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PRIMAVERA EN F Mi primer viaje al extranjero Jo realicé hace tantos afos que ya no quiero ni acordarme de ellos, pero fué un maravilloso e jnolvidable paseo por Europa. Desde entonces, he visitado to- dos los continentes y Ja mayoria de los paises del mundo. He re- eorrido, boquiabierta, los baza- res del Medio Oriente, los tem- plos del Extremo Oriente y los desiertos y selvas del Africa. Pe- ro si tuviera que hacer nueva- mente ese primer viaje, 0 supie- ra que mi proxima jornada sera la ultima, volveria a elegir Eu- ropa sin la menor vacilacién. Tengo muchas razones para ello: algunas son simplemente de orden practico, otras de ca- racter sentimental y otras mas puramente personales. Pero con Jos afios que mi esposo y yo he- mos vagado por el mundo, al servicio de la National Geogra- phic Magazine, he llegado a con- vertirme en viajera profesional © turista profesional, si prefe- ris el término— y creo saber lo que Ja mayoria de la gente es- pera encontrar cuando se decide @ abandonar su terrufo. Y Eu- ropa les ofrece todo cuanto pue- den desear en mayor variedad e intnesidad que cualquier otra region del mundo. En ninguna parte tendréis la sensacion de éxtasis arrobador que produce la magnifica cate- dral de Chartres cuando se la di- visa por vez primera, 0 se con- templa la encantadera campina inglesa, 0 se siente la cdlida aco- gida de sus posadas, se admira el imponente Matterhorn desde HIN—-BURG GU" Jas calles empedradas de_ Ser- matt, o se observan los rutilan- tes juegos de aguas de las fuen- tes de Madrid 0 de Roma. En ninguna otra parte encontraréis los tesoros celosamente guarda- dos en el Louvre. el Prado o el Vaticano. Y, ;dénde, si no es en Europa, encontraréis las frescas sabanas de lino, el abultado a la par que ligerisimo cobertor de plumas, y las rosadas mejillas de Ja mucama hasta en el més di- minuto hotel?. Mas es posible que para el tu- rista resulte sobre todo intere- sante viajar por una region don- de se siente bienvenido, donde se reconoce en todo lo que vale la importancia que tiene para Ja economia local y existen impor- tantes dependencias guberna- mentales que se preocupan ex- clusivamente por su bienestar, y donde se hace todo lo posible para que pueda comer, alojarse y divertirse a su gusto. Rotary es responsable hasta cierto punto, de que ese mi pri- mer viaje lo realizara a Europa. En efecto, mi padre era rotario y recibia todos los meses “The Rotarian”; ahi fué que encontré una lista de hijos de rotarios europeos que querian establecer correspondencia con muchachos norteamericanos. Escribi a va- rios de ellos y asi llegué a tra- bar amistad con unos seis ado- lescentes que vivian en otros tantos paises. ‘Por consiguiente, cuando, poco de que estallara Ja Segunda Guerra Mundial, una tia mia muy generosa mé obse- , quié con un chequep or 1,000 délares indicandome que los in- virtiera en un viaje al exterior, quise conocer personalmente a esos amigos europeos y fué ha- eia Europa que me dirigi. Recuerdo especialmente a Pim y Kess van'der Ham. Cuando Ile- gué a Amsterdam, me recibie- ron juntamente con otros seis estudiantes de la Universidad de Delft. Pasé con ellos un delicio- so fin de semana admirando los cuadros de Rembrandt en el Ryks Museum, embelesada con la musica de la mundialmente famosa orquesta Concertge- bouw, saboreando picosos man- jares indonesio y cantando a voz en cuello, al son de una ban- da de musica y con un vaso de cerveza en la mano, en acogedo- ras y humosas. tabernas. Al separarme de ellos me sen- tia casi como entre los mios porque habia descubierto que los europeos se asemejaban mu- cho a mi propia gente. Una decena de viajes realiza- dos ulteriormente no han hecho sino confirmar esa primera im- presién. Cuando mi esposo y yo nos encontramos repasando nuestros recuerdos favoritos, nuestros pensamientos termi: nan, generalmente, por detener- se en Europa. Esos recuerdos son legion, y a veces se refieren a cosas com- pletamente triviales como las distribuidoras automaticas que existen en profusion en las ca- lles de Copenhague y en las que basta poner unas cuantas mone- das para obtener articulos tan diversos como una taza de café caliente, un par de medias de nilén o una escobilla de dientes. Mi esposo y yo nos divertimos un dia en establecer una lista de todas las cosas que se podian conseguir de ese modo y llega- mos a la conclusién de que pasa- ban de 50. Pero no se vaya a creer que gastamos todo nuestro tiempo contando las famosas distribuidoras. ;Ni por asomo! Una buena parte lo invertimos en contar los emparedados que figuraban en el ment del famo- so restaurante Davidson y que, si la memoria no me falla, al- eanzaban a 172, y mucho més tiempo atin deambulando por Jos fabulosos jardines del Tivoli. Estocolmo ofrece al turista to- das las atracciones corrientes y algunas de las tiendas de depar- tamentos mas modernasd el mundo; pero lo que més me im- presioné. fué una organizacién llamada ‘“Suecia os brinda su : hogar”, cuyo propésito es pres- tar todas las facilidades posibles. al turista. Basta con inscribirse en alguna de sus oficinas, indi- cando su ocupacién y las cosas que mas le interesan, para que de inmediato se reciba una in- vitacién a compartir una comi- da o pasar una velada en la ca- sa de una familia sueca con la que uno se encuentra tener mu- chas cosas en comin. Cuando pienso en Noruega, lo que mas recuerdo es el admira- ble servicio de autobuses que es- tan a disposicién de los turistas para recorrer los fiordos y lagos de la parte septentrional del pais y que mas parecen clubes sociales sobre ruedas que sim- ples vehiculos de transporte. Hablemos ahora de la Gran Bretaha. He visitado a Escocia e Irlanda y viajado de un extre- mo al otro de Inglaterra, pero para mi no hay como Londres, donde puedo pasarme dias ente- ros disfrutando de placeres mas sencillos: contemplar el .relevo de Ja guardia en el palacio de Buckingham; admirar las joyas de la Corona en la Torre de Londres; recorrer las tumbas de - la Abadia de Westminster re- cordando ante cada una de ellas acontecimientos histéricos de épocas pasadas, o tomar el as- censor hasta la cumbre de la Ca- tedral de Westminster y ver cé- mo toda la gran urbe se extien- de a pérdida de vista. Cruzando el Canal de Ja Man- cha se llega a Francia, donde Ja diferencia de idiomas no im- pide disfrutar de las magnificas piayas que se extienden a lo lar- go de la Riviera; de las impresio nantes cuinas romanas en Arlés y Nimes; de: extrano espectacu- Jo que presentar los médanos de Ja Camargue, tierra de.los va- queros franceses, 0 del encatno de los vetustos castillos que bor- dean el vio Lorra. Y Paris, naturalmente, es un mundo de por si Nunca se llega a verlo tcdo ni tampoco a descri- pirlo. Recorre el jardin de las Tullerias y quedaréis asombra- dos ante el espiendor de las es- tatuas que lo adornan y el in- irincado disefio de sus macizos. Cruzad el Sena y deambulad por las librerias ai aire libre que ja- Jonan los muelies; curiosead los estantes y, aunque no podais leer los libros porque no hablais francés, enconiraréis centena- res de preciosos mapas y estam- pas para adornar las paredes de vuestra sala, lu al barrio latino y recorred la infinidad de tien- das de antigiiedades que estan repletas de vestigios del pasado, y, para terminar, sentdos en la terraza de un café y saboread un vermut mientras la ciudad desfila ante vuestros ojos. No gastéis todo vuestro dine- ro en Francia porque todavia os queda gran parte de Europa por recorrer Suiza, por ejemplo, donde cada habitante se siente directamente responsable por vuestro bienestar y donde cada pueblo tiene su propia oficina de turismo para complementar los valiosos servicios que presta al forastero la Oficina Nacional de Turismo. En cualquiex guia encontra- réjs una lista de lo que hay que ver cuando se va al sur de Italia. Todos habéis ofdo hablar de Ro- ma y Venecia, de Florencia y Perugia y de Asis, pero me per- mito haceros una sugerenciat asistid a una funcién de épera €n una pequeiia poblacién italia- na. No os fijéis mucho en los artistas, pero observad a los con currentes; los italianos toman muy en serio su épera, pero de ninguna manera la consideran sacrosanta. A decir verdad, reac- cionan ante eila en la misma forma que un sudamericano en un partido de futbol. Nunca he presenciado una pelotera en el teatro, pero he visto a unos cuan tos infelices tcnores que tuvie- Tron que abandonar el escenario y a an pobre baritono al que el publico escolt hasta la estacién de ferrocarril. Espaiia, Grecia y Portugal tie- nen, cada cua!, su encanto pro- pio y la vida es mucho mas eco- nomica alli yue en los paises mas présperos que los rodean. Estas lineas las escribo en Ma- drid. De la ventana de mi cuar- to puedo ver Ja hermosa fuente de Neptuno que rutila bajo el sol del mediodia. Dentro de po- co me dirigiré con mi esposo hacia la Plaza Mayor donde nos confundiremos con los madrile- fos para saborear una deliciosa copa de manzanilla. Y= gqué hacemos aqui, noso- tros que nos pasamos seis meses de cada ano rerorriendo el mun- do en busca de articulos y foto- omar 2£Qué hacemos en Euro- pa Pues bien, simplemente, dis- frutar de unas magnifidas vaca- eiones, © '