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Página Cuatro. 9 CAMINOS Era verdad. Hacía siete diasicajar la puerta de la calle por|del canto; los cabellos negros y que Rafaél ni veía a “Caminito. Sin embargo, étas era la causa de que el tío Ramiro le notase desasosegado y desigual de hu- raor. !'Y para que el tío Ramiro se diera cuenta desde las pro- fundidades de la historia de doña Urraca! Y así fue ue auella tarde a- gosteña, nuestro hombre no pu- do más. Vivía en la incertidum- bre pensando si Camino estaría de viaje (capaz era la tarasca de doña Celedonia de haberla traspuesto) o si estaba en Gua- daveloz y la tenían encerrada a piedra y lodo; y requiriendo los cuatro nardos que tenían las macetas de Urbana, abiertos de . aquel mismo día, salió de Las Gallombas bajo un sol de jus- ticia y anduvo rápidamente la distancia que separaba la Huer ta de la villa. En ansia de con- fidencias fue su primera visita para Lolit Peña, la amiga del “alma, a la cual distinguíaa Ca- minito con cierto afecto mezcla- do de celos; y cuando, mediada la tarde, salió de allí un poco mohino, porque los consejos de Lola le supieron a cuerno que- mado...!caramba, y cómo se po- nen las personas' cuando se las contraría! Marchose a sentar en un diván del Casino, todavía de- sierto a esa primera hora de la tarde en que el que más y el q” menos suele estar durmiendo la siesta, pidió uná naranjada, porque a pesar del refresco que le sirviera -Lola aun continuaba muertecito de sed, y se lo tomó con letetación mientras el lim- pia del Círculo lustraba su cal- .zado y limpiaba el povo de sus pantaones, Luego, requirió sus nardos q' algo marchitos por la solanera y el calor de la mano, se habían reanimado en el agua que rezu- maba sobre el platillo corres- pondiente una botella de barro rojo, y salió dispuesto a saludar a Caminito aunque por ello tu- viera que matar a Carabanchel Bajo o atropellar a doña Cele- donia y darle de paso (a Cami- nito, no asu madre) las cuatro blancas y olorosas flores. Pasó diez veces por su puerta con diferentes pretextos, y nada Compró séis cajas de fósforos en diferentes estancos y tiendas para justificar sus idas y veni- das: nada. En estas idas y veni- causa de las dichosas moscas, a ver a Rafaél, se deshizo en zalgmas. Había sido muy amiga de su madre y sentía una ver- dadera alegría cuando le encon- traba. —Rafaelito, hijo, gracias a Dios que mejora sus horas; di- chosos los ojos. —'Hola, señora! Ciertamente dichosos los míos, por verla a us [ted —dijo Rafael volviendo de golpe a la realidad. —Gracias por el cumplido, hombre. ¿Vienes de la Huerta o estáis en el Palacio? —Desde primeros de Julio es- toy de hecho en Las Gallombas Estoy trabajndo con mi tío Ra- miro en el dichoso pleito de los baldíos; mejor dicho, trabajo yo solo bajo su dirección porque él anda a vueltas con un trabajo histórico muy importante y no hay quien le hable de otra cosa pero esta noche me quedaré pro bablemente en casa del tío Ja- vier por no irme tan tarde a la Huerta. —Bueno, pues si vas mañana a Las Gallombas, dile a Urbana de mi perte que me mande las macetas de mirameilndos rosa, que me ofreció el día de la Vir- gen. Que yo no tengo a quien mandar por ellos. No se te olvi- dará, ¿eh-? —Descuide usted, que se, lo diré, Dios mediante, mañana mismo. ¿Y su hermana, está bién? —Entra, que ahí está con tu prima. Rafael se sintió corrido, La ver das! es que había olvidado com- pistemente, no ya que Maria Lu:sa Alvarez 2stab1 en Guada- veioz sino hasta que estuviera en el mundo. Y esc que se lo ba tían dicho más de veinte perso- nas. Y todas en:miando la her r ”sura de la ch:quilla,..P-r:san- cómo podría disculpar su in- úrerncia, que e él se le ante- jaba muy grosera... !pe: >, señor cono tenía él la2 cabeza detrás ne sus dichosos amoríos!..£igui5 a dofiaDominga y se encomró en el fresco correlor de la casc- na, ante doña Joseía de Cala- sanz y ante... Mari1 Luisa. La chiquilla era un encanto. Aunque no tenía sino dieciséis años escasos estaba, perfecta- mente desarrollada, proporciona da y formada. Blanca, con los | vv dicen que dijo Góngora, eran de esos ojos árabes tan frecuentes en las provincias de Levante y en el antiguo reino de Granada; unos ojos rasgados, dormilones, ¡ luminosos, zaragateros, con una cosa muy honda y muy dulce de dentro. Los ojos “con mucha noche”, pero no noche muerta y tenebrosa, sino con una negrura luminosísima; noche llena de cánticos y perfumes y trinos de ruiseñores milagrosos; ojos hú- medos llenos de gracia, de can- dor y de promesa, La voz era a- cariciadora, con un timbre espe- cial que sugería las cadencias ¡finos e caían sobre los hombros en largos tirabuzones, como en abierta protesta contra la mele- nita corta. Maria Luisa Alvarez era una muchacha muy inteligente a quien la educación en un inter- nado de religiosas muy riguroso y la celosa vigilancia de su pa- dre, habían conservado en un envidiable ambiente de morali- dad; resultado de ella era el candor verdaderamente maravi- lloso en estos tiempos de niñas sabihondas, metidas a mujeres cuando todavía no han salido de la infancia, que era, entre las muchas cualidades de María Luisa Alvarez, la más atrayente, la que más admiradores le gran jeaba, la que la hacía adorable la los ojos de todos los hombres lque la conocían. María Luisa Alvarez-Tusset y ¡Valermia era hija de un magis- trado, rico y aristócrata, que en tiempos fue juez de primera ins tancia en Guadaveloz. Allí, el a- puesto y elegante muchacho se enamoró de la madre de María Luisa, preciosa muchacha, pri- ma hermana del eonde de Gua- daveloz y de la madre de Rafaél Torres Arias. Pusiéronse en re- laciones y cuando llegó el tiem- po de su traslado a otro juzgá- do, se casó. Al nacer la niña, murió la madre, El Señor Alva- rez-Tusset a pesar de ser muy joven todavía no se volvió a ca- sar por no darle madrasta a su hija y así lo encontramos ya de magistrado en la Audiencia de Palma de Mallorca, la isla deli- ¡ciosa de la calma y de la poesía Era María Luisa nacido en Guadaveloz ya que su madre, como es natural y acostumbra- do, buscó el amparo familiar ¡cuando llegó la época de dar a luz, de lo cual viene a resultar que a maravillosa chiquilla era “mitad vaenciana y mitad anda- luza, ya que por parte de padre era oriunda de cierto pueblo de abolengo histórico de la pro- vincia.de Alicunte. Hacía más de dos años que elos primos no se habían visto; es- tos dos años habían acabado de lecnvertir a Rafaél en el gallar- do mozo que desde su adoles- ¡cencia prometió ser y habían for ¡mado completaraente a María Luisa. En esta tarde agosteña en que los dos se encuentran, das, pasó por la puerta de las¡cabos negros, sonrosada, con el él es de los dos el que más sor- hermanas Guzmán el Bueno. Do¡polvillo de oro de la edad— sa-'prendido se halla, aunque en ña Dominga de Guzmán, que se _broso melocotón oro y rosa—. verdad fuera mejor decir en- disponía en aquel instante a en- Los ojos “con mucha noche' que cantado o deslumbrado por la e pleto olvido de mi insignificante persona; pero me molesta mu- cho que me tomen por tonta ¿sabes? Por eso, aunque trates de hacerme creer que has veni- do adrede a verme, te diré que no, que estoy convencida de q' has pasado por la calle casual- mente y que al verte abordado por doña Dominga no has tenido otro remedio sino entrar, Y si no es por esta dichosa coinciden cia me voy a Guadaveloz sin te rer el gusto de verte. —Esv redad, María Luisa. Perdóname, sé generosa. —-Muy generosa: todo lo ge- nerosa que quieras. Yo n> guar- de rencor. —¿Me lo vas ap robar? —¿Cómo? —Tomando estas flores que... —Que tampoco eran para mí, ya lo sé... sutil hechicería de esta belleza nueva que él no esperaba ja- más en la niña “todos ojos”” de dos años atrás. !'Quién pensara que el capullito cerrado fuese a abrir con tan estupenda flora- ción! La preciosa chiquilla reci- be al priom con un regocijo de- licioso,. Rafaél se encuentra muy esta acogida cordial que es como una triaca después de las verdades desagradables que! 1 ha estado comentando con Lola Peña.... los desaires de la fami- lia Carabanchel y hasta, sí, ¿por qué no decirlo?....La cobar día de Caminito que tolera se le veje de aquella manera. Este calor de afecto impresionó hon- damente a Rafaél haciéndole desechar todo temor respecto a la acogida que para él pudiera tener María lLuusa. Rafaél, hijo, tú comi si no tu- vieras aquí a nadie —le repro- chó únicamen'e al tenderle Ja mano, pero con un reproche que era más bien una caricia—. íY los tios?... Tía Luz y Lucita es- tuvieron anteayer toda la tarde aquí; el domingo quieren que pase con ellos todo el día. ¿Tu estás en las Gallombas, no? —Claro; por eso no he veni- do antes; Con sonrisa; aúorable, María Luisa prende los nardos al bor- de del escote redondo de su sen- cillísimo trajecito de batista estampada. —'Te lo agradezco, Rafaél — añade luego, con una sombra do gravedad—; el desprenderte de la mitad de esas fuores para dár melas, es una prueba de cariño. no sabes cómo and0.|Por lo mismo, valen mucho pa- Perdona. ra mí. Cambiaron de “camino”... —¿Qué no sé cómo andas? En con intención, subra- se echó a reir de muy buena ga-'yando el nombre. na la chiquilla—. De cabeza, —Mira, niña, no me vayas a hijo. Ya ves si lo sé. Hace poco|largar otra copla que vo ya te- que vine y me voy muy pronto, ¡ner que darte los, otros dos nar- pero ya sé lo que pasa. dos y son para Luz que me los ¡Caramba! Pues no le había|encargó ayer. engañado Lola Peño al decirle —No digas mentiras, Rafaél que hasta los gatos conocían ya Luz es rubia y blanca como una su secreto, !Por vida de....! maniatura sobre marfil...y “e- —-'Chiquilla! ¿Qué sabes? lla” es morenita y cin unos ojos —Lo dice la copla, hijo: negros que paran los relojes. Piensan los enamorados; Has tenido gusto, chico. Siem- piensan, y no piensan bien, pre me gistó a mí esa muchacha piensan que nadie los mira guapa, guapa, lo que se llama y todo el mundo los ve. una mujer guapa, no lo es, pe- Quidose Rafaél mirándola; en!ro, atractiva, sí, muy atractiva. tre las manos la costura, en alto| Ya, ya conozco a la musa de'tus la aguja enhebrada con un hilo¡sonetos...¿Habías creído que la sutil y en la actitud todo el poe- [prensa andaluza no llegaba a ma de su gracia ingenua tan [Palma de Mallorca? leno de encanto, que al verla| —Te repito que no hay nada. tan linda, Rafaél, no sabemos [María Luisa.. Tuve, sí, este in- expicar por qué, se sintió con .|vierno una fiebre de iusión por trariado de que :odo e mundo|ella; la quise más con la imagi- supiese “aquelly' de Caminito.|nación que Co nel corazón... Des Y hasta..... (no lo juraremos) | pués vina la ausencia, e desa- quizá terriblemente molesto de|vío, un apartamiento inexplica- que “aquello' existiese. Y briosa,!ble de nuestras dos familias que le acometió la comezón de rei- |ha repercutido en mí, enseñan- vindicar a los ojos de María dose conmigo el odio de los pa- Luisa sus prerrogativas de hom-|dres de ella como si ya en rea- bre libre. lidad fuese culpable de algún —Pues nada, María Luisa —|crímen que ignoro; y a os des- declaró con el mayor empeño—|denes de su familia, ella no o- Nada puéue ver «hora ese “to |pone la valentía que fuera de . + ¿rundo” de la copla, porque |desear: es un amor el mío, que naiia ocurre; pero cmo la con'a [está destinado a morir antes de es muy bonita y :ú infinativa- [nacer. mente más bonita ste la cop 1..| !Qué lástima! ! tornu dos nardos. —Morirá de frío. Quizá no vuel- Y separó la mitad del ramit»[va a verla más, ni a cambiar y se lo alargó a su prima. con ella una palabra. Por eso —Hombre, en conciencia yo|te he dicho que no hay nada. no debía tomarlos— dijo María| —Pues a pesar de que lo dices Luisa poniendo una intención [tan serio, no te creo. En el fon- traviesa en las enormes pupilas|do de los ojos de los hombres q” acariciantes—. Aunque desde q'|están enamorados, hay una lu- has entrado con ellos en la ma- [cita que a mí-no se me escapa no habrás observado que no les! nunca y esa luz está en tus he quitado el ojo, porque, la [|pupilas: me llamó la atención verdad, a mí me vuelven loca [desde que entras:e, todas las flores y parti :ular- —¿Desde que exntrr...? No, no mente estas de perfume intenso, tueJe ser; la :ucecita se ha en- POTO ..cocoo ¿endido aqu, María Luisa. —Pero ¿qué-? Doña Dominga estaba otra [de “ella”. Conste que, aunqur vez en el vestíbulo combatiendo |inocente, no soy tan infeliz co- con las moscas. En cuanto a do-¡mo para tomar al pie de la letra ña Josefa, !pcbre señora! Esta: tl galanterías.. ba un poco sorda y no recogía —'!Qué circunspecta! ¿Con to- una sílaba del descreten, dos eres igual? —Nada, que no debía tomar-| —Con todos; en ninguno creo. los. —-'Descreida! Ki cnnoo —!Ja, ja, ja...! —Mira Rafaél; ni tú has ve-| —Para alguno reservarás tu nido aquí a visitarme, ni tienes|credo de Amor. el derecho de regalarme esas --Mi credo de Amor no se flopes que, aunque están en tu|jccmpi so aun; por hoy, no C1:0 mano, ya no son tuyas, porque|e: rneda que no sea y» misma... con la intención y con el deseo| --No me convenz23 niña... las diste ya a otra persona, aun| —Te convenzas o no te con- o IE antes de que abrieran en ia |venzas, me es igual! maceta. —'Cuán sabroso serí | 1 —Pero habrá sido el recuerdo; LA AGENCIA DE FUNERALES PREFE- a leer en [ Viernes 4 de Noviembre de 1949. e ASI AAA AAA _. DR. RAY MIRANDA PISANO . OPTOMETRISTA La Oficina está situada en el Heard Building - No. 312 ; TELEFONO: 3-0294 HORAS DE OFICINA: De 9 a. m. a 5 p. m. 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