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Jueves 25 de Diciembre de 1958 A] DN lo salir, se arrojó a sus pies | suplicante, pidiendo la liber- tad de su hijo, único sostén de su familia, joven trabaja- dor y bueno, el cual si era a- rrancado de su lado le causa- ría la muerte y quedarían en completo desamparo sus hijos. —Quítese usted de aquí... rugió el tirano con marcado % | disgusto, pero la madre insis- te en su petición y abrazándo- se a las piernas del Jeje Polí- tico, ahoga sus entrecortadas frases con lágrimas y con so- llozos, El monstruo le pegó un fuetazo por toda contestación y librándose de la pierna que le tenía sujeta la enferma, le pegó un puntapié en el pecho, que hizo que la pobre mujer fuera rodando por la banque- ta, hasta quedar sobre el em- pedrado de la calle, con la bo- ca llena de sangre y muda de estupor. ““Al ver a mi madre caer es- cupiendo sangre, sentí por la primera vez en mi vida el de- seo de matar —dijo textual- mente Villa— de matar a a- quel hombre, que de manera tan brutal, hería de muerte al ser más querido de mi exis- tencia”. Al día siguiente salía mi hermano con la cuerda pa- ra no volver jamás y pocos días después cerraba para siempre sus ojos, la inadre do- lorida que no pudo resistir, ni el dolor del brutal atropello, ni la ausencia de quien era el sostén de su miseria. Murió estrechando entre sus brazos, sollozante de angustia, a quien habría de ser más tarde el guerrillero más grande de la República... Habían transcurrido tres horas y Villa seguía nervioso. Los pocos que penetraban a la sala eran recibidos por Tri. llo, su fiel secretario quien te- meroso también de disgustar a su jefe, apenas se atrevía a consultarle una que otra cosa del servicio. Villa no se paseaba ya; sino que arrellanado en un sillón rojo seguía fumando nerviosa- mente. Por las frases que, de cuando en cuando, dejaba ca- er se adivinaba su pensamien- to. Ideaba algún martirio pa- ra su prisionero, algo que fue- se torturador, cruel, que no arrancara la vida desde luego, porque eso no era castigo. El A- ... 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El quería algo prolonga- do, algon sangriento, algo in- quisitorial, que hiciera sentir al prisionero, una agonía e- norme, inmensa dolorosa... en consonancia con el magno cri- men que había cometido... De pronto se oyen exclama- ciones violentas en el zaguán, gritos entrecortados de muje- res que lloran y soldados que maldicen; entrando a la sala, despeinadas, con la ropa he- cha pedazos, cuatro mujeres enlutadas; y tras ellas un grupo de soldados que inten- taban echarlas fuera a empe- llones. Villa se pone de pie y dice: —Déjenlas.... ¿qué quieren ustedes, señoras? —Somos la esposa y las hi- jas del anciano que fué apre- hendido esta m;añana, dijo u- na de ellas, de edad avanzada, cabeza blanca como la nieve, de manos temblorosas por el pánico, y con los ojos llenos de lágrimas, que brillaban al caer sobre su cara, en donde el tiempo había dejado ya la huella de su paso. Villa al escuchar ésto, en- carándose con ella parecía que iba a golpearla; pero la seño- ra arrojándose a sus pies le pidió llorando, que pusiera en libertad a su esposo, las hijas le imitaron, jurándole y per- iurándole que su padre nada había hecho para merecer es- tar detenido. —-¿Con que nada ha hecho? contestó Villa. Van a escuchar de sus propios labios lo que ha hecho; y dirigiéndose a un oficial que estaba en la puer- ta, ordenó que trajeran al de- tenido. Un minuto más tarde el pri- sionero entraba a la sala, pá- lido, con paso tembloroso, be- só a su mujer con cariño, y doblegó la cabeza ante la mi- rada del guerrillero, que de pie, con las piernas entre- abiertas, los brazos en jarras, el sombrero tejano echado ha. cia atrás, dejando asomar, hirsuto y rebelde un mechón de pelo, veía al preso feroz- mente... —Estas mujeres, dijo diri- giéndose a él, dicen que nada ha hecho usted para merecer detenerlo prisionero.... Voy a relatarles lo que ha hecho, pa- ra que se enteren de que, en vez del hombre bueno que e- llas creen, es usted el asesino de mi madre.... y Villa empezó a relatar la tragedia. Un silencio de muerte lle- naba la sala, escuchándose, brutal y colérico, el relato del crimen. —¿Miento o digo la verdad? dijo Villa al concluir, dirigién- dose al detenido. El prisione- ro, que había escuchado, con la cabeza inclinada, con los o- jos cerrados, como esperando de un momento a otro el dis- paro homicida, levantó la ca- beza, abrió los ojos inmensa- mente y contestó con voz tan callada, que apenas se oyó: —Todo es verdad... Una explosión de llanto, de súplicas y ruegos, inundó la sala. La anciana se arrojó de nuevo a sus pies, le abrazó a una de sus piernas y le dijo: —Señor, para nosotros es el único amparo que tenemos en la vida; si lo perdemos nos moriremos de hambre, de mi- “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE PAGINA TRES A O A 0 YN AO ¿Por qué Está Usted Enfermo? DR. D. R. BETTNER, N. D. se habla español. Visite la Clínica en EL LADO NORTE: 1137 West McDowell Rd. Phoenix, Arizona de 9a.m.a6 p.m. Jueves por la tarde Cerrado. TELEFONO AL 2-0541 Martes y Viernes por la noche: de 7 hasta las 9 p. m. Domingo: de 2 a 3 p. m. UN TESTIMONIO DE SALUD Este es un testimonio a to- 5: da la Colonia Mexicana, de lo que este grande Doctor ha hecho en mis enferme- dades. Tenía 20 años enfer- ma de tairro y estando ope- . rada 2 veces. Esos 20 años ; padecí y perdí la voz, casi no podía hablar y tenía una complicación en las piernas y los pies. Eran unas dolen- cias que no quería llorar | sino gritar del dolor que sen- tía. Algunos de mis vecinos son testigos; pero viendo un día el Periódico “El Sol” me enteré de este Doctor y lo fuí a ver ya sin esperanzas. Pero qué sorpresa, que el zi S primer día que me dió el primer tratamiento, otro día me sentí como nueva de mis pies y piernas y hasta hoy estoy Apedeción primero a Dios y después a este Doctor tan ama- ble y a sus tratamientos. Así que: queridos amigos, si ustedes tienen algo semejante vayan, yo les aseguro que se aliviarán y no sufran más; yo les recomiendo que vayan sin demora, y es tan considerado este doctor! Su nombre es D. R. BETTNER. SABINA OSORIO. Teléfono AL 2-7286 Phoenix, Ariz. 954 W. Mohave. ma, señor, y si me he levanta. do de la cama, ha sido para pedirle a usted, que si hay que matar a alguno que ésa sea yo... Villa hizo un movimiento brusco, como para desasirse de los brazos que le sujetaban la pierna, y sacando el revol- ver, con rapidez de relámpa- go, iba a hacer fuego; pero de- tuvo en alto el arma homici- da, y señalando con la sinies- tra la puerta dijo: —Llévense a su hombre... llévenselo a donde nunca más lo vuelva a ver, porque lo ma- taré.... llévenselo.... le perdono por la memoria de mi madre... Presto la sala quedó desier- ta. Villa se arrojó llorando so- seria y de dolor. Estoy enfer- bre el sillón de damasco rojo, y un haz luminoso de rayos de sol, que entraba por la venta- na, deshacía sus vibraciones de luz en el mechón de pelo que el tejano del guerrillero dejaba al descubierto, como un beso de fuego, por el divi- no perdón. LA CABEZA DE VILLA El seis de febrero de 1926 se presentó, a las siete y me- dia de la mañaa en la Presi- dencia Municipal de Parral, Juan Amparan, administrador del panteón, insistiendo en ha- blar inmediatamente con el señor Domínguez que era en- tonces la primera autoridad, de aquella simpática población del Estado de Chihuahua, lle- vando en la cara pintado el espanto y demostrando a las claras que algo grave le ha. bía pasado. Recibido por el señor Domínguez le dijo que al llegar al panteón que era a su cargo, a las seis de la ma- ñana, al revisar, como de cos- tumbre, los sepulcros, se en- (Pasa a la página 4) MORTENSEN - KINGSLEY LA AGENCIA DE FUNERALES PREFERIDA DE LOS MEXICANOS Se atiende con respetuosa actividad. Teléfono: 4-8119 1020 West Washington St. ARIZONA Public Service estará cerrada el DIA DE NAVIDAD En dias de fiesta o fines de semana, para servicios de emergencia, consulte su libro de teléfonos. Zed Adol” TODA CLASE DE TRABAJOS DE IMPRENTA ¿ EL SDE" 62 AL SUR DE LA CALLE TERCERA TELEFONO ALpine 3-4948 PHOENIX, ARIZ. ¡NATENCION!! JOVENES, SEÑORITAS: ¿ESTAN USTEDES PROXIMOS A CONTRAER MATRIMONIO? Ordenen sus Participaciones Matrimoniales en: “EL SOL” 62 al Sur de la Calle Tercera (Entre Washington y Jefferson) Phoenix, Arizona En donde además encuentran ustedes, una gran variedad de: e Azahares e Coronas e Velos O Rosarios O Libros de Oir Misa. NA