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A Página 4, daga! cil SEMANARIO POPT"_.f INDEPENDIENTE La Doncella de Loarre —No tanto como vos, segura-|hombre, tan bien dispuesto ha- mente, caabllero, que hasta mí llegó la fama de vuestros galan teos, a pesar de viyir en un con vento; pero sí lo bastante para.. +. para saber cómo se quiere a un hombre. . Una pausa. Do Alvaro mira a- tentamente a la doncella, ago- biada por esta confesión. —¿Por que os creéis en el de- -ber de hacerme esta penosa con “fidencia, dofia Blanca? ¿Os imo gináis que no había leído en - yuestros. ojos todo el dolor que - Jleno vuestro corazón y toda la . repugnancia que sentís hacia..... —¡Hacia vos, no, D. Alvaro! — interrumpe vivamente Blanca. :—..hacai este matrimonio que os imponen? —se corrigió el mo zo.— Ya sé que no me amáis: ¿Cómo habíais de amar a un * hombre que nunca vistéis y de quién la fama no hace en ver- dad ausencias muy edificantes? —¿Os calumnian acaso? —En el fondo de toda murmu ración esixten siempre semillas de calumnia. De mí se habla, * se habla.... Y yo no me defiendo. Pocog me comprenden y todos se creen en el derecho de juzgar- me: don Alvaro el loco, el atre- * vido, el libertino, el. calavera... Jugador, pendenciero, enamora- do....Bien está. Día vendrá en q' saldrán muchas cosas a la luz y quizá los que de mí hablaron comprendan que mi vida no fué inútil como ellos propalaban. —La incomprensión de los q' nos roedtan debe ser un tormen- to. —Nos o3 suméis vos a los que me dennigran sin conocerme yo os lo ruego, dofia Blanca. Escu- chadme. Vos amáis a alguien y yo os comprendo y me duelo del pesar que os debe afligir. Os unís a mí por obedecer al conde de Urgel: Ya veis que no me ha go ilusiones, sino que me coloco de lleno en la realidad: El mis- mo hecho de obligaros, hará q no podáis amarme nunca por- que las imposiciones fomentan la rebeldía. Yo tampoco os amo. “Soy elal. Pero mi corazón está desligado de todo amor, y tomo sois buena y pura y muy hermo- sa, seguramente perderé la ca- beza por vos. Soy muy apasiona do y me enamoro fácilmente. Así resultará que lo que al prin- cipio hice por complacer al Rey, que me rogó con encarecimiento os tomara por mujer, después lo haré por propio y libre voluntad —¡No os enamoréis de mi, D. Alvaro! y —¿De quén mejor que de mi esposa? —Seré muy desgraciada sólo de pensar que no puedo corres- ponderos como vos merecéis. —Vos podéis ser una buena y comprensiva amiga — dice gra- vemente D. Alvaro. ¡Ah no! Ni eso podrá ser, po- brecita doncella de Loarre. Le habrá de vender, le habrá de traicionar, Y ese hombre, ese a. If June cia ella, que la cree incapaz de nada que no sea noble y puro. —Y así, seremos los dos feli- Blanca no mira a D. Alvaro. Si. le mirase, comprendería que miente bondadosamente para in filtrar en ella su optimismo; q' este hombre vehemente y apasio nado en quiem la sangre moza desborda pletórica, no puede contentarse con la fría amistad de una mujer como Blanca, | cuando esa mujer es la mujer de quien está enamorado y es además su esposa. Pero es la doncella harto joven, ignorante e inexperta, para creer posible semejpante absurdo y él sonríe cuando la vé reanimarse con un destello de esperanza. Conoce muy bien a la mujeres el exper to galanteador y sabe que a un corazón asustadizo y arisco hay que llegar sin prisas, sin atacar defrente, dando un rodeo. El hombre despliega toda su tácti- ca y esta no le falla: la enemis tad latente que adivinó en el co razón de la doncella ha desapa recido ante la lealtad con que él ha expuesto la situación. Y Blan ca llega hasta hacer una conce- sión que hubiera hecho sonreír a Hernando. —Menos amaros, porque amo a otro, podéis contar con toda mi estimación, y. no dudéis — porque soy buena cristiana y bien nacida— que os tendré el respeto que os debo como a ma- rido y señor y honraré el esclare cido nombre que os dignáis con fiarme. . Ya estaba dicho. Eso mismo tendría que jurar ante Dios... Lo cumpliría' aunque su corazón se desgarrase... ¡Oh Hernando, Her nando! Pero luego... ¡¡Dios mise ricordoiso, que viniera la paz, q' no llegara a vermse en el trance de tener que elegir entre traicio nar a su esposo o traicionar a su padre! Alzó los ojos y se encontró con los de D., Alvaro. Tenían la mis ma expresión y el mismo brillo que los de Hernando. ¡Santo cielo! Pero, ¿es que un hombre puede enamorarse en diez minu tos?... Blanca sintió que empe- zaba otra vez a rodar vertigino- samente en el caos de una tre- menda confusión... La ceremonia religiosa del des posorio se celebró en mayo, cuando miles de rosas florecían en el jardín conventual. Los-rui- señores hacían sus nidos entre la espesura de las riberas del río rumoroso. No había vuelto la doncella a ver a Hernando ni aD. Alvaro. Del primero sabía por las hazañas que le contaba Basilio, el guía, a la vuelta de cada una de sus viajes y por las maldiciones y anatemas que le prodigaba doña Violante, la cual odiaba a este misterioso personaje sistemático desbarata dor de todas las emboscadas y planes de su hermano D. Antón de Luna. De D. Alvaro supo por los ricos presentes que la envia. ba. Era bastante discreto para no imponerle su presencia ni sus galanteos. sabiendo como sa bía que andaba enamorada de otro. Y Blanca agradecía, aunq” allá en el fondo se confesaba con secreta desilusión que no era esta pasividad precisamen te lo que esperaba del tempera- mento fogoso y acometedor de D. Alvaro. Quizá su,amor propio se sentía un poco mortificado al verse pospuesta a las brilalntes damas de la corte para quienes D. Alvaro no tenía bastaite tiem po, según rezaba la fama. Y har to haría el galán si componía madrigales y trenzaba galan- teos en los oídos de aqueulas mujeres casquivanas y superfi. ciales que tan fácilmente per- dían el seso por él. Andaban entretanto los asun- tos del reino harto más removi- dos de lo que fuera de desear para los amantes de la paz. Des pués de haber hecho su entrada solemne en Zaragoza, el Rey con vocó Cortes, en las que juró los fueros y libertades aragonesas, recibiendo el homenaje de fideli dad de sus súbditos y siendo re. conocido como sucesor a la co- rona su hijo primogénito don Al fonso. Don Jaime de Urgel cedió en esta ocasión —como en otras muchas— a aquella impetuosi. dad de carácter que le fué tan nociva para el logro de sús am- biciones. desdeñando las adver- tencias de quienes le querían bien: y en un rasgo de soberbia y de despecho se exucsó de asis tir diciendo que estaba enfermo Pero adivinó el Rey la verdad de lo que acontecía y era que la Condesa doña Margarita, mujer violenta, vengativa y dominante le incitaba a la rebelión con a- quella. frase que cita Zurita: | “Fill, o rey, o no res”, secunda- da por don Antón de Luna, por la Abadesa de Trasovares, el ca- ballero catalán, su vasallo, Ber- enguer de Fluvía, hombre atre- vido, y turbulento, y el astuto e intrigante Mosén Tristán. Mediaron entonces cerca del Rey hombres de prudencia y rec titud que le aconsejaron una avenencia con el Conde, hombre terible y poderoso, que de conti. nuar rebelde siempre sería una amenaza para la paz del reino. Fué entonces cuando Ponce de Perellós por el de Urgel y Gui- llén Ramón de Moncada “por el monarca, llevaron a cabo aque- lla serie de trabajos diplomáti- cos que dieron por resultado el enlace de doña Blanca de Ara- gón con D. Alvaro de Urrea.. Pe día además D. Jaime que el Rey le indemnizase de los gastos he chos en la guerra que habían aruinado su casa y sus estados. YY mientras el Rey decide tras madura reflexión, D. Jaime se * mantiene sobre las armas. Esto ocasiona tácticamente I5 Taxes Are the Zat Síiaw sensible solution. Witn the cost of living what it is today, even the most carefully planned -budgets may run into trouble; particularly when an illness, accident, or some other emergency brings extra, unforseen ex- penses. 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Antón de Luna recorre las montañas de Jaca y Huesca, cometiendo desmanes a los que suele res. ponder enérgicamente el Hom- bre del Casco. Un hombre qu* parece tenel el don de la ubicui dad. En este ambiente de fingida tranquilidad, se celebra el casa miento de la doncella de Loarre La Iglesia del castillo estaba a- dornada profusamente de rosas: las pálidas rosas del jardín con ventual. Los cirios deslumbra- ban a cientos en el altar. Arrimados a los ásperos mu- ros, se apiñaban los villanos de Loarre, deseosos de ver a la no- via, que fué su providencia, y en la nave ampia, casi catedrali cia, la ilustre concurrencia. de caballeros, de damas de la más alta nobleza, de los tres reinos— que hicieron el pesado viaje pa- ra honrar a los desposados— po nía en la severidad del templo de granito el brillo de la pedre- ría y del oro, y la policromía de la seda. Sus reverencias, las Madres, hijaban doloridas tras las celo. ; ».... sías del coro al pensar en la próxima separación. Alguna no- vicai suspiraba nostálgica al mirar la gallarda apostura del novio vestido con un traje de damasco marfileño cuajado de | oro y piedras. Bajo los blancos velos que ba- jaban del gorro a la moda de la época, la desposada estaban tan descolorida y mustia como las rosas que se desmayaban en el jardín. Mentalmente daba el úl timo adiós a glernando y a todo sus sueños de juventud y des= pués se sumergía en un caos. An te ella giraron en oro de los or-- namentos y los rostros de los sa cerdotes que ofiicaban en el presbiterio. Había obispos, aba» des, curas, acílitos... Cantaban sus Reverencias y D. Alvaro te- nía una sonrisilla alegre y des- preocupada como si no le impor tara un ardite la solemnidad del momento. En la subconscien cia, mientras su ser viía otras horas lejanas —Hernando y los días pretéritos—. siguió la cere monia. Parecióle eterna hasta el momento en que se vió conduci da por su esposo a través de las galerías ajimezadas hasta la sa la del festín. Allí se sintió besa da, estrujada, felicitada. Escapó al terminar los brin- dis. No podía más. Se refugió en su celda y recoleta y humilde y abrió el vitral de su ventana. El sol del mediodía se despa- rramaba por el montuoso paisa- je, arrancando destellos maravi llosos a la corriente del río fa- miliar. Las laderas del cabezc donde se asentaba el castillo pa recían tapizádas de amarillo y azul porqlie todas las aulagas y todos los romeros se cuaja- ban de flores. Miles de insectos zumbaban invisibles danzando en las estancias etéreas y sobre el concierto que formaban resal taba la armonía de las abejas en su incansable laborar. Maqui nalmente, pensó Blanca: —Este año habrá mucha miel. zOlivares, viñedos y bosques, se extendían compactos, subiendo y bajando a compás de las ondu lacoines del terreno, mostrando con vanidad el renoviado traje de sus frondas. Las riberas del río eran tapices de verdura. Era el horizonte la montaña de Loa rre parecía poner una barrera tras de la cual, Blanca sabía q' estaba el camino para ir a sus dominios de Ainsa. Había en las lejanías música de esquilas, tañer de caramillos, balidos de recental. Era primavera... Blan. ca.la sentía,en su corazón y en su sangre... Y. lloró [amargamen te.pensando que todos los goces de la «juventud y del amor eran como-un delito en su vida. Caga da con un hombre. Enamorada de otro... , a Abrióse suavemente la puerta de la celda y entró con leves pa sos la señora Infanta, su madri- na. —¿Qué hacéis doña Blanca? —preguntó poniéndole las ma- nos sobre los hombros, alarma mal aguero llorar en día de bo- da, ¿no sabéis? ¡Ea, dejadme q' os liempie las lágrimas y que os lleve conmigo. . —¿ Adónde, señora? | vuestra condición de esposa de ¡D. Alvaro, uno de los favoritos del Rey, mi sobrino. Se estremeció, Blanca. Notába se impulsada de una gran sin- ceridad hacia la Infanta. —¿No sabéis que me han ca- sado con él expresamente para eso? —dijo, bajando:.la voz. —Sé.. Sí, hija mía, sé... mu- chas cosas. Es cierto. Os han ca sado para convertiros en instru mento de ntriga: en algo bastar do, vil, que prostituya vuestra noble condición convirtiéndose en una espía que traicione a su rey y en una mala esposa que vende a su marido... A todas nosotras, las mujeres” de alta es tirpe, suelen casarnos para eso mismo. ¿Qué se les da a ellos de nuestra responsabilidad ante Dios, del infierno de nuestro ho gar, de nuestra vida rota..? Tam bién yo sé algo de lo que estáis pasando. Os aseguro que es ho- rrible. —¿Vos...¿ Y cómo hicistéis? —Cumplí mi deber de esposa y de cristiana. Juré amar y res. petar a mi marido, de rodillas, ante el altar, como vos acabáis de jurarlo. Jamás le traicioné. Vinieron horas turbulentas de intriga; hora sdifíciles... Me pu sieron entre dos deberes, entre dos amores... El Conde era mi esposo. El Rey D. Martín, mi her mano. Yo no hablé; no revelé nada; no secundé ni uno solo de los planes contra D. Jaime. Ca- yó sobre mí la malquerencia del Rey. ¿Qué importaba? Yo podía ¡da al notar las recientes huellas ' llevar en alto la frente y en paz del llanto bajo sus ojos. —Es de|la conciencia. No os dejéis mane ¡ jar por esta turba de locos ambi ciosos que+cercan a vuestro pa- dre: ayudadme, sí; ayudadme y ayudadle, pero en el sentido de aconsejarle a él... y a inte- —A vuestra cámara, preciosa. |resar a vuestro marido en su fa Os aguardan vuestras. doncellas |vor. Don, Alvaro puede hacer mu y despojaros de las galas de no- log caballos que han de llevaros ¡para vestiros el traje de camino |cho.... Se detuvo la Infanta y una ¡via. En el patio de armas está|vislumbre de alarma cruzó por ya presta la escolta y dispuestos|sus pupials. —...y presiento que van a a Sort, donde visitaréis —y cono| llegar días de desgracia en los ceréis— a vuestra ilustre abue-[cualeg el conde de Urgel nece- la, la condesa doña Margarita |sitará un buen velador cerca de Montferrat.., Blanca tuvo un soboesalto, q' notó doña Isabel. —Dicen que es una mujer te- del Rey... —¿Sabéis algo...? ¡Oh, señora decídmelo. ¡Yo..! —Nada, hija mía: un presenti rrible vuestra suegra.. — insi- [miento solamente. Vuestr opa- nuó la doncella. —Es una gran mujer. De la madera que se tallan las reinas —dijo—; peso. su excesivo celo por la causa de D. Jaime le está perjudicando. y —Así dicen... —Y mucho met temo que la causa de mi esposo y padre vuestro no se pierda completa- mente si no atiende los consejos de la prudencia. ¿Por qué no pro báis a ayudarme, hija mía? ——Con toda el alma. —Vos podéis hacer tanto en CONTRA DOLOR, USE BALSAMO SALVADOR Insuperable para alivio de dolores de Espalda y Pecho Causados por Resfrio De Venta En Todas Las Boticas =Y) (==) ENG El GUTIERREZ B 219 EAST MADISON ST. ARBER SHOP Teléfono: 4-5970 Corte de Pelo, Rasura, Masaje, Shampoo Tonicos de Toda Clase y Tratamiento para“la Caspa. — Baños. TRES OFICIALES COMPETENTES Especialidad en Corte de Pelo Para Niños JESUS S. GUTIERREZ, Propietario. EV (NE 2 2 =7 o Ingrese a la 2 ALIANZA HISPANO AMERICANA La Alianza Hispano Americana es la Sociedad Eraternal de la Raza, La A- lianza expide pólizas de seguro para toda la familia a pre cios muy cómodos. Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y “para sus niños. Vean al Señor CARLOS MORALES, Organizador Regional de la A.H.A. Teléfono: 3-2304 ó 4-3488 . Viernes 11 de Junio de 1948, ¿dre se niega a rendir pleitohome naje al Rey y anda en tratos pe- ligrosos con extranjeros. En la corte se sabe todo y el Rey disi- mula porque es prudente y le a- consejan gentes descretas. Mas eso ha de llegar a un fín; y si el fín no es la obediencia de Don Jaime, decidme, hija mía: ¿quk sucederá? Podéis hacer mucho doña Blanca; podéis manejar una influencia decisiva cerca del Rey. Vuestro esposo es apa. sionado y vos muy bella... ¡Oh, sí, Dios mío, hermosa como un sueño! El os amará y vos po- dréis conseguir de él —y él del Rey— grandes cosas cuando... —¿Cuándo? —inquirió Blanca casi desfalleciendo de angustia. —Cuando todas las puertas se cierren para el conde de Urgel— dijo la Infanta con un estremeci miento. —¿Por qué os atormentáis con esos presentimientos horribles? —Son más fuertes que yo. Ha ce días un astrologo me hizo el augurio de mi esposo. Es terri. ble, doña Blanca. Luchas, derro tas, fracasos, la prisión, la muer —;¡Oh!, ¡no,no! Callad, señora por amor de Dios... —... la muerte.. si “algo” no se interpone entre ella y el Con. de. —“Algo”... ¿qué es ese algo? continuará la semana entrante SERVICIO Para el Arreglo de su | INCOME TAX AHORRE TIEMPO! AHORRE DINERO! 2 CAMARA DE SERVICIOS PARA LOS NEGOCIOS! Establecida en 1935 609 y 611 en Goodrich Bldg Tel. 3-9664 ¡Miembros de la Asociaciór 'acional de Contadores de Impuestos Se Habla Español AY ¿Quiere Usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? SOLO LOS ENCUENTRAN EN: LA CASITA LA CASITA NO. 1 1021 S. Central Ave:1ue Taquitos a 10 centavos, Burros, Comida Limpia y Apetitos — CHITO Y MELLX, Props. LASER LERNL DOLIDO REL DORADO ” LA BOTICA RAMONA "Es la Botica de los Mexicanos” cr o mo El más Escrupuloso y Rápido despachu de Recetas. Se surten recetas de todos los médicos, por menos precios. É Su dollar compra más en la Ramona. Vendemos el legítimo PULMITOL Gerente. 325 E. 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