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Viernes 21 de Junio de 1957. Lupita Torrentera, el Segundo Grano... (Viene de la la. Página) contento de las muchachas que “ile hacían rueda”. Transcurrió la función y cuan- do Pedro entró a escena, las co- ristas dejaron escuchar su co- mentario sin nrecato...: “¡Qué guapo es Pedro!”. La atractiva bailarina no estaba para repa- rar en otra cosa que no fuera su trabajo, porque ella también soñaba con el éxito y los aplau- sos. Cuando le ofrecieron presen- tarla con el nuevo galán, recha- zó la invitación. Tenía presente que su mamá la había aleccio- nado contra lo peligrosos que re- sultaban los mimados del pú- blico y Lupe Torrentera pasaba por ser una chica obediente, sen- sata. Pero estaba escrito que el can- tante y la bailarina habrían de relacionarse muy pronto. El des- tino tejería los hilos de su vida. Noches después, Lupita Torren- tera y su madre fueron presen- tadas a Pedro Infante, a quien consideraban petulante y engre- ído de su éxito. Lupita Torrentera se dió cuen- ta, desde luego, que Pedro In- fante la miraba con un interés desmedido, nunca antes demos- trado por otro hombre, y que su caballeroso proceder estaba en desacuerdo con las advertencias maternas. No obstante, la mu- chacha continuaba aferrada a una indiferencia que estaba muy lejos de sentir. Pasó cierto tiempo para que Pedro Infante manifestara abier- tamente sus sentimientos. Lupi- ta Torrentera y su madre espe- raban a la salida del teatro, im- pacientes, el automóvil que te- nían contratado para que-todas las noches las llevara a los ca- barets donde la muchacha tra- bajaba, después de sus actua- ciones teatrales. Los minutos transcurrían y e) auto no llega- ba. Pedro Infante apareció en el pórtico, acompañado de un ami- go. Al verlas, brilló su cautiva- dora sonrisa y procedió a las presentaciones. Pasaron los años y muchos a- contecimientos y Lupita Torren- tera no olvidó las frases trivia- les que se dijeron aquella no- che. —Tenemos que ir al “Minuit” y nuestro coche no llega —ex- plicó Lupita, a una pregunta de Pedro Infante. —¡No faltaba más, señorita! —exclamó el popular cantante apuntando hacia su convertible —Si ustedes me lo permiten, ten- dré mucho placer en llevarlas... —No se moleste, señor —cortó la madre—. Esperaremos. —Señora, no quisiera privarme del placer de servirlas. Si mi pre- sencia les incomoda, las llevará mi amigo.... Convencida por la irresistible simpatía del astro cuya popula- ridad crecía de modo inconteni- ble, la señora Torrentera no tu-' vo más qué objetar. Antes de que pudiera darse cuenta, se ha- llaba en el asiento posterior del automóvil, al lado de su hija. Frente a ellas, Pedro hablaba sin descanso, para abreviarles el rápido viaje y decidido a “caer- les bien”. Cuando llegaron a las puertas del cabaret, la señora Torrentera se despidió rápidamente de Pe- dro, que le tendió la mano para ayudarla a descender; ¡pero Lu- pita, olvidada de su urgencia, se detuvo unos instantes ¡para aceptar el prolongado adiós de su admirador. Por fin, tuvo que separarse de Pedro, que se resistía a soltar su mano, aunque la situación se hacía embarazosa. Antes de ale- jarse, depositó un apasionado beso en la morena mano de la seductora muchacha. En pocos minutos, Lupita es- tuvo lista para presentarse ante un público que la quería y la admiraba. Se detuvo unos mo- mentos, camino de la pista, an- te el muro recubierto de espejos para revisar su figura. Y vió re- flejada en los cristales la radian- te sonrisa de Pedro, que ocupa- ba una mesa cercana. Aún ahora, cuando recuerda aquel instante, no alcanza a ex- plicarse la extraña inquietud que la invadió. Lo cierto es que la presencia de Pedro la trastor- nó inexplicablemente, si bien en el fondo su intuición de mujer le hizo presentir que aquel hom- bre cambiaría su destino y que no era un admirador más, sino que los uniría una violenta pa- sión. No se equivocó, porque ella y Pedro vivieron un tempestuoso romance. Así lo quiso el destino. Los acordes de la orquesta la hicieron volver a la realidad y con rápido giro se deslizó a la pista de baile. Por unos momen- tos, la muchacha pretendió que el entusiasmo de la artista a- placara la inquietud de la mu- jer. Fue inútil. Ahí estaba aquel hombre, con la mirada fija en todos sus movimientos, en sus evoluciones. Ni siquiera preten- dió engañarse pensando que só- lo había retenido el interés de verla bailar. Muy dentro de su corazón, sabía que Pedro Infan- te estaba ahí por ella. Dos ojos, fijos y brillantes, le imponían su dominio. Aquellos angustiosos y emocionantes mo- mentos jamás se han borrado de la mente de 'Lupita Torrentera. Terminado el baile, regresó con- fusa al camerino, donde su ma- dre la esperaba. Apenas había cambiado de ropa cuando llama- ron a la puerta para entregarle un mensaje: Pedro Infante las invitaba a acompañarlo a su mesa. Ese arranque, que en otras “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE circunstancias hubiera sido to- mado como una impertinencia por la madre de la bailarina, no le causó disgusto. La simpatía | de Pedro Infante también había ' cautivado a la señora Torrente- ra. En cuanto a la linda mucha- cha, tuvo un íntimo entusiasmo. Sin embargo, Lupita Torrente- ra tuvo que suplicar a su madre para que accediese a aceptar la invitación. Finalmente, la con- venció con el argumento de que, después de todo, era un compa- fiero de trabajo más que un des- conocido y terco pretendiente. Con el cantante, permanecía el amigo que los había acompa- ñado en el automóvil. Cuando la bailarina y su madre se sen- taron a la mesa, el amigo recu- rrió a mil temas de conversación para distraer a la señora Torren- tera, mientras Lupita y su ena- morado bailaban la melodía de moda. Pedro Infante fue hombre de arrebatos, que jamás guardó pa- ra sí lo que tenía que decir. Su temperamento impulsivo e irre- flexivo, lo arrastró por caminos que no fue capaz de prever. La emoción de la aventura inquie- tante ejerció en él una atracción irresistible y nunca se detuvo a pensar en peligros ni en com- plicaciones. Así era ya, desde antes que el éxito lo encumbra- ra. Como si en aquellos momen- tos comenzase a vivir su primer amor, como si su condición de hombre casado pudiera desapa- recer con sólo que lo deseara, de labios de Pedro Infante brotó muy queda, vehemente, la frase que hizo temblar de emoción a la mujer que estrechaba entre sus brazos. Fueron tan sólo dos palabras. Las dos sencillas pa- labras que millones de mujeres han escuchado de los hombres a través de los siglos. Esas dos palabras, repetidas todos los días y en todos los idiomas, cambia- ron la vida de la pareja y pro- dujeron un resonante escándalo. Esa noche, al escuchar la apa- sionada confesión, burlando la implacable vigilancia materna, los labios de Lupita Torrentera dieron muda respuesta a Pedro Infante. El apasionado cariño que Pe- dro encendió en el corazón de la joven mujer que amaba por ez primera, ignorante de la in- franqueable barrera que la se- paraba de su apasionado novio, fue: adquiriendo importancia. Lu- ¡pita Torrentera confiesa que mu- chas veces pensó si aquello que conceptuaba como un perfecto i- dilio tendría el mismo valor pa- ra su amado. Temía que fuera sólo el capricho de un hombre que se siente admirado ¡por mu- chas mujeres y no desperdicia o- casión de satisfacer su vanidad con la presa fácil. Pero el calor y la sinceridad que sentía en AA EV JOE PALOOKA' déce: EP ER ZAS EA Nuestro Modo De Vida Quiere Decir Igual Oportunidad De Trabajo Para Todo El Mundo Sin Hacer Caso De Raza, Religión O De Nacionalidad. AR 15 e O z ta ECONOMIC lei, e men ES THE PRESIDENT'S COMMITTEE ON GOVERNMENT CONTRACTS CONTRIBUTED AS A PUBLIC SERVICE no Mo lió Washington 25, D. C. TYPOGRAPHY CONTRIBUTED AS A PUBLIC SERVICE BY KING TYPOGRAPHIC SERVICE CORP. + N.Y. . las palabras de Pedro la con- vencían, en cada momento de duda, de que su cariño era co- rrespondido. Parecía que entre| ellos se había establecido una verdadera corriente de compren-' sión y cariño. La madre de la bailarina tuvo que enterarse inevitablemente ' de las relaciones de su hija con el astro cuya popularidad seguía en aumento. Pedro no tuvo difi- cultad en hacerse agradable a la señora Torrentera y con fantás- | tica habilidad venció la resisten- cia materna, hasta lograr ser ad- mitido formalmente en el hogar, de Lupita Torrentera como “no- vio oficial”. Interpretaba entonces el papel estelar de “La Barca de Oro”. Como su categoría de astro ya le. permitía tomarse ciertas li- bertades, visitaba casi a diario a su novia, generalmente a la hora de la comida, de modo que de hecho se constituyó en un miembro más de la familia. En ocasiones, las fatigosas la- bores fílmicas no le dejaban ti- empo y a pesar de todos sus de- seos tenía que privarse de su diaria visita a Lupita. Esto hizo que Pedro se propusiese ver a la seductora muchacha en los mismos estudios. En el amor, como en la gue- rra, todas las armas son buenas. Pedro consiguió ¡para Juanita Torrentera, guapa hermana de su amada, un papel en la pelí- cula: que filmaba. Así, con el pretexto de acompañar a su her- mana, Lupita burló el control materno y continuó su idilio sin interrupción. Transcurrieron los meses. Pe- dro realizó el milagro de que su esposa ignorara la existencia de la novia y que la novia no su- pieses que había una esposa de| por medio. El romance con Lu- pita Torrentera tomó proporcio- nes desorbitadas. La muchacha rechazaba todo razonamiento que nublara la felicidad de su idi- lio y se concretaba a vivir inten- samente aquella pasión llena de emociones. Amaba a Pedro In- fante por la sola razón de amar- lo y para los corazones jóvenes esto es suficiente. Arrastrado por la atracción de lo prohibido, Pedro la amó tam- bién con la avidez insaciable con que se satisface un deseo tan largo tiempo contenido. Su posi- ción respecto de la muchacha ya no era, para entonces, la del as- tro admirado al que se ofrece sin recato el placer del amor, sino la de un hombre que ha de luchar por conseguir a la mujer que pretende, de una mujer que ve en el galán al varón que ha de protegerla con su fuerza. Pe- dro, hay que insistir, era el pri- mer convencido de su sinceridad cuando juraba a Lupita Torren- tera que era el más grande amor de su vida. Por este convenci- miento descendió de su pedestal de ídolo para ser sólo un hombre enamorado. Seguramente Pedro Infante, ¡ho dejaba de comprender que ¡Tevelación sería un golpe terri- ¡ble para la muchacha que ha- ¡Por encima de todas las consi- que no fue un perverso, pensa- Y. UÁAARA E ESCUCHEN “Cantares AL AMANECER” con Efren Valenzuela LUNES a SABADO de 5:00 a 7:00 A.M. PAGINA TRES ba que hacía mal en ocultar su matrimonio con María Luisa y como hombre casado no podía ¡Contraer ningún compromiso se- rio. Pero el deseo era más fuer- te que su voluntad y se engaña- ba a sí mismo diciéndose que la bía depositado su confianza en él. Sólo él supo si de verdad le preocuparon las consecuencias de su mentira en el espíritu de Lu- pita Torrentera. La absurda situación tuvo un desenlace lógico, aunque repen- tino. No faltaron amigos que destruyeron la ilusión de Lupita y la enfrentaron a la realidad: Pedro Infante era casado. Pero a la muchacha no le importó el estado civil de su amado. Lo la- mentaba, pero su pasión estaba deraciones. Sin reproches ni es- cenas, con una sola mirada, hizo comprender a Pedro que los sa- bía todo. Cuando un hombre elude cons- ciente inconscientemente los compromisos a que da lugar su conducta, nulifica su calidad masculina y se convierte en un ser despreciable. No fue éste, salvando consideraciones de or- den moral muy estricto, el caso de Pedro Infante. Si bien es cier- to que en amor usó de todos los recursos a su alcance, también es verdad que se enfrentó con entereza y hombría a las conse- Cuencias, incluso al escándalo, de sus inquietudes románticas. Tal es el concepto exacto que se hizo del popular astro la mu- chacha joven, seductora, corte- jada, apenas con un pie en los dieciséis años primaverales y con una prometedora carrera ar- tística por delante, que lo olvidó todo para gozar intensamente un amor sin importarle las conse- cuencias. La desilución de saber casado a Pedro Infante no atenuó el fue- go de aquella pasión que había perdido su ingenuidad inicial. Las rendidas atenciones del as- tro a su joven amada eran más evidentes cada día, a pesar de que la fama le echaba el peso de las abrumadoras obligacio- nes. No era posible, entonces, que Lupita Torrentera dudase de que él también estaba perdida- mente enamorado. Así quedaba satisfecho, al menos, su orgullo de mujer. Con el transcurso de semanas y meses la situación se hizo in- sostenible para la muchacha. No podría seguir ocultando por más tiempo aquellos amores que muy pronto habrían de cristalizar en el gran anhelo de toda mujer: ser madre. , Las promesas, las caricias y los besos de Pedro Infante fue- ron ¡para Lupita Torrentera una droga que vencieron toda su re- sistencia. Pero los familiares de la muchacha, que hasta enton- ces habían aceptado las relacio- nes de la pareja, se rebelaron (Pasa a la página 4) UR DS Pozo zo zoo IR K RS ue po ojozo za eszo zo joaezozo oz zo ae oe Broto orar irene corzo tor rze $ na. . 4 1440 Eocicias | pozo zzz ozono Mujeres “Jovenes y Señoras —(NO SE REQUIERE EXPERIENCIA)— Aprenda a operar nuestras máquinas de cocer de fuerza y PREPARESE PARA UN TRABAJO QUE PAGA MUY BUENOS SUELDOS en la industria de Piezas de Ropa Local. TRAIGA ESTE ANUNCIO AL VISITARNOS y le daremos una prueba GRATIS. 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