Subscribers enjoy higher page view limit, downloads, and exclusive features.
Página Cuatro. “EL SOL”, SEMANAKIO POPULAR INDEPENDIENTE Viernes 6 de Octubre de 1950. “EL MARTIR DEL GOLGOTA” EL MARTIR... Viene de la página 7. res descargaron los camellos, y atándolos en un círculo a unas estacadas clavadas profunda- mente en la arena, comenzaron en silencio su modesta cena de dátiles y tortas de trigo asadas a las brasas. La Santa Familia extendió junto a unos secos matorrales un trozo de estera de palma q' era su única cama. Su tienda era el dilatado fir- mamento coronado de estrellas que brillaban sobre sus cabezas. Pobres, abandonados, desvali- dos, hasta el último de los cria- dos de la caravana, se hallaban tal vez elevando su oración de la noche al Dios de Sión, cuan- do elan ciano árabe que se ha- bía demostrado su protector des de Gaza, se acercó a ellos con una cacerola de hierro en la ma no. —Galilea, le dijo a María, el árabe en el desierto es sobrio por necesidad, pero ama a los niños, respeta a las madres y es hospitalario. Toma, hoy parto contigo mi ración de leche de camella. Tal vez mañana no pueda darte ni una gota de a- gua, sin aguardar respuesta, el árabe fué a reunirse con sus compañeros. +: María ceptó la fineza del an- ciano egipcio agradeciendo en el fondo de su alma tanta gene- rosidad. La Virgen Galilea no pudo ce rrar los ojos durante la noche. La próxima vecindad de las hambrientas fieras del desierto oprimía su sensible y medioso corazón. ¡con sus capas al lado de sus ca- mellos sin recelo alguno. mente entontecida por la sed y el calor insufrible, creía ver allí Una sólo velaba paseándose a lo lejos en lontananza un lago alrededor de una grande hogue- Iclaro y transparente como el de ra que alimentaba de vez en¡Galilea, rodeado de palmeras y cuando con las secas retamas y' sicomo.os, un delicioso oasis q' pobres y pozonfñosas crecen de|le brindaba con la sombra de trecho en trecho, para ahuyen-|sus árboles y las frescas aguas tar con su llama a las vecinas |de sus manantiales y sin apar- sús, elevaban sus preces a Je- hová, Pobres y humildes viajeros a quienes la caridad de un árabe había prestado un camello, ca- recían de todo en el desierto; sólo la fe les alentaba pura so- portar las penalidades de ia ta vesía. gipto edificaron con el sudor y: la vida de sus vasallos: las pi-| rámides, (la gran pirámide de Cheops tiene ¿417 pies de eleva- ción perpendicuar y ia longitud de su base es de 716 pies, 6 pul- gadas; estaba grabado el gasto que se había hecho de ajos, cebo llas y rábanos para el alimento sus esbeltos obeliscos, sus ga- llardos minaretes y las bruñidas cúpulas de acero de sus tempios paganos, donde los rayos del sol ararncan mares de luz que en cambiantes caprichosas se ex tendían sobre la ciudad com« una inmensa cabellera de plata y fuego. Heliópolis, la ciudad favorita za, debido o la caridad de los egipcios, y allí, en aquel nido. miserable de golondrinas, — la virtuosa Galilea respiró en paz, lejos del terrible Herodes, del in humano perseguidor de su Her- moso Hijo. LIBRO QUINTO La DEGOLLACION Entonces Herodes, cuando vió fieras. tendía sobre aquella soledad, bañando con sur oja luz como una aurora boreal un círculo bastante extenso, y la Virgen más de una vez creyó ver los vi- driosos ojos de los chacales bri- llar en la obscura sombra que proyectaba el último término donde la llamarada de la hogue ra se extingue. De vez en cuando la Madre fugitiva se estremecía de espan to y apretaba sobrecogida con- tra su pecho a! Hijo de sus en trañas Era que la azena se removia bajo su cuerjo, abriéndose poz fin para dar paso a un repug- nante lagarto o a una asquerosa culebra, reptiles :niuwundos que tanto abundar en cl desierto y que el ojo perspicaz del árabe tiene el instinto de conocer sólo con el rastro quedejan, “no sólo a laf amilia que pertenecen, si- no también su edad, su volu- men, su fuerza y lo que es más extraordinario todavía, si aque- Mos vestigios son de la víspera o "dep ocas horas antes”; (A Dan-| ¡zats, “Viaje al Sinaí.”) ¡Cuántas amarguras, cuántos sobresaltos, cuántas penalida- des debió sufrir durante la pe- ligrosa y larga travesía la deli- cada y tierna Nazarena! Cuando después de un día a- |tar su afanosa mirada de aquel Iseguía las voluptuosas ondula- La claridad de la fogata se ex ciones del follaje, creyendo Oirtcaravana exclamaba con el go-|2180 más. Su inscripción exis- entre el césped el dulce murmu llo del aroyuelo que se desliza- ba a sus pies (este es-el fenó- meno conocido bajo el nombre de 'mirage” o reverbo. Durante la expedición de los franceses a ( Egipto en 1797, los soldados, re- corriendo los áridos desiertos de este país abrasador, devorados Por eso cuando e: grito salva- ¡de los obreros. Ascendía a tieil je del egipcio conductor de la¡!a y cuatro millones de reales y zo inexplicable del náufrago q'¡tía en tiempo de Herodoto. —Es ve aproximarse a la frágil tabla¡Cosura, D. Jerónimo, “Historia de que le sostiene sobre las espu-;¡Egipto.”). mantes olas del buque salvador,| A la vista de esas masas gi- IMokalteb! 'Mokalteb! (especie Santescas, de esos colosos, d de cuevas donde se refgian las £Sas historias de granito que pre caravanas durante las terribles £0nan la grandeza de sus ani. tempestades del simoun, y en'£%os fundadores, las caravana. las cuales por lo regular existen |lanzan un grito de gozo porqui que había sido burlado por los Magos, se irritó mucho; e hizo escondían entre los risueños ce-|matar a todos los niños que ha lajes de su cielo, como su hermc [bía en Belén y en toda la co- sa y caprichosa fundadora ocui- ¡marca de dos años abajo, con taba entre la púrpura de ““ir»'forme al tiempo que había ave- de su rico turbante las doradas |riguado de los Magos. ,(Evange- hebras de su blondos cabel.os, |lio de San Mateo, cepítulo 11, Heliópolis, perla de Egipto, |versículo 16.) ciudad natal de Moisés, en dun CAPITULO 1 de el profeta Onías había levar |...LOS HIJOS DE LA VESTAL. . de Cleopatra, con sus agujas su- tiles de piedra y bronce que s* por la sed, eran con frecuencia |oozos de agua potable), grito q' Sus aullidos, sus intermina-|brasador por aquellas horribles bles lamentos lelgaban hasta [soledades de arena sobre las cua Ella amedrentándola por la suer |les se desploma un cielo de fue- te que podía caber a su adorado 'go, 'aquel palpable viento de de Fijo | sierto azotaba su delicado ros- Los árabes, más avezados que tro con sus pesadas ráfagas de la Virgen a la estridene y murnó- tona armonía que producen las fauces de las hienas al chocar una con otra dormían envueltos Special Che larena hasta el punto de haberle brotar sangre! cuando sus -her- moso ojos quemados por los ra- yos del sol su boca abrasada, su e Í Ab v.. cking Account Ve VHew, Low-Cost Way Te Pay Ey Check HD MONTHLY SERVICE CHARGZ NO MINIMUM BALANCE NO CHARGE FOR DEPOSITS 10 Checks ¿for $1.00 MEMBER FE DERAL DEPOSIT INSUR Open An Account For Any Amount VALLEY NATIONAL BANK * TWENTY-NINE FRIENDLY CONVENIENT Todos los objetos que sabresa lían de la tierra o se ofrecían a sus ojos en medio de esos mares de arena les parescian cascadas de agua; así como un montonci- llo que descubrían a lo lejos les parecía que se alzaba en mitad de un lago transparente. Enton- ces corrían allí empujados por la rabiosa sed que les devoraba; pero al llegar al sitio anhelado «reconocían su error; el lago ha- bía huido, pero volvían a verlo más lejos sus ávidos ojos—.“Fe- llens Mirage” artículo IV), y la noche llegaba y la caravana se detenía y las tiendas se alza- ban, y entonces, a la pálida luz de la luna, según la fresca bri- sa de la noche que al orear su pura frente la despertaba de a- quel sueño halagador; entonces María lanzaba un doloroso sus- piro e inclinaba su hermosa ca- beza sobre el pecho virginal de su- hijo, como la débil azucena que se dobla a la oproximación de la lluvia, temerosa de no po der resistir con: su cáliz delica- do los manantiales que van a desprenderse de las nubes que se mecen sobre ella. José entonces alentaba a su delicada compañera, y ambos, con los ojos fijos en el Niño Je- * engañados por esa cruel = 2% 'heheve me lo .odos repiten con un gozo inde- ¿inible grito ante el cual los se- lientos dromedarios parten a ga iope tendido abriendo sus abra sadas narices, estirando su en- corvado cuello ansiosos de apli- car sus robustos belfos en el cla ro manantial que barrunta su delicado olfato. Entonces, hombres y anima les, amos y criados se arrojan con el desorden irremediable de la avaricia, con la rabia natu- ral del sediento, ante el agua sobre aquel charco salvador. La Santa Familia era la últi- ma en aplcar la sed. La Madre de Dios, lia Reina universal, apli caba los sonrosados labios des- pués que los animales se habían hartado y removido con sus pi- sadas el inmundo cieno de su fondo, convirtiendo en un asque roso lodazal lo que antes era un pozo de agua clara y destilada. Por fin, después de innumera- bles fatigas, los Santos Viajeros divisaron a lo lejos de las lla- nuras a Gizeh, de cuyo centro se alzan los gigantes de piedra cuyas frentes no han podido des omronar los cuarenta siglos que la destructora mano del tiempo ha hecho rodar sobre ellos, esos monumentos que el orgullo y la soberbia de lospo derosos de E- TOMORROW! * S tarting tomorrow, this young woman is going to use her head instead of her feet. Nc more fatiguing hours spent walking around o. town to pay bills...no more tiresome, impatient waiting in slow-moving lines... no more aching feet and tattered temper. She is going to pay. bills the time-saving, trouble-saving way —by check, * And she will save money, Checking Account, No too, with a Special. monthly service charge, no charge for deposits. No minimum balance is required. She only enough money on d will need to keep eposit to cover the checks she writes. The only cost is for checks — and a book of ten checks costs just $1,00. many time-saving OFFICES. IN ARIZONA A ANCE CORPORATION AAA Open a Special Checking Account— in person or by mail — and enjoy the , trouble-saving, money-saving advantages offered by this new checking account service, muy en breve los cailosos pic: de sus dromedarios se desliza- rán sobre hermosas y fértiic. praderas esmaltadas de flores y el perfume embalsamado dc log campos les hará oividar e cálido y pesado sopio del si- moun. Entonces el Arabe entona st monótono canto, su rostro dese cha las sombrías tinias, y sus c jos negros y penetran.es busca el fecundo Nilo, el río santo qu convierte con sus inundaciontc el Egipto en un hermoso jardín porque Dios y les negras arenas del Nilo derraman sobre aque lla tierra privilegiada tudos los dones, todas las riquezas de u- na vegetación robusta y podero sa, (el labrador egipcio espera tranquilo el mes de may» en €” el Nilo empieza a lhinciiar.e. desborde del Nilo se rarntf en el mes de junio, y coniimnúa nasta el mes de septiembre. Di panorama engañador, seguía y la mayo: o menor subido de las aguas depende la bundancia de las cosechas. Unos pozos que sir ven de escalas, y el famoso ni- lómetro o “mikyas” del antiguo Cairo marcan su acrecentamien to diario, Cuando el Nilo se re- | tira, es decir, en logs meses de; muestro invierno en Eúropa, el aire se perfuma, las praderas se esmaltan de flores, el Egipto se convierte en un inmenso ver- rel y el labrador sn cuidado ni! esmero confía sus semillas a la ierra y recoge una y otra cose- cha. —Escosura.) La Santa Virgen comenzó a respirar con alguna tranquili- dad después de doce días de in- cesantes angustias, porque allá an lontananza comenzó a distin zuir el cielo de Egipto, cielo sin nubes, horizonte triste, por don de iradia un sol de fuego como ¡el ojo de un horno. . La patria de los Faraones, don ES los cadáveres disputan la ¡ materia a la nada, donde la eter nidad se hace palpable. Los campos del Nilo con sus negras arenas; tumba colosal socavada en la tierra donde ni el roedor gusano turba el frío y prolongado silencio de la muer- te. Las llanudas de Gizeh, donde el soberbio Cheops levantó el co losal monumento palacio de la muerte dedicado a su real cadá- ver, gigante de granito donde cien mil hombres trabajaron por espacio de veinte años. El Egipto, donde las adúlteras llevan escrito su crimen en el rostro (los jueces les cortaban la nariz, —Herodoto) donde el perjuro era castigado con la muerte. (Diodoro dee Sicilia.) El Egipto, donde el pueblo a- dora a su rev en vida como en Dios, y le juzga después de muerto como al último de los plebeyos, negándoles muchas veces, según sus creencias, has- ta los honores de la sepultura; donde en los banquetes se pa- seaba un cadáver de madera me tido en un rico ataúd, y enseñán dolo a los alegres convidados les decía el jefe:de la casa: “Mirad este hombre, a quien os parece- réis después de muertos. Bebed, pues, ahora y divertiros”. (He- rodoto.) ) El Egipto, mezcla de ilustra- ción y barbarie donde se creía en la inmortalidad del alma, y se adoraba a un mismo tiempo multitud de dioses con cabeza de gato, vientre de cocodrilo y garras de milano. El Egipto, donde al arte había legado a lo más sublime, y la degradación a lo más abyecto; donde el hombre hilaba y se en tretenía en las ocupaciones do- mésticas y la mujer en los ne- gocios de fuera; donde “todo era Dios, excepto Dios (Bousett) y donde lo grande estaba confun- dido con lo pigmeo.” El peligro había terminado. tado un templo a Jehová, nrocu Mientras tanto, Herodes espe- rando que la arquitectura egip |raba impaciente las noticias q' cia se asimilara lo posible a l: [su hijo Arquelao debía transmi- Casa Santa de Jerusalén: sól |tirle de log Magos. que en señal de infericridad, e famoso candelabro de siete bri ¡ zos del templo de Sión, era er Egipto represntado por una lá»: para de oro. María, la poética flo: de Gal: lea, extendió sus duzces ojo. por aquellos bosques de palme as y aquellos campos cuajacio de violetas silvestres. Una lágrima e desprendió de sus azules ojos. Era la lágrim: del destarrado que recuerda a la vista de una ciudad populosa su¡ humilde aldea, su pobre casita, sus amigos dee la infaucia. La caravana, antes de pene trar en la ciudad de Cleopatra se detuvo un momento. El sol molestaba lo bostante y, José, cogiendo de la brida a camello sobre el cual cabalgabo la Madre de Dios con su Hijo e los brazos, le condujo bajo la: frondosas hejas de un corpuler o árbol. “Al acercarse la Sania Fami lia, el árbol ído:o bajó lenta graciosamente sus espesas ra mas como para ofrecer un pali de verdes hojas al joven Due: de la naturaleza que María lle vaba en su brazos.” (Existe en Arabia un árbo majestuoso del género de la sensitivas, que baja sus rama al acercarse un hombre. Los á rabes del Yernen establecidos las orillas del Nilo, le da nombre de “árbol hospita'ario” y le tienen en tanta venarant! que no permiten que se le arra: que una hoja.) Después de algunos momen tos de descanso la caravana p« netró en la ciudad. as Al pasar la Santa Fam'':a po los arcoz de ganito en la puer ta principal de Heliópolis, “to dos los ídoos de un templo veci- no cayeron de rostro contra la tierra” (este hecho lo atestigua multitud de escritores tanto sa- grados como profanos). saludan do al descender de sus profanos pedestales, al verdadero al úni- co Dios que llegaba fugitivo a pedir hospitalidad a los idóla- tras egipcios. Los Divinos viajeros sólo se detuvieron en la ciudad para dar las gracias a su protector y descargar del camello sus mo- destos enseres. $ José cargó sobre sus espaldas las herramientas de su oficio y todo lo que poseía. María cogió la ropa, y el precioso Niño, y saliendo de la populosa Helió- pois, donde la vida er demasia- do cara para su pobreza, toma ron el camino que conducía ¿ la cercana aldea de Metarieth hermoso pueblo sembrado de si comeros, y en el que se encuen- tra la única fuente de agua dul ce que hay en Egipto. (Orsini.- Esta fuente lleva todavía el 3 bre de fuente de la Virgen, y u- na antigua tradición refiere que la Virgen bañaba en ella al Ni- ño Jesús, Se alza sobre esta fuen te una pequeña mezquita, obje- to de veneración para los cris- tianos y musulmanes,) Los fugitivos galileos se de- tuvieron como a unos doscien- tos pasos del pueblo: a nadie co nocían; pobres destarrados que iban a pedir hospitalidad entre los idólatras. Un espeso sicomoro (según los mismos mohametanos, al an:- paro que prestó a la Madre de Cristo, debe este árbol su mila- grosa longevidad y su verder e- terno,—A. Danzata, "Viaje al Sinaí”) les sirvió de tienda du- rante la primera noche, porque José, como llegó al a cída de la tarde a Metarieth, no quiso en- trar en un pueblo en donde a nadie econocía, hasta la maña- na siguiente. Poco después la Santa Fami- Heliópolis, la ciudad del sol, con lia habitaba una humilde cho- Los días pasaron, y el feroz es coalonita rugía en cu cámua cora león que olfatea la carne y ve que se le escapa lu pcesa q' ha soñado devorar. Les soldados recorriaa ln Pa- lestina, diariamente se envia an nuevos destacamientoz de mer- cararios en busca de los casdeos y de Jss el Hijo de la Nazarena; pero todo era inútil, , la tieia los ocultaba a sus pequesis; Dios extendía sobre ellos su manto protector e impenetrable. Sin embargo, una esperanza alentaba aún el vengativo co- razón del asesino de Mariamne; esta esperanza era que su hijo no le había noticiado definiti- vamente la evasión de los cal- deos. En el momentoe n que voive- mos a encontrarle, Herodes se hallaba inclinado sobre unos al- mohadones de Damasco, en su camerín de Jericó. Su nieto Achiab, de pie a su lado, se entretenía mirando un [mapa del mundo conocido de los antiguos. Esta carta geográfica estaba estampada sobre una piel de ter nera adelgazada primorosamen- te. Con una tinta roja se velan las provincias conquistadas por los romanos. Herodes, que cuando estaba con su nieto solía olvidarse has ta de su dolencia, con un pun- zón de oro, se entretenía en mar carle los puntos por donde el e- jército romano había marchado durante su conquista, Achiab demostraba una pro- funda atención a las guerreras explicaciones de su abuelo. —Me gustaría mucho, excla- mó el adolescente, después de algún momento de meditación, que- tú fueras un rey tan pode- roso como nuehtro aliado Octa- vio Augusto. El idumeo se sonrió, £l niño, inocentemente había halagado un deseo que Herodes hubiera realizado a costa de su honra y aun de algunos años de su vida. —Mira, le dijo Herodes colo- cando el punzón sobrelas líneas encarnadas, y como si no hubie ra oído los palabras de su nieto: estas pequeñas águilas marca- das con tinta azul, demuestran los límites o fronteras del impe rio romano. Por el Poniente, el Océano Atlántico; por el Orien- te, el Eufrates; por el Norte, el Danubio y el Rhin,y por el Me- diodía las Cataratas del Nilo, los jesiertos de Africa y el Monte de Atlas (Augusto encargó a su 3ucesor en su testamento que no pasara esta frontera que él ha- bía marcado a su imperio.) Esto es Italia, que tanta san- gre ha costado desde Numa Pom pilio hasta César Augusto, nues tro poderoso amigo. Aquí está España, país rico y poblado, cu yos hijos han ostentado siempre un valor heróico y un cariño a su independencia sin ejemplo. Esto es Sagunto, ciudad grande y populosa, la aliada más. fiel de Roma. Una mañana, Aníbal se presentó ante sus muros con un ejército de ciento cincuenta mil cartagineses, y les intimó a rendirse. En plena paz como se hallaban entonces, aquella era una infame traición, Sagunto:e- ra un pueblo de héroes, y se de- fendió esperando socorros de Ro ma, Por fin vió que le era impo- sible mantenerse entre aquellas ruinas, que el Senado no corría a protegerles, y antes de rendir- se encendieron las sangutinos una inmesa hoguera en mitad del aplaza, y se arrojaron a ella hombres, mujeres, ancianos y niños. Cuando entró el vencedor Cagunto era un montón de ce- nizas, formando con los huesos de sus habitantes.