hamaban cazadores, pues en rea- Jidad no lo eran, sino “skiner” o sea, “pieleros” o “despelleja- dores” en puro criollo. A veces aprovechaban las lenguas y algu- hectéreas y el segundo unas 55. ° - 000, de las. cuales estan en la coe ta su casi totalidad. nos pedazos selectos, para fabri- car “pemmican”, pero casi siem- pre se llevaban solamente Ja piel, En menos de cuatro’ afios.Jos bi- sontes del Sur de la linea férrea quedaron extinguidos, Las pie- les se llegaron a pagar a un do- ' lar cada uma y las operaciones . comerciales erar ‘enormes, de centenares de miles de pieles, Ya en 1883, sdlo se cazaba ale’ ’ las pieles se; vendieron hasta a 700 délares ca- © da una. Cuando-los bisontes in-° vadian las inmensas llanuras ni... siquiera los lobos o los osos sé — guno que otro y atrevian a atacarlos, porque ja mas hubo manadas pequenas. DOMINGO 23 DE SEPTIEMBRE DE 1956 '