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éPor Qué Hay Delincuencia Ju Juez de Menores Panamefio Ante Problema Continental POR CLARA GONZALEZ DE BEHRINGER A pesar de que muchos hablan despreocupadamente. de la de- lincuencia juvenil y de sus cau- sas y de que al parecer es un problema del que todos conoce- mos un poco, con frecuencia, al presentarse un caso ante el Tri- bunal Tutelar de Menores deb cual soy juez suelo preguntarme zcémo podria solucionarlo de manera satisfactoria? A veces nos quedamos perplejos y mala- mente tenemos que proceder en forma simplista porque lo pro- fundo del alma del infractor no nos permite penetrar hasta el motivo ultimo, hasta la causa de- terminante de su proceder anti- social. Por ejemplo, X, un adoles- cente, se llevaba bien con sus maestros y companeros. Estaba dotado de una inteligencia supe- rior y gozaba de buena salud. Provenia de una familia hones- ta y de gran sentido religio- so. Era gente de modestos me- dios econdémicos, pero la madri- na_octogenaria del muchacho, a quien él parecia profesar afec- to, le proporcionaba Ja mayor parte de lo que necesitaba para su escuela, su vestuario y su Cl- ne. ;Por qué casi la mata con un bate mientras ella se cambia- ba de ropa para salir con él? jPara robarle? Fue calificado de sincdpata, gpero nos diec esto suficiente sobre el proceso inti- mo que se efectué en él? Otro, Y, tomaba parte en una “junta”, una de las tradiciona- les fiestas de trabajo cooperati- vo del] Panama rural. En esas reuniones se ingiere gran canti- dad de chicha y al calor del al- cohol se reviven viejas enemis- tades y surge una trifulca de la que casi siempre resulta una muerte. Pero Y, hijo bien porta- do de campesinos trabajadores y en buenas relaciones con todo el mundo, no habia tomado licor. Primero provocé una rifa entre dos companeros que resultaron muertos; después él mismo, en un arrebato repuentino, ultiméd a un tercero y luego bailé alre- dedor de su cadaver exclaman- do: “;Yo si soy hombre!”. Nadie habria dudado de su hombria, porque era de aspecto varonil y corpulento para sus diecisiete anos. ;Trataba simplemente de representar su papel en un mo- mento de confusién y violencia? H y J. dos medio hermanos de doce y catorce afios, eran rate- ros empedernidos. Vivian con sus padres y otros cinco herma- nos en un cuarto pequeno, su- cio y sin ventanas en un barrio desacreditado de Colon. La sa- lud de toda Ja familia era preca- ria por falta de nutricién. Nin- guno de los progenitores tenia trabajo; cuando el padrastro de H y J trabajaba, se embriagaba y se perdia de la casa. La madre parecia tolerar el robo de los muchachos, aunque ellos nunca Hevaban a la casa el producto de jus fechorias, sdlo lo que ganaban legitimamente lustrando zapatos y vendiendo periddicos. El me- nor, H, era casi un capitan de industria, pues tenia inteligen- cia y agilidad; J era un defi- ciente mental. Por supuesto que la escuela no existe para _ ellos, aunque la madre los habia ma- triculado varias veces, pero H habia llegado hasta el tercer gra do y J al segundo. Como mi propia experiencia es todavia limitada, no estoy se- gura de cual es la verdadera me- dida que debe adoptarse para corregir a estos nifios, y mucho menos saber qué los ha hecho actuar asi. Por lo tanto, ha recu- rrido a eminentes autoridades en delincuencia, pero he descu- bierto al final que ellos tampo- . €o saben gran cosa. Entre las teorias antiguas, co- - mo Ia de la posesién por espiri- tus malignos a los que se debia exorcizar, y los trabajos mas o menos cientificos de hoy, el es- tudio del crimen se ha encauza- do por las disciplinas de la me- tafisica, la ley, la biologia, la sociologia y la sicologia. Por lo menos nosotros los de la actua- lidad, como los antiguos, nos in- teresamos en la etiologia de la delincuencia. Durante , muchos siglos —principiando con los es- critores griegos y romanos, en- tre ellos Aristoételes— los que la estudiaban se preocupaban pri- mordialmente de prescribir cas- tigos adecuados, Beccaria, por ejemplo, avivé el interés publi- co con su estudio del crimen y la pena (1764), y muchas de sus demandas fueron incorporadas en el Codigo Francés de 1791. Pero pronto se comprobdé que ni la seguridad de la sociedad ni el principio de justicia se beneficia- ban con considerar al crimen puramente como fenédmeno ju- ridico. Con la escuela neoclasica se modificé la estricta aplicacién igualitaria del castigo, mediante un concepto mas sensato de la justicia que consideraba la edad, el estado mental y otras cincuns tancias. En resumen, fue el re- conocimiento je la falacia de la nocién del libre albedrio cuando se trata del crimen. Mas tarde, en el siglo XIX Ja escueia positiva italiana enca- bezada por César Lombroso usé la teoria del determinismo para enfocar el problema en una for- ma enteramente nueva. Aunque Ja concepcién de Lombioso de un tipo crimina} nato fue recha- zado por la ciencia y aunque los trabajos de sus seguidores—que atribuian el crimen a apilepsia, alcoholismo, condiciones econdé- micas o cualquiera otra circuns- ad kad eka taal at basa faa aah % Reproducido por cortesia’ de¥ x ‘Améries”, revista de la Uniony *Panamericana que se edita en¥ pinglés, espanol y portugués. ¥% 4 ¥ BAAAAKALADADDADADADAAIAAE tancia que interesara mas al es- eritor—no pudieron probar la existencia de una causa en parti- cular, sus aportaciones diefon. origen a Ja ciencia de la crimino logia. moderna | De las excesivas simplificacio- nes de los positivistas hemos progresado ahora para buscar el origen del crimen en una com binacién de causas. Hemos aprendido mucho. Pero el esco- llo es que —seguin.dice Paul W. Tappan en su libro Juvenile De- linquency— se carece de una ciencia de la conducta normal. Sin saber qué leyes gobiernan la dinamica de las acciones huma- nas en general, sdlo podemos eonjeturar acerca de las que ri- gen las desviaciones de la nor- ma. Esto no quiere decir que se reste importancia a ciertas con- diciones sociales _ patolégicas, que pueden conducir al indi- viduo por el sendero de la delin- cuencia aun antes de llegar a su madurez. Pero estas condicones nunca actian solas ni conducen fatalmente al crimen. El Dr. Ta- ppan propone y amplia una cla- sificacién tripartita de causas La pelicula estadounidense Blackboard Jungle trata de una banda de estudiantes dirigida por un adicto a las drogas (izq.). Estalla la violencia entre hijo y madre en una escena de Los Olvida- dos, pelicula mexicana laureada, sobre delincuentes. atribuida a Alexander y Staub: la sociolégica, la sicolégiea y la biolégica que actuan tanto en el ofensor “accidental” y en el “eronico” como en el “incorre- gible”, seglin se le Hlamaba_ an- tes. En cambio, el Dr. Herbert A. Bloch, de Brooklyn College, aunque acepta en parte la clasi- ficacién, arguye que también simplifica mucho el problema: primero, no distingue adecuada- mente entre causa eficiente y causa suficiente; segundo, pro- porciona muy poca percepcién dentro del proceso de combina- eién de factores que entran en la delincuencia y el crimen. Para ilustrar 1a complejidad del problema, examinaremos al- gunds datos revelados en el Se- minario Latinoamericano sobre la Prevencién del Delito y Trata miento del Delincuente celebra- do por ia ONU en Rio de Janei- ro en 1953. En !a América latina en general, los delitos. mas fre- cuentes son los de violencia so- bre las personas (homicidios, le- siones, etc.) En varios paises, entre ellos Costa Rica, Cuba y El Salvador, los delitos contra la propiedad eran los predominan- tes, y en cada caso sé relaciona- ba directamente con la vida ur- bana o la densidad de la pobla- cién. El Profesor Juan B. Carba- lla, de la’ Facultad de Leyes del Uruguay y experto de la ONU, los consideré en general como Jos mas graves desde el punto de vista de la sociedad, porque el hurto es el delito preferido de Jos menores y porque produce el mayor numero de reincidentes. (En México, por ejemplo, segiin el Dr, Roberto Solis Quiroga lle- ga al 50 por ciento de todos los delitos cometidos por menores). Se descubrié que en toda la re- gion la delincuencia femenina easi no existe. El representante Mexicany informé un aumento en el fraude; el paraguayo se preocupaba por el incremento de la criminalidad de bandas. o grupos, que por lo general es ra- ra en la América latina. El pe- ruano, el guatemalteco y el chi- leno citaron el alcohol como in- citador de actos de violencia. éQué nus dice todo esto? Me temo que'no mucho. Se basa en estadisticas inadecuadas, que de- penden de los métodos de com- pilarlas, interpretarlas. y evaluar las y que, cuando mas, son pura- mente cuantitativas. Ademas, co- mo advierte el Dr. Bloch, su va- lor estriba en el uso a que se de- tienen: las cifras mas revelado- ras de algunas condiciones noci- vas en una comunidad pueden no arrojar mayor luz sobre un caso particular. 5 Sin embargo, puede afirmarse que dondequiera que ocurren cambios radicales econdmicos, sociales o politicos, tanto adul- tos como adolescente canalizan su insatisfacci6n hacia actos an- tisociales. Por ejemplo, en pe- quefias comunidades de bajo ni- vel cultural, donde la familia ejerce un dominio directo y las complejidades de la vida moder- na no han irrumpido atin en las relaciones sociales, la delin- cuencia casi no constituye un problema. Pero tan pronto la industrializacién desplaza a la gente del campo hacia la ciudad, interrumpe las relaciones de fa- milia, obliga a las mujeres y a Ios ninos a trabajar, hacina a lag personas en viviendas misera- bles y provoca tensién e insegu- - ridad. Los que sufren mas_ son los nifios. Por la misma razon, el Profesor Negley K. Teeters de la Universidad de Temple con- sidera el problema del indio en varios paises mucho. mas impor- tante que el de la delincuencia, en si, puesto que Ja elevada co- mision de crimenes entre ellos se debe principalmente a la po- breza e ignorancia en que viven, De alli que para cada pais debe- mos estudiar los elementos cul- turales y étnicos, el nivel del de- sarrollo econémico e industrial y los grupos (familia, escuela, comunidad, etc.) que gobiernan al individuo. Porque al final, ya sea que en- foquemos el problema desde el punto de vista social o el bio- légico ( y la antigua controver- sia sobre la herencia y el ambien te no se ha resuelto todavia), de bemos proceder al estudio del individuo. Lo que importa no es tanto la existencia de condicio- nes propicias a la delincuencia sino sus verdaderos efectos en los que se convierten en delin- cuentes. El Dr, William Healy y su es- posa, la Dra. Augusta Bronner, eminentes siquiatras estadouni- denses que se han dedicado al es tudio de la delincuencia juvenil, sostienen que, considerada como una forma de conducta, es mas importante que cualquiera de las “normas sociales” aceptables, en suma, que es un medio de auto- expresién basado, como todo ac- ‘to voluntario, en un motivo. To- do motivo del ofensor, la expre- sién de deseos insatisfechos que buscan una compensacién cual- quiera, sdlo puede descubrirse mediante la investigacién de su experiencia personal y de su ac- titud frente a él. Por desfavora- ble que sea la situacién econémi ca o social, dicen los Dres. Hea- ly y Bonner, no conduciré a la delincuencia a menos que no se enfrente a sentimientos de cul- pabilidad, de inferioridad, de adaptacién imperfecta o de dis- conformidad. Una causa comin de tales defectos de la persona- lidad es la tirantez de las relacio nes entre padres e hijos o entre los propios nifos. Los estudios de los Healy, de Sheldon y Eleanor Glueck, de Lucien ovetB y de varios otros tratan de encontrar un posible denominador comin si- colégico en todo comportamien- to antisocial. La teoria de Bovet es que este denominador comin debe ser un sentimientos de in- seguridad, ya sea que proven- ga de un defecto fisico, de desa- rrollo incompleto del sistema nervioso central o de. cualquier otro factor que pueda interrum- pir la formacién completa y ar- moniosa del ego. La inseguridad engendra la ansiedad y ésta para ser aplacada recurre a la agresi- vidad leve o violenta, la cual a su vez engendra el sentimento de culpabilidad que se convier- te en nuevo motivo de ansiedad, formando asi un circulo vicioso. Si expertos como éstos que No ve hace lo sufictente para evita del ori