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Felicitaciones durante la Fiesta de parte del Sr. y la Sra. . Monty Graham y su personal favorito del ENCANTO CLUB CAFE Teléfono: 4-3559 2805 North 15th. Ave. 1810- FELICITACIONES -1948 En el 138 Aniversario de la Independencia de México! Nuestro Personal Desea a los residente de Habla Española del Valle del Sol, Muchas Felicidades y una Gran Fiesta! 31 North First Street Teléfono: 4-1161 wear; / NE, Felicitaciones! Miaz- | = ¿QUE-VIVA EL ESPIRITU DE LA LIBERTAD! A LA HUERFANA De La Juderia Entre tanto Luciana, después de haber accedido a bailar una polka con Rutilo, que se habia apresurado, siguiendo el consejo del barón, 'a hacerse presentar a la bella judia por+la duquesa Renata, se sintió al lado de esta y casi en seguida se vieron ro- deados por una nube de admi. radores. A la duquesa le sorprendia el espiritu brilante, florido, cáusti- co de la muchacha, que habla- ba de todo, tenia contestacion para todo, y no se sentia cohi. bida bajo aquellas miradas ar. dientes que la envolvian; pero experimentaba una penosa sen. sación y miraba a Luciana co tristeza, sin simpatia. Si la duquesa hubiese tenido una hija, hubiera querido más reservada, modesta, ingenua. Y reprochaba entre si al barón por la educación que habia dado a Luciana. , Un joven oficail, por el con. trario, parecia experimentar un extremo placer por las delicio- sas coqueterias de la joven y la contemplaba como un exquisito" y perefcto objeto de arte. Era el conde Marcelo Delmon te. Luciana no podia alzar los ojos sin encontrar los del oficial fijos en ella, y un extraño esca- lofrio le recorria todo el cuerpo, aunque su lindo rostro no deno- tase emoción alguna. La orquesta preludió un bai- lable. Luciana la tenia prometida a Marcelo, y éste le ofreció presu- roso el brazo. —Parece que vayan muy de acuerpo— dijo sonriendo el Con de de Santamaria a Renata, al volver con Raúl que habia dado vuelta con su padre. —Es verdad, en efecto— Con» testó Renata con un tono de me lancolia que no le fué posible | ocultar, —y me disgusta. Nos Sentimos Orgullosos una vez más de ser la Tienda ele- gida por Su Majestad ysu Corte para trajearse para la fiesta Nuestro Personal Entero desea a nuestros miles de amigos de habla española, gocen de Una Grandiosa Fiesta del 16. y Nx S x SEMANARIO POPW_.R INDEPENDIENTE A A 2 P-_IEE E A A e — ' Y besaba en tanto la rubia cabectia de su hijo. ; —¿Por qué?— insistió el du- que. | —Marcelo se inflama con fa- cilidad. —Reconoce que no seria él únicamente; mira cuántas mira das devoran a la hija del barón. Renata miró fijamente a su marido y sonreia. —¿La encuentras tú bella, Carlos? El duque hizo un gesto de a- sombro. —¿Qué, a ti no te lo parece, Renata? —No se, no me gusta; es de- masiado franca para su edad; demasiado inteligente. —Eso no constituye un mal. —Es verdad, acaso soy injusta con Luciana, pero no experimen to simpatia por ella, como tam. poco la siento por el padre. El duque de Santamaria son. rió bondadosamente y murmuró inclinándose hacia la duquesa: —¿Quieres decir de qué puede provenir esto? Tú piensas que el barón y su hija son judios, y tu alma, tan profundamente cató. lica, experimenta una invenci- ble repulsión. Renata procuró sonreir, pero sus lindas facciones no ofrecie- ron más que una contracción es- pasmódiela, —¿Es verdad, mamá, que los judios son todos malos?— le susurró en tanto Raúl al oido. Un vivo rubor encendió el ros tro de la duquesa, un nervioso temblor la agitó, y tuvo necesi. dad de todo su valor para resis- tir la mirada profunda del niño que la interogaba; recogió cuan to le quedaba de desenvoltura, y besando la frente de su hijo a su vez; —¿Quién te ha dicho eso? —El abuelo de la tia Paula. Esta vez la duquesa palideció, semejando su rostro el de un ca- ¡dáver. Por fortuna en aquel mo- mento se aproximaron algunos convidados y Renata pudo recu- perar la flexibilidad de sus mo- vimientos y reanimar sus fac- ciones. e recido de sus labios. Pero la sonrisa habia desapa- Luciana, entre tanto, continua ba bailando con transporte bajo la influencia de una especie de embriaguez. Acaso nunca habia sido tan feliz, acaso la vida ja- más le habia parecido tan bella. —¿Os agrada mucho el baile, señorita?— 'le preguntó Marce- lo, que a su vez se sentia embria gado al contacto de aquel cuer- po flexible, encantador, que se apoyaba con graciosa ligereza en su brazo. —/h, si, lo encuentro diver. tido como todos los ejercicios un pocov iolentos; como la esgrima la natación la equitación. —¡Si no me engaño, en efecto, os he visto algunas veces a caba llo een la “Cascine”. —Esverdad, aquel paseo es de licioso, especialmente por la ma fana. —¿Hace muchoq ue estáis en Florencia? —Un año, ¿y vos? —He nacido aqui, pero he pa-- sado algunos años ausenet, y sólo hace un mes que estoy en la plaza de guarnición. —He aqui por qué es la prime ra vez que os encuentro en la so ciedad— dijo Luciana sonriendo —No lo diréis ya en lo sucesi- vo,porque me he propuesto fre- cuentaren este invierno todas las fiestas, conciertos, bailes y carreras. Luciana no contestó, porque en aquel momento la música se enmudecia y las parejas se se- paraban. Lahebrea pasó su desnudo bra zo sobre el brazo de Marcelo pa ra volver a su puesto. Pero el jo- ven, para prolongar su felicidad por muchos envidiada, preguntó a la joven si en vez de tornar en seguida a su lado de-la duquesa que se encontraba rodeada de una multitud de señoras, querid dar una vuelta por los salones. Luciana asintió. Se encontraba a gusto y sin embarazo al lado lel oficial, quien por su parte experimenta ba por la hermosa hebrea un vi. visimo interés, causado tanto por su elegancia, cuanto por su espiritu fantástico, irónico, ex- travagante, que se expansiona- ba sin reservas. Discurriendo habian llegado a| la terraza que seguia desierta. —¡Qué sitio más encantador! —exclamó alegremente Luciana —Es un rincón del paraiso de Mahoma. —Sin faltarle las huries dis- puestas a habitarlo— observó el joven conde riendo, —¿quie- res que penetremos en él, seño- rita? —Ciertamente; aqui se respi- ra mejor y el rumor de la fiesta no llega sino débilmente, indis- tinto. Aqui seria delicioso soñar. Habian llegado llegado junto al cuarto tras el cual continua- ba oculto el barón Armando. —Me siento un poco cansada —dijo Luciana separándose de su caballero y dejándose caer sobre una silla de bambú. Marcelo se mantuvo en pie de lanet de ella. Durante algunos segundos permanecieron en si. lencio. La bella hebrea jugue- teaba con su abanico de plumas y Marcelo parecia embebecerse en la contemplación de aquella criatura tan encantadora, que parecia creada para reinar, para ver todos los hombres a sus pies El barón Armando habia oido oido el rumor de los pasos que rompieron el silencio de la te- rraza y entrevió una blanca fi- gura que se acercaba. tlo; pero la voz de Luciana llegó Estaba para abandonar su si. a sus oidos y lo retuvo en su puesto. —¡Ah! su hija era asaz impru dente. Alejarse de los salones de baile para ir con un joven a a- quella. azotea desierta. Por for- tuna el barón se encontraba en aquel sitio, y asi, que la ausen- demasiado a vinieran a buscar. cia de Luciana se prolongara la, él se mostrarla al lado de su hija. Pero mientras no se pre- sentara tal peligro, el barón po- ¡Ala mantenerse oculto. Viernes 10 de Septiembre de 1948, | | “Una Grandiosa Fiesta” deseamos a nuestros muchos amigos de Habla Española! 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