El Sol Newspaper, March 3, 1950, Page 4

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Cuatro. bl AAA 9 AMINO: La casa empezó a venir a me-¡ría mucho, accedió seguidamen nos. Entonces Caminita, aterra-|te, enviando otro empleado a da ante las consecuencias que|Guadaveloz y poniendo a mister pudieran derivarse de la incons|Davys al frente de la adminis- ciencia de su madre, dio la voz|tración de sus bienes, de “sálvese el ue pueda” a sus| Y una mañana invernal llu- demás hermanos y, sintiéndose |viosa, Caminito Rubio salió de por primera vez en su vida ego-|Guadaveloz, con rumbo hacia e e o 5 5 5 5 e a — * «miento y si todavía las joyas no se sobre su pecho, y contestó a fiesta del Rocío Chico, y todos “EL SOL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE irían a parar a manos de su dueño, YL entonces, aceptó. Doña Celedonia, vieja, chafa- da y aniquilada, ya no vivía en Mara Luisa: —— o juntos marcharon después a las huellas de las privacoines y del sufrimiento en el rostro aja- —Son los instintos primitivos Guadaveloz, en plena campiña |do, subía la escalinata de: par- de la Frmanidad, hija: el dere- ¡cho del más fuerte. 'Digo, si no estival, a repartir unos dias en- tre el tío Ramiro, los Condes y ¿rre. ¿Qué pasó en el alma de nues la Plaza Principal; la casa gran|fuera Lor la lima de la civiliza- de pareció en el cataclismo y la|ción! Búeno pues se acabú. Car las señoritas de Guzmán el Bue'tio feliz jrotagonista?...Algo «e no. Instaláronse primero en la |añoranza, algo de protesta — Huerta de la Gallombas, por exi|!quién sabe!, pero, sin duda, al adquirió Rafael Torres- Arias por mano de su tío Ramiro. Ca- paz es de no vendérsela doña Ce ledonia si llega a darse cuenta de que éra para él. Así, en los atardeceres pueblerinos, ya no ni ella ni Florencia desde sus balcones el cancionero de los jardines: Don Juan de Vallanaranja, lo bien que fuma, lo bien que (habla tiene la barriga llena de vino blanco y de vermut... ¡záfate túl..... ..-.El que escapó mejor e hizo su m4 no llora msá, ek? La tesó, le limpió dos lág:: mas que corrían po: las meji- llas de seda, y la acomodó en sus brazos, con un cuidado y una ternura infinitos. —Conque a ver: ¿quién se em barca con papá esta mañana?... —!Yo, papíto, yo! —gritó el nene, corricndo « abarzarse a las piernas de hafael con am- bos bracitos. Era una criatura magnífica, espléndidamente desarrollada para sus cuu:ro años: un rapaz que tenía tola la belleza atra- gencias del viejo biblófilo y por ser residencia mucho más a pro pósito para los chiquillos que el palacio condal. Urbana se vol- vió loca con la llegada de sus “niños” Estuvo su hora larga besando a Rafaelín y Carmita y dándoles tan agudos chillidos de entusiasmo, que las criatu- ras la miraban espantados, con los grandes ojazos muy abier- tos. El viejo don Ramiro desbor daba de júbilo; los niños se hi- cieron en seguida amigos suyos, y durante su estancia en las Ga llombas sus estudios históricos go maquinal o involuntario. Quitó, rápidamente, el scherzo del plato de la gramola; buscó en otros álbumes del mueble contiguo, mudó la aguja rápida mente, soltó el freno y, en la tar de estival y campesina, 'vibra- ron las notas galantes, gráciles y versallescas del “Minuetto A- zul.” Camino, ya en el vestíbulo, abrió espantada los grandes o- jos, como soñando, “y dos lágri- mas silenciosas rodaron por sus mejillas. Entró la vieja Urbana media- pacotilla, fue Celedonio. Con su|yente y fragan:e d+: su madre, astucia egoísta, tiró para sí y a|sus ojos moros, su figura grácil, durmieron el sueño de los justos|do el disco evocador. ísta, hizo sus cuentas sin dete- nerse a pensar si era o no del la paz de lo desconocido. Lloró amargamente al pensar que lo gusto de su madre, ¿Acaso doña | que dejaba enterrado en el ri- Celedonia se preocupaba del bienestar y de lae fiicidad de sus hijos para lo porvenir? Como quiera que míster Da- sueño pueblo —el amor— no volvería a encontrarlo nunca más en su vida. Las cosas se pusieron tan mal río revuelto, ganancia de pesca- dores. El sacó lo suyo, se ausen- tó del pueblo y montó un nego- cio de salazones en Galicia que, según decíian— y dadas las con- diciones del personaje yo no .. descreo —prosperaba. CAPITULO XIX su sonrisa llena de simpatía, así como la niña, muy menudi- ta aun, era un vivo retrato de Rafael. —!Y yo tamén! - afirmó Car- mita, acurrucá.+lose lagotera so bre el pecho ae su padre. —Enterados: los dos. ¿Y ma- !Para escribir estaba él, siem- pre con aquellos diablejos cogi- dos a sus pantalones! ! Una tarde calurosa de la últi- ma quincena de agosto, María uisa leía a la fresca y cariciosa sombra de los nogales de la no- ria. os dos niños corrían por los —Niño: ahí está la hija ma- yor de don Bernab$, que de Dió goce. Dice que quié jablá con er señó, pero está como sabe, en la cama y me ha dicho la re- cibas tú y que te enteres de lo que trae. —Pásala al recibidor, y avisa vys continuaba tan enamorado |4Ue, al fin, todo se lo llevó la como el primer día y le renova- Juanito Fachada em- ba contínuamente su eterna pe- tición de matrimonio., Caminito le aceptó. Pensó que, de lo con- traric, llevaba t:*.-s de irse al fevetón, porqu*, debido a los riumos de grandeza de la madre y a los rumores que corrían so- bre la malísima marcha de los negocois, por allí no aportaba un alma. Y Caminito no quería quedarse soltera por nada del mundo. De manera que, en vis- ta de que todas sus amigas se estaban sacando —Lucita, con el conde de Fontidueña; Lola Peña con Paco Vélez; Pepita Zo- rrilla, con un ingeniero sevilla- no; las del registrador, con dos muchachos madrileños, respec- tivamente, y la del notario, con un Médico de Huelva muy acre- | ditado —optó por apencar con míster Davys, que, después de todo, tenía buena figura y esta- ba muy presentable, a pesar de sus cuarenta. Después de su des y ilusión con Rafael, Caminito no podía ser feliz: faltaba el amor; pero míster Davys éra buenc y afectuoso y etnia una tolerancia infinita para todos los caprichos tonterías y defectos de su mujer trampa. barcó para América; no quería lsue lo viesen trabajar en su pa- tria en humildes menesteres. Paco, el menor, se colocó de es- cribiente en otra bodega de ex- portación. En cuanto a Llanitos, a pesar de su juventud, supo so- lucionar muy bien el problema apencado sin dengues ni arru- macos con un tendero de bisu- tería, con el cual se casó muy poco tiempo después que Cami- nito. Florencia, la niña menor, vivía con la madre de los res- tos del naufragio— unas "modes tas rentas— y del exiguo suel- do de Paco. Doña Celedonia te- nía sobre su conciencia un tre- mendo remordimiento que cre- cía conforme veía transcurrir los días y acercarse da muerte: el de haber despojado a Rafael Torres- Arias de la herencia del marqués don Nuño. Imposible restituir ahora... ¿Dónde estaba 'a aquella fortuna? Sin embargo, había salvado del naufragio y ocultado a la rapacidad de Celedonio las va- liosas alhajas de los Oralucées, y a raíz de una grupe maligna q' la tuvo en mal trance, se 'cono- ce que pensó sus cosas y deci- Al poco tiempo de casada, a/|dió devolver aquello a su amo a doña Cele le pasó la hinchazón |ver si así cesaba la racha de ca y quiso hacer las pases con el |lamidades que cayera sobre su matrimonio, a lo cual se avino|casa. Una sonámbula a quien el caballeroso yerno sin poner |fue a consultar a Sevilla se lo un solo reparo. Entretanto, con-[aconsejó así. Pero como de nin- tinuaba la pendiente desgracia-(guna manera quería ella reba- da de la casa. Malos negocios, |jarse a confesar su falta y me- prodigalidades, embargos, eje- [nos encararse con el odiado Ra- cuciones, ruina. Impotentes pa-|fael, dio el encargo a Camino, ra conjurarla los Caranbanche- [la cual debía venir a pasar con les se deshacían en denuestos ejsus hijos una temporadita en el increpaciones mutuos. Todo esto|puebloá a fin de que los cono- acababa con la salud de Camini|ciera la abuela. El primer im-- to y, harta ya de aquella vida|pulso de Caminito fue rechabar + desesperada, rogó un día a su |semejante encargo. ¿Ponerse marido que la sacase de aquel jella delante de Rafael? !Qué infierno. Entonces mister Davys|violencia, Dios Santo! Pero 'lwe-! solicitó de su principal, Lord |go pensó que de no aceptar ella Warwell, que le trasladase a In|el encargo, Dios sabe si cambia glaterra y el prócer, que le que-.ría doña Celedonia de pensa- to Your Old far" Probler Plenitud —Teño un ha casita branca N'a Mariña, entre loureiros; Teño paz e teño amor. lEstán vivindo n'o ceo! En los maravillosos ojs dorados —|Gerardo!.:Icorazonciño! —ICarmiñal !Encantiño! —'Mama..... mamá!... con una pena que no la dejaba hablar. lamente bajo su cesto, mientras vigilaba a los dos pequeños y a la niñera, se asustó. —¿Qué te pasa encanto, qué tienes tu? —Rafaelito que le ha quitado la pala —explicó la' muchache. —'Sefor, y qué disgusto tan grande! 'Vamos a ver, Rafaelín, ¿por qué le has quitado la paa a la nena? -—Porque me gusta más que la mía, —Y no hay más.. ¿Estas oyen do a tu hijo, Pafael? Rafael llegaba en aquel mo- mento, vestido democráticamen- te con el más primitivo traje de playa que la meda pudo soñar; un pantalón de gabardina blan ca y una simple camisa sport, con el cuello abierto y las ma- nos remangadas hasta más! arri ba oel codo. E Los seis años pasados desde que cantó “Ma:ina', no habían restado gentileza a su apostura ni enducerido un solo rasg» de su fisonomía, ni añadido una cana. a su abundante cabellera ondulada. Parzcían tan joveu q' cusiaba trabai7 c.eer que ds angelitos le illamase papá. Ma- tí. Luisa, sí: estaba transfornia- da, pero transformada est 'énd:- damente en una gran mujer, en toda la plétora de su maravillo- sa vitalidad glorificada por los trofeos maternales. Rafael fe echó + reir mientras abría lus brazos para levantar a» la pequeñita, que, con sus Pa sito. vicilante, vena a refugiar A AP A A A A A A E you are tired of putting up wiila a balky automobile that ler. you down when you need it most, here are two economical solution tó your transportation problem: (1) reconditioning. Have an expert mechanic give your car a bumper-to- bumper Pay for the labor and parts with a low-cost Valley Bank Personal Loan. You can then repay the loan, out of income, in small convenient monthly payments. (2 Trade in your old car on a later, better model. Use your present car for the down payment. 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Te acompa- fiaré..con mucho gusto —ofreció Rafael, cariñosamente.— Pero no veo la necesidad de que me dejes solo en esta hermosa ma- fñiana juliera...en esa inmensa llanura del mar”, ¿te acuerdas? I1QuQé apotesis! Así es que vas a. dejar la e:critura para la ta: de y ahora v'enes conmigo... —No cabemos todos en la bar! Ca... —Pues que se quede la mu- chacha. a —Bueno, hombre, como tú quieras. También te pones más pesado cundo te empeñas en algo. Y bajo el aparente enfado pal 1 enarenados paseos persiguiendo|a la señorita, que está en los no salatamontes, o haciendo presas |gales. en los caños de riego de naran- Xxx jal. Pasado un rato. Carmita se| Iba Camino con su hermana rindió. Tenía sueño y se fue a|Florencai y con su hija mayor, buscar a la niñera. Esta, muyjuna inglesita blanca, fina rubia y triste. le ¡y, acomodándola en el regazo, | Urbana, con muy buenos mo- lares o infantiles. [mpezo a cantarle coplas popu-¡dos—!cómo la conmovió el as- ! Entonces,el niño mayor, lle- evónibus, que afluía a la glorié ta de los nogales, seguido de un mastín de presa que, a pesar de su fiereza, tenía para el niño de licadezas extrañas. SE —Mamá.... con las coplas que está cantan1> Gracia no se va a enerar papa de lo que está to- cando en la gramola del tío Ra miro. —Muy bien, señor—- se echó a reir la madre—. Veo que es us ted muy celoso de las cosas de su padre. Y eso lo veo con mu- cho gusto. Y lo levantó del suelo—no sin esfuerzo, porque estaba muy desarrollado, — sentolo en su falda y lo llenó de besos apasio |nados. —Pero por lo de la gramola no te preocupes, hombre. Tu pa dre ni siquiera oye a Gracia, mi ra 'si anda entusiasmado con su música. Además, desde aquí a la casa hay algo que andar. y sobre todo Gracia está en'rete- Iniendo a tu hermanita. Y e32 es ¡sa oficio. ¿Por «ué no te vs tú pecto derrotado y melancólico de Caminito Rubio! — entrolas María Luisa, que le:a tranqui|Imposible quelar bien con todos gó en donde leia su madre. Ve-len un recibidor zccalado de azu- nía por el sendero, bordeado de lejos, lleno de hortensias y be- gonias, donde una sillería de ¡mimbre ofrecía cúmodo asiento. —Asién 52 1<'5,, señoritas, Don Rafaeré va a vení dleseguía Pero anto que ¿1 llegó María Luisa. Caminito. al verla en el esplendor de lumbrante de su olímpica hermosura, tuvo un movimient> de sincero asombr * que se ylastm> en sus ojos elo- cuentes, y a sí misma, se encon- tó vieja, fea, insignificante jun- to a esta triunfadora helleza. Si no hubiera sido porque la lle vaba allí un asun'o para ella sagrado, hubiese echado a co- rrer antes de que saliera Ri.fael Cómo soportar la comparación? Sirtiose tan profu.a tamente hu miilada por el fracaso que un irterso rubor col»reó por un jus tante sus hundidas mejillas. Abrazáronse cordialmento. La ¡q€qA-Aóá>» A á]á]áÁ£[¡ Viernes 3 de Marzo de 1950. —Bien mujer, no te apures — respondió cordialmente— Mi tío está hoy molesto con sus acha- ques. No se ha levantado, ya te lo ha dicho Urbana; pero cuén- tame tus cuitas,. que tengo en- cargo de trasladárselas. Maña- na o pasado podrás verlo, Si es- tá capaz no será necesario que te molestes en venir. El mismo irá a tu casa. —!Por Dios! 'Molestarse por mí! —/ te vienes con la niña a pa sar el día con nosotros y de pa- so consultas con él...— invit María Luisa. Este rasgo de generosidad fue agradecido con una centelleante mirada de Rafael. —Sería lo mejor— asintió a- mablemente. Entonces María Luisa tuvo uno de esos rasgos de delicade- za que caracterizan a un alma elevada. Sustrayéndose a. todo bajo sentimiento de recleo o des confianza, declaró Con sencilla cordialidad: —Bueno, pues mientras uste- des consultan sus cosas yo voy a llevarme a Florencia y a.la niña que se aburrirán aquí, pa- ra enseñarles la Huerta. —Es que yo quisiera que tú oyeses también “todo' lo que tengo que decirle a Rafael... — se atrevió a insinuar Caminito, —Ya me lo contará él des- pués— tranquilizó María Luisa, mientras cogía por la mano a la niña rubia y triste., —Cuando acabéis podéis venir a reunir- oscon nosotras a la glorieta y to maremos el té. Dicho esto, salió, llevando del brazo a Florencia y de la mano a la pequeña, dejando solos, y frente a frente, a Rafael y al pa sado, simbolizado en la triste y aturrullada Caminito. XXX Cuando Camino hubo termi- nado su larga y dolorosa expli- cación, que Rafael había escu- chado con ese silencio alenta- dor de las- persónas comprensi- vas, que invita a las confiden- cias, cuando hubo tomado nota de los principales puntos que debían consultarse y resolverse, para trasladárselos a don Ra- miro, Caminito, con un repen- tino encogimiento de toda su esposa feliz 'acogió con inmenso 'persona, que parecía esfumarse cariño a la antigua rival orgu- ¡en la amplitud del sillón de jun llosa. —'!No soy la misma, Maria Luisa! !No me conoce-ás! —¿For qué, mujer? Estás pitaba tan honda complácencia con tu padre a cir la gramola y|bien, Algo más delgada, prro al sentirse necesaria en la vida,me dejas a mi un rato tranqui-|eso es mejor. Yo no quiero estar de Rafael, que éste experimen-[la, quem e da horror verte ese | gorda. tó la delicia que le acometía Isiempre que comprobaba que el amor no envejecia, ni se entibia ¡ba en ellos. Esta escena tenía lugar en la andalucísima playa de Matalas cañas, punto de cita de los vera neantes castizos de; Aljarafe y perrazc detrás. —Porque papá no me-quiee ¡tocar mis placas. Y está tocando fun cosa muy aburrida y muy triste. !. —¿Si? ¿Será Marina? ¡ —No es Marina, Marina la sé lyo, que es la niña que a la amr' Tin esto abrió la puerta y esn- tió Rafael. Hacía ciaco años q' no se habían visto y, sin embar go, a Caminito, al verie, le pa- reció revivir los días mágicos de juventud y de ¡lusión, en que fué ella la razón d= vivir de a- quel hombre. Sus manos eníla- del Condado. Elmagistrado, ju- |y “oliendo a brea' Y ahora toca |quecidas, casi diafanas, se hun- bilaoy ya, vivía con sus hijos y sus nietos, mas por estus dias se encontraba en Benime!l, donde para mediados de septiembre irían a reuniírsele María Luisa y Rafael con los niños. Con él estaban BeBrnardo y Felisa pa- ra acompañar al señor Alvarez durante la ausencia de los su- yos. Los pequeños necesitan la pla ya con su sol y su yodo marino, les hace falta desquitarse del en cierro en la ciudad donde Rafa- el ejerce su cargo de Registra- dor, con la libertad de correr descalzos por la rena, de zum- bullirse en el agua recibiendo do las vistosas valvas y demás ltesoros inesperados que el At- lántico abandona en su periódi- ca huída; de escuchar los ru- mores de las caracolas y de to- mar baños de sol revolcándose sobre la playa, de ordinario -de- sierta, y convertida durantel el verano, en población accidental y populosa.....Los padres felices al contemplarles sobre las are- nas de la bajamar, admiran los crepúsculos marinos; la enorme sinfonía del oleaje; el saludo blanco de las “parejas” pescado ras —gaviotas gemelas— en la lejanía verde, azul, plateada, de las aguas movibles, alternan do frecuentemente con los “ja- | vegotes”, en la pesca, con el a- gua a la cintura, y los estrobos, a guisa de bandoleras “jalando” de las redes..... 2 Ya en agosto, dieron por ter- minada su temporada playera. El 19 se detuvieron —de regreso a Guadaveloz— en el Rocio pa- ra cumplir un voto que María uisa, en nombre de sus peq'e- fos, hiciera a la Blanca Paloma. AMí se encontra.on con uc:ta Guadaveloz y ola Peña, acom- pañadas de sus maridos y «de sus pequeños. Asistieron a la sus frescas caricias y recogien- otra cosa. y No era Marina lo que tocaba en la gramola de don Ramiro, Rafael. Era nada menos que la Quinta Sinfonía úe Beethoven, en do menor, Por la orquesta Royal Albert Hall, de Londres, Sólo, en el amplio despacho del erudito y valetudinario caball-=- ro, vestido pulcramente en aten- ción a las visitas que con casi diaria frecuencia llegaban a sa ludarles. a la Huerta, abstraíase con las melodías geniales del inmortal Sordo. En todo él bri- llaba como el día en que al ca- bo de unos años volvemos a en- contrar en Matalascañas, ese destello inconfundible de la ver dadera y única felicidad. Todo, en su gesto revelaba una juven tud henchida de ilusión, como si fuera odavía el estudiante de quinto de Derecho que compo- nía versos llenos de inspiración a “la rubia de lós ojos de luz”. El día antes se lo había hecho notar doña Ba:a que, siempre tan excelente amiga, había es- tado pasando el día con ellos. —Chico, María Luisa está q' quita un: sentido...!hija, ni sé co mo puede ser una mujer tan es- _tupendamente guapa!, pero lo [que toca a ti, grandísimo piran- ¡dón, e3 que no parece sino que ¡fe quitas años de encima. “!Si da más gusto verte que a los muchacaos solteros! Esta terde, sin saber po: qué, esperaban visitas. Ella se había puesto ur traje de malva de crespón, muy sencillo, pe:v ele- gantísimo y él uno de aquellos ternosazules muy oscuros, que favorecían extraordinariamen- te su figura alta y esbelta, y la coloración trigueña de su cara. Por el scherzo del tercer movi- miento andaha cuando por el ventanal abierto vio avanzar ha cia el palacete de la Huerta, a... ¡Caminito Rubio!...Pálida, dcs- mejoradísima, avejentada, con dieron retorciéndose en el halda de su vestido de luto...una vaga angustia le lenaba el pecho. ! | Dios suyo, y cómo sangraba aun la herida! !'Qué emoción! No alargó la mano a Rafael... testaba temblando!, y él se hu- bo de limitar e inclinarse pro- fundamente ante ella, poseído de una honda conmiseración. —¿Es tu hija? —preguntó ca- riñoso, señalando a la niña. La pequeña, muy bien educa- da, sonrió y se levantó, Rafael se inclinó y puso un largo beso sobre su frente cubierta por ri- zos muy rubios. ¿Se acordó de la humorada de Campoamor: Las hijas de las madres que (amé tanto, me besan ya, como se besa a 2 (un santo Habló Caminito: —No sabía que don Ramiro estuviese en cama; venía a ver. le porque necesito el consejo de una persona de conciencia y sa- biduría para que me oriente de los desastres de mi casa, con ca ridad y desinterés. Mi hermano Celeconio quedó rico y todos no- sotros estamos casi en la mise- ria. Paco, ya lo sabreis, emplea do en un escritorio, Juanito en Buenos Aires de chofer; mi Ma- dre y Florencia viviendo con to- da la estrechez del mundo; Lla- nitos..... bastante regular, gra- cias a su casamiento: Yo, en cuanto a eso.... bien, porque mi marido tiene un buen sueldo. ... Pero Celedonio rico, y nosoros pobres, ¿cómo puede ser eso? Llegué hace unos días a Guada- veloz; Tristán quedá en Ingla- terra, y yo he hecho el viaje so- la con la niña. Tristán me en- cargó mucho que no dejase de hablar del caso con don Ramiro. Había escuchado Rafael pia- dosa y comprensivamente, no- tando el esfuerzo enorme que esta confesión de miserias le causaba. co donde Rafael la instalara en “¡tre almohadones,- con esa corte- sía suave y tierna que era en él un don y que tanto agrada a las mujeres, empezó a decir con la vocecita cristalina, un tanto quebrada y rota. —No he venido sólo a consul- tar a su tía, Rafael,. Entre noso tros hay algo que debe zanjarse, porque yo no dJormiré tranquila hasta que así se haga. Y puede decirse que mayormenie he ve- nido de Inglaterra por entrevis- tarme contigo. Si mo te hubiera encontrado en Guadaveloz, hu- biera ido a buscarte a Berimel a o Orihuela. ¿No estás en Ori- huela de Registrador? —Sí, allí estoy desde que mi suegro sé jubiló y salimos de Palma. —Tú debes recordar perfecta- mente nuestra última conversa- ción en la jira del Alosno.., Caminito se detuvo, turbada Buscamente había visto cam- biar de expresin la inteligente fisonomía de su interoluctor,. se dió cuenta de que Rafael esta - ba evocando en toda su amargu ra el momento cruel y definiti- vo de la ruptura. 'Rafael había había sufrido mucho, no sólo en su amor por ella, sino tam- bién en su amor propio y en su dignidad siempre maltratados opr los Carabancheles! Y ella efectivamente, le había herido la mejor fibra del alma con a- quella corardía que no supo vencer antes y que más tarde Hubo de arrollar en una súbita rebeldía al casarse con míster Davys. ¿Por íué no fue valien- te?....Aún parecía oir el eco de aquella copla simbólica y evo- cadora: Catalina María Márquez: ¿cómo has tenido valor de casarte con Juan Lucas estando eñ el mundo yo? .. Bien veía Caminito que Ra-.. fael se estremecía al reproducir en su imaginación la escena q truncó sus vidas....! Todav:a la de Rafael se enderezó hacia la dicha! Pero, ¿y la suya, misera- ble y fría, sin amor y sin ilu- sión? Sin embargo, no era la evoca-: ción de aquellos tiempos de mu- tuo cariño lo que había preten- dido Caminito al hacer su ante- rior pregunta y, así, se apresuró a deshacer el equívoco.

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