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Página Cuatro. ¡€XKAA<M¿M > “EL SOL”, A A A SEMANARIC POPULAR INDEPENDIENTE Viernes 22 de Septiembre de 1950. UA a “EL MARTIR DEL GOLGOTA” Dimas, siempre preocupado con aquel acento que no pudo puroducir otra lengua que la de Jesús, viéndose rodeado de ti- nieblas y oyendo la voz de sus compañeros que le llamaban pa ra salir como de costumbre pa- ra recorrer los caminos de Sa- maria, extendió los brazos en dirección de la tortuosa senda por la cual habían desaparecido su misterioos huéspedes, y ex- clamó con fervoroso acento: “Tal vez aquel bandido tenía un hijo en la cuna, tal vez la at mósic.a de dulzura y misericor- dia que rodeaba a José y a Ma- ríg obró sobre aquella alma fe- roz: porque el terrible saiteador bajó la punta de su arma, y ten diendo una mano amiga a José, le ofreció hospedaje para la no- che en su fortaleza, suspendida en el ángulo de una roca, como nido de un ave de rapiña. “(El sitio donde la tradición local ha —!Oh, Tú, el más hermoso y¡ colocado esta escena, y en el q' bienaventurado entre todos Niños! Si se ofreciese en otro; tiempo en que sea preciso ten- | Jas se ven todavía las ruinas de la ¡fortaleza del bandido, continúa en tener muy mala fama: duran Esperamos que esta aclara-'del forastero. ción servi.á para el resto de la' Y el árabe entonces canta, a- obra; cortando de una vez inte rrulla aquel sueño delicioso pa- rupciones enojosas siempre pa- r: infundir aliento a su pacien- ra los lectores cuando se em- te cabalgadura. plean en mitad de una narra-| Gaza, entonces, es para el á- ción. < |rabe tanto como su patria, y a- CAPITULO VIH [ma sus muros como a su tienda LA CARAVANA iy a su caballo. Gaza, ciudad marítima de o-| Pero por el contrario, cuando riente,; perla preciosa de los fi-!la abandona para trasladarse a lisiteos, a cuyos pies se arras- Egipto: cuando al llegar a las das del Mediterráneo, y en cu- beza para darle el adiós de des- yos altos minaretes gime el cá-¡pedida, y no ve sus palmeras y lido soplo del desierto. sus minaretes, y al cálido am- Las caravanas respiran con a-|biente del desierto se estrella tran perezosas las azuladas on-'llanuras de Siria vuelve la ca-. ¡canícula van a respirar la brisa de la tarde a la sombra de sus hermosas palmeras. A esta ciudad, pues, fué don- le llegó una manana, el despun tar el día, la Santa Familia. * Las penalidades que los via- jeros galileos sufrieron durante ía travesía, fueron incalculables Su refugio durante la noche eran los desiertos, e inmundos silos, las oscuras cuevas, los hú medos barancos, los incultos bosques: La tradición marca una gruta en- las cercanías de Belum (esta gruta se llama la “gruta de la que sirvía de tienda a la Vir- que no tengo más; todos los que gen. ves acampados en derredor tu- El árabe vió a María y se es-|yo, son míos, es verdad; pero los tremeció visiblemente como si ¡tengo alquilados a los mercade- en ella hubiera reconocido algu|res de Gaza que conducen sus na persona allegada. mercancías a Heliópolis, el Cai- Luego permaneció un momen-¡ro y Alejandría; mucho lo sien- to indeciso, pero sin apartar Jos¡to, pero tú tendrás que caminar ojos de la Galilea, la cual. tanja pie con mis criados. abstraída estaba con su mujo.| —¿Qué me importa, respon- que no había reparado en que dió José con alegría, si mi Es- era objeto de un examen dete- posa y su Hijo caminan sin fa- nido por parte del árabe. tigarse? Por fin el silencioso observa-| El patriarca se olvidaba de dor de la Virgen hizo un movi- ¡las penalidades que le aguarda mienta particular con la cabeza ,ban en el desierto. como el hombre que acepta una| María y Jesús tenían un ba- gas otra vez misericordia, acuér, 'te las Cruzadas, los francos, a date de mí entonces y no te ol- ¡quienes era familiar esta tradi- vides de esta ocasión. (San An-¡ción, habían transformado al je tonio). Treinta y dos a!os Cristo, sobre el Calvario, recom pensaba con estas palabras la cvaridad hospitalaria del Buen Ladrón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.” La tradición sobre la cual he- mos basado la leyenda que an- tecece, dice así: TRADICION “La Santa Familai había pa- sado más allá de Anathot, y ca- minaban de noche a fin de sus- traerse de una peligrosa vecin- dad, cuando vieron desembocar de una obscura barranca unos hombres armados que les impi- dieron el paso. fe de bandidos en un señor feu- después, dal, “Es raro, sin embargo, dice el padre Nau con una severidad admirable, que un señor de mar ca se convierta en un ladrón de caminos reales; los cruzados, en tendían mejor la historia que el padre Nau. Háse añadido a esta | E el perfume de sus cam- pos y la fresca brisa de tus tar- des, antes de internarse en las! inmensas soledades de arena de “Etham” y “Pharaam”. Porque Gaza es el último jar- dín de Palestina y el primer oa- sis del desierto. Las palomas torcaces le en- vían sus lastimeros y dulces a- ¡rrullos desde las grietas de sus desmoronadas torres, donde ani leyenda, que parece auténtica. ¡dan eternamente. un cuento que nosotros no ga-l| Los ruiseñores cantan en sus rantizamos, pretendiendo que el florestas, las gacelas blancas co bandido hospitalario era el bue rren en sus montes y las cabras ladrón Orsini. de largas lanas pacen en sus “Al dí asiguiente, haciala mi- praderas. tad del día, la Santa Familia a-| Cuando el árabe, con las pier bandonó la morada de los ban-¡nas cruzadas sobre el arqueado doleros y ze encaminó hacia Je-¡lomo de su dromedario, lanza rusalén, buscando los barrancos!luna mirada investigadora por el “El que parecía el jefe de es- ta tropa de bandidos se adelan- tó del grupo hostil para recono- cer a los iajeros. v “El salteador, que buscaba sangre u oro, lanzó una mirada ta al dogma apostólico. de asombro sobre el vjejo sin ar, El reverando padre Ludolfo mas, muy parecido a un patriaride Sajonia, y el abate Orsini, la ca de los antiguos tiempos, y|han admitido en sus escritos, y desiertos. Esta tradición, que según -cre- emos fué San Antonio el prime- ro que la admitió, en nada afec más solitarios, los bosques más; nosotros al darle más dimensio- . horizonte rojizo y sin fondo; cuando ve a sus pies extenderse seco, infecundo maldito, aquel vasto arenal que le espanta; cuando la sed acrece y la espe- ¡ranga de hallar un manantial se extingue, entonces reanima con un grito salvaje a su cabal- gadura, cierra los ojos y sueña en los arroyos, en la floresta a- sobre su tostada frente, anun-¡ieche de la Virgen”, porque se ,ciándoles los peligros y las pe-'cree que mientras daba de ma- inalidades que le aguardan, en- |mar al Niño, cayeron algunas tonces un suspiro doloroso se es;¡gotas sobre una peña. Los cris- capa de sus uabios y tal vez|tainos han elevado un altar en una lágrima corr» por su bron-[la gruta.— Orsini. “Vida de la ceada mejilla, Virgen”) donde la Virgen past Porque la ciudad de Gaza es[sola todo un día, mientras su ez desde tiempo inmemorial el pun poso entró arriesgando su exis- to de reunión de las caravanas tendencia en Jerusalén. que van y vienen a Egipto. Ignórase lo que buscaba el pa triarca en la ciudad de Herodes, resolución que le ha tenido in- deciso por algunos momentos, y luego se encaminó hacia el ár- gaje y esa era toda su ambición El galileo colocó sobre el ani- mal que le prestaba el árabe su Puede decirse que es la colum na de los carvaneros; todos se reunen y plantan sus tiendas en susriberas. Su puerto, (el puerto we :aza, que hoy se halla cegado e in- útil, fué en otro tiempo muy con currido por todos los marineros del mundo;') es el bazar de ven ta y compra; desde allí se espar cen como las abejas, en busca su perseguidor; tal vez alguna caravana que no encontró ta: vez vender alguna alhaja de si esposa para ayudar con su va lor a los gastos de tan penoso viaje. José se detuvo junto a un si- comor, y ayudando a su aaa] a bajar de la modesta cabalga- dura, la hizo sentar al pie del bol donde se hallaba María y modesto equipaje, entre el cual Jesús. se hallaban las herramientas de —Muzer, la paz sea contigo, carpintero, pues en Egipto no le dijo inclinando ligeramenie contaba con otro recurso para la cabeza. alimentar sus necesidades que —Arabe, ella te sea propicia, el que tenía en Nazareth, esto le respondió la Virgen tranqui-!es, el trabajo. lamente. Poco después, todo estaba dis *—Perdona si con mi pregunta |puesto; los comerciantes de Ga- te parezco indiscreto, volvió ¿2¡za se reunieron con los egipcios decir el árabe, pero a juzgar po |y Hassaf, el árabe, mandó le- tu traje me pareces Galilea. vantar las tiendas y emprender —Nazareth es mi patria. la marcha. —¿Nació tu Hijo también en CAPITULO VII ¡la flor. (Flor. —Nazareth) de EL DESIERTO | Galilea? La tradición poco o nada dice del largo y peligroso itinerario que siguieron los Santos Viaje- ros desde Nazareth, su patria na —Belén de Judá fué su cuna. —Entonces tú eres María, la madre venturosa a quien los án árbol. Entonces descargó le rvollina de todos los enseres modestos, único patrimonio de la Familiz Nazarena, y fué colucá..dumi e. rededor del árbol. Dimas había cumplido su pi labza, porque un blanco corderi- llo como2zaba a saltar junto « María, l: al con dulce y ma de las flores que librar, para nu trir con sus esencias el rico pa ñal de su negocio. Gaza esiá situada en la Talda de un monte bajo, cuyas faldas se ven eternamente acariciadas por las olas del mar. Miradas desde lejos sus blan- cas Casas, parecen una manada sobre aquella mujer encubierta con un velo que ocultaba a su pequeño Hijo entre los pliegues de su manto. “Ellos son pobres, se dijo el bandido para sí, después de: de- tener gu mirada algunos mo- mentos sobre el Santo grupo q” tenía ante los ojos: y viajan de noche como unos fugitivos... mena, en los jardines de Persia.'de ovejas qu se encamina a to- A través de aquellas alas de|mar un baño. fuego y arena que le secan las | Ciro, rey de Persia, le cercó y fauces y le queman las pupilas, tomó después de dos meses de suele ver a Gaza con sus campi- acedio (509 años antes de Jesu- fias, con sus palmeras, con sus cristo) y desde entonces sus to- frescos manantiales y sus pací- rres derruídas sirven de asiento ficos habitantes, tan hospitala- a sus pacíficos habitantes, cuan rios, tan inofensivos, tan amigos do en los calurosos meses de la nes y adoptar la forma de leyen, da, es porque está muy lejos de nuestro propósito y de nuestras fuerzas el hacer un libro filóso- fo, pues sólo aspiramos a que sea ameno, sin faltar en nada a los sabios escritores que nos han precedido y lo que encie- rran las Sagradas Escrituras. 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INSURANCE CORPORATION A ernal soiicitud le enseñaba a su hijo el regalo del bandido, —María, le dijo José despué de ie:zminado su tiabajo: Dic ha querido conducirnos bucno. y salvos a la puerta del desierte Dios nos sacará con bien de la. «erribles soledades que vamos a cruzar en breve. —En Dios recae todo el poder; de Dios viene todo lo grande y maravilloso que admira a los mortales, murmuró la Virgen. —Mucho me consuela tu resig nación, pero voy adejarte por al ¡gunos instanets. Es preciso que pongamos algo de nuestra parte para que el viaje sea menos pe- nmoso. Pobres somos... pero cun- fío que aún reunmizemos lo suii- ciente para poder pagar tu pasa ije al primer cariavanero que sal ga para Egipto. José entonces, llevando al mo ¡desto herbívoro del ronzal, st encaminó hacia la ciudad de Gaza, que alzaba sus destroza- dos muros como a unos trescien tos pasos del sitio en que se ha- llaban. De sus ojos azules llenos de bondad se desprendió una lágri- ma. | Aquella lágrima era la muda y silenciosa despedida que la Virgen enviaba a la pacífica ca ¡balgadura que buenos servicios le había prestado durante el via tje y de la cual iba 4 separarse para siempre, pues su esposo se ,encaminaba a Gaza con inten- ción de venderla. La Virgen se quedó sola, y des pués de enjugar aquella lágri- ma que humedecía sus mejillas extendió una piel sobre el cés- ped y sobre esta modsta cama acostó al Niño. Luego comenzó a disponer so- bre sus ruedos de palma algu- nas frugales provisoines, para que al regresar su esposo, pu- diera servirse el desayuno. María, distraída con estas o- l cupaciones, no reparó que a po <a distancia del árbol que le ser vía de albergue se alzaban dos iendas árabes a cuyos alrede- dores descansaban diez o doce dromedarios. Tampoco observó que unos hombres iban y venían a una fuente cercana, y llenando gran' des pellejos de aquella agua lo3 colocaban cuidadosamente s5o- bre el arqueado lomo de las li- geras cabalgaduras, A A A PR geles de Abraham saludan y lo: reyes de Oriente rinden vasaila Je: —Mi Hijo fué el que mereció mereció tal honra. —Perdona si vuelva a dirigir te una nueva pregunta: ¿qué e peras en este sitio tan apartad: de tu patria? ¿A dónde te enca ninas? —Espero ami esposo. Voy a E- gipto. —-A Egipto! Exclamó el ára- be con asombro; no veo los ca- mellos ni el agua que debe con ducirte, —Dios es grande y misericor- dioso. ¿Quien puede leer sus de signios? Sólo sé que voy a Egip to. Loas miterissas palabras de María la dulce y modesta dign dad de su acento conmovieror al viejo árabe, el cua! respond!” de este modo: —Venturosa mujer a quien los reyes rinden vasallaje, y ' que moras en un establo y te dispo- nes a entrar en los inmensos are' a, nales de Etham y Piaraam pie y sin agua, yo te venero aun que no te comprendo. Dile a t: esposo cuando regrese de la € dad, que Hassaf el árabe, part hoy para Heliópolis, la ciuda del Solí desde donde se enca minará a Alejandría, y le ofre ce su amistad y sus camellos Si lo acepta, allí en mi tienda lo espero. Hassaf que era el mismo ára- be de ia fuente de Elías y de Be ién, saudó a a Virgen y fué a «gunirse con sus compañeros. Una hora más tarde, José re-: gresó de la ciudad de Gaza y se reunió cor su esposa. El anciano estaba triste y me ditabundo. María le recibió con la sonrisa de la bondad eterna en sus divi nos labios, preguntándole la cau sa de aquella melancolía. —¿Qué tiene. esposo mío? le preguntó con dulzura. Es preciso que hagamos el via je sools, sin un guía que nos marque los desconocidos cami- nos del desierto, sin camello q' acorte las inmensas distancias que hemos de atravesar, —Dios no olvida a los buenos contestó la Virgen con esa ento nación de las mujeres virtuosas que tiene que trasmitir una bue na noticai; mientras tú busca- bas una caravana que nos ad- mitiera mediante un puñado de dinero, que tal vez sea el resto de nuestra fortuna; Jehová nos ha enviado a un mercader cari- tativo que te ofrece conducir- nos al a ciudad del Sol. —¿Será posible? exclamó José con asombro. —Mira, continuó la Virgen, ves aquel anciano que se pasea Entre estos hombres se halla-|con los brazos cruzados sobre el ba un árabe entrado en años y¡pecho, por delante de aquellas que al parecer debía ser el jefe¡tiendas? Pues ese anciano es el de los demás, pues les dictaba ¡jefe de la caravana que está a- órdenes en voz baja sin preocu parse del improbio trabajo que hacía grotear de sudor la fren- te de sus compañeros. El anciano se paseaba con los brazos cruzados desde las tien- das hasta unas ruinas cercanas junto a las cuales brotaba un manantial. En uno de estos paseos sus 0- jos se fijaron en el sicomoro campada junto alas ruinas; par te hoy para Heliópolis, y se ha brindado a conducirnos. José, lleno el corazón de ale- gría, fué a encontrarse con el á- rabe y éste, con ruda franqueza ofrecióle un camello para su Es pora y su Hijo, sni retribución alguna. —Pudío, e dijo Hassaf, no te ofrezco más que un camello por tiva, hasta Matarieth, da pinto- resca aldea de Egipto, que eli- gieron como patria adontiva du rante siete años de destierro. Si se consultan los eruditos cálculos de los cronologistas de la Virgen, se hallarán distintas opiniones sobre el modo o ma- nera de hacer la peligrosa trave sía del desierto. Desde las costas de Siria has- ta Heliópolis, emplea un came- llo diez o doce días, y aunque nada hay imposible para Dios, un viajero no podrá .cruzar 17s inmensas soledades de arena del desierto a pie, sin emplear un mes en el viaje, e indudahle mente hallaría entre 2=unas abrasadoras arenas su sepultu- ra. Siguiendo, pues, la opinión de los sabios escritores que creen más verosímil que Santa Fa- milia se reunirá en las costas de Siria con una caravana para emprender el peligroso vaso del desierto, y antendiendo a que este viaje debió llevarse a cabo por el mes de marzo y que el equinoccio de la primavera esta ba próximo, tiempo en qua el si moun arrolla con su mortífero a liento las soledades do! desierto, nosotros hemos adoptado este medio por creerlo menos invero- símil. La caravana abandc:16 loz a- rrabales de Galilea, y algunas horas después, los callosos cas- cos de los dromediarios pisaban los infecundos cainpos de Siria. Apenas las primcras ráfagas del ambiente cálido dei desierto se «estrella sobre el tostado rostro ¡de los caravaneros, el árabe sus pende su conversación, su mira- da se obscurece, su frente se puebla de arrugas y su ademán se torna grave y meditabundo. Entonces, cruzando las pier- nas sobre el tosco cuello de su cabalga'lura y los brazos sobre el pecho, cierra lo3 ojos por no ver. aquellas inmensas sában»>s de arena que se extienden ante su vista, cuya sequedad de sed con sólo mirarla(, y se dispone a soñar despierto en algún fértil y pintoresco oasis, en los trans- parentes y claros arroyos de los jardines de la Meka, o en el dul ce amor de su ansiosa familia que le espera para recompensar las penalidades de tan larga tra vesía con sus cariñosos cuida- dos. Porque el árabe, como todos los hijos del Oriente, es propen- so a soñar. Teme al desierto como “ama sus costumbres. La historia le recuerda que las arenas de Ethám, de Pha- raam y de Sara son hambrientas seplturas que reciben diariamen te los desgraciados cuerpos de sus hermanos a quienes el si- moun arrolla con sus olas tem- pestuosas de ardiente- polvo. Continuará la semana entrante DIENTES POSTIZOS Alineadas y ajustadas en 20 Minutos $2.50 por placa 11 W. Adame (arriba) Relina Laboratory Cuarto 221 Tel 2-1141 la la