El Sol Newspaper, April 7, 1950, Page 4

Page views left: 0

You have reached the hourly page view limit. Unlock higher limit to our entire archive!

Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.

Text content (automatically generated)

-— _— 2 “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE I Sacrificio Del Hermano Pacifico —Mi querido señor— respon- sieda: dió el italiano—, cuando nues- tros cincuenta hombres de ar- mas hayan cumplido con su de ber, se dirigirán al palacio de la Marche, ecahndo abajo sus puertas, y entonces no ha de quedar ni vestigio de la casa de Aramgnac: tal es el programa. Pero el programa puede salir fallido. Supongamos que des- pués áe la muerte del duque de Nemcurs el nifio Juan de Af- mag consiguiera fugarse: como su padre habría muerto a nues- tras manos y no a las del ver- dugc, la confiscación nu proce- ácria en derecho. Nostros no s0- mos ta nnecios que hagamos daño por sólo el gusto de hacer- Un ligero rumor, casi imper- ceptible, se oa en el fondo de los matorrales. —Será alguna corza.,.— balbu ceó Thibaut. —Vamos a ver que corza es esa —dijo en voz muy baja Tar clio. Esto diciro, cesirzóse con grin dissmulo hasta ti:gar a la es pera del busque; al cabo de ore ves instanie « yóse remover los arbustos y mal=zas, y en segui- da apareció de nuevo, llevando asido del pescuezo a un pob.e diablo que jadeaba de miedo y fetiga. La luna, qe no podía disipar la Johreguez'que reina- 'ba en el fondo de la selva, ilu- minaba con esplendidez el cen- —Hablábamos muy quedo — dijo hablando consigo mismo, ¡pero en alta voz Graville—; y ¡no sé por qué siempre he pensa do que ese idiota podría hacer- me juego la cuestión de, la fu- tura señorita de Armagnac. Estas mismas palabras las pronunció de manera que Pacífi ca no las pudiera oir. o que Graville llamaba la cuest:ón de la señorita de A1- magnac era la intriga urdida para que prevaleciera el enga- fio acerca de la supuesta susti- tución de niños que ya cono- mucho tiempo que los enemi- a no lo es menos que sabe mu- chas cosas que ni vos ni yo a- prenderemos nunca. —Pero detesta a Jaime de Ar- magnac —replicó Graville. —Sin embargo, ama a la du- quesa Isabel y a su hijo Juan— replicó el escudero—; !sí, les ama!... Ahora mismo recuerdo —¿Qué es lo que recuerdas?-- preguntó Graville, a lo cual res pondió con lentitud el de Soles. —No sé; es una criatura in- comprensible. Quizá ha adivina do todos vuestros proyectos, cu- ya existencia no llegué siquiera a sospechar, yo, que frecuento vuestro trato desde larga fecha a semana última le sorprendí dedicado a una ocupación ex- traña y que me pareció creul. Tiré de la espada y 1» propiné tantos cintarazos, t'.e acabé Pur hacer brotar sangre del cuer po de ese hombre misteroiso. —¿Y qué ocupación era esa? —interrogó con curiosidad Gra- ville, El escudero prosiguió con un aire pensativo: —Ahora que eaigo 2n ello, yo atribuyo otra significación a es en el cuerpo del niño, quier: llo gos de Armagnac habían hecho raba y pedía clemencia. Pacífi- circular entre el vulgo este ru- co tenía un punzón de acero en mor, y la princesa Ana de Beau-!:a mano, y cerca de «1 cns has- lo; y aunque mi noble amo di- see vengarse, cuarido se trata de un Armagnac, quiere, como hcmbre de ingenio y talento, no sólo matarle, sino también he- reáar sus títulos y riquezas, pa a que la venganza sea más cumplida. En vis's de t**: eso, el ¿ue tiene el honor de habla- -os, después de mucho buscar, cunrtando con la valiosa, ayu la de mi compañero Ferriéres, que, - sirve aquí los intereses dela princesa Ana, (que como es sa- bido, trata de ganar para su es poso el ducado de Nemours).; tr» de la plazoleta en que confe rer.caiban nuestros inteclo::uto- Ios. —!El hermano Pacífico! - pro rrumpió Guillermo de Sogzls. —Mis buenos señores — mMtr- muraba el pedagogo, más muer ta que vivo—, !tened pieta! de m! El italiano desenvainó su pu- fal y ajo: | —Desde el momento que per- teneces e la servidumbre del Ipatacio dle la Marche y q' tiem.- bías come un azogado, te acu- después de mucho buscar —re-|Sas de haber oído todo lo que pito— he hallado una niña que¡acabamos de decir, cuenta con exactitud la misma] Pacifico no tuvo síqule:a ener edad del heredero de Armagnac|gía para replicar; vió orular el y para colmo de fortuna, el tal angelito se asemeja a Isabel tanto, que bien pudiera pasar por su hija. Hemos comprado ya-el médico que Gascuña kizo las veces de comadrón de la casa de Armagnac, cuyo tes- timonio sería desd luego irre- puñal sobre su cabeza, y cayó de rodillas medio exánime. 11 mismo Giaville fué quien dutu- vo el brazr de su perverso ser- vidor y miserable conseie:o, mientras le preguntaba: «¿A cué distancia se halla- ba ese Fombre cuando lo cazas- cusable si ahora pudiéramos ya|te” contar con el de un caballero tan noble como vOS..... —A. c.neuenta toesas, poco más o menos— replicó Tarchi- iSilencoi! —dijo de súbito el no—; pero, creedme, lo mejor de Graville, deteniendo sus pa sería hacerle enmudecer. por to|conocido.... Es verdad que es sos y aprestando el oído con an da la eternidad. > estaa gi Se: RNA ly DS $4,000,000 a who work for, sell to, or buy from these Almost certainly, this includes you. i [lente ... For Better Living T. more Arizonans who are able to buy the things they need and want, the better for Arizona business. And what benefits business also benefits the thousands upon thousands of people jeu sabía, mejor quién había sido el autor de tal calumnia. . Graville se acercó a Guiller- mo de Soles y.le dijo en voz ba- ja: —Si tú te niegas a declarar, he aquí uno que no se sesistirá ía hacerlo. —Es lo cut pedís un scto in- digno de caballero --«mp:zó a lresponder el de Soles—. En la [traición se admiten también grados y jerarqusai; así es q', a lo mejor, se encuentran bribo nes que no quie:en hundirse en ej cieno más que hasta la cin- tura, —!Suelta a ese buer- nomt:e! —aljo en tono inperativo al ita Jina. Este obedeció (ie mala ga- na, y Pacífico pud> alzar tbre- rente la cabeza, creyéndose ju- guete de un sueño tan feliz co- mo mentiroso. Entretanto, Guillermo de So- les decía al de Graville: —Mirad lo que hacéis, señor mío hace mucho tiempo que vi- vo cverca de ese hombre, y no que nadie, puedo aún alabarme de haberle rioridad y dijo más sencillo que un niño pero businesses. Our instalment loans to creditworthy Arizona consumers average $4,000,000 a month - $48,000,000 a year. for better living. This money is used for just about everything from automobiles to refrigerators... from medical expense to college zducations...from taxes to vacation trips and television seta. , A A e | —¿Por qué dibujabas en el pecho de tu discípulo el blasón de los señores de Armagnac? | -- El pedagogo dejó pas1r algu- ,hos instantes sin responder, pe- Tu dijo al cabo.: —Hay personas que obran de tal o cual manera, porque su lo cura les inclina a ello. —Pero esas personas no ha- blan cuño lo haces tú ahora [buen hombre —interrumpió Gra ville—; créeme, responde con franqueza: ¿por qué dibujabas el león de Armagnac en el cos- tado de tu joven señor? El pedagogo dió muchos pa- sos para alejarse de aquel si- tio; pero así que llegó a la espe sura del bosque tuvo que apo- yarse en el tronco de un árhol. Asi permaneció por espacio de algunos minutos, inmóvil y con la cabeza reclinada entre las manos; luego la sacudió tan b-uscamerte, que sus espesos rubellos le fustigiaron el rostro. Era un ser que estaba ya por mcima, ya por debajo del resto de la especie humana; los que se burlaban de él tenían razón, era un tipo grotesco; los que le Pacífico volvió la cabeza a un'le temían tampoco se equivuca- lado y a otro, como s. buscara por cénde escaparse; luegs: ba!- buceá con voz entrecwrtada y temblorosa: —Yo no soy más que un po- bre desgraciado, Monseñor, Vo- sotros los fuertes y los valiertes así que os veis ultrajados, no tenéis que hacer más que le- vantar la mano para que se vea cumplida vuestra venganza; yo no me he vengado nunca, a pe- sar de que se me ultraja con fre cuencia...y no sé si comprende- cen nuestros lectores. Hacía ya|ta tarea o trabajo. Pasó la cosa ¡*éiS esto, Monseñor; cuando se reprime siempre la cóleca sin ldarle ningún desanug», acaba ban, podía ser terrible. + —!Mis hijos, mis hijos, mis hijos! —exclamó por tres veces —¿Por qué estoy yo aquí pen- sando en otra cosa que en ni hijo, qu eva a .empezar hoy sú carrear de mártir?- No, yo no quiero pensar más que en ellos que son mi sangre de mi santa Marión; no quiero amar a na- dis más que a ellos; !pobres hi jos pobres hijos! El fulgor de la luna «que pe- nevaba a través de las ramas il minó su semblarte bres so, que la palidzz del astro nuciur- ny hacía parecz: mas lívido. En lpo: producirse una herida en el!l=us facciones se veía mprise |fornao de la memoria. Facífico levan:ó un poco la cos uno de un líquid) c:.or rojo ¿iv otro Ce un color tia y ar-i 4 gentado que me par=:16 ser mna ¡"0 al corazón; disolución de plata fina. Pacífi- co, con la ayuda de: pun:zon, había trazado ya algunas líneas $ e" el costado izquie:do uri qu- [cima de mí, ¿no creéis tal vez que Jaun, casi sobre su mismo |2%2 E e corazón. En mi arrebato de có.1Pién de los actos de su paJ.s? lera no me fijé en la forma del £Sta =s la ley de Dios, pues to- dibujo; pero ahora el haber ele e > el castigo del feca gido aquellos dos colores y la ¡9% 08 a 5 E forma del dibujo no me dejan | a Cabe:1 triste y pálida 1: Pa ya la menor duda, era el escu- : Áfico iba irguiéndo:e vom. e do de fondu de ra con un pesar suyo, y s uvoz se volvía lcún de gules lo cue el herma- no Pacífico tusquejaba sobre el pecho del último /rmagnac. —Tenéis razón, Mosen— Cijo una voz detrás wei escudero—" era precisamente el escudo ce Armagnac lo ue yc grababa el otro «¿ía en el peche de mi «i.3- cípulo. El preceptor se había ido a- cercando sin. ser observado Ya | no temblaba. Guillermo de So-; les, sorpren: de requirió la «..» paua ,nero Graville le detuvy a man": con c.erto aire de sue Pacífico: | —' Acércate! Pacífico obedeció. ¡grave. Guillermo de Soles, que ¡creía conocerle, le escuchaba con una sorpresa que iba cada vez en aumento. En cuanto a Thibaut de Ferriéres y el italia- no, se acercaban atraídos por la: curiosidad. : —Eso es natural —prosiguió Pacífico—; el hijo hereda, y la herencia lo abarca todo: los te- soros y las deudas. Pues, bien, Monseñor: la vida es larga, y ey su transcurso he visto a los hombres cambiar a veces de fi- sonomía y de nombre. He gra- bado el león de Armagnac en el pecho de mi discípulo, porque quiero reconocerlo.siempre den- tro de cincuenta años, si Dios me conserva la vida, y quiera reconocerle lo mismo que le veo ahora, con toda seguridad y cer teza. Pacifico estaba enhiesto, le- | vantándcse su cabeza sobre !os;¡ cascos de hierro oue le rodes- ban, Los cuatro caballeros cam biaron una mirada de inteligen cia; pareciales que trataba de hacerse una puja en el merca- do de la traición. ¿Es para vengarte? —pregun- tó con vehemencia Graville, fi- jando sus ojos en el preuptor. Las anchas pupilas de este úl fu> cGesaliento llene de am. 1fu- tr y una especie de remo. de .cateza y dijo llevándose la ma¡n. iento indesc:“rable, AAAKÁAXA A KXÁ i¡Vernes 7 de Abril de 1950. vierten la buena crema en leche euriada. P: cífico tratz"2 inútilmente de montar, y decía de buena fe: —Es verdad primo mío; feliz- mente para vos no nos parece- mos en nada. Sin duda para recompensarle por su modestia, Jerónimo Ri- pail alargó una mano, y asién- dole de la piel del pescuezo, co mo si fuera un gato, le encajó detrás de sí en la grupa de su jameglo. —'Gracias a Dios! —dijo el soldado, sin que aquel esfuerzo hubiera llegado a alterar su desahogada respiración —. Yo me he adjudicado todo el vigor. toda la valentía y todo el genio de nuestra parentela, Pégate como una oblea en mi coraza y Lazte el muerto. Pacífcio obedeció: Ripail puro iernas a su corcel, que .omió un trote corto, y entonó co1 tod su alma la tercera estrofa de su canción favorita. —Mi excelente primo —mur- muró con timidez el pedagogo ¡así que cesó el: canto. —!uego !—dijo el soldada con aspereza — Te aconsejé que te callaras. y no me gusta que se desprecien mis avisos. —Es que tengo que propone- ro un buen negocio, primo mío —Veamos qué negy*19 es el La idea de sus hijos no pudoftuyo. Sí, aquí hay hemoria para 'prevalecer, sin embargo, sobre el bien y para el mal, Vos, Mon¡otra idea que le dominaba. Unjca::ciabais el Jez2o de llevar señor, que os halláis por tan ep ¡instante después salieron de sus labios palabras incoheren- tes que no se referían a aque- llos pedazos de su corazón. El aire traía mansamente e- sos vagos rumores de la noche, que son como la respira?iún de la naturaleza dormida. Pacífieo escuchaba, pero nada llegaba a sus oídos como no fueraa us balidcs de las ovejas d2 los re- baños que entraban en la Aba- día “de San Germán, o el susu- rru ae la brisa que resbalaba entre las hojas. - —!Mi hijo, mi hijo! —excia- mó en uno de esos transpores que interrumpían, a lo menos, la sucesión de sus ideas, equi- parándole a un loco—; mi hijo no será tan débil ni tan cobarde como yo; mi hijo sobrá, con el tiempo, manejar una espada, o le estrangularé con mis propias manos, Calló de pronto y aplico el oído El sonido de un terce: to- que ce cuerno, tan Jébil que ca si se confundía con los rumores rocturnos, pasó por encima de su cabeza. Casi al mismp lier-.- po se cyeron las fuertes pisadas Je un caballo, chocando con los guilarios de un send=ro vecino, y una voz aguardentosa rompió a cantar en medio de la oscuzi- dad la siguiente copla: Perina, Perina mía, Lon li, lon la, La deri, la deridera, PePrina, Perina mía, ¿Dónde está .tu corazón? —!Es Gerónimo —murmuró el preceptor mientras volaba a través de los matorrales para ganar el sender odel bosque. --Me parece rec>:dar que a- grabado en vuestros brazos un corazón con llamas, según cos- tumbre de los awque-os escoue- ses que el rey Luis XI tiene a su servicio. <—Eso es vedad -- respondió Ripail—. Tú me habías prometi do encender tus hornos y alam bricar tus drogas hasta tanto que encontrases ul licor que merca sobre la piel líneas inde ler,es. ¿Has adelantado alg) en tu emepño? —El líquido lo he descubier- te ya, jrimo mío. —¿Es cierto? —pregunt5 aibo rozado Ripail—, Pues bien; di- me ahora qué es lo que vas a pedirme..Me he bebido y utoda la paga de la semana que vic- ne, y sólo me restan dos liards. —Yo —replicó Pacífico— po- seo aún na rosa noble de Ingla terra, primo, la cual, pesada, va le por lo menos veinte sueldos de oro fino, —Entonces ya que estás tan rico, puede grabarme gratis los dos corazones inflamaci:s. —Más que eso haré, mi buen primo; os pintaré los corazones con magníficas llamas; y ade- más voy a regalaros la rosa no ble de Inglaterra. El valentón hizo un brusco movimiento sabre la silla y mi- ró de hito en hito el rostro cár- deno del pedagogo. —¿Pretenderías, acaso, bur- ,Jarte de mí? —Dios no lo pe:mita; lo úni- Co que quiero es recompensar el trabajo que tendréis esta noche —¿Y qué trabajo es el que me espera hoy? Ñan brillaron de improvisto, a- brió la boca, asomó a sus labios una palabra que no legó a ser articulada, y acabó por callar- se, inclinando la cabeza por to- da contestación. : —A la verdad— dijo Tarchino en voz baja al de Gravilie—, ha béis hecho perfectamente dejan do vivo a ese hombre: tal vez se presente ocasión de sacar algún partido de él. Un toque de cuerno de caza, semejante al que antes había hecho oír Thibaut, resonó a lo lejos. A lo que se pudo aprecia este sonido procedía del lado del río en la dirección del Pra- do de los Clérigos. | —!A caballo! —gritó Olivier —He aquí legado el momento ¡ de ganar ó perder la partida. | —En cuanto a tí, buen hum- tbra, - -añadió tocando a Pacífic) —Si queréis prestarme yues- Jerónimo Ripail, el mercena- |tr ayuda —repuso Pacífico —os rio de Armagnac, había soltado |conduciré al aposento de nues- las riendas sobre el cuello de su |trg joven señor el duque Juan, caballo; éste andaba al paso y|a quien he empezado a bo3que- aquél cantaba desaforadamen- liar en el pecho el escudo de su e: casa, ¿Dónde está tu corazón —En efecto, algo he oído de Perina, Perina mía? esa historia. Guillermo de Soles Lon li, lon la, te pegó por eso una buena pali- La deri, la deridera, za, hasta hacer manar sangre Perina, Perina Mía, de tus riñones. Y,..¿¿sabes tú q' ¿Necesitas un señor? leg bastante humillante para mí —'!Perónimo!— llamó muy” |tener un parlente que se deje a- quedo el hermano Pacífico, que |zotar como un rocín? Pero di- acababa de llegar a 1 avereda. [me, ¿por qué diablos quiereez El soldado interrumpió su can ¡marcar así a nuestro joven ge- to, detuvo su caballo y balbu-|for? ceó estas palabras: 4 —Sólo por hermoseaerlo, pr/- —Me parece haber oído la voZ| po.....:: pero yo no tengo mas de un mochuelo, a menos que |que dof brazos... y éstos no va- no haya sido mi primo Andeol, ¡jen, que digamos, gran cosa. de esa mísera criatura. Vamos, |Mjentras yo trabajo, el niño llo- acértate, rodear de pergaminos. |ra le oyen, acude gente y me va en el hombro—, ve a esperarme al palacio de la Marche.... Verás como no es necesario viv:: cin- cuenta años para ver saltar de gozo el corazón. Si anhelas ven- Open an aceount at the Valley National Bank, where your dollars are put to work in sound, productive loans to stimulate business. The result is more jobs, larger payrolls and more purchasing power more prosperity for everyone. VALLEY NATIONAL BANIK MEMBER FEDERAL DEPOSIT INSURANCE CORPORATION SERVING ALL ARIZONA THROUGH 29 FRIENDLY, CONVENIENT OFFICES. ganza, la obtendrás y bie ncum pldia. Da Esto dicho, internóse el prime ro en la selva. Thibaut y el ita- liano le siguieron a escape y Guillermo de Soles se detuvo, Pacífico: —¿Conque eres tú enemigo de los Armanac? —¿Y vos, señor, qué sois— di jo aquél eludiendo la respuesta —'Vamos, Guillermo de Soles ¡de el bosque—, los que no están cormigo están contra mí. Guilermo empujó bruscamen- te a Pacífico, que estuvo a pun to Ce caer, y montando a caba- Mo arabó por. lanzarse a la ca- rrera a través del soto. Pacífico se quedó solo comple tamente y escuchaba el galope de los cuatro caballos, que se alejaron en medio del silencio de la noche. Hubiera preferido dar co nun mochuelo, al cual habría ahu- yentado removiendo las matas, en tantó que a ti no h1>:'4 más remedio que convoyarie en 'a grupa hasta el castillo. —Mi querido primo— respur- dió Andeol—, eso seria cier'a- mente una obra de caridad, por que me hallo fatigadísimo; por pulean. Si estuvierais allí -para emordazar al duquesito y man tener cerrada la puerta, enton- —¿Llevas ahora encima la ro sa noble? interrump'> Ripail. —Sí, primo, constituye toda mi fortuna; así es que no se a- parta un punto de mí. —Dámela, pues, y trato cerra- preguntando con vehemencia a|ocnversar un rato contigo. vamos!-—exclamaba Olivier des|caramarsé en la grupa del ca- otra parte, quisiera también Pacífico metió la mano en el —¿Y crees tú, por ventura, a'|bolsillo de su menguada sotaní- me divierte mucho tu conversa» |lla, sacó de ella de pieza, cuida- ción? — repuso Jerónimo—. !Va|dosamente guardada dentro de mos, sube! su saquito, la alargó al soldado, Y le tendió el pie para que PajEste tomó la moneda, echóla al cífico intentara inútilmente en-|aire y la recogió al vuelo, a pe- sar de la obscuridad de la no- ballo. Viendo que nada conse- |che. En seguida volvió a ento- guía, añadió el mercenario con|rar con mayor entusiasmo su aire de profunda convicción: —'Será posible, Dios mío, que haya en la misma familia un hombre de mi calidad y un ma- marracho como tú! Tu padre y mi madre eraa hijos del mismo abuelo: por tus venas circula sangre mía; pero estoy bien cier to de que la han mezclado con alguna droga de las que con- canción: ¿Necesitas un señor Perina, Perina Mía, Lon li, lon la, La deri, la deridera... En esto llegaron al punto en que la carretera real pasaba en- tre el figón de la Amapola y el castillo de la Marche. El figón Pasa a la página 5. a

Other pages from this issue: