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Viernes 15 de Enero de 1960 “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE PAGINA TRES Homenaje y Saludo a Manuel Vida y Hazanas de Joaquin Murrieta Gutiérrez Najera Justa y reconocidamente figura Manuel Gutiérrez Náje- ra como el primer modernista de México. Si bien es verdad que sus versos siguen todavía dentro del cascabelo tradicional de los metros españoles, asordinados un tanto por el beque- rismo, ya en los temas, en el perfume del verso y, sobre to- do en la rima del Duque Job están los matices, las galas de cierta fugaz tristeza y el poder de sugerencia de lo francés. Gutiérrez Nájera es el primer poeta que arregla su rima con vocablos extraídos de las lenguas gala y anglosajona. Es de- cir, es el primer poeta nuestro que se abre a lo nuevo, sintien- do en lo más hondo la necesidad de renovación espiritual de nuestros países. Esto lo aproxima, también como precursor, a movimientos sociales cual la Revolución mexicana de 1910 y 1913. La libertad de los versos modernistas permitió a los poetas, desde un principio, acercarse a las más pequeñas o ín- timas cosas, abandonando todo tono simplemente retórico. Esta reindivicación de lo ínfimo en la lírica, es, acaso, el ori- gen de una enormidad de reivindicaciones. ¿Qué de raro hay en asegurar que muchos movimientos sociales y políticos de Hispanoamérica arrancan, como productos orgánicamente maduros, del llamado movimiento modernista? Gutiérrez Nájera, poeta de la metrópoli y dueño, como ésta, de esa alegría fugaz y ese sabio esceptismo que tiene el sabor, a veces, de una copa de champán, canta así a su Du- quesa Job —o sea su novia de la clase media, definiendo más (Continúa de la semana pasada) Y mientras así gritaba, tiró un pistoletazo a Joaquín. To- do fué en vano. El joven jefe había lanzado su caballo a la aventura, cuando de repente vióse cor- tado el paso por algunas ro- cas escarpadas. No le quedaba otro camino que un estrecho sendero que se extendía a lo largo de una montaña inmen- sa, hasta el borde una cadena de rocas que tendría unas cien yardas de longitud. Es- tas rocas, situadas encima del río, se encontraban en línea recta con la colina en que los mineros tenían instaladas sus tiendas, y solo estaban a 30 yardas de distancia de ellas Aventurarse por aquel cami- no, era muy peligroso para cualquier hombre que se ha- llase en la posición de Joa- quín. No solamente había el peligro de caer de una altura allá de cualquiera aristocracia, al México criollo y mestizo |de más de cien pies, sino que de nuestro fin de siglo: “En dulce charla de sobremesa, mientras devoro fresa tras fresa y abajo ronca tu perro Bob, te haré el retrato de la Duquesa que adora a veces el Duque Job. No es la condesa que Villasana caricatura, ni la poblana “de enaguas rojas que Prieto amó; no es la criadita de pies nudosos, ni la que sueña con los gomosos y con los gallos de Micolo. Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran señora: es la griseta de Paul de Kock, no baile Boston, y desconoce de las carreras el alto goce y los placeres del five o'clock, Pero ni el sueño de algún poeta, ni los querubes que vió. Jacob, fueron tan bellos cual. la coqueta de ojitos verdes, rubia griseta que adora a veces el Duque Job. Si pisa alfombras, no es en su casa, si por Plateros alegre pasa y la saluda Madam Marnat, no es, sin disputa, porque la vista, si porque a casa de otra modista desde temprano rápida va. No tiene alhajas mi duquesita, pero es tan guapa y es tan bonita, y tiene un cuerpo tan v'lan tan p'schutt, de tan manera trasciende a Francia que no le igualan en elegancia ni los cliente de Hélene Kossut. (Pasa a la página 4) MORTENSEN - KINGSLEY LA AGENCIA DE FUNERALES PREFERIDA DE LOS MEXICANOS Se atiende con respetuosa actividad. EL SEÑOR SCHWARTZ DICE: Qué tan bien puede Ud. oir? UD. MISMO, OIR A SUS. AMIGOS, LA TELE- VISION O LOS SERMONES DE SU IGLESIA? AHORA USTED PUEDE OIR CON SUS PROPIOS ANTEOJOS PARA OIR SIN BOTON EN EL OIDO — SIN CORDONES MOLESTOS. EXAMENES AUDITIVOS, GRATIS (DE SUS OIDOS) PAGOS FACILES Y MUY CONVENIENTES. NOSOTROS REPARAMOS TODA CLASE DE APARATOS PARA OIR. SIEMPRE TENEMOS un SURTIDO de BATERIAS PRESCAS ARIZONA HEARING AID CO. 39 OESTE DE LA CALLE ADAMS (ARRIBA) TELEFONO AL 2-4493 también era preciso seguir u- na línea de más de doscientas yardas al alcance de las balas del enemigo. Joaquín veía a todos los mineros, que le a- guardaban revólver en mano. Joaquín, cual si estuviese montado en un caballo fan- tasma, se lanzó hacia el peli- groso sendero, diciendo al pa- sar estas palabras a sus ene- migos: —¡Yo soy Joaquín Murrie- ta! matadme mi podéis.! En aquel instante se oyeron veinticinco detonaciones, y las balas, pasando por encima de la cabeza de Joaquín, fueron a aplastarse contra las rocas vecinas. En esta primera des- carga, una bala le llevó el sombrero dejando flota nt es sus largos cabellos negros. Los momentos eran. dema- siado preciosos para que pen- sase hacer uso de su revólver; no ignoraba que su único me- dio de salvación era la ligere- za de su caballo. Así pues, se contentó con sacar un puñal de su cintura, el cual levantó sobre su cabeza con desdén. Algunos minutos después se oyó un chillido prolongado en medio del bosque, a la distan- cia de un cuarto de milla: el atrevido jinete estaba en sal- vo. Joaquín conocía muy bien el carácter de Jim Boyce para adormecerse siendo persegui- do por él. Además, era muy probable que el minero hu- biese oído hablar de las diver- sas recompensas ofrecidas al que aprehendiese o matase al jefe mexicano: era pues muy probable que se reunieran to- dos los mineros de aquellas inmediaciones y los atacaran en regla. Por lo visto, había mucho peligro en permanecer allí por más tiempo, pues el campamento de los bandidos estaba sólo a tres millas de las chozas de los mineros. Sin embargo, sus enemigos no po- dían reunir los caballos nece- sarios para el ataque, ni las armas y municiones que ha- bían menester, antes del ama- necer, antes del amanecer. Jo- aquín concibió el plan más brillante y más ingenioso que jamás haya salido de humano cerebro; un plan que destruía todo los proyectos de los ame- | |[ricanos y permitía al joven mexicano el posesionarse de todas las riquezas que hubie- sen podido juntar los mineros. Sabiendo que podía estable- cerse una pista perfectamente de noche, pero que no era po- sible seguirla hasta el día, ordenó a sus hombres que montasen a caballo y se apres- tasen para una correría. To- dos obedecieron al momento, sin preguntar siquiera al je- fe; a poco rato estuvieron lis- tos para marchar. Joaquín se puso al frente de ellos, y silen- ciosos se internaron por entre las grandes hileras de pinos.¡po otra descarga parecida a Toda la noche anduvieron por caminos casi intransitables, y se encontraron con que ha- bían andado veinte millas. Jo- aquín quiso alejarse algo más del campamento que acababa de abandonar: solamente un poco más tarde dió orden de hacer alto. Se juntaron algunas ranias secas, a las cuales se puso fuego; los caballos fueron ata- dos cerca dela hoguera, y luego los bandidos extendie- ron sus sarapes en el suelo y se entregaron al reposo. Los centinelas encargados de ve- lar por la seguridad del cam- pamento, eran relevados cada media hora durante toda la noche: al rayar el alba, toda la cuadrilla se puso en pie y algunos instantes después se volvió a emprender la mar- cha: los bandidos sólo habían dormido cinco horas. Hasta el medio día nuestros hombres anduvieron con la misma ra- pidez que en la noche ante- rior. Luego se hallaron en medio de un, hermoso vaile, cubierto de vegetación, ferti- lizado por un arroyuelo que atravesaba una hilera de cor- pulentos robles. Este lugar se hallaba distante unas veinte millas del punto en que habian vivaqueado los bandidos la noche anterior: allí permane- cieron dos horas para que sus caballos pudiesen pacer a sus anchas, en tanto que ellos to- maban algún refrigerio. No se pusieron en marcha hasta haber dejado indicios que hi- ciesen creer a los americanos que los bandidos habian pasa- do la noche en aquel lugar: luego galopando hasta la ca- ída de la tarde, salvaron otra jornada de veinte millas en- tre ellos. y sus enemigos. To- maron algunos instantes de reposo, encendieron una ho- guera como la noche anterior, cenaron apresuradamente y después volvieron a montar a caballo y describieron en su correría un círculo de cinco millas tomando de improviso la dirección Oeste, y a eso de las tres de la madrugada, a- camparon a un día de camiro del último campamento. Algunos días después de to- do ese tragían, marchas y pa- radas consecutivas, la cuadri- lla se encontró precisamente en un lugar donde ya había estado antes. Jim Boyce y los mineros a- mericanos habían salido en persecución de los bandidos, el día siguiente al en que la casualidad les había deparado a Joaquín. Cada noche hacían alto en el lugar que acababan de abañidonar los bandidos y esperaban, con sobrada razón, que al fin se encontrarían ca- ra a cara con los mexicanos, aunque fuese al otro confín del mundo. Una sonrisa de satisfacción se escapó de los labios de Joa- quín al apercibirse, por seña- les infalibles, que Jim Boyce, ' aquel a quien él consideraba como su más peligroso enemi- go, lo perseguía tan de cerca. Había llegado la noche. Después de haber marchado todo el día por los montes y los llanos, Jim Boyce y los suyos, sentados tránquilamen- te alrededor de una de las ho- gueras que últimamente había abandonado Joaquín, y que ellos habían vuelto a encender fumaban y reían muy a gusto, sin el menor presentimiento de algún mal, cuando de re- pente rasgó el aire la detona- ción de veinte revólvers des- cargados a un tiempo: el fue- go resplandeció con mayor brillo, y los americanos que habían sido respetados por ias balas, vieron en torno de sí veinte de sus camaradas ten- didos y oyeron al mismo tiem- la primera, dirigida contra e- llos. Horrorizados, tembloros o s, locos, los dos únicos america- nos que la segunda descarga había dejado en pie, uno de los cuales no era otro que Jim Boyce, se lanzaron en la obscuridad y sin pensar en el camino que tomaban, huye- ron lejos de aquella escena terrible. Pocos momentos des- pués, Joaquín visitaba tran- quilamente el campamento de los americanos, a fin de saber si entre.los muertos se encon- traba Jim Boyce. Por lo que toca a Jack Tres-Dedos, satis- facía su apetito sanguinario en aquellos de los americanos que le parecía que todavía respiraban, acabándolos a pu- ñaladas. Es sabido que la muerte producida por una bala espar- ce sobre el rostro de la vícti. ma una palidez extrema y re- pentina. Los cadáveres que se hallaban tendidos en el suelo presentaban a la luz de la ho- guera tal aspecto repugnante, que el mismo Joaquín se ho- rrorizó. —Vamos, dijo, abandone- en el domicilio de los ameri- canos. El jefe comenzó desde lue- go, con los hombres que le quedaban, una serie de expe- diciones contra sus comunes enemigos, matando y roban- do cuanto le venía a la mano. Por varias millas a la re- donda de San Andrés, Cala- veritas y Yaqui Camp, no se oía hablar de otra cosa que de robos atrevidos, y nadie sa- bía de qué manera habían si- do cometidos ni a dónde pa- saban los objetos robados. Va- rios individuos habían sido degollados, sin que se supiera quién era el asesino. Todo lo que sabían los mineros era, que algunos ladrones y asesi- nos, cual otros tantos fantas- mas, se paseaban en medio de ellos, sin que pudiesen ser re- conocidos. Así' pues, sólo se veían rostros compungidos . y ojos extraviados, pues cada cual temía ser asaltado en su camino, , , El capitán Ellis, diputado- sheriff del condado, logró or- ganizar una compañía entre lós ciudadanos más atrevidos de San Andrés, y en seguida comenzaron a perseguir a los mos este lugar. Podemos a-|bandidos. Habiendo sabido campar hasta mañana en un|por un espía que Joaquín se lugar más agradable. XI hallaba en Yaqui Camp, y que uno de sus hombres frecuen- taban -las mesas de monte Llegada a Yacki-Creek.—Ca-|muy a menudo, se dirigió sin rrillo es preso y colgado.— |pérdida de tiempo al lugar:in- Phoenix Quartz Mill. — Los|dicado, reconoció al hombre, chinos de la montaña del Oso. |cuyas señas se le habían dado —Dos americanos, a más cua- y se apoderó de él. tro alemanes.—Joaquín se ve Carrillo, pues no era otro en la necesidad de matar a!que él, fué condenado a ser uno de sus hombres.—Cinco chinos entregados a Jack Tres-Dedos. Dos o tres días. después,,la cuadrilla fué a visitar las ca- bañas de sus víctimas. Des- pués de apoderarse de los ca- ballos y mulas que allí había, los bandidos comenzaron a buscar los metalés preciosos, y en oro en polvo fueron en- contrados cerca de catorce mil pesos. Joaquín tomó pose- sión: de esta suma, y luego se dirigieron a Yaqui Camp, si- tuado a costa distancia de San Andrés, en donde el jefe tenía | Una cita. El día siguiente del en que llegó a aquel lugar, mandó aj: seis de sus hombres a Arroyo. Cantova, guiados por Valen- zuela, con todas las. bestias que no eran útiles a la cua- drilla en aquel momento y parte del dinero encontrado colgado, “incontinenti”, por la- drón y asesino; pero se le ofreció el perdón si revelaba A AICA AAA ne no io es ARE PS Cuál de Ellas? 77. el domicilio de sus compañe- ros. El bandido rehusó la o- ferta desdeñosamente: sin em- bargo, suplicó que no lo ma- tasen, y se comprometió a ayudar a los americanos en su empresa, pero de un modo que no excitase las sospechas de la pandilla de Joaquín. Pe- ro viendo que no era atendi- da su proposición, cambió de tono y dijo con bravura: —¡Pues manos a la obra! Luego ' añadió: —Si os pasa por la mente visitar nuestros escondrijos, encontraréis en mi baúl un puñal, cuya hoja está todavía manchada con la sangre de un americano. Con aquel puñal he matado lo menos veinte de vuestros compatriotas, mien- tras que vosotros solamente podéis matarme una vez. Este discurso, como deben suponer nuestras lectores, fué recibido ton gran indignación: el bandido, sin más fórmula de proceso, fué arrastrado ha- cia un árbol y colgado de una de sus ramas. Los compañeros del capitán Ellis, no dando oído más que a su venganza, continuaron la Obra comenzada, destruyendo e incendiando todos los luga- res que suponían pudiesen ser- vir de refugio a los bandidos: las llamas alumbraron todas las montañas vecinas por al- gunas millas a la redonda. Joaquín, que se hallaba con sus "hombres 'en una colina, poco distante de aquel lugar, vió y oyó todo lo que pasaba. ——Creo yo, dijo el jefe rien- do muy a gusto, que si actual- mente nos tuvieran en su po- der, les tentaría el deseo de (Pasa á la página 4) América con VERDADERO sabor a Pilsner! Árizóna Brewing Company, Inc., Phoenix, Arizona HATENCION!! JOVENES, SEÑORITAS: : ¿ESTAN ÚSTEDES PROXIMOS A CONTRAER MATRIMONIO? Ordenen sus Participaciones Matrimoniales en: L SOL” - 62 al Sur de la Calle Tercera (Entre Washington y Jefferson) Phoenix, Arizona “E D. y y En donde además encuentran ustedes, una gran variedad de: e. Azahares * e Coronas Oo Velos e Rosarios E - e Libros de Oir' Misa. o A - ma