Diario las Américas Newspaper, September 9, 1956, Page 15

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H ¥ i; i EVABA mucho esa ma- fiana de febrero, cuando fui a la sala de oficiales de la base aérea de Hud- son, a unos kiloémetros al norte de Londres. En esa época era yo el jefe de la escuadrilla 464 de la Aus- tralian Royal Air Force, que for- maba parte de la Segunda Fuer- za Aérea Tactica estacionada en Inglaterra, con misién de hos- tigar a los alemanes en su pro- pio pais, asi como en las diver- sas regiones de la Europa ocu- pada. Pronto iba a amanecer. De- tras del campo de aterrizaje, los arboles desnudos parecian es- pectros envueltos .en nieve, es- tremeciéndose agitados por el viento, el mismo viento que des- hilachaba las nubes sobre los tejados de los cobertizos. Miraba estas nubes que ape- nas se distinguian en la luz pa- lida del amanecer, y lo que vi no me agradé nada. El “‘techo” no excedia de essenta metros, y la visibilidad estaba reducida a ce- fo. Y se trataba quizds de la mi- sién mas dificil que se hubiese jamas confiado a los jévenes ex- pertos en bombardeos, que pilo- teaban los cazas - bombarderos Mosquitos de la Segunda Fuerza Aérea Tactica. Era una opera- cion rodeada de un secreto mas riguroso atin que de costumbre, y no sin razon. Si la noticia atra- vesaba el canal, todo el plan quedaria aniquilado, pues los na- zis no tenian que hacer mas que adelantar la hora de las ejecu- ciones. Estaba yo al corriente de los detalles, pues en calidad ‘de ayu- dante del jefe del primer grupo, el capitan P. Pickard habia pasado casi todo el dia anterior preparando los detalles de la operacién. Pero los otros jdéve- nes pilotos reunidos en la sala de operaciones, durante esta ma- fiana fria y nubosa, no sabia aun nada. Impedir los fusilamiento Se les habia dicho tnicamen- te que se preparaba un gran gol- pe. Su instinto se lo decia, desde luego; y también el que no fue- sen muchos: sélo treinta y ocho, comprendidos el jefe del grupo y yo; asi como el hecho de que cada hombre hubiera sido espe- eialmente seleccionado. Habia hombres de mi escua- drilla 464, otros de una escua- drilla neozelandesa, unos que pertenecian a la R.A.F. brita- nica y canadienses y escoceses; todos con ese aspecto de juven- tud, dura y rica de experien-" cias que forma la guerra; jéve- Nes con ojos de civiles, pero con la astucia de viejos guerreros. Unos rostros curiosos se le- vantaron a mi paso cuando cru- cé la sala. Ojos tensos, impa- cientes. : Después sus miradas se volvie- ron hacia una caja grande co- , locada en la mesa del jefe de la base, bajo el mapa colgado sobre la pared. La caja tenia unos veinte centimetros de al- tura por un metro cincuenta centimetros de lado. {Qué se guardaba en ella? Pero yo no era el encargado de deciselo, pues “Pick” se en- cargaria de hacerlo por si: mis- mo, y estaba atin en el teléono, en conversacién con las autori- dades superiores que mantenian, minuto a minuto, el contacto con Tas fuerzas del “maquis” francés. Se trataba, en efecto, de una operacién emprendida a peticién expresa de las fuerzas de la. resistencia francesa, y que ha- bia que realizar en perfecta sin- cronizacién con ellas. Cuando “Pick” llegé al fin, venia acompajiado por el vice- mariscal del Aire, Basil Embry. Este mandaba entonces el Se- gundo grupo de la R.A.F., y era é1, cuando llegé el S.0.S. de la ’ Francia ocupada, quien decidié que los caza-bombarderos de la Segunda Fuerza aérea Tactica tenian probabilidades de orga- mizar una extraordinaria evasién- colectiva de un grupo de prisio- _Meros detenidos por los alema- mes. Lo que nosotros teniamos que Por el Teniente Coronel R. W. IREDALE hacer era lo siguiente: derruir los muros de una prisién a fin de que los prisioneros pudieran escaparse. Y eso lo ibamos a ha- cer desde el aire, practicando un bombardeo de gran precision, para lograr la liberacion, en el Ultimo minuto, de un grupo de jefes del “maquis” que espera- ban la hora de ser fusilados en, la prisién de Amiens. : Una batida del la Gestapo ha- bia dado lugar a la detencion de ciento ochenta y siete miem- bros del maquis. Muchos de ellos habian arriesgado varias veces la vida para ayudar a los. avia- dores a regresar a Inglaterra, dspués de haber sido derribados por los alemanes. Pero no era nsolamente con- sideraciones humanitarias o de gratitud las que habian inspira- do este plan. De los ciento ochenta y siete hombres, cinco eran los jefes mas importantes del maquis, y era indispensable que estuviesen en su puesto en el momento oportuno, ahora pre- cisamente que la marcha de la guerra en Europa comenzaba a cambiar. Esto explicaba el llamamiento desesperado lanzado por la radio de la resistencia francesa, pi- diendo que se hiciera algo. cualquier cosa. ... para ayudar a estos hombres a escapar. Pero iqué se podia hacer? Basil Embry habia encontrado la solucion y acompanaba a “Pick” que estaba de pie, con las manos puestas sobre la mis- teriosa caja. Pick era un mu- chachote aito y rubio, del York- shire, y, a los veintiséis amos era uno de los ases de la R.A.F. Hasta el publico le conocia, pues habia sido en el cine el jefe del aparato de bombardeo Welling- ton “F como Freddy”, el héroe de una notable pelicula docu- mental titulada “Target for to- night” (El objetivo de esta no- che). Los que se encontraban en la sala le conocian por otros titulos aun. Diversas hazafias descono- cidas del publico le habian hecho célebre entre ellos, como por ejemplo, el hecho de haber diri- gido la mision que, tan admira- blemente, lanzé un “comando” de paracaidistas sobre la base de radiolocalizacién ‘de Brune- val. En esa época fértil en peligro- sas aventuras, Pick habia visto, mas de una vez, como la muer- te pasaba cerca de él. En pie, de- tras de la mesa, y contemplan- do a los hombres que habia esco- gido para esta misién excepcio- _nal, estaba seguro, como muchos de nosotros, de que solo unas ho- ras nos separaban de la muerte. —He aqui lo que se encontra- ba dentro: una misién de la que se vuelve cubierto de laureles 0 no se vuelve. Sonri6 al decir ésto, como si se tratase de una broma. Pero detras de su sonrisa se veria con qué orgullo examinaba el equipo del cual era jefe. Los otros, estirando el cuello, vieron lo que alli habia: era la maqueta de un edificio de tres pisos, que tenia aproximadamen- te la forma de una cruz y que estaba rodeado de un muro alto. Se trataba de la prision de Amietis reproducida segun las fotografias aéreas y los informes facilitados por la Resistencia francesa. —Esttdienla hasta conocer to- dos los detalles de memoria — dijo Pick. Y después, lenta y tranquilamente nos explicd el plan de la misi6n. Se trataba de un proyecto pe- ligroso, increiblemente arriesga- do, y que requeria nervios de acero. Un pequeno error, la mas infima equivocaci6n, podria cau- sar la muerte no solo de los hom- bres que, en tierra, participarian para facilitar la evasidn de los prisioneros, sino también la de los detenidos que tratabamos de liberar. La hora H estaba prevista pa- ra el mediodia exactamente. En este instante, unos camiones, pintados de blanco para disimu- larse mas facilmente en la nie- DOMINGO, 9 DE SEPTIEMBRE -DE 1956. ve, esperarian en los bosques cercanos, dispuestos a llevarse hacia escondites seguros a los prisioneros que hubieran conse- guido escapar. s Pick nos explicaba todos los detalles de la maqueta. El pri- mer grupo de seis aparatos bom- bardearia los muros del recinto, para ello deberian descender mu- cho, en vuelo rasante, a ser po- sible un poco mas bajo que lus muros, que tenian una altura de seis metros, con objeto de tener la seguridad de que sus bombas no chocarian contra los muros y no caerian en el interior del patio de la carcel. La bomba —de 250 kilos— estarian provistas de espoletas de retardo, para que estallasen once segundos después de ser lanzadas. Esto daria a los avio- nes ese margen de tiempo para pasar sobre los muros antes de la explosion. Requeria una gran precision, pero era realizable. El segundo grupo atacaria exactamente dos minutos des- pués del primero, y se esforza- ria por destruir los muros del edificio. Este grupo se dividiria _en dos secciones, tres aparatos atacarian el edificio en el senti- do de su longitud. El dedo de Pick design6é un detalle de la maqueta: —He aqui donde se encuentra el cuerpo de guardia. A medio- dia, los guardianes estaran ahi almorzando. Estos tres aviones deben lanzar sus bombas exacta- mente en este lugar, para impe- dir que los vigilantes puedan oponerse a la evasién de los pri- sioneros. Deben también practi- car un agujero en el anexo de este lado del edificio, por el cual los detenidos podran escaparse. Los otros tres aparatos, cru- zandose con la linea de vuelo de los tres primeros, atacaran en Angulo recto, abriendo otra bre- cha en una de las alas de la earcel. Esta era una maniobra atrevida, que agregaba a todos los demas riesgos el de una coli- sién en pleno vuelo, a cerca de quinientos kilémetros por hora. El tercer grupo quedaria en reserva, en el aire, para el caso en que uno u otro de los otros fallase su objetivo. Con éstos se encontraria un aparato. provisto de una camara cinematografica Para sacar una pelicula de la operacion. Pick nos precisé también que él se proponia participar en el segundo grupo, y después toma- ria altura, para decidir si era necesario recurrir al tercer gru- po. Era sin duda la mejor solu- cién, pero era también la que debia conducirle a la muerte. Cuando terminé de darnos es- tas explicaciones, todos nos mi- ramos. : —jVaya una misién — dijo uno — para un dia en que los mismo pajaros caminan en lu- gar de volar! Para distribuir las distintas misiones, se echaron suertes a cara y cruz. A los neozelandeses les correspondié la tarea de abrir brecha en los muros del recinto, que tenian mas de un metro de espesor. Mi escuadri- lla de australianos recibié la mi- sion de atacar al edificio de la carcel. Pick volaria, pues, bajo mi mando durante este vuelo. No eran mas que las seis y me- dia. Durante cuatro horas aun, cuatro horas de intensa concen- tracion, estudiamos la maqueta, examinando cada detalle con atencién febril, pues uma vez en vuelo, no se podria‘ discutir de un aparato a otro. Habia una base de cazas alemanes a pocos kilémetros de la prisién, y unas baterias de la D.C.A., en la cos- ta del Paso de Calais, sobre las cuales deberiamos volar. Todo esto imponia un estricto silen- cio a la radio de los aparatos si queriamos coger a los alemanes de improviso. Todo aplazamiento es imposible Afuera seguia cayendo la nie- ve cada vez mas abundantemen- te, el viento era muy fuerte, y las aubes se espesaban a medida que avanzaba el dia. Era un tiempo para no asomar siquiera la HEMISFERIO nariz al exterior, y lo mas opues- to para una operacion de esta clase. Alguien propuso aplazar la operacion, entonces Pick y Ba- sil Embry se pusieron en contac- to por teléfono con sus jefes. Pick regresé diciendo que todo aplazamiento era imposible. Los franceses decian que, por su par- te, todo estaba preparado. Los prisioneros estaban en alerta; y los camiones habian salido ya para situarse en el lugar indi- cado. Unos minutos antes de las on- ce nos elevamos en pleno tor- bellino de nieve y de viento. Cada aparato llevaba 4 bom- bas. Volamos sobre el territorio inglés a sdlo cien metros de al- tura, pero el tiempo estaba tan cerrado que no distinguiamos ni el suelo, ni los aparatos que nos rodeaban. Mi segundo, John Mc- Call, un canadiense de Montreal y yo, teniamos la impresion de encontrarnos aislados en un pe- queno mundo aparte. un mua- do de nieve y de viento. Inmediatamente después de franquear la costa, el tiempo, milagrosamente, se aclaré. De- jamos detras de nosotros la tempestad de nieve y nos en- contramos con un cielo sereno sobre el mar, como si la suerte hubiera querido, de pronto, po- nerse de nuestra parte. Conse- guimos, por primera vez desde nuestra salida, disponernos en formacién, y vimos los veinticua- tro cazas “Typhons” que nos da- ban escolta. A ras de las olas, volabamos a quinientos kilémetros por ho- ra hacia Francia. Manteniamos una altura de seis metros cuan- do llegamos sobre la costa de Francia y casi rozamos la cima de los arboles cuando iniciamos un cambio de direccion, para evitar la D.C.A. que nos caiio- neaba. El punto en el que debiamos cambiar de rumbo habia sido cuidadosamente situado, y sobre él, unos tras otros, variamos la direccién. Se trataba de un lu- gar a unos ciento veinte kiléme- tros al norte de Paris, alli don- de la carretera principal de Al- bert a Amiens (la nacional 29) pasa delante de la prisién. Esta carretera, una larga cinta cu- bierta de nieve, nos serviria de principal referencia. En un instante todo esta reall- zado. La hora H era mediodia. A pesar de las condiciones atmos- féricas deplorables, llegamos a la prisién con s6lo catorce se- gundos de retraso. El primer grupo de Mosquitos se lanz6 contra los muros exte- riores. Su vientre casi rozaba el suelo alrededor de la _ carcel cuando lanzaron sus bombas; después se encabritaron sobre la cola franqueando el muro y ele- vandose verticalmente, para evi- tar los edificios de la prisién que se alzaban ante ellos, pasaron a menos de un metro de los te- chos’ cubiertos de nieve. Hice virar a mi escuadrilla pa- ra situarnos exactamente sobre la carretera nacional. El jefe de escuadrilla MacRichtié y los otros dos aparatos que debian atacar en Angulo recto se aleja- ron y describieron una ancha curva sobre los campos nevados,: para colocarse perpendicular- mente a nuestra trayectoria. Pero no tuve tiempo de obser- varles, pues me lancé con mi aparato hacia la prisién. La ca- rretera era una referencia ma- ravillosa. Bajo el palido sol in- vernal de mediodia, las sombras de nuestros aparatos se desliza- ban sobre el suelo, puesto que volabamos en vuelo rasante. Sélo sufrimos el fuego de unas piezas ligeras de D.C.A. Una car- cel, después de todo, no es nor- malmente un objetivo militar que necesita un importante: sis- tema de defensa, pero a menos de seis kilémetros de alli, se encontraban dos escuadrillas de FW-109 alemanas; sin duda es- taban ya en alerta y los pilotos ocupaban ,sus puestos, mientras Yo he Vivido la Operacion “Jericé™ que los motores se ponian en marcha. Una nube de humo y de polvo se elevaba de la prisioén después del lanzamiento de las primeras bombas. Nos era imposible ver si la primera ola habia logrado su objetivo. Pero no debia preocuparme por eso, puesto que tenia una mision precisa. El muro de la earcel aparece delante de mi, y to franqueo de un salto, detras me seguia Pick. Habiamos calculado perfecta- mente el golpe. Distinguia los edificios en forma de cruz a tra- vés del humo y del polvo que se elevaba de los escombros. Piqué sobre el alojamiento de los guar- dianes, y lancé mis bombas de manera que le alcanzasen de lle- no, e inmediatamente inicié una subida vertical. Todo esto no duré mi&s que un instante; los techos de Ia car- cel pasaron a ras del vientre de mi aparato mientras me elevaba. El edificio en el que se encontra ban los alemanes parecié estre- mecerse antes de desintegrar- se. Supe después que en momen- to en que lancé mis bombas, cin- cuenta y cuatro alemanes esta- ban almorzando. No hubo ni ‘un solo sobreviviente. Encima de mi, el primer grupo de Mosquitos emprendia ya la vuelta hacia Inglaterra. El ter- cer grupo describia circulos al- rededor de la prisién dispuesto a intervenir. Los FW alemanes les hostigaban ya, esforzandose por penetrar a través de la pan- talla protectora de los Tifones, El combate era violento. EL HEROISMO DE PICK Estaba ya sobre el camino de Tegreso, mientras Pick, permane- cia como se habia previsto, tra- tando de aprecir el éxito del ata- que, para decidir si era preciso © no que interviniera el tercer grupo. Decidié que ésto era inutil y dio la sefial de vuelta. En ésto uno de los aparatos del tercer grupo fue alcanzado y cayé en- vuelto en una nube de humo, Mientras tanto el aparato en- eargado de tomar la pelicula de la operacién, escoltado por dos Tifones, describia circulos sobre su objetivo. Una vez en Inglaterra, los miembros de la tripulacién me contaron que cuando el humo se disip6, vieron a minusculas si- luetas correr como si se tratase de conejos a través del patio ne- vado de la prisién, precipitan- dose hacia las brechas abiertas por los neozelandeses en los mu- ros del recinto. . . y de alli si- guieron hasta los bosques cerca- nos donde les esperaban los ca- miones. Desde el avidn con la cdma- ra fotografica regresé a Inglate- tra, mientras Pick continuaba volando sobre la prisién para ob- servar los resultados. En su afan de asegurarse per- sonalmente de los efectos de es- te ataque sin precedentes, o qui- zas en su deseo de ver si los aviadores del Mosquito que fue derribado habian logrado salvar- se, Pick se retrasé6 exagerada- mente. Dos FW-109, que no ha- bian tenido tiempo aun de reco- ger su tren de aterrizaje, sur- gieron a su espalda cuando él describia una ultima vuelta. ‘ En el momento en que Pick fue derribado, nosotros estaba- mos ya de regreso envueltos de nuevo en la tempestad de nieve... Los distintos aparatos perdimos el contacto entre nosotros y ate- rrizamos en diversos campos. De los 19 Mosquitos que habian par- ticipado en la operacién, el mio fue el unico que logré aterrizar en el terreno de Hudson. La operacién se liquidé con la pérdida de dos Mosquitos (com- prendido el de Pick) y de dos Tifones. Pero las fotografias de- mostraron que se habia logrado el resultado previsto, Tres horas después, un mensa- je nos llegé, por via Londres, de la Francia ocupada, en él se nos informaba que cerca de cien patriotas franceses se ha- bian evadido, escapando asi al pelotén de ejecucién que les es- peraba. 3» Pagina 3

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