El Sol Newspaper, October 20, 1950, Page 4

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—Salud al César Augusto, ex- clamó lierodes vierido 'entrar en su cámara 1 enviado: de Roma. —Contigo. se la paz, reay de Judá, respondió el “patrono” co- locando la mano sobre la bolita de oro que pendía de su cuello; Octaviano me envía, continuó, con esta carta para ti; y colo- cando ún rollo de papiro a cuyo extremo colgaba un sello de ce- ra donde se representaba la ima gen de una esfinge (la esfinge simbolizaba la astucia) sobre las tapas del libro, se la presen- tó a Herodes. - Este hizo una reverencia y co- “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPLNDIENTE , Decenviros, ¡cobo Godofredo, sé debe creer q' —Antes de que yo te acepte la tabla 1, trataba de los proce- por micliente, es preciso que co- |sos, la M de 10s robos y latroci- nozcas los deberes que unen has nios, la IV de los derechos del Ita el día de su muerte al defen- padre de familia, la V del modo sor y al defendido. ¡de suceder y de los tutelas, la —MHabla, pues. |vI del derecho de propiedad y El romano dejó un libro sobre de sucesión, la VII de los delitos una mesa, y con un ademán in- y daños causados a otro, la VIII ldicó a los esclavos que podían de las posesiones campestres, la retirarse. TX del derecho común del pue- Cuando se quedó sólo con He- blo, la X de los funerales y for- rodes, le dijo: |malidades relativas al falleci- —Puesta tu mano sobre estas!miento de las personas, la XI de leyes que nos rigen y tu con-[todo lo concerniente al culto de ciencia en los dioses que nos ¡los dioses y a la eligirón, la "XII protegn, vas ajurar que desde !'de-los matimornios y de los de- rechos de los casados. No puede e “EL MARTIR D gió el rollo de papiro, el cual co este instante en que me tomas menzó a desdoblar con pausa, |por tu patrono, verás en mí la La segunda carta de Octavio persona de un hermano; que Augusto el emperador de Roma, 'nunca' me acusarás ante los tri- decía así: bunales, ni por ningún pretexto vw Herodes el Ecalonita, desde podrás ser testigo en cosas que el Capitolio, salud: Mi querido idumeo: Roma tie- ne una ley reconocida por sus ciudadanos con el nombre de la “Ley de las Doce Tablas o de los Decenviros”, por si no la cono- ces te envío a el “patrono” Ma- rio Cucio el Severo: es un sabio a quien desde ahora te aconsejo que tomes por defensor en la a- cusación que tus hijos Aristóbu- lo y Felipo entablan en contra tuya por la muerte de su Madre Mariamne. Sé su cliente, pues, y confía en que los dioses no te han de abandonar. Roma te con- cede el tiempo necesario para el viaje, y el emperador tu amigo, te aconseja que no lo demores porque ningún acusado, ni aun el César, puede evadir su perso- na ante los magistrados. Mario. puede enterarte de la ley IV du rante el viaje, para que te tran- quilices. Te espera tu empera- dor. — Augusto.” Herodes terminó la carta, pro- curando dominar las encontra- das emociones que agitaban su corazón. Por 'una parte el Céser, el poderoso Octavio, el Augusto el dueño del mundo le llama- ba “querido y amigo”, y por la otra sus hijos le acusaban ante los tribunales de Roma como asesino de su esposa —¿Conque mis hijos me acu- san y reclaman mi presencia en Roma? —Y Roma no puede negarles lo que piden. Patricios y plebe- yos, militares y sacerdotes, to- dos, en fin, cuanto en las dila- tadas provincias dunle extien- de sus alas el águila romana acatan la autoridad de! César y de los magistrados de su impc- rio, deben acatar la ley que jus ta e imparcial descansa est:ita en las cablas del Capitolio. —Pues bien, romano, yo aca- to la ley, y te nombro mi patro- no; léeme la ley cuarta de los en mi daño recayeren, y que tu [iaa estará siempre dispuesta la salvar la mía. —Lo juro, exclamó Herodes ¡extendiendo las manos sobre el ¡ libro. sar y aun no ser testigo en con- tra tuya, y a defenderte aun a Iriesgo de mi vida y mi fortuna, "siempre que necesites de ml..... Si uno de entrambos falta a st juramento, su cuerpo ensangren tado sirva de víctima consagra da a Plutón y a los dioses infer- nales. (Esta institución originó una conmutación recíproca de a fecto y fidelidad entre patronos y clientes. El que faltaba a su juramento podía ser muerto im- punemente por cualquier ciuda- dano. Virgilio compara el cri- men de haber apaleado a su pa- dre al de haber engañado a su cliente. (Eneida VI.) Mario Crucio hizo pausa du- rante la cual abrió el libro de la ley que había dejado sobre la mesa. —Tus hijos te acusan, dijo el patrono: con voz grave, porque dicen que has asesinado a tu esposa, su madre, pero tus hijos, cliente amado mío, desconocen que Roma y Sus leyes miran con horror al hijo que se rebela con- tra la autoridad paterna. Oye, pues, la ley cuarta de los De- cenviros, y luego disponte a se- guirme. —Tabla cuarta. Ley sobre los derechos del padre de familia. Herodes oía a su patrono con una atención profunda; apenas respiraba; hubiera dado la mi- tad de su corona por poder aho- gar por sus propios manos a sus rebeldes hijos. La tabla cuarta, ley sobre los derechos del padre de familia, (muchos eruditos han procurado en ano juntar los fvagmenrtos de las Doce Tablas; pero según 1 —Yo juro también sin violen- cia de ninguna especie, no acu- dudarse de que varios juriscon- sultos comentaron estas Tablas, entre ellas Eneron y Plimio; pe- ro sus obras se han perdido.— Adam, “Antiguedades romanas”, .t. IL, pág. 49)., volvía a decir el patrono, concede a los padres el derecho de vida y muerte sobre los hijos. El padre por esta ley prisión, a ser azotados', a que trabajen en las labores de cam-. po, y aun si lo merecieren, al su-. plicio que creyere oportuno.(Ley bárbara, increíble; que subsistió en Roma y otros países por mu- cho tiempo, y que la enivda al mundo de Cristo abolió para bien de la humanidad, honra del hombre y gloria del cristia- nismo, que la rechaza con su in- fluencia benéfica y humanita- ria.) El hijo no podrá adquirir sin beneplácito de sus padres ¿ninguna propiedad ni empleo público, y si lo hiciere será mi- rado el dinero"que produzca co- mo el peculio de los esclaos, Los hijos no se verán libres del poder paterno hasta la muerte de éstos aunque llegaran a te- ner nietos. “Las hijas casadas só lo dependen de sus esposos.” —!Ah, pues entonces!... excla- ¡mó Herodes “sin poderse conte- —Tus hijos son tuyos, a pesar de la acusación. El idumeo se puso de pie y cogiendo una varita de metal, descargó un fuerte golpe sobre un timbre que se hallaba a la cabecera de su lecho. Cingo apareció en la camara. —Convoca inmediatamente a mis hijos, a mis hermanos, al general de mis ieglones y a Pto- lomeo mi guardasellos, > —¿An donde han de acudir. señor? preguntó el esclavo ba- jando la cabeza. á —Aquí, la contestó Herodes con laconismo. —Debo advertirte, señor, dijo el patrono, que en Cesárea nos espera un navío que es el que ¡me ha concucido a esta plaza. y que me acompaña un “maní- pulo” (doscientos. hombres de Yes, from every city, town and hamlet in Arizona, hundreds of deposits pour in each day from the busy folks who are banking with us by mail. They like this modern Valley Bank service that lets them do their banking at THEIR convenience. 1f you have trouble getting to the Bank during regular bankin: want to save time, g hours... if you energy, tires and gaso- line ... banking by mail will not only bring the Bank as close to y ou as your mail box, but will make it easy for you to do your banking at any hour of the day or night. 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VALLEY NATIONAL BANK PAN ENT Y- NINE FRIEN A DLY CONVENIENT OFFICES IN RIZONA %* MEMBER FEDERAL DEPOSIT INSURANCE CORPORATION puede “condenar a sus hijos a; guerra) de Valites (Valites, tro- pa ligera; sus armas eran el ar co, la honda y siete azagayas cu yas puntas eran azuzadas como las de las flechas, la espada es pañola que tenía corte y punta, un escudo redondo de madera, de cerca de tres pies de diámetro forador de cuero, y en la cabe- za llevaban un casco por lo co- mún era de piel de alguna fie- ra para parecer más-fieros. —A- dam, “Antiguedades romanas”, tomo III, pág. 108) a las órdenes de Paulo Atme el atreido; (des- pués devl nombre propio y nom bre de raza o apellido, los roma- nos usaban el sobrenombre, de- riadvo de alguna cualidad o de- fecto físico) el César Augusto lo ha previsto todo para que los a- prestos de viaje no te robaran el tiempo. —Descuida: partiremos maña- na al despuntar el día. Algunos momentos después se hallaban reunidos en uno de los espacioss salones del. pala- cio de Jericó, la familia de He- rodes el Escalonita y algunas dignidades de su corona. El rey les expuso brevemente el mitivo de su viaje: dió la or- den a Ptolomeo de que lo dispu siera. todo, indicándole las per- sonas que debían acompañarle. Encargó a su hijo Arquelao el gobierno de su reino, para cuyo efecto escribió una carta que en tregó al general Erutidio, pues Arquelao se hallaba en Jerusa- _lén. Entre los que los órdenes de Herodes habían reunido en el salón, se hallaba Paulo Atme, jefe del “manípulo” que desde Roma había escoltado “al patro- no Mario. Paulo era uno de esos hijos de :la guera que crecen dentro de su corazón encima de su caba- lo en los campos de batalla; joven aún, pues no contaba más que treinta años,. y desde simple soldado había llegado a gene- val legionarió. Como todos los guerreros ro- manos de aquella época, tenía ta mirada ltiva y desdeñosa del »onquistador. Su uniforme era de “clámide' de viaje, especie de capote de grana guarnecido de púrpura. De un ancho cinturón que su- jetaba su vestido pendía una es pada española sobre su costado izquierdo, Su pie derecho calza ba un borcegui.de metal (el uso de la espada hacía sacar a los combatientes el pie derecho más que el izquierdo, por lo q' estaban más expuestos a ser he ridos; por eso se lo cubrían de una bota o armadura fuerte. — Adam) mientras el izquierdo lle vaba simplemente un calzado ligero guarnecido de clavos, con el nombre de “cáliga', del que to mó su nombre el feroz y sangui- nario Calígula. Paulo extendió desdeñosamen te su mirada por los ámbitos del salón, mientras Herodes daba ¡las órdenes -necesarias para el viaje y cruzándose de brazos quedóse en actitud -indiferente. Al extremo opuesto del que Paulo ocupaba, el afeminado Antipatroá, vuelto de espaldas al hueco de una ventana, se ha- Maba conl os codos apoyados en el alféizar escuchando con su ma atención las palabras de su padre. De repente sus ojos trojezaron con la desdeñoza figura de Pau lo, y el sonrosado semblante de Antipatro, se conmovió. Su primer movimiento fué in- clinarse hacia adelante, como el hombre “que se dispone a mar- char: pero en el momento se de- tuvo volviendo a tomar la acti- tud indiferente que tenía. Pasaron algunos momentos, durante los cuales el hijo del rey noa prtó su dulce mirada de su padre. Después, afectando una indife rencia intencionada, abandonó la ventana y Se puso a pasear por el salón, cambiando algunas frases hipócritas sobre la teme- ridad de sus hermanos, con los que hallaba a su paso, procu- rando alzar la voz cuando se ha Maba cerca de su padre para q' éste las oyera. Así continuó hasta legar has- ta donde estaba JPaulo, y en- tonces, colocando su mano fa- miliarmente sobre el hombro del hijo del Tíber, le dijo en voz muy baja: —Yo te hacía enel campo de Marte venciendo hombres y con quistando hermosas. —'Cuerpo de Baco..Antipatro! Por Júpiter Stator que me com- place encontrarte; te hacía en la ciudad santa de los Macabeos L GOL ¡pero me place que te halles en illa ciudad de las rosas. Debemos decir que Antipatro, como todos los hijos de Herodes, se habían educado en Roma, rasgo de adulación servil que 'el rey tributario de —udá rindió a Octaviano Augusto el empera - dor Paulo lo conoció en la ciudad pretoriana y se hicieron íntimos amigos. Además había por dos veces acudido Adme a Jerusalén —Si Paulo no ha olvidado, coritinuó Antipatro bajando la voz, nuestras antiguas costum- bres sibaríticas; si aún prefiere el Chipre y el Falerno al agua; si acuerda aquelas reliciosas no “ches que pascábamos en la. pe- 'queña casita de campo de la via “Apia”, desde cuya azotea se veía el sepulcro de los Scipiones; si áún es el amigo de Antipatro, esta noche, al comenzar la vi- gilia, me esperaá Junto a la cuar' ta columna de los pórticos de pa lació. Y Amtnpatro, sin aguar- dar respuesta se separó de Pau- lo, temeroso que su padre sos- ¡pechara algo de aquelia familia ridad con que tratat:n al romanc —Siempre el mismo, se que- dó murmurando Paulo; fino co- mo una dama y fuerte como ur: gladiador del César cuando tra ta de beber y de reñir. Pero ese muchacho se olvida que he lle- gado hoy y debo partir mañana 'Bh! Un soldado no debe re- husar nunca media dorena de botellas de Falerno, aunque se las ofrezcan en la hora de su muerte, Iré, iré,; los desaires he chos a Baco suelen costar caros. Herodes despidió a su corte con el pretexto de que deseaba descansar. Achiab fué el último que le besó la mano. —¿Conque partes mañana, a- buelito? le dijo. —Sí, pero mi permanencia en Roma será corta. «—¿Y qué vas a hacera la ciu- lad del César? —Voy hacer con tus tíos Aris- tóbulo y Felipo lo que Amullic no hizo en Roma con Remo, y Rómulo, para que no me suce- da lo mismo que a él. Y Herodes, dándole a'su nieto un golpecito en la espalda, le indicó que se marchase. Al quedarse solo se encaminó hacia su lecho murmurando: —Con mis hijos me servirá de ejemplo Amullio; con el nuevo Mesías, con el rey de Judá, to- maré por modelo a Athalía. CAPITULO IV EL NIDO DE UN PRINCIPE Jericó dormía. Sólo el caden- cioso murmullo de las aguas del Jordán, el lamer el verde cesped de sus orillas, con esus húmedos besos armonizaba la quietud se pulcral en el que se halla en- vuelt la ciudad favorita del Idu- meo. La luna había emigrado del cielo, pero en cambio ni una so- la estrella había dejado de asis- 1 tir a aquel concilio nocturno, y| ID DIDIASTDAS TRAS Ve o Para Oír Mejor prueben el peque- fio aparatito: MICROTONE e e Ayuda a Oír No tiene Botón en el Oído ARIZ. HEARING AID CO. 39 al Oeste de la Adams SPP “Vote por el Hombre” SENADOR DEL ESTADO pes Experiencia — Honradez — — Prosperidad — Viernes 20 de Octubre de 1950. extendiéndose en numerosos es- cuadrones por el obscuro hori- zonte, lanzaba sus templadas chispas sobre la sombría tierra. Un hombre envuelto con una de esas capas triangulares de os hebreos saió del palacio de Herodes, y encaminándose hacia los arcos de la plaza, contó las columnas más con las manos q con los ojos, y al legar a la cua: ta se detuvo. Una vez allí, dirigió una mira da en torno suyo como si qui- siera investigar a través de la obscuridad de la noche, todo li que le rodeaba. Persuadido después de algu- nos momentos de que se halla ba solo, se recostó sobre la co- lumna tomando esa actitud de hombre que está resuelto a ez perar . Al principio el misterioso y nocturno personaje se mantuve inmóvil, como si estuviera in crustado en la dura piedra « los pórticos; pero luego, sea que la impaciencia comenzara a me lestarle o que el relente no le fuera muy grato, se arroló sobre la cabeza una de las puntas de su capa o manto, a cuyo extre mo colgaba una borla como lo hacían los hebreos con su talet de lino al entrar en el templo, y se puso a dar pasos por deba jo de los pórticos. Así transcurrió como medi: hora, hasta que po: fin otia I gura humana ¿pareció en el ex tremo opuesto de la piaza, Este mudo paseante nocturn: ocultaba su cuerpo bajo los mu chos pliegues de una toga ¡om na de un color obscuro. —'Paulo! Dijo el prinvero er junto a sí al segundo, peri "n voz muy baja. —!Antipatro! le respondió e le al topa. E —Ya desconfiaba. —Soy poco fuerte en el cono- cimiento de las estrellas, y sue- to equivocar las horas. —Lo mismo da; vamos. —Vamos adonde quieras; pe- ro te advierto que al amanecer tengo que estar dispuesto a pa tir. —Antes de que termine la vi- gilai matutina habremos termi- nado nosotros. El hijo de Herodes, el afemi nado Antipatro, cruzó su brazc con el de Paulo, el soldado roma no, y ambos se encaminaron po: las tortuosas y estrechas ca'ie en busca de uno de los barrio más una casita modesta perc aseada pariencia. —Aquí es, dijo Antipatro. —Enhorabuena, respondió At me con indiferencia. Llamó con un modop articular con los nu- dillos dee su mano derecha so- bre las tablas de la puerta, que 97 como pr si por dentro hubiera estado alguno esperando, se a- brió al momento. —Buenas noches, Enoe, dijo Antipatro al entrar en la casa. - a una muchacha que con una lámpara en-la mano alumbraba a los dos amigos. —La paz sea contigo, señor, y con el que te acompaña, res- pondió Enoe con esa entonación melodiosa de las judías. Paulo lanzó uffla mirada a la hija de Israel, y luego otra a su amigo como si quisiera pregun- tarle: quien es esta muchacha? Antipatro se sonrió: aquella sonrisa era una respuesta a la mirada de Paulo, —Esperad, buenos señores, vol vió a decir Enoe: el pasillo está obscuro, voy a alumbraros. Los dos amigos seguían en si- lencio a su joven conductora, y así caminaron como unos vein- ticinco pasos, hasta que tropeza ron con una pared que les cerra ba el paso. La hija de Israel colocó su ma no sobre la pared, y ésto como si obedeciera al contacto de una var mágica, se abrió para dar paso a los dos amigos. —Pasad les dijo Enoe. Paulo y Antipatro atravesaron aquel hueco que daba paso a otra habitación. . Entonces se hallaron en un 'eamarín profusamente alumbra- do que contrastaba agradable- mente con la obscuridad de la primera pieza. Enoe había desaparecido. —!Oh! exclamó con marcado asombro Paulo, esto es maravi- Moso: la luz sucede a las tinie- blas; la ostentación a la pobre- za y el hijo de Marte comenzó a mirar los objetos que le rodea- ban con el mismo asombro del hombre que lespués de una pe- sadilla horrible se encuentra al despertar en el camarín de una diosa de la mitología egipcia. Veamos nosotros lo que causa ba la admiración del soldado pretoriano. Era una habitación pequeña adornada con ese gusto refina- do de los griegos, y que lo3 ro- manos esparcieron por el mun- Pgsa a la página 5. DR. 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