El Sol Newspaper, July 20, 1956, Page 3

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Viernes 20 de Julio de 1956. “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE Semblanzas Sociales El Periodista Don Tito Ibarra Sr. y su Esposa la Sra. Adela Nuñez de Ibarra Cronica Funeraria: La Velacion de Jesus Gutierrez 9 . Cuando llora el corazón, los ojos se vuelven cielos y derraman esa agua, que nos da dulces consuelos. “Venturosos los que lloran” dijo el divino Jesús, el llanto les hace dignos hasta de la eterna luz. Palomita de mi alero tienes que volar al cielo, y pedirle a Jesucristo que nos mande su consuelo. Todo este pueblo de Phoenix se puso muy afligido, al ver a Jesús Gutiérrez con sus hijitos tendido. Un cuadro tan doloroso no lo habíamos presenciado, Jesús Gutiérrez tenía un niño de cada lado. Dos angelitos durmiendo con la más dulce ternura, se fueron con el papá a la celestial altura. Jesús también parécía dormir el sueño de Dios, ese sueño en que se oye su divinísima voz. Dormido como quien va en una nube de armiños, jugando dichosamente con las gracias de sus niños. Dormía nimbado de honor como los hombres dichosos, porque tuvo digna esposa y cuatro niños preciosos. La capilla funeraria como nunca, tenía flores, prueba de que nos unimos en los grandes sinsabores. Los dos niñitos dormían dentro de blanco ataud, cubiertos por alba gasa en su angélica quietud. Guillermito, de diez meses, vestido de azul celeste, parecíase al lindo Niño que arrullaba San Silvestre. Francisquito, de tres años, parecía tierna gacela, o niño bien vestidito para salir a la escuela. La capilla funeraria estaba llena de gentes, y la capilla y los prados parecían insuficientes. VERIFICADA LA NOCHE DEL 13 DE JULIO DE 1956. $ Miles de gentes pasaron haciéndose conjeturas, al vera Jesús Gutiérrez enmedio de dos criaturas. Toda la gente lloraba por tan grande desventura, Dios nuestro Señor depara el fín de cada criatura. Los hermanos de Jesús llorando profundamente, recibían las condolencias ¡por el fatal accidente. Aún continúa la esposa recluída en un hospital, llorando su doble pena y desdicha sin igual. También Jorgito y Cecilia, los dos niños mayorcitos, están en el hospital todavía muy enfermitos. Una vez más han probado los mexicanos de Phoenix, que saben estar presentes en causas de buenos fines. Las gentes de aquí son buenas y de grande corazón, le dan la mano al que sufre con sincera devoción. Alabada sea la gente de esta bella ciudad, donde nunca falta SOL, santo amor y caridad. ' Eres tú, ciudad de Phoenix, un santuario de cariños aquí dan alivio al pobre y fiel cuidado a los niños. ¡Que Dios bendiga a los qué, patrocinan obras buenas, a quienes cristianamente sufren las penas ajenas! Adios amigo Gutiérrez, esperamos que Diosito, con piedad lo haya visto porque no llegó solito. Llevó usted buenos padrinos: a sus dos lindos hijitos, p muchos quisieran llegar con escolta de angelitos. Adios amigo JESUS, noble y bueno de verdad, que Dios le tenga en el cielo por toda la eternidad. Lea "El Sol” El Srio. de Edo. Wesley Bolin, Anuncia su Candidatura para el mismo puesto "5 Sr. Wesley Bolin, Secretario¡milia pionera del Estado de A- de Estado, miembro de una fa-|rizona, anunció su candidatura para la nominación Demócrata, para Secretario de Estado. Durante su término como Se- cretario, ha trabajo constante- mente, y hasta lo indecible, con el Departamento de Archivos del Condado, para que se registren todos los votantes a través del Estado. “Si me reeligen Secretario de Estado, —dice Bolin—, yo con- tinuaré cumpliendo con mi cre- encia dé que un oficial público es, después de todo, un sirvien- te del público y que él se debe a los ciudadanos y a los pagado- res de impuestos, atención y cor- tesía ,así como administración e- ficaz.”. Habalando de la gran cantidad de habitantes y del cre- (Pasa a la página 4) | | DLE Pagina de Sociedad Chuyita Mirasol Por César Garizurieta. Como estáticos centinelas, hi- riendo el impoluto cielo azul, e- mergen dos torres color de rosa fresca: son los de la catedral de Culiacán, ciudad norteña que se adormece a la sombra de los huamúchiles refrescándose con el agua cristalina de los ríos Hu- maya y Tamazula. El lugar es cálido y el paisaje gris y seco; los crepúsculos del atardecer ca- en del cielo con su ropaje color bugambilia. Cuando está por ca- er la noche las nubes bogan en el cielo con bandera desplegada y éste tiñe de rojos caprichosos, se enrojece más hasta que por fin se enluta; una tenue llo- vizna de estrellas salpica de briznas de oro la inmensidad. En la pequeña ciudad encienden la luz eléctrica para ahuyentar la sombra amiga inseparable de la música, el canto y la sonrisa de las mujeres. Huele a yerba fresca humede- cida por'el sereno de la noche que pretende refrescarla. A lo le- jos se ven fogatas que hacen resplandecer su lumbre color tu- lipán; alumbran con claridad, viéndose el verdor de los árbo- les, destacando el de la caña de azúcar, que enseña su talle de mujer, balanceándose con la ca- ricia del aire húmedo del mar. El oro tierno del rastrojo, al to- mar contacto con la lumbre, en- rojece con rubor femenino, con- vertido en cenizas vuelve a la tierra para que nazcan mejores frutos. Culiacán es una hermosa po- blación del Estado de Sinaloa: es alegre y acogedora. La ciu- (Pasa a la página 4) Los Esposos Ibarra y parte de su familia: El señor Tito Ibarra y su dis- tinguida esposa la Sra. Adela N. de Ibarra, en el día de sus desposorios en 1913. Tres de sus nueve hijos; de izquierda a derecha: Ernesto, quien sir- ve en el Ejército de los Esta- dos Unidos; Elisa, Sra. de Me- za, y Roberto, cuando prestaba sus servicios en el Ejército A- GUERRA CONTRA SATANAS Por todo el desierto vengo tremolando este cantar, Cantaclaro me han llamado, ¿quién se atreve a resongar? .... Anoche me confesé con un padre carmelita, y me dió por penitencia que besara su boquita. Cuando muera, de mi barro hágase comadre un jarro, y si al beber se le pega: ¡sor los besos de su charro! ¡Ay que miradas tan bellas las quisiera retratar, para ponerlas en cuadro y también en un altar! Yo soy como el buey ¡palomo que transita en la opulencia, no llego, pero me asomo a devisar mi querencia. Mi amor es el del conejo, sentido como el venado, no come sacate seco ni tampoco muy trillado. Los lunares que le veo son prietos y son luceros, cuando los sueño me paro a bailarle los lanceros. —Con las cosas que me dice compadre, sufro martirios, pos los sueño y si despierto todito me huele a lirios. —Eso sí comadre Chencha ya son mañas de luzbel, formemos un regimiento: ¡vamos a luchar con él! Tendremos tropas con alas para que marchen veloz, muy gustosas y confiadas con la bandera de Dios! De nuestra gallarda tropa será Dios el General, así pagará luzbel su terquedad infernal. El Santo Niño de Atocha tendrá grado de mayor, pa que nos sirva de guía y nos infunda valor. NUESTRO CORRIDO SEMANAL: Nuestro capitán primero será señor San Antoio, para que le entren corvas al mañoso del demonio. San Pedro y señor San Pablo,/ también serán capitanes, ¡pues ellos conocen bien a todos los alacranes. San Gabriel será el clarín para que toque reunión, y nos presentemos todos a formar el batallón. Y, para pasar revista de todos los escuadrones, llegaremos bien armados y con muchas municiones. El segundo comandante será señor San Miguel, porque sabe como darle al perverso de luzbel. Al estar ya prevenidos y Jesús nos diga ya, nos lanzaremos volados llenos de felicidá. ¿Diga comadre si esto no es madrugarle al diablo?, ya parece que lo veo perseguido por San Pablo. —Pos compadre la verdá, eso sí no me gustó, con tan lindos capitanes no sé dónde quedo yo! ¡Cálmese mi comadrita, usted será la heroína, al llegar los cocolazos nos canta la VALENTINA. —Pos compadre soy muy franca y si usted me necesita, no canto la Valentina, yo les cantaré ADELITA. —¡Zácatelas codamrita, eso es tener calzonés, cuando nos cante Adelita, ya no seremos bribones. Ya con esta me despido seguro de que luzbel, no ¡puede con nuestra tropa yendo al frente San Miguel. El triunfo de los hijos es la más grande .. de los Pm... ¡[la dicha y la risa del nuestros hij os, esla gracia de Estamos llevando nuestra na- rración por el plano de la mo- destia, vemos la escena con los ojos físicos y con la visión del pensamiento qué, cuando se des- poja de todo interés, alcanza pro- fundidades insospechadas, regio- nes en donde se palpa el oro de la verdad, 'la nobleza del cora- zón y, la honradez inmaculada, como las excelencias del ideal. Muchas veses rueda a nuestros pies un caracol, entre los mu- chos que la mar arroja sobre las arenas de la playa, parece que el océano los destina al ardiente calor del sol y, si nosotros nos fijamos en alguno, lo más que podemos apreciar es a primera vista, una, falta de interés na- mbargo, si abrimos uno de esos millares y millares de caraco- les destinados a reventar por la intensidad del calor, encontrare- mos un molusco que quizá me- rezca nuestro desdén; pero, si observamos lo que interiormen- te es el caracol, advertimos có- mo aquel molusto al parecer in- significante, vive en un alcázar de nacar, envuelto en una irri- dicente y maravillosa policromía. Y, así como el caracol: hay mu- chas casas, hogares que tienen un aspecto de manifiesta mo- destia; mas, si estudiamos la verdadera felicidad y paz en que viven sus moradores, si po mos los valores morales de sús residentes, todo nuestro ser se torna en admiración, respeto, re- conocimiento al evidente testi- monio de que, la paz de Dios y la dicha, se alcanza en donde quiera que hay satisfacciones y reina la virtud, la verdadera vir- tud de la mujer, feliz por la más grande de las felicidades que es: la dicha de los hijos, el triunfo de nuestros retoños, Llegamos al hogar del Sr. don Tito Ibarra, a quien conocimos desde nuestra llegada a Phoenix, allá por el año de 1932; la Sra. Ibarra era una esposa llena de vida, muy bella, con su franque- za norteña, una mujer virtuosa en la acepción completa de la palabra. —Nos recibe el Sr. Iba- rra con la más fina atención y platicamos, la señora está fuera de casa, ha ido de visita a casa de sus familiares; luego inicia su amena plática el Sr. Ibarra, sobre su tema, el periodismo; nos presenta una coleción de su semanario que acabó convirtién- dose en diario y, al repasar el legajo guardado cuidadosamen- te, una vez más nos convence de la capacidad cultural de don Ti- to Ibarra Sr., estamos viendo u- na joya de literatura, páginas emotivas en las que palpita la vida de nuestra gente que hace años residía en Miami, Arizona. Vemos compaginada una colec- "| ción de periódicos en los que no se hace labor de extorsión, y, nos dice el Sr. Ibarra: Mire us- ted, no es, no fue un gran pe- riódico, pero eso sí, es una co- rona inmarcesible en la ilusión de mis recuerdos, porque yo mis- mo lo escribía, jamás anduve implorando colaboraciones; só- lo dí cabida a los remitidos que podían figurar en el programa de moralidad y de honradez que sirvió de: marco a mi periódico; siempre guardé la más pura éti- ca, nunca llamé ladrón al hom- bre de bien, no publiqué menti- ras a sabiendas, no vendía sus columnas para la difamación; jamás menosprecié el talento, nunca mancillé a los hombres libres y de acción, nunca per- mití que el estiércol se derra- masé en el santuario de las ide- as y del civismo. Ante los pro- Dios, la bendición de las bendiciones. blemas de mi gente, jamás me vieron desdeñoso ni sobornado, ni adoptando ese ¡plan de mode- ración que usan los tibios para escudarse y seguir viviendo en el acomodo de las conveniencias. Tuve la satisfacción de ser un hombre libre, consagrado en todo a mi periódico, órgano de la gen- te de habla española, de la gen- te mexicana y, les serví con le- altad, vea usted: —sí, vemos no- sotros cómo el Sr, Ibarra fue to- do un señor periodista, hombre culto y por lo tanto, capaz de esgrimir la fuerza maravillosa de la prensa; sin menoscabo de la dignidad humana, luchó con las nobles armas de la verdad; pal- pita en la compilación de pe- riódicos que conserva el Sr. Iba- rra, un Cúmulo de artículos pre- ciosos, impregnados de luz y del dulzura, a veces de energía, pe- ro, sin desdecir lo que vale la decencia y la moral; columnas que sirvieron de apoyo al ilustre periodista porque quizo, según nos dice: que estas páginas fue- sen un día el libro de sus hijos, impregnado de moral, de justi- cia, de bellos giros, de florile- gios y, elocuente literatura. Sin que lo diga el Sr, Ibarra, noso- tros encontramos'en él, al lite- rato, escritor de vuelos, al poe- ta; hombre de¡convicciones y de firmes principios, un paladín, un alto y sincero orientador de nu- estra gente. La literatura del Sr. Ibarra es elevada, refleja la eter- na luz que baja del cielo sobre el alma del poeta, ciñe a sus sienes el laurel de la propia sa- tisfacción y, sobre su frente, cen- tellea la llama del pensamiento tan vívida y tan pura como el fuego que derrama la vida sobre la naturaleza; -la prosa del Sr Ibarra trina con esa dulzura que trajo al mundo la lira de Dios, entregada al ángel desterrado, al hombre, para que al pulsarla sintiera los ecos de esa patria que se esconde más allá de los mundos y los soles. —¿Bueno Sr. Ibarra, ahora vi- ve usted feliz....? —Muy feliz — responde— porque ya parece que hemos liquidado el fruto de nu- estra vida, Adela y yo con esta niña que es nietecita, esperamos al único hijo que nos queda sol- tero, está prestando su servicio militar como lo prestaron todos los demás y, yo salgo, doy mi trabajadita eada día y vuelvo a casa, a pasar horas y más ho- ras de feliz conversación con mi esposa, que ha sido muy digna compañera, y fue una madre e- jemplar, veló por los hijos y supo darles ejemplo de virtud. En nuestra casa nunca gritaron los hijos, todos vieron con ve- neración a su madre y para mí, siempre tuvieron respeto, mucho respeto; la casa fue un templo, los más grandes supieron darle buen ejemplo a los menores: Rodolfo está en México, tiene su tallez de imprenta, ocupa ope- rarios y él, sólo se dedica a la dirección de su negocio; no tie- ne vicios. RAUL: está en Cali- fornia, al frente de un taller de imprenta, en calidad de mayor- domo; todos los operarios del taller inclusive el propietario, son angloamericanos, pero Raúl es linotipista, formador, conoce to- das las máquinas y trabaja con una maestría y destreza admi- rable. Lo quieren bien los due- fñios del negocio, lo mismo que los trabajadores. Tampoco tiene vicios, ni siquiera el de fumar; ha comprado una casa preciosa en un barrio residencial de Los Angeles, en donde vive al lado de su esposa y de su numerosa (Pasa a la página 4)

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