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Fria ( “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE SPANISH PAN-AMERICAN WEEKLY NEWSPAPER Published every Friday by J. C. Franco. Entered as a second class matter March 20, 1940 at the Post Office at Phoenix. Arizona, under the Act of March 3, 1879. No nos hacemos responsables de las ideas entendidas por nuestros colaboradores. Para precio de anuncio diríjase a las Oficinas situadas en 62 So. 3rd. St. Teléfono ALpine 3-4948 Toda subscripción debe pagarse adelantada, y cuando el subscriptor desee que se cambie el envío del periódico a otra dirección, deberá notificarlo y acompañar la suma de 10 centavos. y SUBSCRIPTION RATES Six Months: $2.00 AM out-of-town subscriptions must be paid in advance for at least a period of six months. Al payments must be made to the Editor. Post Address: P. O. Box 1448 Phoenix, Arizono Chuyita Miraso!l... (Finaliza, de_Ja semana pasada). Vivió dando tumbos en Maza- tlán, un día aquí y otro en otro lugar. Aparentemente parecía que su suerte había cambiado, el día que un viejo agricultor acomodado se la trajo a vivir a Culiacán. Una breve tempora- da vivió tranquila; vestía bien y su beleza resplandeció ' como en sus buenos tiempos, pero su estrella se opacó. La belleza de la mujer describe en su vida — matemáticamente hablando— u- na parábola que asciende hasta la cúspide y luego viene el des- censo brusco. Chuyita estaba en esos momentos en la cúspide, su belleza resplandecía como u- na moneda nueva. Me contó Clemente Bátiz, una graciosa anécdota llena de gra- cia y colorido y que la gente repite en desdoro del respetable agricultor. El viejo sostenía a la muchacha escatimándole con a- varicia sus pequeños gastos, cos- tumbre bastante común entre las personas de dinero. La chica po- niéndose en su papel exigió un poquillo más por el holocausto de su belleza, pidió, que como era lo correcto, se le pusiera su casita amueblada, y agregó con la más tierna ingenuidad: —Carlos, yo sería la mujer más feliz de Sinaloa, si fuera mía una casita en qué vivir, y para acabalar mis gastos, tres- cientos pesos mensuales. ". —Claro que te los daré; pero como me siento viejo, soy en extremo celoso, únicamente te pido que me seas fiel. La muchacha llena de inge- nuo candor le replicó, repique- teando su risa como un cascabel: —Fiel, fiel, que sean seiscien- tos. El viejo, como deberá com- pprenderse, se llenó de orgullo y la echó a la calle sin ningún miramiento, sin entregarle la ro- pita que tan amorosamente le había comprado. Así fue como la pobre: Chuyita tuvo que vivir en esta casa, refugio único para la mujer que cae; lugar infali- ble para curar las decepciones que dejan los amores transito- rios. ,Empezando desde Nayarit y en casi todo el Estado de Sina- loa, existe una simpática cos- tumbre, ingenua y llena de co- lorido. El hombre que tiene un, secreta alegría la vuelve públi- ca; se embriaga y encabeza el desfile de un grupo de músicos; al conjunto le llaman “La Tam- bora”, que es una orquesta de viento que tiene además una tambora y ún redoblante. Su mú- sica es alegre y salvaje. El ale- gre trasnochador con marcada solemnidad exhibe su detonan- te embriaguez empinando pú- En el preciso instante que la música mecánica dejó de tocar, pues a alguien se le olvidó e- char la moneda requerida, pe- netró un apuesto muchacho des- greñado y borracho, siguiéndolo a pocos pasos una orquesta com- puesta de muchos músicos; el ambiente se llenó de más ale- gría y de muchos ruidos. Los músicos tocaban con entusias- mo, el cornetín aullaba como co- yote, así también se llama una pieza que entraron tocando, tri- unfalmente, e irrumpieron en la espaciosa sala. La muchacha rubia que esta- ba luciendo su belleza, se paró repentinamente, dando un últi- mo traspiés se metió a uno de los cuartos, y, desapareció al cerrar la puerta. Se pensó que la mujer estaba ebria*y que no podía con su ama. Al poco rato, se escuchó un grito agudo y angustioso, de in- tenso dolor, un verdadero aulli- do de animal salvaje. Converti- da en llamas salió de su cuar- to, sin que nadie. se hubiera atrevido a detenerla. Se había prendido fuego incendiando la ropa que envolvía su cuerpo: e- ra una llamarada; una enorme estufa incandecente que corrió en contra del aire y la hoguera humana aumentó de proporcio- nes; se dirigó a la loma y no pudo llegar a la cima, cayó en el suelo, lanzó muchos gritos que al fin se apagaron. Cuando el tropel de gerfte se acercó a la muchacha deseando apagar- la, ya era demasiado tarde, el cuerpo de la chica estaba iner- te. Se olía a perfume, a yerba mojada, a polvos de arroz y a carne quemada. Un hilillo te- nue de humo blanco subió al cielo tomando el rumbo de la luna; así encontró su liberación en la tierra la pobrecita de Chu- yita Mirasol. He sabido, pues en repetidas ocasiones lo he leído en los pe- riódicos de por el rumbo, que esa muerte tan espantosa es muy común en Sinaloa. Las mu- jeres galantes que han tenido un contratiempo o un serio per- cance amoroso, recurren a ese es- pectacular y doloroso suicidio; tienen la creencia que el fuego purifica su cuerpo deleznable que había pecado. La muerte que la interesada consigue de esa manera, debe ser muy dolorosa y triste para el que tiene que ver su desarro- llo. La joven que pretende dejar esta vida dolorosa y amarga, se viste de blanco como si fuera la Anecdotario de la Revolución: * A GÓ Viernes 27 de Julio de 1956. - Asi era mi General - El general me distinguía con su amistad y confianza. Me lla- maba, cariñosamente, “Tinteri- Mo” y aunque muy autoritario y, a la par, sereno, nada ejecutaba sin consultármelo antes para es- cuchar mi opinión, que oía de- tenidamente, sonriendo siempre y tirándose indolente de las lar- gas+guias de su bigote encane- cido, mustiamente inclinado ha- cia el suelo en un afán escon- dido de alcanzar, quizás, la ca- nana que, a guisa de cinturón, mal detenía los estrechos panta- lones de charro, hechos de ga- muza parduzca y con historia- dos adornos de cuero blanco. A veces, sonriendo, sonriendo como siempre, seguía mis conse- jos, porque daba la casualidad que coincidian con su deseo, pe- ro en otras ocasiones, mostran- do igualmente la fila irregular de sus dientes enormes y sanos, pero amarillentos a fuerza de nicotina, obraba por completo en contra de mis sugestiones, ¡pero eso sí, sin dejar de escucharme y de agregar de vez en cuando, su consabido comentario: —¡Siempre es gueno oír los ¡Chirrio- Era raro que frunciera el ce- ño, y entonces, los oficiales sub- alternos dejaban para otra oca- sión sus pláticas, y si lo juzga- ban más oportuno, hasta su com- pañía. No es que fuera cruel, no; pero siempre era preferible, cuan- do se le veía apretar tozuda- mente su “puro” entre los ma- xilares poderosos y tensos, optar por una retirada discreta... Por lo común, su figura alta, seca, ceceña, de buen viejo me- tido a militar, atraía la confian- za y la confidencia. En numero- sas ocasiones, cuando, andando por los caminos y los pequeños pueblos, nos encontrábamos en segúimiento de alguna partida de rebeldes, se había sentado ba- jo un mezquite, rodeado de sus muchachos —mezclados indistin- tamente los oficiales y la tropa— y echándose hacia media cabeza su vistoso sombrero de charro, lleno de galones y de polvo, nos empezaba a platicar: ¡Naiden sabe Era su prólogo obligado, sa- cando, después, de su bolsa pos- terior el pañolón rojo y oro, se limpiaba lentamente el sudor de su cara cetrina y barbada, en movimiento circular, arrugando cómicamente, al hacerlo, ojos, nariz y boca, hasta lograr que el labio superior, grueso y rojo, se escapara de la penumbra en que siempre lo tenía el bigote cano y amarillento, para unirse 'un momento con el extremo de su nariz roma, ancua y un poco picada de viruelas. Se sonaba por fin, ásperamente y continua- ba: —¡Afigúrense nomás que yo juí chivero!.... Todos los días, a- llá en mi pueblo, me mandaba mi tata a cuidarle los animalitos ..-- ¡Chirriones! Tenía mi casita y mi comida seguras, pero un día el patróh tuvo sus dares y tomares con mi tata, le quitó las tierras y lo mandó de leva. Mi mamá ya era difunta y me quedé solito, sin tener qui'hacer ni qué comer y maldiciendo al viejo que, al fin compadecido o novia de la'muerte, se empapa ftal vez no disponiendo de otro de algún líquido inflamable, ga- solina .o petróleo, se enciende con un cerillo la ropa y echa a correr, y para que no haya es- capatoria lo hace en contra del blicamente la botella. Esto no|viento para que la combustión es mal visto. El que lo hace se sea mejor, consiguiendo así que reviste de prestigio de hombre |disminuyan las posibilidades de y aumenta sus timbres de glo- ria. El borracho camina por la mitad de la calle lo más ergui- do que puede y la orquesta mar- cha detrás, el cornetín y el trom- bón de vara, entonan, alegres melodías que son populares en la región. ' salvación, evitan la ocasión de ser salvadas por el héroe anó- nimo que todos llevamos dentro. Llegaron los hombres y en si- lencio cargaron el cuerpo calci- nado de la difunta; las mujeres se juntaron para llorar a coro. Sobre su buró quemado por mu- RE-ELJJA A o “Cliff” Harkins — DEMOCRATA — Su SUPERINTENDENTE DE INSTRUCCION PUBLICA. Mejores Escuelas para todos los discípulos. pastor, me siguió dando los fri- joles con tal de que siguiera cui- (íloóAAAáAA—Á chos cigarrillos, se encontró una carta escrita en papel color de rosa con renglones marcados con líneas de agua. Alcancé a leer- la; era una letra menudita y titubeante, no le tembló el pulso al escribirla, tan segura estaba al tomar su determinación. No era una epístola de dolorosa o tierna despedida, o la consabida carta a la policía desafiando su ineficacia. Simplemente, con hu- mildad, la pobre Chuyita escri- bió una cuantas palabras expre- sando su última voluntad: “Que con mi muerte se haga un (co- rrido”, fueron las palabras que escribió antes de encenderse la ropa. Es,el corrido la canción primitiva e ingenua que el pue- blo canta, abunda en el noroes- te del país y es común en otros lugares de la República. El pueblo oyó su petición; por ahí anda un corrido que un ju- glar anónimo compuso como pós- tuma admiración; en cualquier fiesta se escucha en las cuerdas de la guitarra el alegre taconeo de Chuyita Mirasol y su voz se rompe en las notas musicales que se van perdiendo en la leja- nía de la noche. FIN dando los chivos, que ya pa'en- tonces ya eran d'el.... CaMlaba un momento, mientras que por sus ojos café claro, pa- saban, rápidas, enojosas visiones de su pasado miserable, que nos daba a conocer a retales, con altibajos de melancolía y gran- des carcajadas. Después, apre- tando la carabina con sus ma- nos toscas, hechas garra, seguía: —Un día me cansé por fin de los malos- tratos, de las pocas tortillas y de estar viendo siem- pre enfrente de mí, corretiando y juguetiando, a los chivos que ya no eran míos, sino del patrón por el derecho de ser el más juerte.... Me armé de valor; le machaqué la cabeza al más grande y desperdigué a los de- más por el monte y me juí juído pa'la ciudá, dejando como señal ¡de que yo había sido el del per- juicio, mi “organito” de boca cuidadosamente colocado sobre la cabeza destrozada del chivo- te.... ¡A ver si el amo me podía pescar en la ciudá, qué chirrio- nes!.... Después vino la “bola”; me dijeron qu'era pa'peliar con- tra los ricos... ¡y aquí me tie- nen! Así era mi General, sencillo, amigable. locuaz, * Aquel día regresó preocupado de la entrevista que sostuvo, en la capital del Estado, con el Je- fe de las Operaciones Militares. Se encerró en su despacho, y desde el cuarto inmediato, pude oír su andar lento y acompasa- do, cuyo ritmo monótono, de un lado a otro de la estancia, era acusado (claramenis por el chi- rriar estentóreo de sus zapatones amarillos, hechos todos de una pieza. ds Finalmente se detuvo, me lla- mó con su voz apagada y enér- gica y, mientras acudía a su pre-" sencia, se sentó frente a su es- critorio, acodándose en la cubier- ta. En esa posición lo encontré, sosteniendo. su cabeza con am- bas manos, mascando con rabia su inseparable “puro” y con la frente baja. —Mire licenciado.... —empezó diciendo y alarmándome, porque el título me lo soltaba sólo cuan- do estaba enfadado conmigo— ..Una cosa es mandar y otra obedecer... ¡qué chirriones! Su ceño estaba fruncido y una arruga, vertical y profunda, cru- zaba vigorosamente su frente es- trecha, sobre la que un mechón blanco y lacio era un signo más de descuido en su persona, poco escrupulosa en su presentación. Me preparé estoicamente a re- cibir la tormenta. Prosiguió: —Nu'es que uno quiera hablar mal de la Superioridá.... pero... Nervioso, inquieto, golpeaba con el puño cerrado la cubierta del escritorio, queriendo encon- trar tal vez la frase adecuada que, por rareza, se le escapaba en aquella ocasión. Me miraba fíjamente a los ojos, como te- miendo que interpretara mal su prólogo subversivo, y seguía ti- tubeando. Por fin se decidió brus camente, ante un discreto “Us- ted dirá, mi General...” que a- venturé con desmayo, y me es- petó de rondón lo que había a- contecido: —El Jefe de las Operaciones quiere que vay'a' tomar inme- diatamente la plaza en q'si ha he- cho juerte el “Charrasquiado”.... ¡No, no se mi “adelante”... Yo le pedí que:me diera rejuerzos, porque ese bandido tiene como cuatro veces más tropa que no- sotros, y, me contestó: “Mira, Te- VOTE POR JACK CHOISER PARA ABOGADO DEL CONDADO. reso, tú ves cómo li'haces, por- que yo no te puedo ayudar. La causa no permite que distraiga mis hombres en esa aición. Conque.... ya sabes: averíguate- las tú solo....” Se detuvo un momento, pen- sando sus palabras, y terminó: —Nu'es quita mí me falte va- lor.... ¡qué chirriones! Usté bien sabe, licenciado, que no me pa- ro en pintas.... pero... —Así lo sabemos todos, mi Ge- neral.... —me apresuré a contes- tarle. —Pero es que —continuó—, e- sa orden es como mandarnos al matadero, y la verdá, licenciado, lo siento por mis muchachos.... ¿Usté qué me aconseja hacer? La cosa estaba dura. En ver- dad era una orden difícil de cum- plirse, porque ponía en peligro nuestro escaso contingente de cien hombres apenas. Me atreví a insinuar: —Si usted no fuera quien es, mi General, y de no conocerlo tanto el Jefe de las Operaciones, no le hubiera confiado esa mi- sión que, tal vez otro no podría o no querría cumplir... Me detuvo, imperioso, humi- llándome con su acento y sus pa- labras: —;¡Pare su carro, amigo!.... No se» me vaya por las ramas. Yo ya sé quién soy y por qué me piden que lu'haga.... Porque sé cumplir y cumpliré aunque nos cueste a todos el pellejo. Pero no se trata d'eso, ni par'ello le pedí consejo... ¡Quero tomar ese pueblo, y dar'al “Charrasquiado” en las purititas muelas, pero.... ¡ay'stá lo malo, qué chirriones! N¡Sin sacrificar a mi gente!.... —Pues no le veo por donde... —contesté. —Pos.... ¡lo tenemos qu'encon- trar!.... —decidió mi General. Salí de su despacho sin deci- dirme a darle otro consejo y lo dejé con el ceño duro, indome- fable. Así era mi General, valiente, obcecado, resuelto. * Al otro día, ¡procuré no hacér- mele presente. ñ Me mandó llamar y noté que un remedo de sonrisa vagaba por sus labios gordos y sensua- les. Sin embargo, no había de- saparecido del todo su aire ta- citurno cuando me dijo: —COigame, licenciado.... ¿Tene- mos dinero en caja? Mis funciones eran mixtas. La hacía de secretario particular, de asesor legal y de tesorero. Go- zaba plenamente de su confian- za y me podía desenvolver con libertad en mis múltiples ocu- paciones. Conociendo a fondo el asunto, pude contestarle: —Sí, mi General, tenemos lo del forraje de la caballada y lo de la próxima “quinta” de los muchachos. —¡Mmmm.... sta gueno! Man- de comprar ocho garrafones de mezcalito, ¡pero del gueno!.... Ocho garrafo- nes —confirmó— di'a veinte li- tros... Ya me alejaba haciéndome conjeturas sobre una disposición tan extraña porque, además de que mi General era abstemio y perseguía a los bebedores, no me explicaba el objeto de una com- pra tan peregrina y dispendiosa, cuando su voz me volvió a re- tener: —Y mire, licenciado.... Que le” hablen a mi compadrito Juan Pablo, pero pa'que se presente lueguitito! —¡Como usted mande! Salí a dar las órdenes del ca- so, devanándome más que nun- ca los sesos con el sesgo ines- perado que tomaban los acon- tecimientos. Al poco rato, llegaron sucesi- vamente, el compadrito Juan Pa- blo y ocho soldados conduciendo sendos garrafones del brebaje pedido. 17 Una vez que fueron deposita- dos estos últimos en el despacho de mi General, a lo largo de la pared de adobe, encalada, la hi- lera' de sus cuerpos ventrudos, de formas redondeadas, parecía re- medar la fuerte dentadura, sem- piterna sonrisa, de éste: mofán- dose, solapada y cazurramente, de que segía sin comprender la razón de su estancia en aquel lugar. Juan Pablo fué introdusido a la extraña reunión y mi Gene- ral cerró la puerta de su despa- cho, permaneciendo a solas con él, diez, o tal vez quince minu- tos. 'Por fin, me llamó para de- cirme: —¿Sabe licenciado, Me le da (Pasa a la Página 5) ¿QUIEN SERA EL FUTURO PRESIDENTE DE MEXICO? Algunos creen que está en el actual gabinete. — Ni alto ni «chaparro. — Bien visto por Cár- denas, Alemán y Ruíz Cortínes. — Un candidato lógico. — Otro con carácter férreo. — El agri- cultor. — Ex gobernadores con méritos y el gallo financiero del alemanismo. Oo ¿Será rubio o merono; alto o chaparro; joven o viejo; guapo o feo? Hay quienes asegurán que está en el actual gabinete presi- dencial. Otros aguardan una sor- presa. Algunos se dicen conoce- dores de la realidad política y aventuran nombres con precisión agorera. Unos más se encogen de hombros y entornan los ojos, pa- ra hacer creer a sus interlocuto- res que están en el secreto. Pero lo único cierto, lo verídico, es que la sucesión presidencial constitu- ye el problema que más preocu- pa a don Adolfo Ruíz Cortines. Sin ánimo de competir con quie- nes se las dan de adivinos, espe- culemos un paco. En primer lugar, el futuro mandatario ha de ser simpático. Premisa es ésta que deben tener muy encuenta los políticos. No debe ser muy alto, y menos aún chaparrito. ¿Se imaginan un pre- sidente que en la lectura de los informes se perdiese en la tribu- na de la Cámara? Su estatura ha de ser media y su aspecto per- sonal agradable, sin que esto sig- nifique que hayamos de elegir a un Adonis. Recordemos que la mujer ya tiene voto, y aun cuan- do ello ¡poco significa, resta po- sibilidades a los que abusan de la fealdad. * Hay algo más: el futuro presi- dente debe gozar de la confian- za de tres hombres, el general Cárdenas, el licenciado Alemán y el señor Ruiz Cortines; y amalga- mará también ambas fuerzas con el espaldarazo del presidente ac- tual. Será hombre de edad me- diana, pues está visto que los muy jóvenes suelen ser dema- siado ambiciosos. Será intelec- tual, aunque no necesariamente profesionista. Y he aquí el meo llo de la cuestión: nuestro pró- ximo presidente será también ci- vil. Don Angel Carvajal Sentados estos principios, pa- semos a analizar ahora los di- == l Tome su Vacuna Contra la Polio versos prospectos. El sucesor ló- gico de don Adolfo parece ser el licenciado don Angel Carvajal, aunque en política nunca, debe uno confiar mucho en la lógica. ¿Razones, Numerosas: es vera- cruzano, es intelectual, es sim- pático, es civil, sucedió a don A- dolfo en el gobierno de Veracruz cuando éste vino a Gobernación, y lo sucedió en Gobernación cu- ando saltó a la Presidencia. Re- cordemos que don Adolfo, a su vez, sucedió en dichos cargos al licenciado Alemán. Tiene en su abono el licenciado Carvajal su discreción y mesura. De los dos caminos ofrecidos por Maquia- velo a los que desean gobernar, el de ser temidos y el de ser a- mados, don Angel, haciendo ho- nor a su nombre, ha elegido si- ampre el segundo. Su actuación en Gobernación ha sido acerta- da, al punto de que con excep- ción de los dos o tres borlotitos en municipios apartados del cen- tro, la violencia no ha estallado. Resolvió el caso de Chihuahua, mandando a paseo al señor So- to Maynez, y como demostración de que cuando quiere puede ser enérgico, amenazó con meter en cinutra a los huelguitas politéc- nicos. Don Angel reúne, las cua- lidades necesarias para ascender al poder. Obvio es que goza de de la confianza de don Adolfo y se dice que anda en buenos términos con don Lázaro, pues no en balde se inició en la polí- tica como oposicionista del ca- llismo, en los ya lejanos días en que don José Vasconcelos so- ñió en subir a la presidencia. Don Angel es, a mi juicio, un pros- pecto absolutamente viable. Un Presidente con agallas Sería interesante siquiera co- mo experimento, ver qué suce- dería en México si ascendiese al poder un hombre del tempera- mente del licenciado Uruchurtu. Don Ernesto es hombre íntegro y funcionario muy competente, que ha gobernado a la ciudad de México con energía y acier- to, sin caer en el caciquismo, por más que recientemente se le ha- ya achacado una alcaldada que dió por resultado un pleito de- sagradable entre dos vecinos ha- bitualmente cordiales: el Distri- (Pasa a la página 4) KE JOHN H. BARRY DEMOCRAT / CORPORATION COMMISSIONER AA = yl EEE XS tan Pronto como Usted Pueda.... Entre tanto, siga éstas Precauciones: THE NATIONAL FOUNDATION FOR INFANTILE PARALYSÍS