Diario las Américas Newspaper, December 8, 1957, Page 17

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Florines de Surabaya EL STAR JOURNAL de la ciu- dad de Minneapolis nos envid, durante el verano de 1940, a Robert Bickhart y a mi al Orien- te a fin de que escribiéramos al- gunos articulos para dicho perié- dico: Nos detuvimos ‘en las Fi- lipinas, China, Singapur, Malaya, y Bali y, finalmente, llegamos a Surabaya, en la costa nororien- tal de la isla de Java. Alli tu- vinios que alojarnos en una pen- sijn de tercera clase —donde el arroz con pollo se puede de- cir que no era mas que arroz puro — en espera de una remesa que nunca lIlegé a nuestro poder. Para compli- plicar un poco mas las cosas, Bickhart cayo presa de una gra- ve enfermedad tropical y tuvi- mos que gastar nuestros ultimos diez florines en pagar a un mé- d':o que insistid en que Bill sa- jicra inmediatamente de los tré- picos. Teniamos conocimiento de OF * PRIMERO EN LA NACION que un barco australiano zarpa- ba para Fremantle a los tres dias, pero no teniamos la menor idea de dénde podriamos conse- guir los pasajes. Al llegar a Surabaya, conoci- mos por casualidad a Jens Mor- tenson, capitan de un barco tan- que noruego muy veloz que ha- cia el recorrido entre Borneo y Europa transportando petrdleo y se encontraba momentanea- mente en reparacién. No sé cé- mo nos pusimos a hablar de na- vajas de afeitar eléctricas, que en aquel entonces eran relati- vamente nuevas en esos apar- tados rincones de la tierra. El capitan Mortenson no habia vis- to nunca una de ellas y quedé fascinado al ver cémo funciona- ba la mia. Acordandome de ese detalle, resolvi vender la bendi- ta navaja al capitan y, con el dinero asi obtenido, enviar un cablegrama mas a los Estados dividendo al he al ano Franquicia Federal Num 1 * MAS GRANDE EN EL SUD Recursos de mas de $200 millones * CONVENIENTE 4 oficinas para servirle EN EL. CENTRO—100 N.E. 1st Avenue CORAL WAY-—2750 $.W. 22nd Street LITTLE RIVER—8380 N.BZ. @nd Avenue Estacionamiento gratis, tambien "OL, LE: Fer ea al afio pagado dos veces Por Darrel Brady Unidos pidiendo fondos, pero esta vez con caracter urgente. Arropé bien a Bob, limpié cui- dosamente la navaja, la cloqué en su estuche y sali en busca del capitan a quien encontré en su buque —un barco plano, de lineas alargadas y de un color gris azulado que, una vez termi- nadas las reparaciones, se pre- paraba a salir del dique seco. EI Capitan Mortenson me recibiéd con la mayor cordialidad y me pregunté en qué podia servir- me. Sumamente aborchornado, le aleancé la navaja preguntandole si queria comprarla. La sacé del estuche y se quedé contemplan- dola durante un largo rato. Lue- go, después de levantar los ojos y mirarme fijamente durante va- rios segundos, me dijo: “Oiga, viejo, si sus fondos estan tan NORTH MIAMI—900 N.&. 125th Street Fi st Federal Savings aie Loan Association of Miami W. H. WALKER, Chairman MIEMBRO: FEDERAL SAVINGS AND LOAN INSURANCE CORPORATION MIEMBRO: FEOERAL HOME LOAN BANK SYSTEM DOMINGO, @ DIU DICIEMBRE DE 1957, HEMISFERIO bajos que se ve obligado a ven- der su navaja, debe necesitar mucho mas de lo que yo podria pagarle por ella. Cuénteme lo que le ocurre”. Le relaté nuestra triste histo- ria y le expliqué que con el pro- ducto de la venta de la navaja pensaba enviar un nuevo cable- grama a mi periddico pidiendo el dinero necesario para comprar nuestros boletos hasta Australia. “Si no han tenido éxito hasta la fecha —me contest6é—, dudo mucho de que lo tengan ahora que las comunicaciones estan practicamente interrumpidas”. Enseguida me pregunté cuanto calculaba que precisariamos pa- Tra pagar nuestras cuentas en Ja- va y tomar pasaje a bordo del barco australiano.. Le contesté que unos 400 florines —que en ese entonces eran aproximada- mente unos 200 délares— nos bastarian para salir del atolla- dero. Sin decir una palabra mas, Mortenson se dirigiéd hacia un estante para libros que colgaba de una pared, retiré dos de ellos y aparecié una pequefia caja de caudales. Abrié el cofre, sacé de él cinco billetes de banco, lo ce- tr6, colocé nuevamente Ios libros en su lugar y, volviéndose hacia mi, dijo: “He aqui todo el dinero que tengo: son 500 florines. ;Le bastaran para llegar a Austra- lia?”. “Pero, Capitan —le dije—, ni siquiera me conoce usted y yo no tengo nada que pueda darle en garantia de ese préstamo”. Permanecié en silencio duran- te unos intantes y luego, miran- dome fijamente con los ojos se- renos y tranquilos de los hom- bres del Norte, me dijo. “Joven, cuando hay alguna bue- Na obra que realizar en la tierra Dios no envia a sus Angeles para que la hagan. Es preciso que se- pa usted que en esta vida los ver- daderos hombres tienen que ayu- darse entre si”. “Efectivamente, asi es — le con- testé—; pero, jcdmo sabe usted si soy un verdadero hombre?” Sonriéndose levemente, me res- pondio: “Ese es asunto suyo y no mio. Algun dia- tropezara usted con alguien que se encuentre en un apuro tan grande como el que pasa usted en este momento. jExtiéndale la mano!”. Le agradeci lo mejor que pu- de y traté de obsequiarle la na- viaja pero no quiso aceptarla, asi -que se la dejé a su camarero con instrucciones de que se la entre- gara una vez que el barco hubie- Ta zarpado. Con un suspiro de satisfaccién al ver que nuestra mala suerte habia llegado a su término, re- gresé a la pensién para empacar nuestras cosas y pagar la cuenta; . enseguida compré los boletosepa- ra Australia y, al dia siguiente, Bob y yo tomamos el tren que debia Ilevarnos a Banjuwangi, puerto del que salia nuestro bar- co. A los pocos dias de llegar a Australia, Bob comenz6 a mejo- rar y, una vez que estuvo comple- tamente restablecido, seguimos viaje a los Estados Unidos, lle- gando a Seattle sin mayores per- cances el dia de Accién de Gra- cias, y, de regreso en Minneapo- lis, nos apresuramos en devolver, con nuestros mas rendidos agra- decimientos, los 5C0 florines al Capitan Mortenson. A los dos afios exactos de la fecha en que Jens Mortenson me prestara los 500 florines —sien- do yo piloto de un avién de RESTAU EQUIPOS Y sCompre con confianzal bombardeo cuya misi6n consistia en proteger a los barcos mercan- tes contra los ataques del ene- migo— me encontraba con mi tripulacién refugiado en un enor- me hangar de la base aérea de Cherry Point, mientras, afuera, un terrible huracén hacia estra- gos. De improviso se abrié una de las puertas de metal dando paso a un sargento de comuni- caciones, calado hasta los huesos, que traia en la mano un papel dando, en clave, la posicién de un barco que se encontraba en serio apuro. A unas 200 millas del cabo Hatteras submarinos es- taban atacando un convoy. El mensaje afadia que, teniendo en cuenta el huracan, no se nos or- denaba ir en ayuda del convoy, pero que se dejaba a nuestro criterio el hacerlo si pensdba- mos poder atravesar Ia tormen- ta. Pregunté a ta tripulacién, que se habia reunido en torno mio, lo que pensaba sobre el asunto El teniente Bill Canny —nues- tro navegante, que ulteriormente fue derritado en las islas Aleu- tas— meneé ia cabeza y dijo: “Esos pvobres diablos estan en una situacién mucho peor que la nuestra. Tenemos que ir en gu: ayuda.” Miré al resto de mis hombres. Todos inclinaban la cabeza en senal de asentimiento. Prepara- mos, por tanto, nuestro plan de vuelo, y corrimos hasta nuestro avidn. Como en esos primeros tiempos escaseaban los aviado- ‘res, Canny era mi copiloto a la Par que’ nuestro navegante. Des- pegamos sin ningin percance en pleno vendaval y poco después nos encontrabamos sobre el cabo Hatteras, volando a unos 150 me- tros de altura sobre el mar y con cuatro cargas de _ profundidad cuidadosamente aseguradas de- bajo del fuselaje. Los granizos eaian como per- digones y el viento nos zaran- deaba cual si fuéramos una plu- ma, pero a 150 kilémetros mar adentro llegamos a capear el tem- poral y nos encontramos con una tarde brillante y soleada. Gra- cias a la excelente navegacién de Bill Canny pronto pude ver la negra linea de una serie de barcos que aparecian en el ho- rizonte. Cuande nos hubimos acercado un poco, nos dimos cuenta de que uno de los barcos mercantes habia sufrido un des- perfecto y no podia mantenerse a la altura de los demas. Iba quedandose lentamente a la za- ga, alejandose poco a poco de la proteccién de los cafiones y de las eargas de profundidad de los destructores que los escoltaban y ya se encontraba a una milla mas o menos detrds del convoy. Canny, que escudrifiaba el mar con sus prismaticos, lanz6 un ru- gido y sefialé un punto detrds del barco averiado. No cabia la me- nor duda, un submarino que ha- (Pasa a la Pagina SEIS) CHESAPEAKE 11 COMEDORES 700 ASIENTOS iAlge Que No Debe Perderse En Su Visita a Miami! El Mas Singular De Los Restaurantes Que Sirves Mariscos en Miami ABIERTO DE 5 A 10:30 P.M. Toda Clase de Bebidas Area Grande Para Estacionar 3900 - 3906 N. W. 36th ST. Miami, Fla. ACCESORIOS Aprovéchese de nuestre eervicio experto de disefios e ingenieria GAS - OIL PRODUCTS ™nroRat 3434 N. W. 17th Ave. Telf.: NE 5-5228

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