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Página Cuatro. A S CAMINOS _El buen nombre de su casa se le hubiera importado a él un ar dite y se hubiera puesto por montera toda clase de razones, de moral y de conciencia y ha- biía seguido disfrutando con la mayor tranquilidad y desver- guenza los dineros del marqués don Nuño, aun pesando como pesaba sobre su cabeza la ame- naza de una demanda judicial. Pero Celedonio condensaba la situación en esta sola frase: “Rafael Torres- Arias está ena- morado de María Luisa Alvarez, y ha ido a verla...” [ En aquel corazón mezquino y ruin, como flor entre abrojos, «había brotado el amor; más o menos perfecto, pero muy inten so, muy apasionado. Y era Ce- _ledonio un sujeto enérgico, que solía aferrarse a sus opiniones y no se apeaba fácilmente de sus proyectos ni cedía un ápice ga, manejar a la tonta de su hermana, que siempre había si do un juguete en las manos fa- miliares, y, una vez atrapado Rafael y muertos de un tiro dos pájaros —el de sus convenien- cias y el del honor de la fami- lia— emprender en serio la con quista de aquella confiscada ni fia que le traía sin sueño. Lo malo era que Caminito se le había rabistirado. 'Y en qué forma! Seguro estaba Celedonio de ue ni a buenas ni a malas se conseguiría nada de ella en semejante terreno. Pero eso no quería decir que si Rafael vol- vía a solicitarla, ello no se rin-' diera con armas y bagajes. Lue go la habilidad estaba en ma- nejarse de manera que el es- quivo galán tornase a llamar a la puerta de la tribulada Cam!- nito. No; verdaderamente no era e — e — "EL SOL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENER vendi de Simón, era el de pen- dolista: solía escribir por una perra gorda cartas para los sol- dados, los novios, lasc madres y los parientes de toda la gente baja de Guadaveloz. Alguien afirmaba tambiér. que Solía de dicarse a nego cios más esca- bicsos y sucios, pero esto no podriamos afizmarlo "nosotros por carecer de pruebas. En este tabuco maoliente, per maneció Celedonio más de una hora, Desde el miserable za- guán, la vieja :que dormitaba en los umbrales, pudo darse cuenta de que el mozo insistía tratando de convencer al viejo d> que realizase algún trabaio u.Jicil o expuesto. cuyo precio regateaba con sórdida avari- cia. Al fin, parecieron ponerse de acuerdo, y se oyó el tintiñear de unas monedas de plata. Du- ros. La vieja «estiba cierta de y eran dúros, SS Un instante después, el mozo salió con iguales precauciones que entrara, y desapareció por la tortuosa calle, empedrada le guijo. Cuien hubiera tenido la curio sidad de espiar al viejo prende ro durante las altas horas de u- quella noche, .hubiera podido verle a través de su reja, abier- ta de par en par al sofocante ambiente caliginoso, ¿inclinado sabre su ap«lillada mesa ue o- ficina escribiendo ala luz de una macilienta lamparilla «e azelte. Y si se hubiese fijado con ————— — e o obreras Se dirigían apresurada- mente al taller, contestad>, 21 pasar, con una sonrisa o un do- naire, 'al requiebro de los deso- cupados que se apelotonaban en el Canto del Piñó y en la po- pularísima calle de Polavieja. Rafael notó que abundaban las caras bonitas y que vestían muy bien. Comió en ei Conti- nental y a las tres subió en la berlina de uno de los grandes autobuses de: la Alcoyana, que hacía la carrera hasta Gauda- lest. Había creído en un princi- pio que Benimel sería uno de los pueblos que estaban sobre la ruta, pero el chofer le infcr- mó de que para llegar a dicho pueblo tendría que apearse «n Altaserra... Desde este pueblo hasta Benimel estaban contru- yendo un camino vecinal que no estaría quizá terminado has- ta pasados un par de añitos. Tendría pues Rafael que reco- rre tal trayecto en el caballito de de San Francisco, o alquilar en la Venta de Prudencio una caballería que espolique Esto que hubiera contrariado a cual quier otro, regocijó enormemen- te a Rafael; era muy divertido y muy pintoresco. Además, po- dría admirar mucho mejor el 'paisaje quebrado, áspero y mon taraz que, por contraste con el riente panorama de Guadave- loz, le interesó desde el primer [gas Llegado el autobus a Altase- rra paró en la carretera, ante la Venta de Prudencio, Rafael se en su línea de conducta. Como!Celejonio hombre que se ahoga a la vez tampoco era tonto, com|se en un charco. Aquella siesta prendía sobradamcate que porjla pasó tumbado bajo un enor- la tremenda no coasaguira ma- me magnolio que había en el más atención, se habrían dado ¡disponía a preguntar por el ca- cuenta de que trataba de repro|mino de Benimel, cuando un la ducir con idénticos rasgos gra, ¡brador, que parecía dispuesto a fológicos la. escritura picuda y¡marchar con dos hermosas mu- o O A can __— —No, señor, de ninguna ma-,dor buscando la paz y” el amor nera; estoy acostumbrado a vos. Puede usted acomodarse en la otra mula con tranquil- dad completa. orden 'y se colocó a horcajadas «n la caballería que llevaba la maleta. Un poco admirado de «' su interlocutor no demostras= la natural curiosidad de saber quién era su compañero de vi2- je Rafael decidió. no ocuparse más de él para concentrar teda su siención en el paisaje, quee era ciertamente muy: espléndido El camino se deslizaba pega- dito a las faldas de un tosal de tap, un alcor, el. cual subía en cuesta hasta un collado, para dominar el valle con. su: mirada poderosa. A su izquierda limita- ba con un derrumbadero sobre el cauce de un- baranco ante3 un ruinoso puentecillo. A la o- tra parte del collado continuana serpenteando el. camino entre plantios de olivares y almen» dros, plantas preponderantes en este terreno quebradqsimo .-a- bundante en cuestas y torcedu- ras, torrentes_y barrancos. —Cuide usté señoret, -ahora; y no afloje el. ramal que esta costera es de alivio. —¿Muy larga? —Más que la del Parral, aque lla que hemos pasado antes, Encara nos quedan algunas o- tras, largas y buenas, Llegados a la cima del alcor y algo más allá de este rechon- cho cabezo coronado de.opulen- tísimas vides, veíanse de perfil las pedregosas faldas de Serre- lla con sus macizos de añosas 1 de su cobijo. A su deretha, y ca montar caballos...y caballos bra si en el fondo, se levantaba otro cabezo donde el campanil solía tener más vistoso resalte; ru- bricábanlo algunas sendejas cu Domingo no se hizo rejetir Ja|lebreantes y el clásico calvario de los pueblecitos levantinos motsaraba las verdes flechas de sus cipreces. Más allá de estas colinas airusas, cerraba el valle el perfil pedregoso de Serella y el monte Alfaro, liso y gris. —Nos quedas dos cuestas pa- ra llegar a la “Crehueta”, pues allí se.coge la carretera que es- tán haciendo. —¿Es un puenie aquello que se ve allá? —:ncicó Ralael se fñaalando a mano izquierda del volle. —sí; es el puente de Prunes, con tres lunas, En cuanto lo aca ben se podrá entrar en auto en Benimel. Momentos después pasaron el barranco de Magarruf, empren dieron un endiablado camino q” rozaba como una cornisa el pro pio cauce del cauda.c.so barrar:- co ya citado da; ie una altura imponente. baia:on una nueva cuesta, subieron otía.. Los: ani- males sorteaban los Jificulra- des del sendera con maravyillo- o él saldría di3nirado por las orejas, pese 2 ss habilidades de caballista, pe., con inuudito asombro vio fii1> las pacienzu” das mulas baja:on con toda e- guridad hasta el mismo lecho Viernes 27 de Enero de 1950. e da en el asunto, y si no, come muestra estaba la desdichada intentona del día de la jira a ! Las Cuevas. Rafa=l era un gra- no que le había salido a Cele- donio, pero un grano que no se podía extirpar con la violencia del bisturí... un grano que ha- jardín de las Bodegas, rumian- do el pro y el contra de unos planes; y cuando al anochecer, toda la sacrosanta familia de Carabanchel regresó ' cariaconte- cida y mustia hacia Guadaveloz el mozo se vistió un menguado y raído trajecillo de adril, hun- bía que disolver con,un unguen!dió sobre las cejas el ala de su elegante de cierto plieguéc'llo azul con leve filete dorado, el cual tenía todo el aspecto de una carta. de mujer. CAPITULO XV El castillo de la felicidad hacia acá se encamina, en el cinto la espada, y en la mano el azor, jlas y que había cambiado con él conductor del autobús unas palabras, se encaró campecha- namente con él. —¿Usted va ¿ Benimel? El acento esa rudo, seco, cor- tante; pero en la voz y en el ges to fluía un rauñal de cordiali- dad que impresionó favórable- ment a Torces- Arias. encinas, sus pinares y sus esca; lerillas de almendros, y Cerezos. Luego, surgía la sierra escueta, granítica . surcada de fantásti- cos monolitos., sin otra vegeta- ción entre sus pedregales que hiedras y cornicabras y jarales descolgándose como festones de! un lienzo sobre unos peñascos | gigantescos, cortados por la: na- to de canutillo y cataplasmas zalientes. El temperamento astuto y su- lapado de Carabanchel Bajo se inclinaba también por propio instinto a seguir la trayectoria de una línea curva para llegar a sus fines, en lugar de atacar noble y francamente el camino recto. Rafacl, en Benimel y enamo- rado de María Luisa; Rafael dc- sombrero anchote y, saliendo |el feliz caballero que te. adora por la puerta de los. corarles, emprendió la marcha cauteloso |y que llega de lejos, vencedor —Se lo pregunto a usted, por-| apreciar desde la campiña de y ladino, como un zorro, hacia el pueblo viejo, de pura ralgam bre árabe, deteniéndose al fin frente a cierto tabuco mal olien te, al extremo de la estrecha y típica calle de Abdul- Azis, cau- dillo musulmán que presunta- mente gobernó el pueblo y echó los cimientos de su properidad. sin verte de la Muerte, a encenderte los labios con su beso de amor, RUBEN DARI Rafael no iba a Benimel con ningún propósito determinado. Iba: instintivamente a buscar Sí, señor turaleza en sentido vertical: E También el tío Domingo podia; que yo también voy pa allá, y, | Cremades, cuya última” cueste- como ve, llevo las mulas de va: | cilla subían rozando el Tosal cío, Puede usted subir en una y|del Aíre, los fmosos helechos eargaremos la maleta en la otra y los fresnos del selvático Hort Rafael aceptó reconocidísimo el espontáneo ofrecimiento y cruzó en seguimiento del hurn- bre, la calle empedrada y des- fendiendo sus posiciones con el brío de su temperamento y de su juventud, llena de plétorea, Rafael con sus formidables con- diciones inetlectuales o físicas —aquella gallardía elegante, a- quella belleza viril que Celedo- nio hubiera comprado como el Fausto de Goethe, aun a costa de la salvación de su alma,— Rafael era un peligro terrible para Celedonio que se sabía en un plano de inferioridad, No ha bía, pues, manera de solucionar la situación más que apartando a Rafael de Maria Luisa con el cebo de un amor que tirase a él hacia Guadaveloz. Y para algo estaba en el mundo Caminito. No había más que urdir la intri. Llamó discretamente, con una varilla que en la mano lle- vaba a guisa de bastón, y salió a abrirle una vieja asquerosa y harapienta, cuya sola vista pro- ducía náuseas. Preguntó por Si- món; era éste un viejo a quien el pueblo tení:a por judío, no sabemos co nqué fundamento, Vino a Gibraltar hacía muchos años y se estableció en Guada- veloz como quinquillero. Des- pués cerró el comercio, pero continuó con su negocio de cam balaches y-prendería. Su casa era como una tienda de présta- rmo3 donde se daba dinero a in- terés usurario' por toda clase de prendas, hasta las más incon- cebibles. Otro de los modus. vi- GIVE YOUR HOME un consuelo que necesitaban al|igual que conducía en ángulos verse tan duramente flagelalo |agudos hacia el camino de Be- por el infortunio, era una fuerza | nimel. En el extremo de esta ca irrazonada e impulsiva la quejlle y en su vértice con una pla- le llevaba junto a María Luisa; |zuela, aparecía gentil, en medio algo más grande que su volun-|de su austeridad, un edificio de! tad. Si le hubiesen preguntado: |sillares con un 1ivrreón cuadra- --¿A qué vas a Benime!? do, sobre cuya puerta de arco ¿»habría contestado, sin vani-|rebajado lucía sus cuarteles un dels Frares, encaramdo casi en la cumbre de la montaña, entre algunas sabinas achaparradas y espléndidas sábanas de tomi- llos, .donde solían anidar los ga mas. ¡guero de oro sobre las bandas rojizas y azulencas del peñas- pedregosas laderas...Entre jue- vilanes, terro de los cluecas del lugar y de las inofensivas palo- El sol. poniente dejaba un re- cal, :lenando de policromías las lación: —A descansar. Porque estaba deshecho, can sadc, harto de sufrir y de luchar “Llegó a Alcoy a la una de cierta tarde calurosa de septiem bre. La población presentaba a esas horas el aspecto atrayente de* un movimiento que interesó al forastero. Era la hora típica de entrar en las fábricas, des- pués de la comida,. Grupos. de THE CARE IT DESERVES Your home represente a very important investment; therefore, spending money to keep it in good condition is just good, common sense. A new roof . . . new floors . . , repairing plaster eracks . . . checking plumbing and wiring .. . repainting inside and out... are some of the precautionary measures that are occasionally hecessary to preserve a. protect your investment, If you can't afford the cash né outlay fór needed - repairs, apply for a low-cost Valley Bank”. Improvement Loan, under liberal FHA terms to cover the cost, in full, for both materials and labor. No down payment is required and you may take up to three years — 36 months — to repay the loan in small, easy-to-budget “ monthly instalments. Come in, today, and find out about a low-cost Valley Bank-FHA Modernization Loan. escudo, notándose en sus em- blemas y en su corona de barón incontables huellas de pedradas Siguieendo a la casino y a su torre, había otras casas, algu- nas de ellas dando a Poniente, con retáles ruinosos de pared q”. ¡las hiedras cubrían a trechos, dár.doles especial elegancia. —¿Sabe usted lo que es este te Rafael, atraído por la paten- te vetustez de la fábrica. —Aquí- la llaman el Palacio, per» no vive el amo. Están las escuelas y las habitaciones -de los maestros. Dicen que es del torreón?—. preguntó curiosamen g0s. de sombra.y luz, resaltaban algunos peñascos como si fue- ran las siuetas estilizadas de verdaderos: monjes -orantes... en las: praderas de la Retura, jun pastor tenía: su caramillo, melodiosamente, mientras las del barranco., por cuyas «guas cristalinas caminaron' un trecho hasta hallar otra vez la senda de heradura, cortada por las lí- quidas lenguas. El sol, en su ou- caso, se levantaba apenas so- bre Mariola, rozando sus cum- bres de zafiro como una hostia roja. No se oía en el campo ni un ruido desagradable, ni una estridencia;- solamente alguna copla de amor en recias gargan- tas campesinas. —Hombre, también cantan por aquí malagueñas...— dijo Rafael muy sorprendido. —Ese debe ser Perico que las Domingo, indagando con la mi- rada cierta lejana loma—. Los mozos de acá cantan de otro mo do, Desde el collado de la Urehue ta, a la vista ya del campana- rio de Benimel, se veía el tajo de la Punta, abierto por el cu- chillo Je la carretera que iba lamiendo las tierras del Frechi- nal, suaves y blanduzcas como almohadas. vierno de esa garganta?— pre- guntó repentinamente Rafael, volviéndose hacia la grupa de su montura para mirar el cor- tado. —!Qué se yo!— confesó since Y! ramente el hombre—. Había ve- lees que no. pdíamos aguantar- 'nos de pie, o nos hundíamos en tel fango y..¿sabe lo que hacía- cabras. se desparramaban-a sulmos? Montar en las caballerías. -| placer por- los. taludes cubiertos de hierba: —!Qué: sierra más ¡fantástica! —no fue dueño de exclamar Ra: fael. Pero el- tío Domingo,. aunque sonrió halagado, no le contestó. Estaba acostumbrado a ver el asombró que todos los foraste- Ellas están tan acostumbradas que no dan ni una mala pata- da; y en casos así va uno más seguro a caballo que a pie. Pe- ro la verdad es que tenemos q' agradecerle mucho a don Vi- cente. —¿Don Vicente? . —Un señorr que es de esos q' barón de Finestrat,; yo no'lo sé: |rog experimentaban ante la bo-|mandan en las Audiencias: don Pero de seguro que el buen se: [mita y majestuosa sierra, orgu-|Vicente Alvarez. Parece menti- for ni siquiera sabe lo que tie-|1]o del valle; y Rafael se alegró|ra que usted no lo conozco, por- ne aquí. En toda la contornada | de que no turbase la delicia de|que-es muy nombrado. Nació su contemplación ninguna fra-|aquí; es de una familia de esas hay palacois por este estilo. Y con esta somera explicación aprendida de otros, el labrador dejó atrás el palacio arrincona- se vulgar, de Magarruf, la cual marcaba de campanilas, de señores riquí Llegaron entonces a la cuesta |simos.. Medio término de Der1- mel y otro medio de Altase:ra do en la esquina. Algunas mu-fun *largo'y' pintoresco” descenso |son suyos. Y lo que pasa; e! jerucas indiscretas se habían a-|hasta el barranco de su mismo|buen señor tenía la costumbre somado a los portales y con una | nombre cuyo. rumor.se. oía. des-|de venir a veranear al pueblo de lo alto, A derecha e izquier-'con la chiqueta. Un verano tuvo curiosidad imprudente escudrí- fiaban la elegante traza del via jero, pues no era frecuent2 vér [nario rural. El labriego sonreía *socarronamente, comprendien- da de este lugar llegaban las pi nares del Tósal. del Aire, entre- tres y romerales espléndidos, en medio de olivares, almen- | la aesgracia de que la niña se le rusiera enferma y como en el tan atildados mozos en el esce- |eruzados' de entedaderas silves-|pueblo no- había médico enton- ces, él sabe los sustos que pasó, Desde entonces hizo promesa de do la excitación mujeril; pero |dros, viñas y zonas de ragadío|traer la caretera a Benimel por Rafael se sentía tan molesto q', cuando rozando las paredes de un corral, salieron al camin» de Bcnimel, respiró libremente. —!Este ganao de las :nuje- res...! —murmuró comprensiva- mente el tío Domingo, que éxte era el nombre de su acompañan te—. En cuanto ven un buen mozo pierden la chaveta y más si lleva corbata, En toas partes son iguales. : El camino atravesaba una es pecie de arrabal, compuesto de ties a cuatro casuchas fronteri- zas a una olmeda espesísima., y pasaba ante el lavadero y una fuente a quien datan sombra las copas de los sauces. El tío Dcmingo arrimó una de las mu- las 1 una margen d» piedra, e invitó a subir a Rafa?=1, quiei. lo hizo con soltura que delataba al jinete. con opulentos manzanos. Las liebres, conejos y perdices, pre- ferían estos sitios por lo amenos y deliciosos. El tío Domingo se apeó de su; caballería para, recorror este tra yecto a pie. Rafael, abstraído todavía en sus contemplaciones a la vista de tantas bellezas na; , turalecs, hizo un gesto interro- .gador, que +1 labriego compren- dió a maravilla. —No se amotiine, señoret, es que me canso de iz montado y, las cuestas abajo ¿as ando siem ' pre a patita... mire cómo:se a-' .soma el pueblo por allá, entre aquellos- tosales. Estamos ya muy cerquita. En efecto: delante del Maga- rruf surgían otros aleotes de ci- mas redondas, amplias y mulli das, cuajas de arboledas y cul- tivos. Y en la falda del más dis- —No será la primera vez quej¡tante, entre el verdor: de los ár- monta usté a caballo— observó;boles y el tapiz de la tierra, apa sonriendo el tío Domingo—-: me'recía Benimel cón la espadaña parece que no será. menester q' de*su iglesia enel centro y los le lleve la mula del ramal. caseríos agrupados a su alrede- encima de todo, y mire usté: hasta que lo ha conseguido» no ha parado. —Pues ya pueden ustedes es- ta:le agradecidos, porque es sabe cantar —respondió el tíoito a los chorros, esperando tur- —¿Cómo salían ustedes en in; de la señoreta María Luisa. —¿Yo?...*No, señor, soy sobri- .. no de la mujer de don Vicente, que de Dios goce... Pero...¿ha di- cho usted que la señorita, mi prima, tiene novio? —Hombre, usted no ponga fi- casi en lo que yo le diga, por- que a lo mejor uno habla y no sabe lo que habla. Mi mujer...ya sabe usté que el ganao de los mujeres todo se lo encuentran, y en el horno, en el lavadero y en la fuente, se charla lo que es y lo que no es. Pues no hace mu chos días vino diciendo que por el pueblo corrían voces de que la señcreta estba esperando al novio, —Esperando al novio— repi- tió Rafael con voz monótona, como si el mundo le hubiera caído encima. —A lo mejor es mentira y ni siquiera tiene novio, ni piensa en ello. Proporciones, !vaya que le salen! !Como es tan guapa! No viene forastero al pueblo q' no se quede emprendado, y si es de los de acá... Todos están con la boca abierta en cuanto la ven. Ya ve uste los rusticos del pueblo donde van a ponedse tpara ellos la guarda don Vicen te! Es decir, que con esto de q' so instinto. En un principio de-¡Coren por el mundo esas ideas ciase Rafael que, o no haría pie, |locas, más de cuatro zafíos se creen ya que el comunismo .es- tá en casa y que cada uno pue- 'de coger la mujer que le aco- mode. Rafael ya no prestaba aten- ción a la charla de su acompa- fante;. le estaba haciendo unas cosquillas terribles, mucho más teribles de lo que él pudiera creer nunca, aquello de que Ma ría Luisa tuviera novio. ¿Y po- dría ser? ¿Y sin saberlo él? ¿Y no se lo había dicho ella siendo tan amiga suya? En esto, la carretera, con una curva atrevida y elegante, fue a buscar un recodo donde esta- ba la fuente de Bertomeu, de la cual solía servirse el vecindario del pueblo durante la stación estiveña. Era ya de noche y nu se pdían precisar bien los obje- tos, pero Rafael observó que jun no, había bastante muchachas acompañadas por mozos que los lNevaban el cántaro. También, junto al: abrevadero, se arremo- linaban muchas caballerías, pe ro Domingo se abrió paso, abre- vó sus bestias y, en un .momen- to, logró salir de all.. Cuando enfilaron de nuevo la carretera . deseranó la campana de la |iglesia el segundo toque del Ro- sario, Rafael ya no veía mada más que macizos de cañaverales a su izquierda -y muchos árboles a la derecha, sobre las márge- nes delas huertas paralelas al camino. Era definitivamente de noche una noche sin más clari. dad que la de las estrellas, pues to que la luna estaba ausente. Grupos de mujeres y de mozos se cruzaban con ellos... Oíanse charlas y risas próximas, y el aparecía enbozado en el manto nocturnal «apenas esclarecido por los faroles eléctricos. Le- jana, una de estas risas parali- zó pod un instante el corazón de Rafael... ?Ella? Sí. El tíó Domingo confirmó su sospecha. —Ahí tiene usté a la señore- ta María Luisa, señoret. Vestida sencillamente de blan co, entre un grupo de muchachi tas aldeanas, “efectivamente. María Luisa la que se acercaba hablando y riendo, inconsciente de que a dos pasos de ella esta ba el Amor (otra vez con letra raayúscula) que venía a buscar la desde lejanas tierras. Rafael se tiró al suelo de 'un salto y se volvió a Domingo, —Amigo, usted dirá lo que le - -lHombre, cale uste! ¿A mi que ha de «cberme? Ahy:t irá mi-chico a caza de don Vicente a leverle la maleta. , Y antes de cue Rafael pudi-- ra darle las gracias, arreó un ramalazo a la mula, mientras sujetaba el ronzal de la otra, y desapareció cantando una co- pleja popular. una mejora de zap2ltal impor- tancia. e —'!Toma! Como que este ve- rano estamos vendiendo el tri- go una peseta más caro. Y eso que todavía el puente está sin ¡Acabar y no pueden llegar los camiones mas que hasta la cos- tera de Prunes. 'Digo! Así es. q' todo él pueblo stá con don Vi- cente que cualquiera lo toca. —Sí que es una bellísim aper sona... —-Ah!... ¿pero usted lo cono- ce?— preguntó Domingo, mien- tras rápidamente se acomodabu a horcajadas en la mula, que bajaba la cuestecilla de la Cre-| hueta para tomar ya la carre- etra enfrente mismo de Beni- mel. —¿No he de conocer? Si ven- go precisamente a visita:le. —!Anem!, usted será el novio, Rafael avanzó unos pasos hus ta enfrentarse con el grupo de las muchachas que se detuvic- ron asombradas, más del porte y la gallardía del galán que del hecho de encontrarlo; se des tocó reverente y con su armo- niosa voz, que María Luisa oyó como se puede oír algo que cre- emos en el otro hemisferio, pre- guntó correctamente: —¿Hay aquí una señorita feí- sima y antipatiquisima que se llama María Luisa Alvarez? SAS EAN CLASES DE PIANO Profesora graduada de la Universidad. Sra. Berta 1. Montero 763 E. Polk St, — Tel: 2-8185 Phoenix, Arizona EA ASE IA