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Viernes 5 de Diciembre de 1958. FA “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE PAGINA TRES _ÁA<A<A<A<A<kAkAk<kA<A<A<A<<A<AkAkA<kAk<AkA<kkAkAkAkAAAAAAAIMmMdMIO LAS CALAVERAS DE “EL SOL” Señoritas Lina y Rosalinda Coidorrens Aquí reposan dormidas dos preciosas palomitas, muy gentiles y muy buenas, y muy dignas señoritas. Las dos murieron sofiando: que iban en un “bi-plán”, de esos que van chiflados cual si fuesen huracán. Al despertar les dijeron: que habían llegado a la Luna. —Pues señores: no bajamos, nos quedamos en la cuna. —Pero es que aquí señoriitas: pueden almorzar lucero. —no venimos a comer, nosotros vamos al cielo. Y recomenzó el “bi-plán” su chiflido por la esfera y, al aterrizar gritaron: hemos llegado a la tierra. Pasmadas las señoritas dijeron al ver el suelo: —nosotras pagamos viaje para ir al mero cielo. —Pues dispense señorita nosotros no hacemos medro, no nos dejó aterrizar el respetable San Pedro. —Pues no comprendemos eso porque él nos escribió, y nosotras aceptamos lo que se nos ofreció. —Pues es que hizo objeciones el señor del llaverón, tan sólo por el piloto: ¡qué porque es narizón! Don Alejandro Córdova La gente vivía orgullosa del joven que aquí reposa, por su alta dignidad, y porque era nativo de esta bella ciudad. Esta capilla mortuoria tan artística y pulida, ALEJANDRO L. CORDOVA la tenía bien merecida. Era alto funcionario y tenía, además de esta singular satisfacción, el cargo de Presidente del magnífico Club Vesta. El Club de los hogareños y también de la belleza, pues la Diosa Vesta era la más grande fortaleza: del hogar, representado por ese fuego incesante, que mantenían las vestales con cuidado vigilante. Y la hermosura, veíase en las DONCELLAS vestales, que tenían que ser bonitas y sumamente morales. Alejandro se murió por la dicha que sentía, al ver la Ciudad de Phoenix, cuánto sin cesar crecía. Sus funerales tuvieron una gran suntuosidad, como nunca se habían visto en su querida ciudad. Fueron todos los vestales y también las vestalitas, es decir, los amarrados, y como mil señoritas. Todas con sinceridad fueron a rendirle honores, le llevaban grandes ramos de las más preciosas flores. —Pues no nos juzgue de lelas como a cualquier pobre siervo, ¿qué puede hacer el piloto con las narices de cuervo? —Señoritas: sepan bien, que cualquier narizón suele ser un “mátalas callando”, pero toditas las huele. Y para estar en los cielos todo debe hacerse a medias, allí no aceptan panteras, y mucho menos comedias. Mas dentro de cinco años hacemos un nuevo vuelo, y con el mismo boleto las llevaremos al cielo. Aquí llega un CIELOGRAMA, y viene todo en francés, viene dirigido, a las: señoritas Coidorrens. —A ver, a ver que nos dice el bueno de San Pedrito, él sabe que le rezamos todos los días el bendito. —“Hijas de todo mi amor: perdonen que no acepté que aterrizara el avión, por lo que les contaré: “Los dos pilotos, no sólo tenían la nariz de cuervo, los ojos y la color, también eran de protervo. “Los que operaban la radio, eran un par de jetudos, a tal grado, que cualquiera los tomaba por trompudos. “Las que atendían el pasaje, tenían muy grandes orejas, cual si fuesen elefantas uniformadas de viejas. “Las únicas pasajeras y por cierto tán bonitas, éranse dos angelitos, ¡eran ustedes hijitas! “Y no me puedo explicar con las cosas asentadas, ¡cómo ustedes no venían enteramente asustadas! “En otro avión en que no vengan monstruos dirigiendo, déjense ustedes venir y yo mismo las atiendo. “Que por lo buenas que son y sumamente virtuosas, ya tienen aquí con que jugar a diversas cosas. —;¡Ay, con razón al subirnos a este avión de fantasmas, en el acto se durmieron nuestras pobrecitas almas. Y por cuanto dice San Pedro: durmámonos bajo el suelo, vámonos luego al panteón mientras que hay otro vuelo. Aquí están muy bien dormidas para evitar emociones, no quieren ver narigudos, ni trompudos, ni orejones. Porque tipos de tal laya, no deben partir en vuelo, pues tienen cerradas todas, todas las puertas del cielo. Don Efrén Valenzuela Aquí nos duerme sin tumba sin jardín ni pasarela, un joven muy educado: DON EFREN D. VALENZUELA. Se murió de pura risa, tenía carácter de miel, él no sabía de rencores ni libaciones de hiel. Trabajaba con ahinco siempre lleno de alegría, era mucho muy activo y de gentil cortesía. Puede ser que resucite antes de hacerse polilla, él no se quiere dormir y que le ganen la silla. (Más Calaveras, en la Página 4) Doña Julieta Coidorrens de Hualde Aquí hay una dama sue fue muy bonita, y no fue de balde, era Coidorrens, y con miel de amores se hizo de Hualde. Erase una niña bastante virtuosa, muy llena de gracias, hablaba con Z; su nombre sonaba a vivo romance, pues era JULIETA, y siguiólo siendo hasta que murió, de su buen esposo, del hogar que lleno de dichas y gozo, había recibido, a tres angelitos venidos del cielo. El mayor tesoro que debe cuidarse con amor y celo. Que duerma su siesta esta difuntita, y que siga siendo tan buena y bonita como siempre fue; aunque diga Z, para que sigamos oyendo a JULIETA, alegre y contenta, feliz y dichosa, convertida YA: en feliz esposa y buena mamá! SS > <-> == Don Vidal Rivera En este sepulcro está un conspicuo caballero, que ya no sabía qué hacer con tantísimo dinero. Tenía jolas de a montón, y se vestía de etiqueta, puede verse aquí su nombre: SEÑOR DON VIDAL RIVERA. Fue fino como sincero, y de nobles sentimientos, y se sabía más de mil divertidísimos cuentos. Tenía valiosos diplomas de grados y potestades, era modesto, prudente, y de modos serviciales. Decía que tenía tesoros de tan valiosos, no fijos, . y tanto lo compelieron que dijo: ¡pues son mis hijos! Lo mejor de lo mejor, Dios me lo ha dado en ellos, y daba gracias al cielo por sus regalos tan bellos. Fue un esposo ejemplar y padre muy cariñoso, el ver sus hijos en casa era el colmo de su gozo. Dicen que murió cantando a nuestra Virgen Bendita, y que se quedó dormido cual si fuese palomita. Su cama estaba rodeada por sus numerosos hijos, por su finísima esposa, todos con los ojos fijos en el Dulce Redentor, a quien pedían con anhelo, que por lo bueno que fue lo llevase al alto cielo. Sus funerales se vieron suntuosos y concurridos, su caja y su fosa fueron rezados y bendecidos. Descanse en la dulce paz el caballero intachable, quien para nosotros fue: ¡mucho, mucho, muy amable! DON LELAND MORTENSEN Que presenten armas todos los muertitos, porque aquí se dice quedará la tumba de quien cada día habla con la muerte, quien le dice: LELAND, a tí quiero verte un día de difuntos, en un “picnique” con los enterrados: comiendo huesitos, comiendo chuletas, o buena cabeza, empujado todo con rica cerveza. No que tú, no fumas, ni bailas, ni bebes, ni andas en pasos un poquito inciertos, vives entregado del todo a los muertos, en constante vela, pensando en el cielo, cutindo muy bien sabes que eso es tán alto, que causa desvelo el pensar la forma de hacer ese vuelo, y con eso Leland: ¡se cae todo el pelo! Cuan bueno sería darte vacaciones para que descanses, que si no lo hago es por los chicamos, que han de buscarte por cielos y tierra, pues dicen que eres: de más respetuoso, de gran corazón, y que lloras cuando llegas al panteón. Con esas monadas, están bien dispuestos a la “moridera”, siempre que seas tú quien les dé la suave, y los encamine a ser CALAVERA. No quiero que mueras, porque se alborota toda la huesada de nuestro panteón, al ver que tú llegas tan horizontal, como tú llevabas un catipuchal. Ni con granaderos, Doña Carmen de Austin Esta dama tan bonita, cual llena de cualidades, supo frenar a los necios, murió diciendo verdades. A sus gracias y belleza unía la gran cualidad, de tener viva entereza y crecida dignidad. Que descanse aquí la dama, recibiendo muchas flores de quienes dicen que era: ¡amiga de las mejores! ni bombas de agua, de aire o de mano, se aquietan los muertos; han de querer todos: unos abrazarte, otros platicarte, algunos besarte, otros reclamarte la causa de qué, tú no les cobraste a sus familiares por sus funerales, cuando ellos dejaron su buen entierrito: de jolas de plata, de lana de oro, casitas o rentas, o cualquier tesoro. Te diré mi LELAND: que por lo que oigo, de noche los muertos se cuentan secretos de grandes amores, y de muchas gracias, pero a tí, toditos te llenan de flores: que eres de oro, que eres de plata, que eres de luz, todos piden mucho que te ronsidere el Dulce Jesús, Y por eso LELAND: tú no te haces viejo, no te salen canas y jamás te cansas, y no te hace falta sombrero ni pelo, el SOL reverbera sobre tu cabeza y, con éila tropieza, contigo no puede cargar un quemón, porque tú eres bala, y no de fusil, sino de cañón. Aunque a veces pienso que no eres bala, más bien eres cohete, o satelitito, que se ha de arrancar y no hacia la Luna, sino a todo vuelo - derechito al cielo; y, llegando a él, ya no puedo nada - porque te. apadrina señor San Miguel, y con ese, nones: ¡no pudo luzbell LA MUERTE Don Alejandro Delgado Fue joven bien preparado, un ejemplo como esposo, y con sus lindas hijitas el padre más cariñoso. Se murió por su decencia, por tan noble, por tan fino, la muerte se lo llevó vestido de blanco lino. Que duerma sí, que repose, el que fue tan estimado, por su caballerosidad, y por ser tan educado. Don Trinidad Rodríguez (DE LITCHFIELD PARK) Aquí yace Trinny, muy leal amigo, formal caballero que según se dice nadaba en dinero que le dió el trabajo, y su circunspecto modo de vivir, sin vicios ni ufanes y sin despilfarros, que no los gastaba ni para reir. Era muy medido y de más discreto, todo hacía callado sin llevar testigos, y contados eran sus pocos amigos; pero eso sí, si daba la mano (Más Calaveras, en la Página 4) sabía ser amigo tan fiel cual hermano. Quizá por virtuoso Dios le dió su premio: una fina esposa, dama muy social, tan bonita y fina como servicial. Después la corona de dichas de Trinny, se creció de más: con una niñita graciosa y bonita como querubín, la flor del jardín de Trinny Rodríguez, que fue caballero, amigo sincero y leal de más. Se murió creyendo que era domingo, lo que fue su errata, pues durmiendo tanto: estiró la pata sin penas ni agravios, ni tristes resabios. El tenía su esposa, su hijita, su casa, respeto y aprecio de toda la raza. Murió cuando quiso, sin malas pasiones, siempre haciendo buenas y nobles acciones. Su único gusto era ir al cine con su muchachita: ¡ese era Trinny! Señorita Irma Delgado Aquí duerme la niña que era pollita de lo más curiosa, que era los ojos y lo más preciado, de la noble casa de ALEX DELGADO. Era tan bonita y tan sencillita, tan dulce y tan mona: que era una bella beldad de Arizona. Se murió deseando tocar acordeón, sólo para darle unas mañanitas a su buen papá, que era tan bueno como la bondad, como las mañanas radiantes de luz que.a la tierra manda nuestro buen JESUS. Que siga la niña luciendo sus bellos y lindos ojitos, haciendo con ello mucho muy felices a sus papacitos. Doña Angelita Martínez Romo Esa capilla suntuosa, hecha de marmol y bronce, es tumba de la Princesa que fue luz de paladines: la muy gentil ANGELITA de la casa de MARTINEZ. Altesita de gran pomo, que por ser tan rebonita, pidieron su linda mano y, no supimos ni como: se casó solemnemente y se convirtió en la dama: DOÑA ANGELA DE ROMO. Allá por el treinta y cuatro, tuvo votos por “quimil”, a su lado estuvo toda la gente de Litchfield. Y fue la PRIMER PRINCESA del reinado septembrino más suntuoso, que ha visto este Valle cantarino. Litchfield la recibió con cañonazos de salva, “Los Charritos le tocaron las mañanitas al alba. En su honor ofreció el pueblo en el mismo Litchfield, una grande barbacoa para poco más de mil. La muy graciosa Princesa desfiló en una carroza tirada por seis corceles y, veíase primorosa. Escoltaron a su Alteza cuarenta charros vestidos de purito cuero vayo, y con cara de aguerridos. Llevaban rico jarano y montaban lindos cuacos, con unas sillas bordadas y Chapeteadas de tlacos. Portaba la Princesita sus reales atavíos, en un color verde claro y bordados de oralios, Y su corona de Alteza fue de blanca pedrería, con caprichos esmeralda: ¡prodigio de orfebrería! Los papás de la Princesa dieron después la gran cena, a los fieles partidarios de su bellísima nena. Pero ya cuando Angelita fue de la casa de ROMO, se dice que comentaba con el más discreto aplomo: lo muy dichosa que fue en su alegre princesado, que fueron días de alegría con el pueblo entusiasmado. Y dicen que tanto, tanto, en estas cosas pensó, que se puso contristada y, de eso £e murió. Que repose dulcemente aceptando que la vida, siempre la llenó de dichas como a su niña consentida. Todo, porque fue graciosa, tan alegre cual prudente, y sobre todo, tenía: ¡el más fino don de gente! - Don Manuel Martínez (DE LITCHFIELD PARK) El señor que aquí reposa, era grande, majestuoso, con un corazón de niño, y mucho bondadoso. Nunca ni con el pensar violó las leyes divinas, por ello el Señor 1e dió las más codiciadas minas. En esas minas se cuenta a la santa de su esposa, a sus hijitos que eran: de miel, de luz y de rosa. Los muchachos fueron copia de su virtuoso papá, y sus hijas, fueron lindas como la luz que Dios da. Murió, pero vive aún en la más dulce canción, que todos sus hijos llevan dentro de su Corazón. Nosotros a Dios pedimos: que bendiga su memoria y que, cuando se lo lleve: ¡que se lo lleve a la gloria!