Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.
Coal Io PAGINA CUATRO Ragsdalo-Rodríguez CASA FUNERARIA Precios Módicos. Facilidades de Pago, Velaciones Toda la Noche si así lo Desean. 1100 E. CALLE JEFFERSON Tel. Oficina: Tel. Casa: AL 2-3471 AL 3-2786 SUBSCRIBASE AL PERIODICO MEXICANO “EL SOL” Grand Hotel para Mexicano-Norteamericanos UN HOGAR PARA USTED Y SU FAMILIA Cuando Venga a Phoenix, haga su casa en el “GRAND HOTEL” encontrará cuartos con buenas camas a precio muy razonable 502 EAST WASH. — AL 2-0041 — Phoenix “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE Lupita Torrentera, (Viene de la página 3) ante una realidad que pasaba por encima de los convenciona- lismos sociales y humillaba su hogar. Los hermanos de Lupita Torrentera le reprocharon su pro- ceder con indignacióny la ma- dre, que hasta entonces se ente- raba del estado civil del galán, ' comprendió cuál era la posición de su hija ante Pedro Infante. Por coincidencia, las visitas del astro a la casa de la familia Torrentera habían disminuido, porque sus actividades fílmicas no le dejaban tiempo para aten- der a su hogar y a su encendido romance. Pero Pedro siempre en- contraba modo de entrevistarse con Lupita, en un lugar a salvo de indiscreciones y del peligro de que sus amores fueran tema de la murmuración cinematográ- fica. Ante la imposibilidad de en- trevistarse con Pedro Infante, la señora Torrentera acechó el mo- mento de sorprenderlo en su ca- sa. La oportunidad se presentó una noche y no vaciló en llamar a las puertas del hogar del ac- tor, decidida a descargar su ira y exigirle reparación al honor de su familia. Para fortuna de Pe- dro, fue él mismo quien acudió a la insistente llamada, sacado de un sueño profundo. API VE EVE VE EVE VE E E EEN (QU n1ATENCION!! Jovenes, Señoritas: ¿ESTAN USTEDES, PROXIMOS A CONTRAER MATRIMONIO? Ordenen sus Participaciones Matrimoniales en: “EL SOL” 62 Sur Calle Tercera (Entre Washington y Jefferson) Phoenix, Arizona En donde además encuentran ustedés, una gran variedad de: e Azahares O Coronas e Velos O Rosarios O Libros de Oir Misa. MD. OA o “> NA No pudo ocultar su sorpresa a la vista de la señora Torrente- ra. Un bostezo murió en sus la- bios y fue al instante el hombre alerta, listo a echar mano de to- dos sus recursos y su simpatía para sortear la delicada situa- ción. Precisado a presentar una ur- gente defensiva, admitió desde luego su responsabilidad del es- tado en que se encontraba Lupi- ta, pero hizo notar a la madre de la joven bailarina la inutili- dad de violentar los aconteci- mientos, ya que estaba dispues- to a hacer frente a la situación, a pesar de estar casado. Sus elo- cuentes argumentos convencie- ron a la iracunda madre de la necesidad de conservar el secre- ¡to, ¡para no entorpecer sus pla- nes con un innecesario, molesto y perjudicial escándalo. Ante los hechos consumados, no quedaba otro remedio que a- ceptar la solución propuesta por Pedro. Además, influyó en la se- | fora Torrentera la irresistible ¡simpatía con que el actor se a- brió paso a las más altas cum- bres de la popularidad. Días después, Pedro Infante se presentó en la casa de la fa- milia Torrentera, para explicar a la madre de Lupita la forma en que había decidido cumplir su ofrecimiento de hombre ca- bal. Le hizo reconocer lo incon- veniente de que la muchacha si- guiera viviendo bajo el techo fa- miliar, ¡pues los hermanos ha- bían adoptado una actitud hos- til y estaba en su mano reme- diarlo. En cuanto a la cuestión ma- trimonial, Pedro la trató como si fuera el papel de una película perfectamente aprendido. Habló de la necesidad de promover un juicio de divorcio, lo que llevaba tiempo. Así que él se haría res- ponsable de Lupita Torrentera y la llevaría a vivir a una casa que había alquilado en elegante zona residencial. Ya no eran os tiempos de pe- nuria en que el actor no podía adquirir a crédito los muebles para un departamento: su cuen- ta bancaria 'era considerable y su nombre garantía suficiente para cualquier empresa. La señora Torrentera, conven- cida de que nada remediaba con oponerse a las proposiciones de Pedro, que estaban de acuerdo con los deseos de su hija, deci- dida a seguir al actor, decidió tomar las cosas con calma y es- perar. Lupita Torrentera salió de la casa familiar para formar su propio hogar. Y su madre la si- guió, para acompañarla y velar por su salud en los meses críti- cos que se aproximaban. Los compromisos artísticos no dejaban momento de reposo a Pedro Infante. Tenía que traba- jar ¡intensamente para hacer frente al doble y costoso tren de vida que llevaba. Poco antes de que Lupita Torrentera tuviera YU] ENEE que internarse en el sanatorio, PALO III e ote oo nodo o zo eee oo enzo to Columbus was lucky — how about you? pue... was brave, skillful and patient. Also, very lucky. He put to sea on borrowed money, trying for a western route to India, and stumbled across the New World. Most people never look for that kind of luck—and they're right. To really reach your goal in life—financial independence, let's say, or a home of your own—it takes careful planning and systematic saving. Today, 8 million Americans have found a much surer, easier route to their goals than Columbus ever dreamed of —saving for the future through the Payroll Savings Plan. Decide now to make your dreams come true—through the Payroll Savings Plan When you sign up for Payroll Savings, you ask your pay office to save out part of your check each payday. This money's auto- matically invested for you in interest-earn- ing U. S. Series E Savings Bonds. If you sign for just $3.75 a week, in 9 years, 8 months, you'll have $2,137.30! No wonder 8 million Americans are using Payroll Savings! Why not join them—today? 1 ou want your interest as current income, ask your bank about 3% Series H Bonds which pay interest semiannually by Treasury check. The U.S. Government does not pay for this for their patriotic donation, the Advertising Council Saving is simpler than you think —uwith U. $. Savings Bonds on she Payroll Savings Plan! advertising. The Treasury un thanks, RSS el astro, cuya popularidad era ahora continental, fue reclamado por varios países de América del Sur, donde sus admiradoras an- siaban conocerlo personalmente. Se encontraba en Venezuela cuando recibió la noticia de que era padre de una niña. Aquella intensa y desconocida emoción que lo embargó se trocó en te- rrible intranquilidad. Se apresu- ró a terminar su contrato sin a- ceptar tentadoras ofertas para prorrogarlos y retornó a la pa- tria inmediatamente. Hubo una Coincidencia que fi- ja vigorosamente lo contradicto- rio de las actitudes del actor. Mientras su hija nacía en Mé- xico, de una mujer que no era su esposa, Pedro Infante confe- saba ante el público venezolano: —Todo lo que soy se lo debo a una mujer: a mi esposa.... La estrella de Pedro Infante había alcanzado el punto más alto en su trayectoria por los cielos cinematográficos de Mé- xico. Pedro lo abandonó todo ante la noticia de que sus amores con Lupita Torrentera habían dado el fruto de un hijo y el regreso de Venezuela lo hizo con el pen- samiento fijo en el suceso que colmaba su felicidad. Aquella di- cha dicha parecía perfecta: era famoso, ganaba fortunas y la mujer amada le había dado un hijo que era carne de su carne, sangre de su sangre. Minutos después de que el a- vión tocara tierra, estrechaba en- tre sus brazos a Lupita, que aún guardaba cama y lo recibió amo- rosamente. Pedro la besó con pa- sión y se volvió hacia el diminu- to ser, envuelto en suaves ropas que él no había conocido en su infancia. —¡Es linda nuestra hija! — —murmuró Lupita, con voz ape- nas perceptible. —¿Es niña? —repuso “Pedro, un tanto confundido. Y agregó con aire resignado—: Yo espera- ba un hombrecito, pero... ¡Sea por Dios! La señora Torrentera contem- plaba entusiasmada la escena, segura de que las cosas cambia- rían, ahora que la pareja estaba unida por el lazo indestructible de una hija. Sin embargo, toda esa felicidad, todas las ilusiones que los padres de la pequeña se forjaron, confiados en realizar sus sueños de amor, fueron ba- rridas por la más cruel tragedia. La niña enfermó y fue llama- do un médico para que la aten- diera. El diagnóstico no pudo ser más terrible: la pequeña presen- taba síntomas inequívocos de u- na parálisis de origen poliomie- lítico y estaba amenazada de muerte. De sobrevivir, quedaría condenada a arrastrar una vida ingrada. Tal vez quedaría impe- dida para siempre. La idea de que desaparecería su hija, la primera hija en quien cifrara tantas ilusiones y cariño, hundió a Pedro en la desespera- ción y el remordimiento. Acaso los temores largo tiempo calla- dos surgían ahora por violar las leyes inmutables de la natura- leza.... Quizás estaba incapacita- do para crear hijos sanos. Estos pensamientos ensombrecieron su vida y fueron una constante tor- tura. No quiso que, por el momento, el médico comunicara la verdad a Lupita Torrentera. Quería ago- tar antes todas las posibilidades y luchar hasta lo último por la vida de la pequeña. No escati- mó esfuerzos ni dinero para lo- grarlo, pero desgraciadamente los mejores especialistas estuvie- ron de acuerdo en que sólo un milagro podía devolver la salud a la niña. Para el extravertido que fue el famoso actor, la tortura más dolorosa era tener que llevar su pena en silencio. Estaba obliga- do a proseguir su trabajo nor- malmente y con la sonrisa en los labios. Quienes lo veían reír, ignoraban que el actor famoso estaba herido por el destino y tenía que guardar su drama en secreto. Pedro, que quiso con locura a su niña nunca se explicó cómo pudo continuar viviendo sin que su tragedia trascendiera al ho- gar legítimo. Fue uno de los ex- traños fenómenos de desdobla- miento del cantor sinaloense. Transcurrieron varios meses sin que la niña mejorase. Para entonces, los padres y hermanos de Pedro Infante, unidos con la familia Torrentera por el lazo de una relaciones ilegítimas para la ley y los prejuicios sociales, ¡pero explicables por la pasión incontenible, acudían a la casa de Lupita cargados de juguetes y caricias para Juanita, nombre con que fuera bautizada la pe- queña. Decidido a conocer la realidad de las condiciones de su salud, Viernes 21 de Junio de 1957. el Segundo Granoe.o. Pedro acudió a eminentes espe- cialistas. Todos afirmaron que su condición física era inmejo- rable y de esta manera quedó convencido de que la enferme- dad de su hija no era producto de una herencia ingrata. La fa- talidad había herido a Juanita y él nada tenía que ver en ello. Lupita Torrentera no tardó en advertir que el estado de su hija era desesperado. Los medica- mentos, los penosos tratamien- tos y la dedicación de los mé- dicos no mejoraban la salud de la pequeña. La niña se consu- mía de día en día. El doloroso desenlace llegó en ¡poco tiempo. Un día, la niña no volvió de su apacible sueño. Por primera vez, el llanto nubló la felicidad de aquella casa. Aquello hizo temer un rompi- miento de las relaciones entre Pedro ,y Juanita. Pero ocurrió precisamente lo contrario, por- que al lazo de la pasión y la di- cha que los unía, se sumaba el de un dolor íntimamente com- partido. Mutuamente se dieron valor y resignación. Había muerto su hi- ja, pero quedaba en ellos la lla- ma de un amor que creían inex- tinguible. El tiempo se llevó el doloroso ando se es joven, los sufrimien- tos se olvidan pronto. Lupita To- cia cargada de promesas y en el ánimo de Pedro, el penoso suce- so parecía haber operado un cambio favorable en sus senti- mientos hacia la muchacha, que| se sentía complacida con su con- dición de preferida, a pesar de las murmuraciones que la envol- vían. A pesar de todo, la dura ex- periencia de haber perdido a su hija y la desventajosa situación de un romance que no podía gri- tarse a los cuatro vientos, impu- sieron a Lupita la necesidad de un análisis. Hasta entonces, nun- ca se había detenido a medir las consecuencias que su amor a Pe-: dro Infante podía acarrearle, por- que tenía una fe inquebrantable en el hombre idolatrado. Algo le decía que sus recientes angus- tias y dolores eran una adver- tencia del destino, un castigo por atreverse a violar los desig- recuerdo de la hija muerta. Cu-' rrentera disfrutaba una existen-' ¡ella no pensaba separarse. | A pesar de todo, el triángulo a- | moroso no quedó roto.... | Poco tiempo después, llegó el ¡segundo hijo. Pedro recibió la noticia con ruidosa alegría, por- |que ya no le torturaba la duda de que pudiera ser responsable de la muerte de Juanita. Pedro nunca dejó penetrar a lo íntimo de sus sentimientos, pero es indudable que al nacer su hi- jo, sintió la dicha de todo hom- bre que se siente prolongado en en un nuevo ser. Así lo demostró siempre, por- que independientemente de su fama de conquistador irresisti- ble, que lejos de disminuirla au- mentó su popularidad, Pedro fue un ¡padre cariñoso que no sólo cuidó amorosamente de sus hi- jos, sino que cumplió con esos menesteres que hacen de todos ¡los padres, para los hijos, una imagen de Dios sobre la tierra. Con el nacimiento del pequeño | Pedro, la vida del galán cinema- tográfico alcanzó horizontes de una felicidad distinta a la que "hasta entonces había disfrutado y que eclipsaba la satisfacción 'transitoria de los éxitos profesio- ¿hales. Esa felicidad era compar- ¡tida por Lupita, la amada, y por la madre y los hermanos del ac- tor. Las relaciones entre la familia de Pedro Infante y la bailarina se basó en la aceptación táctica de la unión de los dos amantes, lo que hacía pensar que en poco tiempo se resolvería la situación ilegal en que se encontraban en- lazadas sus viads. La presencia del niño, además, era un pode- roso argumento que no admitía discusión de convencionalismos. Por otra parte, Pedro estaba liberado de los temores que an- tes lo torturaban y se mostraba orgulloso de verse continuado por un hijo sano y hermoso, el hijo que tanto anhelaba y que la vida le negara en su matri- monio legítimo. ¿Cómo iba a re- procharse su actitud hacia su es- posa? No obstante, la consideración y el respeto hacia María Luisa seguían presentes en su ánimo. Más que un deber, constituían toda una religión para Pedro, que no se sentía capaz de re- nunciar a Lupita Torrentera, so- nios de Dios. Su madre le había rogado muchas veces que pusie- ra fin a esa situación, pues ha- bían pasado muchos meses sin que progresara el juicio de di- vorcio que Pedro aseguraba ha- ber promovido. Todo parecía ponerse en con- tra de los enamorados. Sin em- bargo, Lupita tenía una fe cie- ga en la sinceridad de Pedro. Lo sentía en cada una de sus pa- labras, en el fuego de su amor. Cierto que era casado y que pa- recían escasas las oportunidades de convertirse en su esposa le- gítima; pero una íntima rebel- día contra la adversidad la im- pulsaba a proseguir la lucha. No quería abandonar el campo sin agotar todas las posibilidades. Pedro le había asegurado infini- dad de veces que los trámites de su divorcio estaban por llegar a un final favorable y no se sen- tía capaz de dudar de su pala- bra. No se decidía a abandonar al hombre amado con todas las fu- erzas de su corazón joven y apa- sionado. Las razones y consejos maternos se estrellaron contra esta realidad. Como si el pasado pudiese bo- rrarse con sólo quererlo, Pedro y Lupita siguieron viviendo su en- cendido romance. Ahora, ella e- ra ya toda una mujer, con ex- periencia y encantos aumenta- dos. Encadenada a un ídolo po- pular por una pasión incontrola- ble, habría consecuencias a las que no podría escapar, pues la vida de los artistas cinematográ- ficos es un espejo al que la gen- te gusta de asomar su morbosa curiosidad. Los rumores se tornaron en es- cándalo clamoroso y los hechos llegaron a la esposa legítima del actor. María Luisa, ofendida en su dignidad, decidió enfrentarse a Lupita Torrentera. Tal vez con- sideró que todavía estaba a ti- empo de contener los aconteci- mientos. Cuesta trabajo imaginar que en tan difíciles circunstancias, una mujer pueda conservar la serenidad y hablar sin alterarse a quien le disputa el amor del hombre a quien las leyes la u- nieron. Sin embargo, así fue la entrevista de María Luisa León de Infante y Lupita Torrentera. Ni arrebatos histéricos ni fra- ses hirientes. En una conversa- ción que permanece viva en el recuerdo de las dos mujeres, Ma- ría Luisa expuso a su joven ri- val los inconvenientes de conti- nuar sus relaciones con un hom- bre que no era libre y del que bre todo desde que le había da- do la más grande satisfacción de su vida: un hijo. A pesar de la notoriedad de sus padres el niño quedó al mar- gen del escándalo. Los reporte- ros que se enteraron de su na- cimiento, guardaron discreto si- ¡Jencio y todo coincidía para a- crecentar la felicidad en el se- gundo hogar del actor. Transcurrieron algunos meses ¡de paz, de quieta dicha para la pareja y sus familias. La situación no podía prolon- | garse ¡por mucho tiempo. Los fac- ¡tores que determinan el concepto de felicidad de una persona no Son estables y una vez alcanza- ¡ dos, han de renovarse para con- servar su fuerza. Sobre todo, tra- ¡tándose de una persona tan in- quieta como fue Pedro Infante. Quizá en busca de renovar la dicha, el astro y Lupita se aven- turaron a tener otro hijo. Vino una niña, también perfectamen- te normal, que heredaba las prendas físicas de sus progenito- res. Pedro Infante encontraba su mayor felicidad en la contem- plación de sus dos hijos. Consi- deraba que su vida estaba com- pleta y su destino quedaba cum- plido. No concebía esperar ma- ¡yores dones de una existencia | que antes fuera de adversa feli- | cidad. Ni el dinero, ni la fama, ni los aplausos podían compararse con lo que ya tenía: el amor de una mujer que lo idolatraba y la presencia de sus dos hijos. La niña fue bautizada con el nombre de la madre. Abuelos y tíos la colmaron de regalos. La señora Torrentera ayudaba a su hija en el cuidado de la casa. Bajo esa aparente tranquilidad, el descontento preparaba la se- paración definitiva de Pedro y Lupita Torrentera. La madre no dejaba de presio- nar con energía en la voluntad de su hija para separarla de Pe- dro Infante. A su juicio y el del resto de la familia, la nueva ni- fía no hacía sino complicar más la situación, pues era claro que no se habían dado pasos para la disolución del matrimonio legí- timo del actor. En tales condi- ciones, Lupita quedaba en un papel poco grato ante la socie- dad. La muchacha luchó para con- vencer a su madre de que todo saldría bien. Pero el tiempo pa- só sin traer ningún resultado y tuvo que prestar atención a las advertencias maternas. Además, la atención de sus dos hijos ha- (Pasa a la Página 5) |