El Sol Newspaper, December 9, 1949, Page 4

Page views left: 0

You have reached the hourly page view limit. Unlock higher limit to our entire archive!

Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.

Text content (automatically generated)

CAMINOS Flotaban en todo los ámbitos recen dos gotas de rocíó.... cias populares, erencendiendo en el corazón la viva llama de las emociones. de la ciudad las dulces ndo | 05 [Cha noche” que “EL SOL” SEMANALIO POPULAR INDEPENDIENTA cedían, Una doncella pasó jun- antes al contrario, escuchó con to « ellos, mirándolez discreta-ila unción de una fervorosa menio, pero esbozando una son- risa comprensiva. Maria Luisa re:c:onó. No podían estar eter namente así, en el corredor, lla pr id la atencii1 de los que TA» ban. [Levantó los ojos «le negro terciopelo, ojos con “mu ujera el porta, a de una ulandura dulce y «ive, ojos que par=cían «nvel En Lesar y acarnviar con. su luz; y después de “conceder” con aquella mirada que produ- jo al muchacho un sacudimien- to, como el de una descarga e- léctrica, desprendió la rosa de —'!Qué cosas tenéis los poe- [entre los encajes de la mantilla tas! — díjole un poco suspensa/|y se la alargó al mozo. Un ins- y turbada. —Ahora no habla el poeta, tante después, como aquella o-. tra vez en la puerta de la caso- Y la Santa Cruz, esmaltada habla el hombre; el hombre a|jna de las señoritas de Guzmán por resplandores de luna que ¡quien has hecho experimentar|el Bueno, Rafael se encontró só- idealizan hasta la infinito el esta tarde una emoción purísi-*lo, feliz y aturdido, con una flor dolor augusto de la Virgen, se- ma y honda...como tal vez hace entre las manos. María Luisa guía estremeciendo a la muche ¡Algunos años que_no la he sen-¡había desaparecido. dumbre, que apiñada en el la-|tido, porque no es frecuente en| Durante la comida no estuvie berinto de las calles con devo-¡nuestra vida frívola que el sen- cristiana y el afán de una ver- A a A cvha, esta se ha trarquilizado súbitamente. ¿Será tonta? Pues no “siente” que iria tan rica- dadera artista —tenía también|mente, feliz y confiada del bra- una preciosa voz, que educaban primorosamente buenos y com- petentes maestros—, el Cristus factus est, el Tibi soli y el Red- zo de Rafael... hasta el fin del mundo?...De pronto, una pre- gunta, que parece mentira no se le antes, rompe la armonía de, paladeando la grandiosidad¡de este silencio de compenetra- la expresión, la ternura y la plácida ansiedad de estos subli mes versículos; extasiándose ante esta culminante y magnífi ca nota de la Semana Santa sevillana, prodigio de admira- ción y de armonía. Luego, reco- gidamente, oró ante el Monu- mento, rodeado de incensada y misteriosa atmósfera y salió al fin a la calle .entre su padr2 y Kkatfael, todavía imp:esioraia por la excelsitud del aconteci- mienta digno de su nombradis. La muchedumbre que llenaba él grandioso templo catedralicio empezó a salir al brotar la úl- tima nota del Benigne fac, cuyo verso final ahoga con sus ru- ' ción,. —Oye: ¿y tus relaciones con Caminito Rubio, cómo .andan? Rafael siente como si le nom- braran a un difunto. ¿Cuanto tiempo hace que “eso” pasó? Contesta con acento grave, —Se acabaron hace tiempo. —¿Sí? —í. —¿Estás seguro? Me parece que te gustaba mucho y a mejor crees que el fuego se a- pagó y queda un rescoldo...ca- paz de producir un incendio en cuanto sople un poco de aire. —No. Ni me conviene ni quie ro quererla. —No basta que no quieres Viernes a cervecería, habían removido en él todas las cuerdas sensibles del recuerdo; y aun había nota- do que algo dolía, allá dentro de su corazón. Evocó amarga- mente las escasas horas de di- cha, apenas saboreaba y quizá por eso más intensa, y pensó con el alma desgarrad en la súplica eterna de aquellos ojos “que eran dos caminos”. Los ojos de 'Caminito decían a gritos que su dueña se abraza" ba de amor y alumbraban las noches del mozo “como soles, como estrellas, como almas.” Y al a vez que pensaba en e- lla, malherido y sangrante, se detenía leno de ilusión y de.an helo, en el recuerdo plácido y tura que había surgido en su de Diciembre de 1949. ' al vesar ala tierra con sus váli- dos labios, pone una suave pe- numbra de oro en las cañadas umbrías y una luminosidad ce- gadora: y riente en el vigoroso culminar de las cumbres altas. Ya están respirando bocanadas de viento puro, bendiciones de salud, fragante perfumes agres tes, hálitos de tomillos y de re- tamas... Están viendo los reba- ños de ovejas que parecen co- pos de nieve sobre ol diáfano verdor del pinar esmeralda. La algazara de sus balidos y sus es quilas rompe la calma monta- raz y a sus notas, audas y acom pasadas, se unen los acentos de la gaita del pastor que interpre |ta rústicaménte algunas segui- lo|dulcísimo de aquella otra cria|dillas rocieras. El cuadro pasto- ral en este escenario «selvátioc vida como uña aurora en el mo|tiene un sublime encanto evoca mento memorable en que Ca-- |dor. Parece oírse los inefables minito hizo de ella, con su des-|y exquisitos versos de Juan Pa vío, noche cerrada y OSCULA........ món Jiménez: Verdaderamente, Rafael estaba |El pastor, lánguidamente latravesando dias y momentos con la cayada en los hombros, mores, y aun desde la calle se'quererla. El amor es más fuerte de indecisión; estaba en una ta unción las magnificencias de! aquelNa noche del Jueves Santo —¿Dónde vamos ahora, pa- pé? , —A oir el Misierere. —No, papá, que no es hora aun. ¿Verdad, Rafael? —Verdad: esta noche no em- pieza hasta las diez. —Pues a casa entonces —con testó el magistrado. —Yo voy también con us:e- des. : s Y Rafael, ¿como no”, les a-, compañó atenta y galantemen- te, gúiáridolos con maestría en-! tre las riadas de egente que a-! fluían de todas partes y notan- do con estupor que llevaban siempre detrás la sombra 1e- pulsiva de eledonio. | —¿Esta noche comes en casa de etus tíos, Rafaél? —SÍ. Entraron en la calle en que estaba situada la casa, Llega- | ron a ésta, subieron las alfom- bradas escaleras. En el gabine- te, la Condesa invitó a sentar- se al-“mágistrado y empalmó con él una charla de circunstan cias, mientras venía el Conde, que .debía' estar al caer, porque se comía a las nueve en punto y eran menos- cuarto, y había que ir a la Catedral a oir el Mi- sierere. María Tuisa, al oir es- to, salió disparada en busca de sus habitaciones. Tenía aque cambiar de traje para la comi- da. Y ya iba 2 alcanzar la pucr; ta de su cuarto, sita sobre un con plantas y bronces amos sas. reproducciones de los gran- des muestros de la escultura — cuando sin saber cómo ni de dónde, salió y se le puso delan- te Rafael Torres-Arias. —Oye, viña. —¿Qué quieres? —Qu'eio, pedirte un favor. —Pues, “en no siendo trigo ni dinero, como dice el refrán... —Verás.... Esta tarde has llo- rado y se te han caído dos lá- grimas sohre .esa rosa que lle- vas en el pecho,.. Aun creo que tiemblan sobre sus pétalos. Pa- “ Took a Tip From The Boss. Mow- Im payim m4, bill Y by uke 1 4. «. . Yfigured if it paid my boss and every other busi- z ness manto handle his money through a checking account, it would pay me, too. Andit DOES!” Yes, ánd it will benefit you, also! A checking account lets you pay all your bills by mail — the convenient - way — instead of making special trips and then standing in line to make payments in person. Itmakes - your budgeting easier, too. Your check stubs show where your money went and what it paid for e facts you'1l value at income-tax time! s Even more important, a checking g£ccount means safety: for your funds! Unlike cash, »uex.is of value only to you. when you need money, it's right there at your pen-point. And, of course, you're protected: from ever having to pay the same bill twice; your cancelled check sees to that! timiento religioso vibre y se ron juntos. La etiqueta, esa ti- rana social, les separó; pero nos estremezca dentro del alma|pqr encima del centro de plata Todo ese pos onoble y bueno q lleno de helechos y claveles au luerme en todo hombre, lo has|rora, que adornaban la mesa, removido tú ésta tasde con tus|Rafaél miró intensamente a su sinceras lágrimas... conmigo en que tampoco es co- sa coriente que nuestras niñas Convendrás!sabor 42 Mavia Luisa Alvarez. Esta, aturdida y confusa, lua modernas lloren de amor y de|taba de quitar importarch a dolor, compenetrándose -con las|todo lo que estaba sucediendo. angustias y los dolores de Ma- ría Santísima..,s Sea como fuere tú has dejado «eaer dos :lágri- mas que a mí me parecen dos ' perlas— nacidas en la madre- perla de tu alma— sobre esa flor que quizá ahora, al cam- biar de traje para la comida, vas a. tirar al suelo para que * mañana vaya a parar a la bsu- ra. Y eso sí que no estoy dis- puesto a consentirlo, niña; por- que para mí esa flor es una re- liquia; por las lágrimas que guarda... y por el valor que a e- sas lágrimas presta el senti- miento que las hizo brotar. Estaban muy juntos.” Rafael percibió perfectamente el perfu- me de los cabellos oscuros. de María Luisa. En su cara cosqui- lleaban los encajes de la man- tilla... !'Dies mío y qué fácil le hubiera sido besarla!.... ly. de qué buena gana la habría he-| cho, fascinado por la belleza y el candor de la muchacha que espoleaban en él todas sus an- sias de ternura! !Besarla con la infinita delicadeza von que se besa a un niño, a una flor! Be- sarla más con el alma que con; los labios!... Ella estaba junto a él, visiblemente turbada por una nueva y deliciosa confu- sión, apretando entre sus ma-| nos de marfil, con gesto maquij nal, u npliegue de su manti'la Todo era normal y sencillo. Ra- fael era su pariente; además, era un r:uchacho muy atento, fino y muy solícito. !Ah!.y muy inspirado poeta. ¿Qué cosa más natural sino que la atendiese, como lo -estaba haciendo, sien- do ella, como era, forastera en Sevilla? Una cosa que le había agradecido mucho María Lui- sa; que en lugar de ponerse la flor en el ojal lúciéndola. como vanidosa presea, la había guar- dado seguramente como “una reliquia”. ¿No había dicho él, que esc era aquella rosa? Terminó la comida. —¿Qué, vamos a oir el Misie- re, papá? —T¿, si quieres quedarte, quédate; pero yo no quiero. pri- varme de oírlo. —-!'No faltaba más!— contes- tó la muchacha—, Perderme también el Misierere. Yo quiero oirlo. —Pues vámonos. —Yo también voy con uste- des. Y Rafael, ¿qué menos?, les acompañó con la atención y ga |lantería en ál habituales, y les ¡coolcó al llegar a la Catedral en un sitio donde únicamente él, amigo d las primeras partes que habían de cantar la famo- sa “partitura de Eslava, podía colocarles, pues las hermosas imponentes y mayestáticas na- y con los ojos obstinadamente ¡ves del templo metropolitano fijos en la alfombra. —¿Quieres: darme esa rosa, se hallaban atestadas de fieles Para Rafael todo pasó como María uisa?.. ¿Quieres dármela en un sueño. María Luisa no como....como un reeuerdo de una tarde más feliz y de una de las emociones mejores de mi vida? y Parecía vacilar la muchacha. Entretanto; los minutos se su- le your check- Yet A 5 sospechaba que aquel hombre estuviese como sugestionado ba jo el imperio de una idea que a él mismo le asombraba por lo iresperada. La ¿joven no conce- Si | | úl Hi => Begin now. to enjoy the advan< tages a checking account offers, Come in and open a checking ac- count with your next pay check! Yow'Il find the cost of this valuable service is surprisingly little for the many ea you receive. ART FEDERAL DEPOSIT INSURANCE ERRCIENT TON a a oyeron los postreros de la subli me partitura eslaviana. Las co- fradías seguían haciendo su es tación siijenciosa de puerta a puerta, magnificando las altas horas con el resplandor de los cirios, la fragancia de las flores y la grandiosidad de las imáge- nes. Terminado el Miserere, se re- unieron con los demás. Hacía frío; si nembargo, ni María Lui sa ni Lucita, ni la futura cuña- da de ésta la sintieron. cuando bien abrigadas en sus gabanes de pieles y valientemente escol tadas por doñ aBala y el -señor Alvarez, vieron pasar las Cofra- días de madrugada. A Javier Guadaveloz, le sorprendió, co- mo por la tarde le ha había sorprendido Rafael, la expre- sión dolorida de las rasgos de María Luisa. En esta noche per fumada y única, en que la Lu- na de Parasceve derrama su melancólico claror, la mucha- cha saborea el encanto de aque lla inspiración que hizo plas- marse en obras maestras la fe de los imagineros españoles. No sabe si es el ambiente car- gado de perfumes, de armonías, de vibraciones sublimes y divi- nas, en gargantas humanas.. —la saeta que se desgarra co- mo un lloro—, pero es el caso Íue María uisa cre vivir en un mundo extraño y nuevo; le pa rece que un abismo separa el ayer de esta noche fantástica. Hasta para contribuir más a la impresión, un hombre que cer- ca de ella la mira recatándose de los demás, acaso para no comprometerla con su asidui- dad, le parece otro hombre...To- do es nuevo y maravilloso en la gloriosa noche evocadora; to das las cosas tienen colores pu- ros y eucaristía, de inocencia, de celeste y divina blancura, de luna -áurea y plateada en plenilunio...Y cuando la más hermosa de las Vírgenes sevi- llanas, la famosa Macarena, la Virgen de la Esperanza, asoma con la cofradía de la Sentencia día importantia a lo de la rosa; de Cristo de la parroquia de San Gil, entre als severas filas de penientes enfundados en que nuestra voluntad. —!Caramba con la niña, qué documentada! —exclamó quedito Rafael, casi a su oído, con notas de inquietud en la voz. —Teoría pura, hijo. —Eso, tú lo sabrás si es teo- ría o práctica. —Teoría, teoría nada más. Me he propuesto, a ser posible, no enamorarme más que una vez. Es decir, tener un novio solamente; uno y bueno, Un no vio para casarme. Me horroriza el flirt, Rafael. Quizá te parez- ca anticuada, pero soy así,. . —¿Anticuada? !'Me pareces maravillosa, chiquilla— se en- tusiasmó Rafael.— Siempre me han gustado a mí las mucha- encrucujada. Como un peregri- no desorientado que se detiene cuál-de los dos debe seguir ade lante, sentíase su alma llena de vacilaciones.. María Luisa le ilusiona y le atrae con el en- canto de lo desconocido, con la atrayante sugerencia de su can dor y su sencillez, con el anhe lo de estampar sobre la blanva página de su vida la emocionan|y te iniciación de un prólogo; Ca- minito le encadena con la fuer- za de lo que fue, con el lazo q' anudó el vivir...un lazo que si no se rompe de un tirón, bru- talmente, suele encadenar co- mo un grillete enojoso. A ratos, sentíase atraido por una y a ra tos por otra. Y si hubiese teni- chas con esa pureza, con esa *|do el valor de hacer un recorri- frescura juvenil de otros tiem- pos, cuando eran las mujeres más candorosas (algún amigo mío diria que emás hipócritas, pero yo no lo digo, estoy con-| vencido de que la promiscuidad de sexos de que disfrutamos hoy, es en detrimento de la pu- reza femenina), precisamente porque eran más ignorantes... en algunas cosás que yo no veo la necesidad de que aprendan las niñas de hoy. Por lo menos de que las aprendan tan pronto Me alegro mucho de saber que eres así. Siempre fue mi ideal... —Rafael, por Dios, no vayas a decirme qu tu ideal soy yo — se echó a reir María Luisa. — Sería un piropo deplorable. * —No, no te lo digo: pero mi musa sí que vas a ser durante una temporada. “Fior de poe- sía”, La la tengo pensada. Voy a dedicarte un soneto preciso. —¿Tanto como los que le es- cribgas a Caminito Rubio? do por sus moradas i:uteriores. se hubiese confesado a sí mis- mo, noblemente, que estaba e- namorado de las dos; de María Luisa y de Caminito; de aque- ¡los dos pares de ojos tan bellos en su contraste, en su expresión diferncial: ojos de morena see- villana, llenos de fuego, los de Caminito, ojos moros, llenos de luz y de caricia los de María Luisa. Los de aquélla queman y matan, los de ésta, iluminan, besan, acarician. !'Qué encruci- jadapara el poeta! Clava en mí tus ojos que son.. dos caminos... Así las cosas, a mediados de mayo, “recibó Rafael una carta de Lucita citándole sin falta pa ra el jueves siguiente en Gua- daveloz. Caviló un poco el mu-' chacho a cuenta de la cita, pero al fin vino a la conclusión de q' debía ser para sistir a alguna jira de campo. Y no se equivocó Efectivamente: se trataba de Rafael ni se desconcertó por|una jira de campo que había de la estocada; apre'ó suavemente tener lugar en una finca de los co: tra sí el brazo de María Luj-¡Condes, en la sierra abrupta, sa y declaró tranquilamente: precisamente en la finca que —Muchísimo más, nena. dirigía y guardaba en nunca Fue una lástima que la: c.n-'bisn ponderado, y ya conocido vivencia de María Luis y Ra-|nuestro, Gabriel el de Rozalejo, facil en casa de lus Guadaveloz'No asistían, claro está, los Ru- no se prolongase un poco mos, | bio Carabanchel, enemistados |pc.que, de seguir juntos, vién-|con los Condes, En cambio, no dola continuamente y extasián- dose ante su belleza moral y faltaría la insigne doña Bala, ni se haría esperar Pancracio sus capas de merino blanco y |corporal, el muchacho hubiera|Luque, (sin Carmen, natural- Isus antifaces morados y verdes, la misma emoción pone sus tré mols en la voz de María Luisa Alvarez y de Rafael al cambiar un comentario; el comentario que rompeo una sacta entona- da con infinito amor por un a- namorado de la Divina Señora: Toíto er mundo ha confesao que eres tú la más bonita, la der coló bronceado, sevillana y morenita por todos log cuatro costaos. Y cuando el que canta dice: Toíto er mundo ha confesao que eres tú la más bonita... los ojos de Rafael se vuelven inconscientes e impulsivos ha- cia María Luisa, y en ellos se lee ese mismo requiebro.... Ha desaparecido por la última es- quina la maravillosa imagen de la Virgen de la sEperanza, obra grandiosa de Roldán. Las varas de plata y los flecos de oro de su riquísimo palio reful gen al resplandor de las lumi- rarias y los arcos voltaicos de lu» ¿utes, encar.tando a los es- 1 “is úores la ma.cialidad de los armados con sus vistosos plumeros y el espíritu sevillano y jovial de esta vistosa herman- dad. Oyense otras saetas... Ya clareando, vuelven a casa del os Condes, Como una maldi ción, la sombra odiosa de Cele- donio les sigue... María Luisa vuelve a arrimarse a Rafael, co- mo lo hizo por la tarde en el palco de la magistratura, cual si pidiese amparo. Y entonces, Rafael, la coge del brazo fami- larmente. No ha ncambiado u- na palabra sobre el asunto de Caledonio, pero todn está dicho. Se comprenden maravillosa- mente. Bajo la presión cariñosa; de la mano que Rafael ha pues to sobre el brazo de la much:.-' ovidado definitivamente a Ca- minito. CAPITULO IX Mayo florido “,. En esto llegó a un camino que en cuatro se dividía, y lue- go se le vino al a imaginación las encrucijadas donde los ca- balleroz andantes se ponían a pensar cuál camino de aquellos tomarían; y por imitarlos, estu- vo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado, sol- tó la rienda a Rocinante, dejan do a la voluntad del rocian la.. suya, el cua] siguió su primer intento...” CERVANTES El caso fue que en cuanto pa só la Feria, los Guadaveloz se marcharon al pueblo levándose con ellos a María Luisa, a la cual pudieron arrancar del celo so regoza de su padre, por una temporad. El Magistrado se trasladó a su pueblo, a Beni- mel, donde debía dar una vigi- lante mirada a sus cuantiosos intereses, quedando en que Ber nardo acompañariía a María Luisa cuando se cansara de es- tar en Gudaveloz. Naturalmente, Rafael se que- dó en Sevilla, practicando con ¡don Evaristo Loriz, aunque lo sintió con todo su alma, porque se había aficionado a María Luisa más de la cuenta. Rafael estaba en un momen- to psicológico que ni él mismo, cuanto menos yo, hubiera podi- do desembrollar. ¿Consiguió olvidar a Camini- to Rubio,..? No: honradamente se confesaba que no lo consi- guió. Dos noches antes, las no- tas versallescas del Minnuetto Azul oído al azar, pasando por una calle, en la gramola de una mente), amén de Javierito, que por ser ya vencido mayo estaría en Guadaveloz. Lola Peña con su hermano, el doctor Zorilla, y su hija, Paco Velez, otros mu- chos amigos, y sobre todo (una noticia que ilusionó a Rafael) María Luisa Alvarez. No pudo verla la noche que llegó a Gua daveloz, aunque hizo veinticin- co vueltas a la calle donde vi- vían las señoritas de Guzmán el Bueno, que era también don- de, a la sazón, estaba hospeda- 'da la joven. También estaba in vitado don Ramiro, pero sería milagro que asistiese. Xx? Mayu: zumbar de inse.tos, la sierra toda en flor; flores a- zules de los romeros, flores .en- carnadas de las amapolas, flo- tes amarillas de las aulagas..... Maripcsas de alas blancas cun dibujos negros, de las rojas con polvillo de oro; ruiseñorez que han trinado sus melcdías ai amanecer resde la fronda flori- da de un espino majoleto que crece bajo un palio de olmos; ambiente tibio de primavera en las primeras horas matina- les y dorada claridad en todos los rincones, aun en las espesu- ras umbráticas.... Cierran el horizonte las montañas en gi-: gantesca emulación de altitu- des y perspectivas. Ya están en la sierra los ex- cursionistas dispuestos a gozar, a divertirse, a embelesarse con templando sus horizontes lumi- nosos y su dulce paz campesi- na, a mirar adelfas del barran- co del Cuervo y a sentarse a la sombra de los frondosos alcor- noques. Ya están en la sierra. amplia y luminosa, bajo la ca- ricia del sol primaveral, Es éste tan galante y tan bello que, mira, cantando, los pinos del korizonte brumuso. Enlos alrededores del caserío muy|ante dos caminos sin saber por|el panorama que se ofrece es in teresante. “El espíritu se -eleva ps esparce ante la magnificencia del sublime desorden serranie- go,, lelno de selvática majestad Los pulmones se agrandan con insaciable sed de respirar el ai- re puro de los campos benditos; los romeros, tomillos, lentiscos jaras, como fragantes incensa rios derraman en la atmósfera sus gratos aromas, complacien tes y vivifigadores. En el parterre del casalicio, bajo un magnífico parral vesti- do ya de tupidos pámpanos, se sientan a fumar los señores gra ves, que son los mismos que de ordinario asisten a la cotidiana tertulia de los Condes. A un tiro le balesta del caserío está el Arroyo de los Alamos. El cauce, totalmente cubierto por los bro tes nuevos de la alameda, cor- tada tres años atrás, tien un encanto “de selva llena de fres- cor y de trinos. Y junto al cauce el ancho pozo de bajo chocal, revestido de lajas, cubierto de mastranzos y de zarzamoras, de acerads marciegas y flexi- bles juncias..Las lluvias torren ciales del último invierno cu- brieron el pozo; cegaron la pila donde abrevaban las cangas y rompieron el brocal dejando en él ancha brecha que pone en el paraje marevilloso la nostalgia de las bellas ruinas evuvadcras María Luisa se siente propi- cia al ensueño de esta mañana maravillosa. Siguiendo el cauce ha ido a sentarse junto al bro- cal, El leve airecillo alborota los rizos de su pelo y descom- pone un poco las tirabuzones que caen sobre sus hombros. Junto a ella, las mariposas ri- valizan en colores brillantes con el dibujo que despliegan los, vuelos en su falda escampa da cobre la piedra musgosa del brocal; un crespón estampado que derrocha los tonos azules en una floración exótica, La gente se ha desparramado por la finca, la gente joven se en- tnende. María Luisa ha tenid> tiempo apenas de recibir al sa- ludo de Rafael Luego “el: mu- chacho ha hecho con Javier a caballo, y ella en -automovil con los otras muchachas. Aho- ra, embelesada por el paisaje, huye de la gente para disfrutar en la soledad la belleza de la tierra madre. De su abstracción viene a sa- carla un hecho insólito: siente que unas manos finas, que hue len a tomillo, le aprietan los párpados, tapándole los ojos que pierden súbitamente su luz —Eres Lola... No seas tonta.... que me da mucha rabia... ¿Ver- dad que eres Lola? !Cómo hue- les a tomillo! Las manos perfumadas yue han tocado el tomillo durante ur' buen rato, ablojan un poco su presión,; las aparta entonces vigorosa Maria Luisa, y ul vol verse un poco... !Santo Dios, quién había de pensarlo, se en cuentra con la cabeza de Rafael inclinándose hacia ella con una sonrisa toda llena de luz. —No soy Lola... peró he toca- do el tomillo y por eso quizá huelen mis manos. Rafael no suelta las de Ma- ría Luisa, a pesar de que ella pugna por desasirse de ellas, un poco confusa y ruborizada por la sorpresa.... Por qué lates tan de prisa,. corazón? ¿Qué más se te da a tf que este gua- po mozo, que está enamorado de Caminito Rubio tenga para tu persona un gesto cordial y galante? Es tu amigo...y es tu pariente. Sólo eso. No t hagas elusiones, tonto, más que tonto —¿Cómo estás aquí tan soli- ta, niña? Lea El Sol

Other pages from this issue: