El Sol Newspaper, August 24, 1956, Page 3

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Viernes 24 de Agosto de 1956. Semblanzas Sociales El Señor Don Rogelio Yanez y la Señora Clarita Valenzuela de Yanez “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE El talento, el estudio, la capacidad y honra- ; dez, dan firmeza en los triunfos de la vida y co- locan al hombre en posiciones destacadas, en las que se sólo se denotan: merecimientos y vir- k Los buenos hijos vencen todos los obstáculos, llevan en sí el sortilegio de las bendiciones de sus padres y, son además, la ventura de sus ho- gares, porque siguen la escuela de cariño y amor que los prodigó la infancia. tudes! La vida en esta cárcel, aunque hermoseada por tantas esperanzas, es muy tra-9 bajosa, pasa entre ilusiones, amores, dudas, incertidumbres, sín Negar nunca a fijarse en un punto, como inquieta mariposa que liba las flores sin pensar si liba miel o veneno. Si en este largo camino sembrado de abrojos, encontramos una actitud noble y sincera, la guardamos eternamente en el alma como un depósito sagrado. Cuando nos duele el corazón, cuando las tinieblas que se levantan del fondo de los abismos lo oscurecen todo, el recuerdo de aquel venturoso hallazgo, nos convida a vivir y nos infunde esperanza. La esperanza es como el resplandor que atraviesa las negras nubes de la tem- pestad, como la flor maravillosa que nace en el desierto, como las estrellas que lan- zan primorosos destellos en la triste noche, Del fondo de los gratos y dulces, aunque cortos y raros recuerdos de dicha que hemos tenido en la vida, se levanta con el níveo e inmaculado ropaje de la esperan- za, ese confiar que llamamos esperanza, esa fe que nos convence de que somos in- mortales; que las cadenas de nuestra servidumbre en.la tierra se han de quebrar algún día y que este mundo se perderá en la nada, mientras nosotros volaremos al cielo a encontrarnos con nuestros seres queridos: padres, hermanos, esposos, hijos o amigos, esos raros y buenos amigos que solemos hallar muy contadas y pocas ve- ces en nuestro peregrinar por el mundo, allá nos esperan; nos esperan porque ja- más los hemos olvidado, los llevamos siempre en el corazón y nunca hemos dejado de honrarlos con el recuerdo de sus finas obras que para nosotros fueron: nobleza, desinterés, bondad. Es imposible que esos seres buenos, que han cantado a nuestros oídos, más suavemente que el ruiseñor y el alba, que imprimieron en nuestra alma la dulce mirada de sus ojos, acariciante como el cintilar de las estrellas del cielo y que infundieron ánimo a nuestra vida con el poder de sus virtudes se conviertan en polvo, mientras vive gloriosa vida la majestad de su recuerdo. Así como la creación con sus maravillas atestigua la existencia de Dios, la memoria de esos seres singu- lares, cuyo constante recuerdo vive en nuestro corazón, atesti- gua la inmortalidad de los bue- nos, de esos seres privilegiados cuyo tipo, el más perfecto y a- cabado, nosotros lo encontramos en la feliz memoria de la gran señora doña Matilde Yáñez, a- quella dama que tuvimos la di- cha de conocer por el año de _ 1932 en una elegante finca de campo, situada al Norte de esta Ciudad, en lo que ahora se co- noce por “Orange Grove”. ¡Ben- decida nos fue la hora en que la conocimos: feliz élla porque nada envidiaba, rodeada de'sus hijos: Rogelio, Alfonso, el Cha- cho y Amalia, vivía siempre sos- teniendo su amable plática de magnífica conversadora. Platica- ba de Matilde y de Jesusita, de María y de Rosa, las dos prime- ras, distinguidas señoritas que trabajaban en el ejercicio de su profesión, las dos últimas eran casadas y vivían con sus espo- sos y familia. También platica- ba de Medardo el más grande de sus hijos y de José, ambos vivían en California. La señora Yáñez, con el arte magnífico de su nobleza y bon- dades, y de su desinterés abso- luto, conquistó” nuestro corazón, nos cobijó la fronda de su hon- rado cariño y de su virtud, nos abrió su alma y nos hizo sentir confianza en la vida, el aliento de sus pródigas consideraciones nos retuvo en Phoenix; disfru- tamos del placer fraternal que también nos brindaron sus hi- jos y, raro era el día:en que no la visitábamos, sin que por ello dejásemos de llamarla por te- léfono. Cuando voló al cielo, jamás hemos dejado de verla, ya en la persona de sus hijos o, en la grata y feliz memoria que de ella hacemos día a día, porque nada la sacará de nuestra al- ma. Estamos seguros de que ese dulce recuerda es lámpara vo- tiva en el corazón de cada uno de sus hijos; todos son buenos porque siempre va ella en ellos: recta en sus procederes, seria cuando quiere que la vean para que no dejen la senda que con su edificante ejemplo les trazó; jovial y alegre, dulce y cariño- sa cuando la felicidad de los hijos busca aquella su sonrisa tan amable y bondadosa, que contagiaba y hacía crecer el gus- to; ahora los premia cuando la buscan y merecen su alegría, les regala el oro de su discreta ri- sa, ellos la ven cuando quieren, ya en las fantasías del ensue- fio, en las luces de la ilusión o a cualquier momento con los o- jos del espíritu, siempre la en- cuentran ellos y nosotros tam- bién. ¡Cuántas veladas de na- vidad pasamos con ella y sus buenos hijos! Había que ser huésped para dar testimonio de la abundancia conque regalaba a sus hijos y amigos, tamales, menudo, pozole y barbacoa de tierra, toda clase de manjares mexicanos de lo mejor, condi- mentados maéstramente y gus- tados en un ambiente el más armonioso y con derroche de a- legría. Pero, eso sí, alegría de la buena, nada de extralimitar- se ni siquiera levemente, por- que la dama de la casa era muy buena, tenía una majestad 'ex- traordinaria y de tal naturaleza, que todo era respeto para ella y para su casa. Lo más adelan- tado, eran los cuentos fle Roy y las risas juveniles de Amalia, quien aún era una chiquilla de High School. Alfonso se limita- ba a dar su franca sonrisa'a to- das las ocurrencias de Rogelio; Jesusita y Matilde tomaban la dirección de la fiesta y, todo era dicha en la más sana y pruden- te felicidad, en un ambiente que por agradable, se prolongaba sin hacerse sentir, hasta las cuatro o cinco de la madrugada, cuan- do la luz del nuevo día nos ins- taba a retirarnos de la casa y, sólo por esa realidad tan clara nos retirábamos de la finca, sin que la jefa de la familia mos- trase el más leve cansancio; sonreía y platicaba, dando áni- mo a la velada tan grata como inolvidable; por otra parte, no daba un paso atrás el bueno de ROY, salía de un cuento y en- traba en otro, mientras Amalia pegada a su “madre grande” como la llamaba, hacía vibrar los cascabeles de su rjsa que so- naban a menera de repique de marimba, Meno de dulzura y de música. Estamos dedicando esta Sem- blanza Social a don Rogelio Yá- fiez y hemos invocado antes la memoria de su madrecita, por- que Roy era el hijo consentido de doña Matilde Yáñez. La fina señora amaba entrañablemente a todos sus hijos, pero Rogelio era la luz de sus ojos y, él tam- bién, tan locuaz y medio rebel- de, se rendía con toda humildad ante la primer palabra de su jefecita, dicha por ella con la dulzura y prudencia que le era Quienes heredan un nombre honrado jamás lo cambian o mancillan, lo llevan sobre la frente como una corona de virtud y de dignidad; pro: curan honrarlo y se sienten orgullosos de legar- lo a sus hijos. , Xx Quien ha sido buen hijo, siempre será buen esposo, buen padre, buen ciudadano y. marcha. por la vida lleno de confianza, nunca va solo, le acompaña y le cuida, el espíritu de esos padres a quienes supo dar amor y respeto. Arriba, Sr. Rogelio Yáñez y ginia Yánez; Doña su PAGINA TRES Nuestro Cuento Semanal: El Jardin del Paraiso cuencia pensaba. linda esposa Clarita Valenzuela de Yánez. (Abajo): de izquierda a derecha, Niña Vir- Matilde Yánez, fináda Madrecita del Sr.Rogelio Yánez, y Señorita Rosina Yánez. característica. Mas dejamos para mejor día, si Dios nos lo permite, el trazo multicolor e interesante de lo que conocimos en la vida de doña Matilde Yáñez, vida ejem- plar en la virtud, prenda que constituía la majestad de su per- sonalidad y su muy singular don de PRESENTIMIENTO, por- que con admirable sencillez, de- cía de cierto, cuanto estaba por venir, lo decía con exactitud a- somibrosa, pero con la más pru- dente gravedad. / ROGELIO YAÑEZ: Qué decir de él más meritorio,...... toda su vida ha sido recta, heredó las virtudes de responsabilidad y comprensión de su digna ma- dre, jamás le hemos conocido vicio alguno, en él no hay ni jactancia ni ostentación, es pru- dente, escucha y sólo habla cu- ando está seguro de lo que dice. Es el Sr. Yáñez, una singular personalidad, ocupa una posi- ción de gobierno con muy altas responsabilidades, siempre se mantiene dedicado al estudio, a sus deberes, a su muy digna es- ¡posa y a sus dos lindas hijitas. Rogelio nació en Benson, Arizo- na, pero se crió en Tucson y Me- sa. Se graduó de la Escuela Se- cundaria en Mesa Arizona. Per- tenece al Kiwanis Club, a Los Caballeros de Colón, al Vesta Club, y al Post No. 41 de la Le- gión Americana. Entre sus pa- satiempos favoritos se encuen- tra el arreglo de sy precioso jar- dín, el cual luce flores de diver- sos colores y estilos. También posee un acuario de peces tro- picales preciosamente alumbra- do y no se puede dejar a me- nos su afición por la fotografía. Tiene tomados miles de retrati- tos a colores, de su casa, su lin- da esposa y sus muy distingui- das hijitas. Si Roy Yáñez puede hacer. un bien, lo hace, pero ja- más se ha sabido que tenga siquiera malas” expresiones de persona alguna. Ya hemos ha- blado de su señora madre y, también diremos que su padre era descendiente del famoso ge- neral Yáñez, héroe de la defen- sa de Guaymas, Sonora, durante la guerra de Reforma. Precisa- mente a dicho general y héroe, se levanta una estátua en el puerto antes citado. CLARITA VALENZUELA DE YAÑEZ: he aquí a la muy dis- tinguida esposa del Sr: Yáñez, la conocimos radiante de belle- za, hermosísima, con su traje blanco de enfermera, llevando en sus brazos al ángel de nues- tra vida y, quién había de de- cir, que tan hermosa damita era rondada por nuestro amigo el Sr. Yáñez, quien la hizo su es- posa y formaron una pareja ideal. Clarita nació en Patago- nia, Arizona, el 18 de octubre de 1913, Sus padres fueron los es- ¡posos Valentín Y Guadalupe Va- lenzuela. Clarita' se crió en Tuc- son en donde estudió en la Aca- demia de San José. Mas tarde vi- no a Phoenix a estudiar enferme- ría en el Hosp. de San José. Des- pués de su graduación se fue a estudiar (¡por dos años a la Uni- versidad de An Arbor, Michigan. Ella Conoció a Rogelio en Phoe- nix en 1937. Ahora es la enfer- mera encargada de la Escuela Secundaria de Sunnyslope. Cla- rita pertenece a la Organización de Enfermeras del Distrito, al Vesta Club, al Alumnado de San José y al Alumnado de la Uni- versidad de Michigan. Además de su belleza, es una joven muy bien preparada y de muy dulce Carácter; no cábe duda de que en todo ha sido afortunado Rqy Yáñez, porque Dios le dió lo que él tanto se merece, una esposa buena, bella, honorable y dis- tinguida, una joya del cielo. Tanto el padre de los YAfñez como su señora madre eran na- tivos de Sonora, México, pero to- dos sus hijos nacieron en este país al que sirvieron los varo- nes y Matilde dentro de las fi- las del Ejército durante la la. y 2da. Guerras Mundiales. Ma- tilde- salió del Ejército con el grado de capitana y es además una enfermera 'de altos vuelos, pertenece a muchas organiza- ciones de beneficencia y rinde magníficos servicios. Toda la fa- milia Yáñez es muy prominente en el Estado de Arizona y ocu- pan lugar distinguido en esta comunidad la que honran con sus buenos procederes y sus ser- vicios públicos y gratuitos. Rogelio tiene 2 hijitas, Rosina tiene 16 años y va a la Sunnys- lope High School donde perte- nece al grupo de Póom Pom Girls, y es Secretaria de todo el Cuer- po de Estudiantes de la escue- la. Ciertamente un puesto de mucho honor y el cual llena de orgullo toda la casa de Rogelio. A' Rosina le encanta cocinar y hace toda su ropa; además es también una pianista delicada y fina. Y Virginia, niña delica- da y muy graciosa, tiene 13 a- ños de edad. Está en el octavo grado de la iaylóna School. Le encanta montar a caballo y tiene predilección, junto con su papá, ¡por su acuario de peces tropicales. Son muy educadas las hijitas de Rogelio, de senti- mientos muy finos y de un ca- rácter y personalidad que se captan el cariño y la simpatía de cuantos hemos tenido la su- .erte de conocerlas desde que e- ran una chiquitas. Adoran a sus padres y ellos naturalmente vi- ven llenos de ilusiones en el futuro de sus lindas niñas. ATARI TA TREN TAS, Pagina de Sociedad Hubo una vez un hijo de un rey; y nadie tenía ni tuvo nunca tan hermosos libros como él. Podía leer acerca de cuantas cosas habían ocurrido en las más hermosas láminas. Tenía medios de infor- marse, por sus libros, de todos los países y nacio- nes de la tierra; mas en cuanto al lugar en que se podría encontrar el Jardín del Paraíso, no le. fué posible hallar la menor indicación. Y ésta era, pre- cisamente, la cosa en que más y con mayor fre- Cuando él era niño, y se disponía a empezar su vida escol4r, su abuela le dijo que cada. una de las flores del Jardín del Paraíso era una deliciosa torta y que sus pistilos estaban llenos de vino. En una flor estaba escrita la historia, en la otra la geografía o tablas aritméticas; los niños, pues, sólo tenían que comerse. una torta y ya sabían la lec- ción. Y cuantas más comían, más historia, más geo- grafía o más aritmética sabían. Todo esto creía - entonces el príncipe niño, pero al crecer y conocer más cosas y también en cuanto hubo aprendió más, fácilmente se dió cuenta de que' los placeres y de- licias del Jardín del Paraíso habían de ser distin- tos y superiores a lós que refirieran. . —¿Por qué Eva llegó siquiera al árbol del cono- cimiento? ¿Por qué comería Adán el fruto prohi- bido? De haber estado yo allí no ocurriera eso, y por lo tanto el pecado no había entrado en al mun- edo. Eso decía entonces y eso se- guía pensando a los diecisiete a- fñios; en una palabra ,sus pen- samientos apenas se concentra- ban en otra cosa que en el Jar- dín del Paraíso, Cierto día se fué a pasear al bosque; estaba solo, pues eso constituía su mayor placer. Lle- gó la tarde, amontonáronse las nubes y empezó a llover de un modo tan extraordinario, como si se hubiesen abierto los cielos * para dar salida a una inmensa cantidad de agua; y dentro del bosque reinaba tanta obscuridad como en un pozo profundo. El príncipe tan pronto resbala ba sobre' la húmeda hierba como se caía sobre las piedras desnu- das que asomaban por entre la tierra. Todo estaba chorreando, de manera que, al fin, el pobre príncipe se quedó calado hasta los huesos. Tuvo que subirse a unas enormes rocas, donde el a- gua había saturado el espeso musgo. El príncipe había per- dido casi sus fuerzas, cuando oyó un precioso murmullo y vió ante sí uma gran cueva, muy bien iluminada. En el centro ar- día una -hoguera, lo bastante grande para asar un ciervo, lo cual, por otra parte, se hacía entonces, porque un ciervo es- pléndido, de larga cornamenta, estaba espetado en un asador que giraba sobre la horquilla de dos árboles, cuyos troncos ha- bían sido hincados en tierra. U- na mujer anciana, alta y bas- tante fuerte para parecer dis- frazada, estaba sentada al lado del fuego, al que, de vez en cu- ando, arrojaba pedazos de leña. ¡Entra! —dijo al príncipe— y siéntate al lado del fuego para secarte la ropa. 4 —Hay aquí una corriente de aire muy desagradable— dijo el príncipe, sentándose en el sue- lo. —Peor será todavía cuando vuelvan mis hijos —replicó la vieja—. Están en la caverna de los vientos; mis hijos son los cuatro vientos del rfundo. ¿Com- prendes? —¿Donde están vuestros hijos? —Preguntó el príncipe. Esta pregunta no es de fácil respuesta —contestó la vieja—. Mis hijos hacen lo que mejor les place. A veces juegan a las cuatro esquinas con las nubes, como ocurre ahora —añadió se- fialando al cielo. —¿De veras? —Preguntó el (Pasa a la Página 6)

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