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> Viernes, 17 de Diciembre de 1943 INDEPENDIENTE BISEMANARIO POPULAR Otro Triunfo | Del Médico Militar Viene de la Página 2 de la muerte, una y otra vez y el reiterado escapar, aca- so por el canto de una uña, pone los nervios del soldado en tensión violentísima. Y esa ansiedad va creciendo, va intensificándose, por un ro- ceso acumulativo. Cuanto más próximo esté uno al ago tamiento físico, más difícil le será vencer la angustia pcr la sola acción de la voluntad | | asustados; con los ojos per- didos en el vacío; con las bo cas contraídas; temblando como si tiritasen de frío, ca mianndo con las piernas do- bladas, movían a piedad. Al- gunos, víctimas de la afasia no podían articular una sola palabra. Otros tartamudea- ban. Cual niños empavoerci- dos, mudos de terror, se es- tremecían o daban un salto al menor ruido. Y, como cria turas desvalidas e “incapaces de valerse, suplicaban que no se les abandonase. Tal parecía que nada ni nadie habría de poder devol verles la salud del. cuerpo y Hasta que, por último, el e; tallido de una granada, q la muerte de un compañero, a- caba con la resistencia, ya fe ble y minada, que oponía el ánimo a los reiterados zar- parzos de la ansiedad. Esa! larga agonía moral se refleja en lo que dicen casi todos los que sucumben al fiero emba te interior: Aguanté todo lo == puede; pero no puede ¡Y qué dignos de compa- sión esos vencidos de la an- siedad! En Sicilia, en pleno combate, veía uno a menudo soldados que lloraban con- vulsivamente, o que volvían de las avanzadas como son- ámbulos (fuga de guerra). Con rostros inexpresivos o del espíritu. No obstante, el nuevo tratamiento ha obra- do ya verdaderos milarros. Les dan a esos soldados se- dantes para hacerles dormir; comida abundante y nutriti- va; los abrigan bien; los li- bran, bajo los efectos narcóti cos del pentotal de sodio, de la pesadilla obsesionante que los há desequilibrado. El psiquiatra les explica la ver-| dad y el por qué de lo ocu- rrido. Los exhorta, los ani- ma, les despierta las dormi- das potencias del yo. Viven bajo la disciplina corriente de los demás soldados, en co- municación con los compañe ros de su unidad. De este modo se obtuvieron excelen- | tes curaciones en el transcur = so de cuatro o cinco sema- nas; a veces, en el de unos cuantos días nada mmás. De los casos de agotamien to evacuados a los hospita- les de retaguardia, sólo un dos por ciento llegaron a po- nerse lo bastante bien para volver al frente de combate. El mayor Hanson y el ma- yor Luis Turren resolvieron ¡ hacer un ensayo con 95 ca- sos. En vez de mandarlos a la retaguardia, los trataron en el mismo frente, en donde|¡ se oyera el retumbo del ca- ¡fión y se viviera bajo el peli gro de los bombardeos aé- reos. De los 95, hubo 60 que pudieron volver a empuñar el fusil a los cuatro días. De esos 60, ál cabo de tres se- manas, se examinó a 44 para ¿ver como seguían. Todos ellos, menos cinco, habían to mado parte en acciones de guerra muy reñidas y se es- taban portando perfectamen te. La mayoría de los cuaren ta y cuatro continuaron ba- tiéndose hasta el final de la campaña sin el más leve ama go de recaída. A los 35 que no persentaron señales de ¡mejoría al quinto día, los ¡mandaron a un hospital de retaguardia para continuar el tratamiento. Allí se me- joraron casi todos ellos lo suficiente para poder pres- 1 Generalísimo Chiang Kai-shek, presidente Roosevelt y primer ministro Churchill WASHINGTON.—El colosal im- perio que el Japón se ha hecho con £u espada, en los extensos dominios del Lejano Oriente, va a serle qui- tado por las huestes de las democra- cias Eajo los términos del reciente to concertado entre el presi- rte Roosevelt, el primer ministro Churchill y el generalísimo Chiang shek. Incalenlables son las riquezas naturales de los vastos territorios ubyugados por el Imperio del Sol faciente y entre ellas figuran en profusión el oro, hierro, tungs- ed carbón, cinc, cobre, plomo, seda, madera de construcción, man- éso, aceite de esquistos, yute, ,, , azúcar, —alcanfor, productos agrícolas y otros numerosos artícu- los que volverán a ser asequibles al comercio internacional. Numerosos países invadidos El mapa de la mitad asiática del mundo será otra vez revisado, res- tituyendo la soberanía a los 170.- 000.000 de personas, simultánea- mente con la expulsión del Japón de sus territorios, Corea, el “an- tiguo reino,” cuya historia se re- monta 12 siglos más allá de la Era tiana, recobrará su libertad e independencia, Manchuria, conquis- tada por el Japón en 1931 y con- vertida en el fantoche imperio de Manchukuo, volverá a poder de su dueño legítimo: China. Formosa, volverá igualmente a ser parte de esta república después de cerca de 50 años de dominación japonesa. También será el Japón desposeído de las islas del Pacífico que le fue- ron entregadas por mandato de la Liga de Naciones, después de la Primera (Guerra Mundial, bajo so- lemne promesa de no fortificarlas, jromesa que tuvo a bien violar. s islas conquistadas durante la presente guerra serán, a su vez, restituídas a sus legítimos dueños. El Japón emprendió su marcha imperialista por el Lejano Oriente ¡SUPERI ¡ Muchas tierras serán libertadas del. Japón por las Naciones Unidas con la guerra chino-japonesa en el año 1895. La isia de Formosa, situada al norte de las Filipinas, al sur del Japón y cuyas costas están bañadas por el Pacífico al este y por el: Mar de la China al Oeste, fué el rico botín que obtuvo el gobierno de. Tokío en aquella guerra. La ex- tensión de Formosa es de 22.208 kilómetros cuadrados y su poblu- ción se calcula en 5.200.000 habi- tantes. Sus recursos naturales comprenden el yute, té, alcanfor, azúcar, y una vasta riqueza mine- ral. El archipiélago de las Pesca- dores, situado entre Formosa y China, fué igualmente cedido por esto último país al Japón' después del conflicto de 1893. La Corea, península situada en el nordeste del Asia, que divide el Mar Amarillo del Mar del Japón, fué la causa principal de la guerra ruso-japonesa, de 1904 y 1905. ¡Como resultado de este conflicto quedó el Japón en posesión do este rico territorio, cuya extensión es de 126.000 kilóm: 3 cuadrados y su oblación de 0.000 habitantes. os japoneses, aparte de otras ex- plotaciones de sus recursos natu- rales, han desarrollado una impor- tante industria de sedería. Se posesionó de islas alemanas Durante la Primera Guerra Mun- dial, el Japón se puso al lado de las Naciones Aliadas, no tardando en apoderarse de las islas pertenecien- tes a Alemania en el Pacífico, las cuales retuvo. No contento con apropiarse de sus inmensos recur- sos naturales, fósforo, coco y copra, el Japón se dedicó a fortificar aque- lias islas formando con ellas una formidable línea exterior de de- fensa, para proteger su creciente imperio. Las islas de Gilbert, com- prendidas en este último grupo, fueron conquistadas recientemente por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Si bien la exten- sión de dichas islas no es más que 1086 kilómetros cuz tienden 1.920 kilómo A del ecuador, usado por la Yi: Naciones como línea p a isoria, y 4.000 kilómetros de esie vestie. En 1931 empre Japón su 5: yez má imperiali texto el inci pieron en la neses, añadiendo a sus inmenso territorio de 8 metros cuadrados y otros 39.000.000 de pe pretendido imporio de fué reconocido por países, fuera de la es fluencia del Eje. Actua carbón y el hierro de > están desempeñando una ortante en ei esfuerzo bélic apón. o del Otros hurtos Al paso que. empezaba Hitler a arrastrar el sable por Europa en 1939, se aprovechaba el Japón de la confusa situación internacional eréada en aquel continente para apoderarse de las islas de Spratly, en el mar del Sur de China, 1.130 kilómetros escasos de Manila, en el archipiélago de las Filipinas. Aun. que las islas de Spratly habían sido descubiertas en 1867, la pri- mera vez que un país asumiera propiedad de las mismas fué Fran- cia en 1933. En el transcurso del tiempo, el Japón extendió sus dominios insulares en el mar del Sur de China, hasta comprender otras pequeñas islas que, a seme. janza del grupo de las Spratly, tenían mayor valor estratégico que comercial. El Japón había protes- tado de la reclamación de derechos de Francia sobre el grupo de las islas Spratly, fundándose en que log traficantes japoneses habían a tar servicios auxiliares, El mayor Hanson me hi- zo el siguiente relato de un caso representativo: En pla no combate, cerca de Seye- nane, reparamos en un sol- dado de infantería que va- gaba desorientado. El hom- bre acababa de verse bajo un terrible fuego de Stukas y morteros. Había perdido el habla. Temblaba violenta- mente de pies a cabeza. Bas taba tocarlo con un dedo pa ra que saltase sobresaltado. Lo metimos en la cama, le dimos de comer, le adminis- tramos sedantes para hacer- lo dormir. A las dos sema- ——— — Me refirió el caso de un jo- ven teniente de infantería a quien la explosión de una gra nada hizo saltar por los | aires. Cuando lo recogimos, temblaba como un azogado. ¡No sabía decir más que ¡ ¿quién? . . ¿quién Recono- ¡ció a un hermano suyo, tam bién oficial; pero sólo podía | explicar por medio de signos ¡lo que había ocurrido. Al ¡ Oír los nombres de ciertos sol ¿dados de su compañía, gru- nía sordamente y se tapaba ¡la cara con las manos. Lue- go suspiraba y movía la ca- beza. Reconoció a su mujer Página 5 UN CRESPULO ¡Una Cantina De Leopoldo Lugones (1874- 1938.—Argentino En sus o- bras siempre se encuentra el sello inconfundible de la individualidad genial; fue ro mántico a lo Victor Hugo, y corifeo luego del modernis- mo argentino, acabando por mostrar aficiones clásicas per fectamente definidas. A la tarde el espectáculo so lar es magnífico; sobre los grandes ríos especialmente, pues dentro del bosque la no che sobreviene brusca, ape- La Naturaleza MOUNTAIN LAKE, N. Y., Dic. 14. — La madre natu- raleza tiene sus caprichos. Se observó que varias bandadas de pájaros que picaban las manzanas de un árbol, se re- tiraban al poco rato, perfec- tamente borrachos. Examina da la fruta se encontro que varias manzanas pasadas es- taban en vías de fermenta- ción y las avecillas que to- maban la sidra se ponian in- dudablemente alegres. en un retrato, del que no qui nas ya hablaba. De pronto'so separarse más. Le hici- se ponía a reír, a dar alari-| mos evitar que le sobrevinie dos, a gritar: ¡Stukas! ¡Stu-| se un alarmante estado ae- kas!, y se metía debajo le la | presivo. Decía que era un cama. Tocaba el acordeón, pe fracasado; que no habia cum nas disminuye la luz. En las aguas, cuyo cauce despeja el horizonte, el crepúsculo sub-| bradora. tropical, maravilla. despliega toda su Como un vaho sutilisimo embebe, .a aquel matiz, un tratado de explotar los depósitos da fosfatos de aquella región, ro siemmpre el mismo aire: ¡Tal vez! Y cuando lo toca- ba le resplandecía la cara de felicidad y le corrían las lá- grimas hilo a hilo. Aletargado por el pento- tal, revivía los combates y mablaba de ellos con extra- na animación. Nos entera- mos de que había llegado al campo de batalla dolorosa- mente perocupado por su mu jer, que estaba en cinta. A- quel aire de ¡Tal vez! era el predilecto de su mujer. . A las cuatro semanas ya esta- ba bien. No volverá a la lí- nea de fuego, pero sí podrá prestar otros servicios útiles, y acabada la guerra, no se convertirá, ni mucho menos, en carga pública. También me refirió el ma yor Hanson otro caso menos | grave: El chofer de un tan- que llevaba muchos días pe leando. En la acción del Pa- so de Kaserina, el sargento de su tanque, en ocasión de llevar la cabeza fuera de la torrecilla, recibió un proyec til de 88 en plena cara. El decapitado cuerpo se desplo-| mó en el interior, junto al¡ chofer. Este paró el tanque, saltó a tierra y empezó a co! rrer describiendo círculos y retorciéndose las manos. Cuando me lo trajeron, llo- raba desesperadamente. Es- taba hecho un guiñapo hu- mano. Le dimos sedantes y comida. Le explicamos lo que había sucedido. Al cabo de cuatro días se reincorporó a | su unidad, con la que hizo to do el resto de la campaña. El mayor, tras una pausa, prosigue: Desde luego, lo ideal sería que los médicos militares Du ¡ diéramos relatar' esos casos de ansiedad antes de la crisis, como hacen nuestros colegas de la Aviación en sus escua- drillas. Entre nosotros, sin embargo, resulta imposible por lo dispresas q' están las fuerzas de tierra. No obstan te, nos esforzamos por ense- har a nuestros médicos a re- conocer precozmente los sfm- tomas y a comprender el cur so de los trastornos que a- nuncian. A medida que las tropas vayan curtiéndose en la guerra y vayan eliminán- dose los individuos de menos fortaleza moral, irá disminu- yendo el número de casos de neurosicosis, A veces, según dice el ma- yor Hanson, la curación se demora por obra de una pro funda depresión melancólica. ¡gre, se dejaron caer ambos! plido con su deber; que no po ¡día volver nunca más a su | casa y presentarse a su mu- ¡Jer y a sus padres. Como el de ese teniente, | hemos tenido muchos casos! ¡ Unos creen que han mancha ¡do su honor militar; otros se' culpan de haber sido causa de la muerte de un compa- fiero. Estos casos suelen ser | rebeldes. Asombra pensar cuántos de esos jóvenes lo- gran resistir, por un prodi- gioso esfuerzo de voluntad, | ¡ hasta que cumplen su mi-| sión, y, entonces, se rinden | ¡el empuje pertinaz de las os! ¡| curas potencias que han ve- nido asaltando y cercanao su! espíritu. Recuerdo el caso de dos ca | milleros. Habían hecho jun- tos toda la campaña. Habían trabajado sin descanso. En uno de los últimos encuer-: tros estaban transportando! heridos en medio de un dilu¡ vio. de bombas de mortero. A pesar del peligro y del fra gor del combate, siguieron, ; impertérritos, cargando heri' dos. Cuando depositaron el| último en el hospital de san! en el borde de la camilla, o- cultaron la cara entre las manos, rompieron a llorar y | perdieron el dominio de los' nervios. A los cuatro días ya| estaba uno de ellos otra vez! en su puesto. El otro quedó, tartamudo y dió bastante más que hacer. Eese caso Y; otros, como el del sargento del brazo paralizado, son muy defíciles de curar. | Opino que el crecido nú-; mero de casos ed depresión ocasionada * por la idea de que se se ha faltado al honor militar, es prueba del alto concepto de deber y de la responsabilidad que tienen | los soldados. Han sido muy | pocos los casos de simula-! ción. Tampoco ha habido ca sos de verdadera psicosislo- cura producidos por la gue- rra. La guerra no vuelve lo- co a nadie. Los soldados que han perdido el juicio tenían en su familia antecedentes ' de alienación mental. Hay una magna tarea que HOTEL PARIS 226 E. Jefferson St. Telefono 3-4304 Comidas a la española Cuartos bien ventilados SOL. También tenemos la Oración del ANIMA SOLA escrita por Juan Loco. 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Este, negro a sa, amoratándose, por últi-|la parte opuesta, negro de mo, sobre una vasta exten-|plomo oxidado entre los bos- sión donde boga la luna. ques profundos, que le for- Luego este viso va borrániman una orla de tinta china, dose, mientras surge en el| rueda frente al espectador ocaso una horizontal claridad | densas franjas de una rosa de anaranjado ardiente, que lóbrego. asciende al oro claro y al ver de .luz neutralizado en una tenuidad de blancura deslum realizar. Estamos empezan- do. Estamos tratando con éxito los casos de agotamien to; estamos salvando a mu- chos hombres de las garras de ese monstruo cruel que es la alucinación temorosa y do lorosa; estamos sacando de las sombras de la confusión mental a los que en ellas ca yeron empujados por el pu- ño frío, crispado, implacable mente tenaz, de la angustia Queremos devolver al seno de sus familias a estos mucha chos, no con la- mirada hui- diza y ansiosa edl extravia- do, sino con la clara luz de una juventud fuerte y triun- fante en los ojos. Un silencio magnífico pro fundiza el éxtasis celeste. Quizá llegue de la ruina próxima, en un soplo imper- ceptible, el aroma de los aza hares. Tal vez una piragua se destaque de la ribera asaz sombría, engendrando una | nueva onda rosa; y haciendo blanquear, como una garza a flor de agua la camisa de su remero. DODECDODORCAODALAO - JOHN W. LEWIS NOTARIO PUBLICO 32 al N. de la Ave. lra.” ¡Compra y venta de prople. dad | Se habla correcto español A EL SR. M.C. 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