El Sol Newspaper, July 7, 1950, Page 4

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Viernes 7 de Julio de 1950. “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE Página Seis. — e mi. Nr e e A A XA XA o 5 5 a “EL MARTIR DEL Su frente, radiante como el cielo de Palestno en un hermoso día de enero, era altiva y despe- jada. Un túnico blanco, como la cas tidad, encubría su cuerpo con sus innumerables pliegues. Por su esbelto talle se ceñía de récamado de oro. un ancho cinturón de seda ver- En mitad de su pecho brilla- ba una hermosa estrella cuyos radiantes y claros rayos ilumina. ron con viva y grata claridad los obscuros ámbitos de la cho- za. Aquella hermosa aparición lle róúe asombro a los sencillos pastores. —¿Quién eres?— preguntó el anciano con estupor. —Mie lalmo Gabriel, y vengo de las orillas del Tigris guiando a tres reyes magos del Oriente que han abandonado la popu- losa siudad de Seleucia para se guirme. —¿Vienes tal vez a libiarros de la opresión d elos romanos? casas para deliberar. —¿Dónde está el Mesías? — preguntaban las curiosas puje- res al anciano— Queremos ado- rarle y depositar a sus divinas plantas nuestra pobreza. El anciano no sabía qué res- ponder porque él lo ignoraba. ¡Belén, aunque no era una ciu- dad muy populosa, lo era bas- tante para hallar de pronto un niño recién nacido a Jas doce de la noche, Un acontecimiento sobrenatu- ral les vino a dar conocimiento de lo que buscaban. Una esi lla, desde elazul obscura del f: y es que hay, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador que es Cristo; y he aquí la se- ñal con que le halarréis; enco., traréis u1 niño envuelto en pa- ñales y reclinado en un pes2hre. 1.El forastero se disponía a 2: bandonar la croza, cuando el viejo pastor, yostrándose a suo pies, exclamó: —ntes de que nos abanuun*s, dinos al mer.os quién eres. —Yo soy Gabriel, el ángel e- misario de Dios sobre la tierra. El áns:! «lr; : pareció, la bri- llante clariáad auedó”extingu'- da, y los cánticos celestes cusa- ron. Entonces los pobres pastores se miraron unos a otros con a- sombro. G —!Abraham! !Abraham! Dios sin duda quiere —exclamó el anciano con regocijo— que tor- nen tus buenos tiempos, pues los 'ángeles descienden del cirio para visitar a los hombres. Locos de aleg:ia los sencillos pastores por la' gracia que Dios de luz clara ys hermosa sobre el negro pórtico de un entablo. In- Isensiblemente, y sin poderse dar razón ellos mismos, giraron sus cabezas como movidos por un impulso ajeño a su voluntad hacia el punto que reflejaba el rayo —Aquí es!—exclamac»1 todos con gozo y con una seguridad q' les admiraba a sí mismos. mamento, dejaba cae: un rayo' —exclamó el viejo, lleno de go-!les otorgaba, salieron de la cho- —Entremos. vinos labios al depositar el be- so maternal en la santa boca del pequeño Mesías que duerme en la paja, interceden por ncso- tros con el enviado de Jehova, con el Salvador del abatido pue blo de Israel, nos creremos muy felices. Al terminar el anciano sus pa labras, varios pastores deposi- taron a los pies de la Virgen los humildes presntes que le traían falda un corderillo, exclamó de esta manera: —!Oh, Madre de mi Dios! Blanco como las eternas nieves de Aararat es el color de este Corderillo que le traigo a mi Se- for tu Hijo; suave como los ca- bellos de Absalón,es la lana con que envuelve sus delicadas car- ines; puro como la sonrisa de tus ¡labios, dulce como la mirada de tus ojos en su corazón; admítelo pues, Señora, y con el gozo y la alegría de mi padre Sof, a quien Dios ha concedido el inmenso favor de rendir este corto tribu- to al Cristo anunciado por log y una doncella, colocando en su; zo —Vengo a anunciaros al Me- sías prometido, que acaba de nacer. Los pastores miraron absortos yd con recelosa curiosidad a Ga briel. da —'Gloria a Dios en las altu- ras, y paz en la tierra a los hom bres de buena voluntad!— aña- dió el forastero. E De todo su cuerpo salían rau- dales de clara y viva luz. Cánticos -celestiales de inraen- sa dulzura resonaron en el es- pacio, repitiendo sin cesar: ..—lGloria y paz! IGloria «a. Dios, paz a los hombres! !Glo- ría en los cielos, paz en la tie- rra a las criaturas de pensa- .. miento humilde y de corazón .. sencillo y recto! Y los pastores, asombrados y medrosos ante aquel prodigio, comenzaron 2 retroceder, -——No temáis,—les dijo Gabriel porque yo vengo a traeros una nueva que será para todo el pue blo motivo de una gran alegría, za, y dejando sus rebaños sin Y retentraron en el establo. más guardián que la silenciosa noche, corrieron a despertar a más lecho que (2 montón de pa sus amigos y parientes para [,, <o hallaba un niño recién na participarles la venturosa nue- cido, hermoso omu debía serle va. el ilijo de Dios, fecundizado en El pueblo en masa abándonó |.as virginales entrañas de Ma- sus humildes lechos, a pesar del| “ia, Aquel niño ere el Mesías frío y de lo avanzado de la hora, prometido, el Dios-Hombre que y cargando en una hermosa po-|bajaba a la tierra a morir már- llina todos los dones que su po- |tir por el pecado ajeno. breza pensaba ofrecer a los pies| José y María, junto al pesebre del recién nacido, se encamina-|contemplaban con amotosas mi- ron a Belén. radas aquel sagrado depósito El anciano ida adelante; co-|que Dios lyes confiaba. La entra mo Zorobabel, se puso al frente|¿a. de.los pastores les hizo apar- de sus compatriotas para condu-|tar los ojos por un momento de Cirlos a la tierra deseada. El ra- [su Hijo. bel y el tamboril lanzaban al --Señora— dijo e) más ancia; aire sus pastoriles melodías. án Ge los pastores doblando la Las jóvenes danzaban, y los mo|rcd'Jla.— Señora, porque Tú de- zos, elevando alegres cantares, |kes ser una reina cuando un án- hacían más corta la distancia q|gel áel cielo nos envi: a que a- les separaba del Cristo prometi-|do.cmos a tu Hijo, admite esios. do. La alegre comitiva llegó por|pobres dones que viezen a: de- fin a la venturosa ciudad que |[positar a tus plantas estos sen- Dios había elegido para patria |c'..os pastores. La pequeñez del nativa de su Hijo. Los pastores |ofr«*miento supla la voluntad se detuvieron ante las primeras!con que los traemos; y si tus di- Feclinado en un pesebre. sin Profetas, antes de lanzar el úl- timo suspiro. —Yo acepto, amigos mios, en nombre de mi adorado Hijo, con lágrimas de gratitud los presen- tes que me traéis. Jehová que os mira y lee en vuestros corazones la fe que os ha guiado, os pre- ¡miará como merecéis, María y José recibieron con dulce y cariñoga complacencia los sencillos dones de los pasto- res. Mientras que unos en pos de otro se arrodillaban junto al san to pesebre para besar la paja donde descansaba Jesús, el ra- bel y el tamboril hacían oir sus campestres acordes, las donce- llas danzaban alegres antes el Nniño Dios y sus augustos pa- dres, y los mozos elevaban ala- banzas al Dios de Sión, bendi- . [ciendo desde el fondo de sus al- mas la venida del Mesías. La luna con sus rayos de plata a- lumbraba desde el cielo aquel poético sencillo cuadro, y, el E- terno desde si trono imperece- GAS | G Ly! | A AUTO FARTS. —« GARA 6 PARK E 6 == ¿2 ox, 5 le, HER Your dollars help keep Arizona's automotive industry in "high gear” Y our car is very important to you, both for business and pleasure. As one of the 263,323 motor vehicles registered in the state, your car is also very important to Arizona's economy. The purchase, operation arñd maintenance of your automobile is a vital part of Arizona's $200,000, Last year, the Valley N. in the entire state, and one out of every 3.7 cars that were financed. By providing low-cost automobile financing, the Valley Bank makes it easier to buy cars. 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Los pastores abaafonaron el santo establo después de adorar a Jesús, y locos de contento, co- rrieron a esparcir la nueva por todos los contornos de Belén. —-El Mesías ha nacido! —gri- taban con la fe y el entusiasmo de verdaderos descendientes de Abraham.—!Israel se ha salva- do! !Gloria a Dios en las altu- ras! CAPITULO 11 LOS ARABES La luz del día*fluctuaba inde- cisa entre las sombras de la no chu. Las estrellas, amortiguando sus Ciscos, anun<iaban la proxi midad del sol, que debía eclip- sarlas. Las palomas aún no arru llaban en los frescos lentiscos idel Lóbano, cuando .una .caras vana árabe que bordeaba las faldas del Carmelo se detuvo a la voz de su jefe junto a la fuen te dle profeta Elías. Los obe- dientes camellos doblaron sus rudosas piernas, ofreciendo de este modo fácil bajada a sus amos. y Algunos árabes, envueltos en sus blancas túnicas de lana, con las piernas y los brazos des- nudos, se apearon, y extendien- do sobre layerba unos lienzos de abigarrados colores, se sen- taron en cuclillas junto a unos olivos sin despegar los labios. Largas gumías con empuñadora de hueso negro colgaban de sus toscos tahalíes de piel de cabra arcllados a su cintura. Los camellos extendieron su enroscado cuelo y aplicaron su redondo hocico en el fresco ma- nantial que brillaba ante sus ojos, y después se pusieron a ru miar con calma el pienso de ha bas secas que habíanles coloca- do en unos sacos colgados de sus cabezas. Uno de los arabes limpió una piedra, y colocando sobre ella algunos puñados de trigo, comenzó a trituarlo con otra piedra; luego ,haciendo . ¡Una especie de pasta con agua ¡de la fuente y un líquido extraí- do de un cántaro de barro, fué a presentar a sus mudos compa- fieros aquel extraño y frugal desayuno. Comieron todos, co- | giendo puñados de aquella ma-| sa, y elevando los ojos hacia el Oriente, murmuraban en voz baja una oración. De pronto, los silenciosos ára bes interrumpieron su rezo, y apartando sus ojos del cielo, bus caron en la tierra algo que sin duda promovía su curiosidad. —¿Oyes, Hassaf?— dijo uno de los árabes, Sí * : —¿Qué opinas tú de esa mú- sica campestre, mezclada con el canto de la voz humana, que lle ga hasta nosotros a través de las sombras silenciosas de la noche y de los palmitos, arbus- tos de la moniaña ? —Opino qu eha muerto algu- ny de esos org''lioscs descen- dientes de Abraham que sufren el yugo de los romanos, y que sus parientes le conducen al va- Me de Josafat. —Ei eco que llega hasta nosn- tros no es el ¿ruñiin triste y des templado de las plañideras...O- ¡ye, si no. —Tienes razón... Su canto es alegre, y los aullidos con que le acompañaban demuestran el gozo. —Parece que las voces se a- proximan hacia nosotros, y en ese Caso... —Y Hassaf acaricó el mango de su gumía. —!Bah!— contestó el árabe en vogiéndose de hombros,— Los judíos han perdido su antiguo valor; fanáticos creyntes de sus tradiciones y sus Profetas, su vida es una esperanza, y mien- tras tanto, nacen y mueren es- | clavos. —Ibrahim, ¿sabes en d.ónde nos halamos? —preguntó Has- saf a su interlocutor. —Junto a la fuente de Elías. —Pues bien, Elías era un rayo del Dios de los israelitas y ellos vienen a beber de esta agua, porque dicen que endurece el corazón y aumenta el valor. —Ya sé yo que en las grutas del Carmelo se:refugian los te- rribles discípulos de ese profeta; pero ellos no combaten nunca a los árabes, prefieren a los roma nos Nuestras frentes, tostades [vor el sol de Egipto y el simoun el desierto, les desagradan r.ce- nes que los rostras sonrosados y elorosos cabellos de esos merce- narios del Idumeo, que mama- | G0 ron en la sentina del mundo la ¡leche de sus prostituidas nodri- zas. 1 —Confía menos en tu valcr,— continuó Hassaf,— y piensa que esos camellos quee descansan y la pesada carga que los ago- bia es la única fortuna de nues- tros hijos, —Una caravana árabe que co mo la nuestra cuenta catorce conductores, no se roba tan fá- cilmente. —Alá nos torne sanos y con el grano bien verldidy a nuestra tierra. —El te viga, — respondieron varios árabes que hasta enton- ces no habían despegado sus ja bios. La. griteria, la a2.gazara, el canto de los hombres y los acur des de los pastoriles istrumen- tos iban aproximéndose hacia la fuente dunde estaban acam: pados los árabes. Las sombras obscuras de la nache comenza- ban a replegarse hacia Occiden te. Una línea de tibia e indecisa claridad anunciaba los prime- ros crepúsculos de la urora. Los árabes se pusioron en pie; sus ojos, acosturibrados a distin» guir en la obscuridad, habían viste una somb:a Ceslizarse er- tre las mat 13. —¿Quién va?— dijo Hassaf, empuñando su largo cuchillo, ¡ —Nada tema el árabe,— le ¡contestó una voz. 1 E inmediatamente apareció un joven entre los circunstantes¡ e Egipto. —¿Qué quieres?— le pregun- taron. —Agua, contestó lacónicamen te, Y sin esperar respuesta, aplicó su sedienta boca al fresco ma- nantial que serpenteaba entre los camellos. —¿Qu.cn eres? —yvolvieron a preguntarle. Un discípulo de Elías, — con- testó el extranjero, que era jo- v n y f rmido. Entonces Hassaf se acercó a uno de los camellos, introdujo su mano en una cesta de palma y sacando. de ella un puñado de recortaduras de alburicoque se- cadas al sol, dijo: —Toma: los árabes te ofrecen su ¿mistad al darte el fruty de su tierra; ya sabes que cuando' LGOTA” arenas del desierto!... El árabe que pronunció estas palabras p:estnió con gravedad un cántaro de h:ivr.c a la don- cella, la cual fué a lenarlo en la fuente, haciéndole pasar des- pués de ma.) en mano entro sus compañeros. —¿An dónde van !>s pastores tan alegres y contenios antes «* ul sol nos salu.tr ce: de Orienet? —preguntó un. de los árabes de luú caravana, —Vámos— respondió un viejo de blanca y venerable barba — a esparcir por los pueblos de Galilea la fausta nueva de la venida del Mesías anunciado por los profetas. —¿Estás loco, anciano? —re- puso sonriendo el árabe. —Extranjero, jamás he tenido el juicio más sano que ahora. —Entonces te chanceas con nosotros. —No sientan bien las burlas a mis canas. —Pues por mi rey Aretas, que no et comprendo hebreo. > —El angel Gabriel se nos ha aparecido en nuestra choza, yo le he visto; éstos que se siguen han tenido la misma dicha. La luz celeste Jehová ha caido so- bre nuestras cabezas; el canto armonioso de los ángeles ha re- sonado en nuestros oídos; la es- treila ha guiado a los pastores de la sierra hasta el pie de la cuna de su nuevo Rey, que debe librar para siempre del oprobio al pueblo israelita. Los árabes se miraron con a- sombr los unos a los otros: A- quel viejo, ¿era un visionario o un profeta? Lo' que acababa de «relatar, ¿era una verdad, un he- cho o una ilusión «fingida por el deseo de todo israelita-? La cu- riosidad de los árabes no podía quedarse en aquellas dudas. —Ese Mesías, ese Rey anhe- lado tantos siglos por vuestra raza, que decis que acaba de nacer, será hijo de un príncipe, y Jerusalén estará de fiesta. —No., árabe,— volvió a decir el viejo pastor—, El Rey prome- tido tiene por cuna un pesebre, per palacio un establo. Su ma- dre no es un aprincesa padero- sa; es María, la esposa le José e! carpintero de Nazareth. Algunos árabes soltaron una carcajada estrepitosa, otros se un hijo de Agar parte con un fo-'quedaron meditabundos. El mis rastero su frugal comida, su p:1 ¡terioso discípulo de Elías se pu sena le es sagrada desde aqueliso en pie, y aprovechando un iastavte. | —Lo sé, —respondió lacónica- mente el recién venido. El *oven sentóse entre ellos, y cuimenzó a comer sin recelo al g:vio. Su sembla':te, aunque al- go demacrado, era hermoso, pues sus grandes ojos negros te nían una viveza que admiraba. Un largo sayo de lana obscura cubría su cuerpo y unas abar.as' de piel d«* lobo preservab1a «us pies de las espinas del monte. | Aquel joven tenía algo de e€»- traordinario. Hubiera podido to- mársele por un demente, y sin lembargo su semblante respira- ba dulzura y resignación; ras- gos que formaban contraste con la sobriedad de sus pala- bras y lo descompuesto de su traje. Los árabes le contempla- ron en silencio cop esa mirada fría e investigadora tan pecu- liar en los hijos del desierto. Mientras tanto, el joven extran- ¡jero seguía comiendo sin aper- ,Cibirse de nada, con la misma l indiferencia que si hubiera es- tado sodo en una ed las profun- das y sombrías cavernas del ¡Carmelo, El lejano y alegre es- truendo de los rabeles y los can tares se iba aproximando cada vez más hacia la fuente de E- lías. Los árabes comenzaron a distinguir entre los árboles el grupo de alegres y madrugado- ras zagalas que hacia ellos se encaminaba. Los comerciantes egipcios conocieron desde el m» mento que aquellos nuevos hués pedes eran gente: de paz. —-Alto!... !alto!— gritaron los pastores, agrupándose junto a los camellos. —-Sí!... alto!... —dijo una mu- chacha con alegre y atiplado a- cento. —Alto! Y a beber un tra- go de agua santificada por el profeta Elías...y luego a prose- guir nuestro viaje. .Y volviéndose hacia los ára- bes, continuó. —Digo, si los caravaneros nos lo permiten. —El agua es del cielo...Dios la derrama desde las nubes so- bre la tierra para aplacar la sed de los hombres. !'Mlidit> sea a- quel que la niegue a sus seme- falta de agua entre las secas momento en que los egipcios deliberaban en voz baja, se a- cercó al anciano, y cogiendo una de sus manos le E —Anciano, por la howa de tus bark es, por los huesos de ts padres, por la paz de tus hijos, te ruego que me contestes a las preguntas que voy a hac>:t>, —Ha! la. —¿Es cierto lo que a:abas Ce di? —Como la luz del sol al medio día. —¿Has visto al ángel de Je-. hová en la tierra del hombre? —Como et veo a ti. —¿En dónde ha tenido lugar ese prodigio que llenará de jú- bilo al desdichado pueblo di Israel? —En Belen de Judá. —Gracias, buen viejo. Y el misterios ojoven, rápido como el gamo perseguido por el tendido escape de los caballos, se perdió entre las arboleCas. Los pastores, después de sa- . ludar a” los árabes, siguieron monte arriba su camino, ameni- zándole con sus cantares y el són de sus rústicos instrumentos —¿Has oído, Ibrahim? —Sí Hassaf; pero me río de las ilusiones de los judíos: no hay doncella agraciada en Pa- lestira que al parir un niño no le crea el Mesías. —Pero esos pastores dicen q' han visto y hablado al ángel mexsajero de Jehová. —E; hambriento sueño siem- pre con los delicados manjares del festín de Baltasar; los judíos sueñan asimismo con el Mesías que debe librarles del baldón que sobre sus cabezas ha lanza- do un extranjero, —La duda es indigna de un creyente como tú. —Cuando veo mis- camellos hundirse hasta las rodillas en el desierto, agobiados bajo el peso de los granos que transportan desde Egipto, me digo para mí: 1A1á es poderoso! Cuando oigo el canto de las aves del Paraíso, cuando el aroma de las f!ores de un oasis me embriaga y el sol sonrie sobre mi cabeza, me digo para mí: !Alá es bueno y misericordioso! Entonces le pre- Pasa a la página 5

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