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LA HUE “— BEMANARIO POP! INDEPENDIENTE 7 o A A A A AAA ct ió tii ci lil. DI RFANA De La Juderia Mas, ¿quién era el joven que estaba en compañia de Lucia- na? El barón no podia ver su rostro, pero cosa extraña; su voz habiala oido el barón otras ve= ces; ¿pero dónde, cuando? Marcelo continuaba de pie de- lante de Luciana que fijaba en él sus grandes ojos lánguidos, pero de los cuales emanaban de vez en cuando efluvios de pa- sión y de fuego. —Teneis, de veras, muy singu lares opiniones sobre nuestro sexo — dijo continuando su colo quio empezado y con una ligera expresión de sarcasmo,— y pien so que habláis por experiencia. Una sonrisa finisima se dibu- jaba en los labios del oficial. —Hablo sencillamente por teo ria— repuso. —¿Y os atrevéis a sostener q' las jóvenes hoy dia escogen ra- ramente por marido al hombre que aman? —Pues yo no lo entiendo asi —Sereis una excepción. —Pero observad cuántas excep ciones tenemos en torno nuestro | Empecemos por la duquesa de Santamaria. ¿No creéis que su matrimonio haya sido un con- sorcio de amor? —¡Oh! es esi, estoy convenci. do; pero el matrimonio de la duquesa data de diez o doce a- ños atrás. / Luciana dejó escapar una ale- gre carcajada. —En aquel tiempo, segun vos, las jóvenes pensaban diversa- las jóvenes pensaban diversa. mente que hoy. —Tenian ménos caprichos. Pero, a propósito de la duquesa Santamaria, ¿la conocéis de mu cho tiempo? —Esta es laprimera vez que he tenido el honor de serle pre- sentada.Mi padre mismo no la habia visto jamás. —La duquesa se deja ver rara veces en sociedad: algunos di- cen que el duque está celosisi. , mo, pero yo, que conozco a la du quesa desde cuando era niña, creo que su deseo de estar ro- tirada provenga de la melanco- lia que le ha dejado un mal des conocido, que la tuvo varios a- ños en peligro de muerte y aun de la razón. El barón escuchaba ávidamen te cuanto concernia a Renata. No perdia palabra, y sus ojos despedian relámpagos, sus des- coloridos labios se apr taban con vulsos, sus narices se dilataban temblorosas. —¡¡Pobre duquesa!— murmu- ró Luciana con acento de piedad —pero, ¿ahora está ya perfecta- HOW TO GET mente curada? —¡Oh! si; el amor del duque de Santamaria ha hecho mi:a- gros... Sin embargo, sin mi ma- dre, que está en estrechas rela. | ciones con el conde Mario Ariani padre de la duquesa, cl matri- monio no se hubiera cfectuado jamás. —No lo olvidaré— dijo entre dientes el barón mirando fija- mente por entre las hojas al jo- ¡ven oficial que seguia de espal- das a él. Hubo un segundo de silencio. Marcelo parecia que esperase alguna respuesta de Luciana. Pero la joven no hablaba. —¿Os parece hermosa la du- quesu?— preguntó entonces el joven conde. Luciana a.zó la cabeza con un leve rovimiento de estupor: a- quella pregunta parecióle extra- 'ña y se apresuró a replicar: —¡Y a vos! ' E indicando con un gracioso: ademán al joven oficial, agregó: | --El Conde Marcelo Delmont.: Y a éste, señalando al barón. —Mi padre. Marcelo se inclinó con la des envoltura del perfecto gentil. hombre; pero el barón le cogió la mano. —Soy muy feliz— dijo estre- chándosela,— en conoceros. He oido hablar de vos en el Circulo de la Unión; y si no me engaño el principe Bariscalchi, que me honra con su confianza, es vues tro amigo. Marcelo se inclinó nuevamen- e: ¡Sa,sacudiósus tristes pensamien- ¡cogerla, aspiró largo rato su per ¡2 maravilla. ¿Por qué no he de añadiendo: —¡Pardiez!.. olvidaba que Lu- ciana es hebrea. ¡Bah!... ¿que me importa? Tiene*tant agracia tanto spirit y es tan hermosa, que me reconcilio con todos los de su raza. ¡Oh! ¡si lo supiese mi madre! Una tenuisima nube obscure- ció su frente, y saltando de una idea a otra, agreg: —Después de todo.. no digo q' esté enamorado. Amarla, no. ¿Por qué habzria de amarla? Pero en Luciana hay un imán q' me atrtae .. ¿Y qué habria de malo en que la hiciera un poco la corte? Tornó a sus labios una sonri- tos, y viendo una rosa a sus pies, una rosa que habia caido del seno de Luciana, bajó a re- fume y se lapuso resueltamente en el ojal de su brilante levita de uniforme. Asi verá que levo ya sus co- lores: la casualidad me favorece ¿En qué pensaba? sas tinieblas de las que a raros intervalos brotaban relámpagos que después de un instante de. jaban sú mente más obstura. Pero lo que parecia más extra fio era que Renata no podio o1r hablar de un judio sin verse a. saltada por un temblor convul. sivo. No ya que el pálido y me- lancólico rostro de Florencio atra vesase en aquel instante su me moria y le repercutiese en el corazón, bastaba un solo recuer- dopara que experimentase una impresión - de miedo supersti. cioso. ¡Era realmente el demonio q' mabia tomado aquel semblante para apoderarse de su alma, de su persona, para condenarla! Ante tal pensamiento, Renata se entregaba ferverosamente a los ejercicios de la religión cató lica, hojeando libros enteros de oraciones, sin que su intcligen. cia se preocupase en juzgar la acción que realizaba. intentar la aventura? Y con la cabeza alta, el aire, 14 Por todo lo cual, la duquesa Renata era, en apariencia, una —Es muy cierto, señor barón: ¡triunfante, abandonó la azotea de las más fervientes católicas, el principe Bariscalchi ha sido mi compañero de colegio. Y os admira bastante; me ha hecho vuestro nombre tan fami. liar, que os estrecho la mano, no como un extraño, sino como un antiguo conocido, a un amigo, para volver a la sala de baile. | La duquesa Renata de Santa- maria se encontraba sola en su oratorio colocado en el fondo de| su elegante dapartamento. El sitio inspiraba una melancolia llena de dulzura, la luz que pe= ya veces parecia que nada terre nal existiese en ella, y pasaba a menudo de la debilidad a una violenta exaltación y recaia de esta exaltación en el abatimien. to. Levantóse Renata de la buta- ¡empujando una poltrona hacia sin pronunciar palabra. Sus mi. Tal vez no lo sabia ella mis-|el code y poniendo un escabel fo radas encontraron las del conde ma; luchaban en medio de den.|rrado de terciopelo a sus pies;|que la contemplaba frio, tran= —yo me sentaré aqui. Ytomó asiento en un diván ba jo, al lado de su padre. aire de beatitud. con interés. béis que le enseña a montar a caballo. Carlos me ha dicho que no volverián hasta la hora del almugizo: os quedaréis con no- sotros, ¿es verdad? —Me quedaré— dijo breve- mente el conde. —¿Por qué no vinistéis a nues tra fiesta del sábado?—pregun- tó dulcemente Renata. —Porque las fiestas no son ya para mi; he pasado la noche en casa de la condesa Delmonte, esa santa mujer que te propon- go todos los dias como ejemplo. —Trataré de imitarla, papá— dijo Renata bajando los ojos. En conde Mario fijaba en su hija extrañas miradas que ésta nopodia sostener. —Hoy estás más pálida que de costumbre—dijo casi con as. pereza, — diriase que alguna co- sa te preocupa o atormenta. ¿No eres feliz? É —¡Que no soy feliz! ?Que de- € is,padre mio?— exclamó la du quesa, en cuyos ojos relampa- gueó un rayo de paraiso. —Car- losme ama y Raúl es mi ángel, Viernes 24 de Septiembre de 1948. Este se habia arrellanado con ¡ —Ha salido con Raúl; ya se- quilo. —¿Qué quieres saber? Vamos habla... El pecho de Renata se levan. —¿Y tu marido? — preguntó taba con fuerza; todo su cuerpo | temblaba. | —No me comprenderéis — balbuceó al fin,—y, sin embar- go, me parece que sólo vos pO= déis iluminar mi mente... Algu nas veces paréceme que mi ce. rebro vaya a estallar bajo una horrible idea que me pesa, me aplasta. Y mirando al conde con ojos extraviados y atónitos. —En nombre de mi madre, en nombre de la existencia que me habéis dado, respondedme, pa. pá.... ¿Era yo digna de ser la es. posa de un hombre honrado? El conde Mario paseó su mira da en torno de si, aterrado; grue sas gotas de sudor corrieron so. bre su luciente cráneo. —;¡Calla, desgraciada! — ex- clamó con acento convulsivo, tembloroso. —¿Desgraciada? — repitió la [duquesa con dolorido acento.— ¿Esta palabra es una confesión? ¿Antes de ser la mujer de Car-- los... estaba ya deshonrada era ya madre?... ¡Responded! —Yo la encontré bellisima. y espero que queréis hacerme el nertba en él era débil, suave, ca y púsose de rodillas.. y tan mi tesoro. Clear up hard-to-handle dental, —Soy del mismo parecer, sólo que me parece un poco fria. El duque es más expansivo, tiene una fisonomia simpática y har bla bastante bien. El barón sufria demasiado al ori a su hija alabar de tal modo al hombre que le habia quitado a Renata, y sin poder dominarse ya por más tiempo s epuso en pie. El rumor que hizo sorprendió 2 Marcelo e hizo ruborizar viva- mente a Luciana. ¿Quién podia ser el indiscreto que estaba alli detrás y segura- mente habia oido toda su con- versación? E Luciana fruncia ya el entrece | jo, cuando las hojas del cactus alargándose mostraron la alta rón. dad, mientras el joven oficail ; do un miedo atroz. —También yo estoy sorpren- dido de verte— contestó el barón sonrietndo— Habia venido aquí 'a buzcar un poco de fresco; he encontrado un rincón delicioso detrás de esa planta y, el sueño|¡ me ha jugado una fea treta.... pues heme- plácidamente ador-. meécido. E —¿Té dormiste, papá? —ex-, clamó Luciana. —Y dormiria todavia, si tu ar- pertado. Pero Luciana, te olvi- das de presentarme a tu caba- llero. —Tienes razón, querido papá. honor de considerarme como tal Todas estas palabras fueron pronunciadas con una serenidad el silencio profundo. Una magni fica estátua de la Virgen, ador- nada de frescas flores y un alto tan afectuosa, acompañadas de [crusifijo de marfil, invitaban a una sonrisa tan benévola, que |pensar en el cielo, a orar. Marcelo, a pesar de su presencia de espiritu se turhó, sintióse co- mo oprimido por la alegria, y a duras penas pudo balbucear una palabra de agradecimiento. Por su parte, Luciana no pudo disimular la sorpresa que le cau saron las palabras de su padre, tan reservado en acoger a los ex traños. El hebreo notó la mirada sin- gular de su hija, y volviéndose | a ella agregó en tono grave: | —Y ahora, permiteme, Lucia- na, que yo mismo te acompañe | a la sala de baile, donde tu au-! figura y el rostro pálido del ba-|sencia habrá sido ya notada Y 'entre si, afanosa. —¿Es verdad puede despertar comentarios q' —Tú, papa— gritó Luciana re,una joven debe siempre evitar. petido mi padre, Paula y 1 aCon- cobrando por completo la sereni; Y sonriendo todavia a Mar |desa Dedmonte? He estado du- celo: enrojecia a su vez como un niño| —Hasta la vista, mi joven A- 6] espiritu de las tinieblas, por cogido en falta; —me has causa- 'migo— .exclamó saludando fa-'e] demonio de la noche... que me |miliarmente con la mano. | El oficial se inclinó y puedo | —Hasta más ver, señor barón. Y quedó firme en su sitio, en! tanto que la bella hebrea tran. quila, sonriente y casi altiva se alejaba del brazo de su padre. El alma y los sentdos de Mar- celo estaban tan invadidos de la imagen de Luciana, que ve- iala todavia cuando la joven ha Ibia ya desaparecido. —No olvidaré la invitación gentina voz no me hubiere des-|del barón— murmuró. —Luciana es hermosa hsta el extremode hacer condenar a to- dos los santos del pariso. A este pensamiento sonrió, BACK ¿ PAY-AS-YOU- oe GO BUDGET . La duquesa estaba sentada en una butaca de bajo asiento delante de su reclinatorio, con las manos juntas sobre sus Goals | las, los ojos fijos en la estatua del a Virgen, con una expresión melancolica, dolorosa. De toda la persona de Renata transpiraba en aquel momento; nu aire abatido, un sentimiento absorta estaba en su plegaria, Si es asi, ¿por qué esa som. que no advirtió que la puerta bra de melancolia sobre tu fren. del oratorio se habia abierto y te, un hombre permanecia en el um; Renata permaneció algunos bral mirando a la condesa Con'minutos con la mano sobre su ojos ardientes, que parecian das corazón: Después, como impul. carbones encendidos, dos rayos sada por una idea repentina, a- recio ¡bandonó su sitio y fué a sentar. quel hombre era el conde ¡se sobre el escabel, a los pies Mario Arlani. 'de su padre. A pesar de los años transcurril Este le miraba sorprendido. dos habia cambiado poco: sólo! _papá— balbuceó Renata fi- los cabellos se habian aclaralo jando en el conde una mirada más, dejando al descubierto el ¿e súplica ,— una duda terrible cráneo luciente como la calave- peso sobre mi alma... quisiera ra de un muerto; las arugas de saber... Etsas preguntas hacian el mis mo efecto en el conde Mario q' un hierro ardiente "aplicado en- su llaga todavia abierta y san- guinosa. —;¡Calla!... ceó. —No, no....; la mentira es ya inútil... si no respondéis, reuni. ré mis recuerdos... contaré mis sueños al duque. ¡es falso! —balbu- El rostro del conde Mario to. mó un aspecto terrible, —¿Y quieres que el devionor de dolor que daba a comprender en ella en cansancio de una con¡Su rostro no eron muy profundas ises pupilas permanecian tinu alucha con un mal fisico o SUS gri moral. vivas, penetrantes, y sus labios —Virgen Santa, vos no me cas sutiles conservaban aún la ex- garéis en mi hijo — murmuró presión del sarcasmo. Tras algunos segundos de con templación el conde avanzó, y al rumor de sus pasos Renata se volvió y púsose en seguida de pie. —¿Vos, padre mio?—»palbuceó —Si, Renata; me han dicho q' tenia en su poder. Intento acor- estabas aqui, y he venido a orar darme y no puedo... veinte veces |contigo. he estado a punto de gritar: (pe; La duquesa temblaba como ro yo he amado en otro tiempo|una niña delante de un superior a otro hombre que no era carlos.| El conde Mario, a peasr de la he sido madre de otro niño.... hejbondad que queria demostrar, tenido sangre en mis manos... seguiala inspirando un profundo he visto sangre en mi derredor, |terror. los muros de una cárcel, fantas-| —Estaba, en efecto, rezando, mas horribles.) ¡Pante mio: imploraba la divina —Mas en aquel momento he vis'protección para mi hijo. to la mluminosa mirada de Car| —Continua — dijo friamente los fija sobre mi, su sonrisa tan el conde. llena de bondad, de amor, he| —He concluido ya— repuso la sentido los besos de mi Raúl, [duquesa santiguandose y besan sus inocentes caricias... y mis |do el pie de la estatua de la Vir labios se mantuvieron cerrados, |gen; —¿queréis pasar a mi ga- mi cerebro no discernia ya na-|binete? na, y pensaba. Si, ha sido un ho¡ —Te sigo. rrible sueño.... estaba en el in.| Renata le precedió: atravesa- fierno y me encuentro en el pa- ron varias salas espléndidamen raiso. te decoradas, .hasta el boudoir, Alzó la frente pálida y en sus|donde la duquesa recibia a sus descoloridos labios apareció una ¡intimas. sonrisa. | —Sentaos, papá— dijo Renata ti lo que tan a menudo me han re-!' rante algunos años poseida por ¿Quiere Usted Verdaderos Antojitos Mexicanos? SOLO LOS ENCUENTRAN EN: LA CASITA E LA CASITA NO. 1 1021 S. Central Avenue Taquitos a 10 centavos, Burros, Comida Limpia y Apetitos — CHITO Y MELL%, Props. ía No terminó: su mano, apoya- recaiga sobre él, sobre tu hijo da sobre la de su padre, experi. Raúl?—dijo, no pudiendo ya con ¡mentó un escalofrio que le co. tenerse.—Pues bien, ve.... diles rrió hasta el corazón. ques has sido la amante de un Sus labios se agitaron, pero hebreo. 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