El Sol Newspaper, July 14, 1950, Page 4

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ai E Viernes 14 de Julio de 1950. -NAQATA?) “EL SOL”, SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE A a XX Página Sels. mm > Gaspar, el rey Mago, el pro- fundo conocedor de la inmuta- ble ciencia de los atsors, le ha recibido con los brazos abiertcs, como el padre cariñoso al hijo descarriado. Sus palabras de consuelo han derramado la es- peranza en el angustiado cora- zón del peregrino rey, porque el viejo caldero, con sus sesenta años y su larga cabellera cana le inspira una confianza sin lí- mites, y sus palabras resuenan dulces y consoladoras en su co- razón, como las suaves del sal- terio en mitad de una noche tranquila. ——orre,— le ha dicho—, apres ta tu gente y tus dromediarios para un viaje que debemos em- prender mañana, y cuyo fin ig- noro aún; pero esa estrella lumi nosa que se mece entre las blan cas nubes debe conducirnos a los pies del rey de Judá, del Me sías anunciado por los Profetas: porque esa estreJla «s la estrella de Jacob anunciada por Balaam Melchor obedeció a Gaspar, y seguido de sus negros escla- vos, desembocó antes que el sol en la ancha plaza que habitaba EL MART IR DEL GOLGOTA torna a recobrar su estado nor- tella, que como un pequeño sol¡sus regios palacios para empren tres montañas entrelazads, que!su padre, lo empañó una man- mal. Mientras tanto, la lujosa “caminaba siempe delante de e- d2. una peregrinación cuyo tér- cabalgata camina hacia adelan llos, como si quisiear marcarles [mino les era desconocido. te sin rumbo conocido. Cuando llegaron a las ruinas de Babilonia, Gaspar detuvo su dromediario y abarcó con una mirada dolorosa los restos de la ciudad favorita de las caldeos Sólo escombros alrededor de la soberbia torre de Belo: sólo rui- nas ey deredor de los 'bármoles que un tiempo sirvieron de pe- destal a la estatua altiva de Bres-Nemrod. Ayer seiscientos mil habitante circulaban afe- gres por sus calles y cien dioses eran adorados en sus templos 'de mágrmol y oro. Hoy mansión de espanto, montón de escom- bros que esparce con su podero- so soplo de huracán, sirve sólo derefugio a las salvajes fieras del desierto. Sus frondosos jar- dines, sus elegantes palacios, ¡ya no existen. Sólo en medio de tanta desolación crece un árbol cuyo nombre es desconocido a los viajeros, a cuyo tronco atan los caballos y bajo cuya som- «bra se acampan las caravanas, AMÍí el filósofo medita, el poe- el rey sabio. Los soldados de Se-¡ta canta, el creyente ora; pero leucia saludaron la llegada del ¡todos piensan en Dios. Gaspar, extranjero, a quizn su señor ha- a ia scimbra del solitario árbol bía recibido eomo a -n hijo, de las ruinas, elevó su plegaria Poco después aparecieron en |al cielo. Sus soldados le imiat- los arcos de la plaza Gaspar y|ron, porque, como él creían oír Baltazar. Sus escíavos se coloca ¡la voz del profeta Isaías repitien ron formando una «scala, y los ¡do en medio de aquella soledad: reyés subieron po: encima de a-| “Esa Babilonia tan disgusta- quella pendiente humana que da entre los heinos del mundo, les conducía hasta ios encastilla y cuyo esplendor inspira tanto do; lomos de sus dromediarios, orgullo a los caldeos, será'des- Luego, a una orden del más an- ¡truída como Sodoma, y Gomorra ciano, las trompetas volvieron a que derrocó el Señor. Jamás vol despedir sus ardientes notas. ¡verá a habitarse; mi aun los ára La cabalgata comenzó a rebu bes alzarán allí sus tiendas, ni Mirse, y por fin tomó por una delos pastores dejarán descansar las anchas calles que conducía:¡en su recinto los rebaños.” a la famosa puerta del Occiden| Terminada la plegaria, como teé Los tres magos iban delante, Un recuerdo tributado a los se- departiendo amigablemente. De fores de aquella reina del mun- trás de ellos caminsha en silen¡do, la comitiva tornó a empren- cio el lujoso escuadrón. der su niterrumpida marcha. Nadie lo sabe y mientras la Gaspar, el venerable anciano, curiosidad, el veloz paso de los [el sabio conocedor de los plane- dromediarios los aleja de la ciu-¡tas, no aparta sus penetrantes dad, sin que lá muchedumbre ojos del cielo, donde una estre- ei camino que debían seguir el ¡No hay ngún planeta en el ¡globo celeste que maque este rumbo; esa estrella es comple- tamente desconocida a todos los ¡astrólogos caldeos. ) —Sigamos, sigamos su hermo “sa luz,— exclamó con gozo Mel- cho.— Ella es mi guía, mi espe- ranza, noble anciano. —No la perdamos de vista, y ella macará el término de nues- tra peregrinación, —dijo a su vez Baltasar. —Yo os lo aseguro, — volvió a decir Gaspar,— ésia es la estre- illa de Jacob, anunciada por el Profeta Balaam, !Valor, amigos n:íos! Ella será para nosotrus como-la columna luminosa que guió a los israsli“as a las de- siertas playas del mar Rojo, Y los Magos siguieron con la fe en el corazón y los ojos en el cielo la caprichosa marcha de su radiante guía. Los dromedia- rios de la Arabia hacen de jor- nada mil estadios de sol a sol. La estrella guiadora de los Ma- gos colocada siempre a una, Seleucia, la nueva Babilonia, les miraba partir con asombro. Jamás el hijo de un conquista dor de la tierra se vió tan hon- rado com Jesús, el Hijo de un pobre carpintero, cuya cuna era un pesebre y su lecho un mon- tón de paja. | Los hijos de los reyes reciben | el vasallaje de real orden. Todas las frentes que se humi llaban ante su cuna, son tribu- tarias forzosas del poder de su padre, o esclavos que lamen la mano al mismo ante quien se humillan, La incredulidad de algunos fi lósofos no ha podido explicar- nos aún los asombrosos aconte- cimentos que rodearon la veni- da dc] Dios Hombre. “Herodes, rey poderoso y altivo que asesinaba a sus hijos y a su esposa sin que uno de sus músculos se conmoviera, sabe- dor del nacimiento de Jesús, | “turbóse en sí mismo y todo Je- rusalén con él”, y reunió a los | doctores y sacerdotes para con- sultar lo que debía hacerse, por 'misma distancia de las ligeras que su espíritu intranquilo veía pueda explicarse lo que ve. lla que no han podido apagar Por fin la comitiva desapare-!los rayos del sol, brilla con un cee, y las curiosas miradas no ¡fulgor extraño. Planeta miste- ven otra cosa que las pisadas y;¡rioso, anuncio divino, que olvi- la nube de polvo que dejan en¡dando las leyes invariables que pos de sí los reyes Magos. Las |rigen los globos, ora se suspen- preguntas se suceden, los co- [de en los caprichosos celajes de mentarios, los absurdos corren |una nube de nácar, ora lanza de boca en boca, extendiéndose¡sus luminosos destellos desde el por la ciudad como la mancha ¡limpio horizonte que se extien- de aceite; pero la verdad se ig-|de en lontananza, com un in- nora y la curiosidad queda bur¡menso trozo de rosa blanca. lada. Gaspar, Baltazar y Mel- Con marcha irregular se diri- chor más que hombres de gue-¡ge hacia Occidente. Los reyes rra, son hombres de ciencia. ¿A|caminan en pos de ella, atraídos dónde pués, irán los sabios? [por una fuerza misteriosa. Los grupos se disipan, el sol a-| —No me engaña, Melchor, — nuncia con sus rayos de fuego [dijo Gasrar, extendiendo su bra la hora del trabajo, y Seleucia 'Zzo en dirección a la hermosa es cabalgaduras, seguía su mar- cha sujetándola a la de los per- seguidores. Cuando la noche ex tendía su manto de sombras so bre la tierra, el divino faro, sus pendiendo su marcha, indicaba a los viajeros que la hora del descanso había sonado. Enton- 'ces, al verle inmóvil, suspendi- ldo sobre sus cabezas. los reyes mandaban a sus esclavos levan- tar las tiendas, y después de la bugal cena se enfragabaa tran- quilos en brazos de; sueño repa sador que había de rehabilitar las fuerzas para el lía siguiente Pasada la noch>, el 301 natía, y la estrella cor:.. a «. empren- cer su silenciosa marcha, 1: hacia Occid>1 e. La oriental cubalgata seguia al faro mist- loso una y otra porna la sin c«::alecer, pues Dios alentrta sas esperanzas. La estrella, co- . 6 una reina, indicaba la hora dei descanso, el momento de da partida. Y así pasaban los días y las semanas. “¿Cuál, era pues, aquella es- trella que jamás había apareci- do en medio de los astros y que después nadie ha podido encon- rar en el firmamento? “¿No era esto un lenguaje nagñífico del cielo para cantar a gloria de Dios y el alumbra- miento de una Virgen?” El nacimento de Jesús fué vrande, com debía serlo el de in Dios. Los pastores abandonaban sus rebaños para adorarle. Los reyes del Oriente dejarón VALLEY NATIONAL BANK TWENTY-NINE FRIENDLY CONVENIENT OFFICES HOME OFFICE: PHOENIX, ARIZONA * Statement of Condition June 30, 1950 RESOURCES Cash and Due from Banks. U. S. Government Bonds... Bank Buildings , Furniture and Fixture: Accrued Interest Receivable Customers” Liability on L/C Other Resources amo $ 38,377,824.31 76,651,903.00 15,648,812.99 106,704,612.97 1,612,870.00 688,396.12 820,115.10 321,496.22 626,865.46 Total ResourceS.....ommmmmm"mmmmo. $241,452,896.17 * LIABILITIES Deposits .... Unearned Discount Letters of Credit....... desd o Reserve for Taxes, Interest, etc.. Capital Funds Preferred Stock............$ 700,000.06 Common Stock 3,250,000.00 4,500,000.00 1,881,007.76 1,325,000.00 11 Total Liabilitigs................». 2, Undivided Profits. $226,310/080.21 ,421,107.07 321,496.22 744,204.91 ,656,007.76 $241,452,896.17 E siem-/ «levantarse ante su poder la ven- ¡gadora imagen de un Dios fuer- .te, que iba a trastornar el orden de las cosas y a arrebatarle la corona de sus descendientes. Los falsos dioses iban a caer rodando en pedazos de los idó- latras altares. Los esclavos iban a rómper sus cadenas. Los verdugos de la tierra iban a comparecer a dar cuenta de sus crímenes ante la presncia del dios del cielo. Jesús, el hijo de José, venía a recordar a Joas el hijo de Ocho- zías y el recuerdo de Athalia es- pantaba al sueño del verdugo de Galilea. CAPITULO IV JERUSALEN Antes de penetrar en el recin- to de la ciudad santa lancemos! una ojeada sobre su pasado. “Este capítuio debe ser el iti- nerario q' nos guía con el trans curso de esta obra. El pueblo hebreo necesitaba fundar una ciudad fuerte. que fuera la capital donde se senta- ra el trono de los señores, el re- fugio de aquellas huestes que desde su salida de Egipto reco- rrían errantes en busca de la tie rra prometida. Adonisech, uno de los cinco lreyes venidos por Josué, se forti fica con su pueblo, los jebusia- nos, en el monte Sión. Desde esta fortaleza expugna- ble desafía y se burla de los e- jércitos de David. —Los cojos y ics ciegos, les grita Adonisech, son los que mandaré contra tí. Ellos basta- rán a exterminarte. David, el rey de la guerra, el elegido del Señor, desprecia las bravatas del jebuseo; asalta la fortaleza, pasa a cuchillo la guarnición según la bárbara cos tumbre de entonces, y el ejérci- to vencedor acampa sobre los montes de Sión, Acra y Moria. El rey poeta contempla desde la cumbre de su ejército acam- pado, La luna ilumina con sus ra- yos de plata aquel cuadro subli- me. David empuña el arpa y ele- va a Jehová el canto del triun- fo. Los dulces acordes del instru menta, las vibrantes melodías de la voz privilegiada Jel rey, van a perderse en alas de la brisa nocturna, entre las flores- tas de Gaboad y en las cónca- vas rocas del despeñadero de los cadáveres. El dulcísimo eco de aquel can to ha legado hasta nosotros. Di- ce así: “Los reyes de la tierra han conspirado reunidos contra no- sothos; se han dicho en secreto: Venid y los destruiremos. Deja- rán de ser una nación; haremos desararecer el nombre de Israel de la superficie de la tierra; pe- tu €el Dois fuerte ha preparado mi braza paral a batalla; he perseguido a mis enemigos y he avanzado siempre hasta que los he aniquilado: han caído por fin bajo mis pies; los he disper- sado como el polvo al soplo del viento; he sometido pueblos que no conocía; se han humillado ante la fama de mi nombre; el extranjero se ha escondido y ha temblado en el fondo de su re- tiro.” David deja el arpa y se goza EE tienen foso gigantescos cretados por la palabra del que hizo bro- tar el mundo de la nada, del q' ha suspendido el sol en el' firma mento, del que ha marcado lí- mites a las turbulentas aguas del Océano. Entonces, viendo al Oriente el profundo valle de Josafat a- rrastrando por su lecho las roji- zas aguas del Cedrón al Medio- día, el escarpado barranco de Gahennon, y al Occidente el monte de Cadáveres exclamó con un gozo inexplicable. —“Jerousch al Aim, mansión de paz”, tú serás la ciudad fuer te de Israel; yo te engrandeceré hasta el punto que las naciones han de envidiarte. Yo elevaré por el Norte, tu parte más flaca una triple muralla, donde se es- trelle la codicia de tus enemi- gos. David, el rey de lag ue:zra, exi ficó a Jerusalén, Salomón, el rey de la paz, la engrandeció. El joven hijo de David se ciñó la corona el año de 2970 de la creación del mundo. El monte de Gahaon vió corer por sus resbaladizas pendientes las ngre de mil víctimas sacrifi- cads aJehová ante el Altar de Bronce de Moisés. El Señor se le apareció en sue fñios y le dijo: —“Pide lo que quieras, ama- do mio,” Salomón le pidió la saviduria ¡Dios le concedió además la be- lleza, la riqueza y la gloria. Salomón sobrepujó a los cua- tro hijos de Mohol, los primeros poetas de los tiempos. Compuso tres mil parábolas, cinco mil cánticos y un libro gi- gantesco sobre las plantas y los animales. “Desde el cedro q” crece y perfuma las cumbres se extiende por las quebraduras de los muros. Desde el águila del Líbano, hasta el hisopo que que desafía el sol con sum ira- da altiva, hasta el diminuto pececillo que se oculta en las es ponjosas rocas del Océano.” Muchos de estos libros se han perdido en el transcurso de los siglos que han rodado sobre e- llos. Pero nos quedan los “Sal- mos” y el “Cántico de los cán- ticos”, cuya poesía aventaja en perfume a los lirios de Baalbó, en galanura a las rosa de Saa- ron, y en brilantez a los diaman tes de Golgonta. Estos libros bastan para in- mortalizar a su autor. Salmón llegó a ser el hombre más rico, más feliz, más glorio- so del mundo; pero le faltaban artistas constructores para lle- var acabo el pensamiento de su padre.: edificar un templo a Je- hová sobre el monte Moria. Hisan, rey de Tiro y Sidon, le envió los fundidores de bronce, los arquitectos, los artistas que le” faltaban. Diez mil hombres comenzaron sos cedros, y siete años después a devastar del Líbano los oloro- el templo estaba concluído. Los jonios necesitaron dos- cientos veint años para sontruir el templo de Diana en Efeso. Dios le había cumplido su pa labra, porque aquella maravilla del aret era verdaderamente un milagro, La fama llevó por dila tada tierra el nombre del rey poeta. Las naves de Salomón reco- rrieron los mares, trayendo a la “ciudad amada” todo lo más grande, lo más sorprendente de los extensos países del Universo La reina de Sabah, la hermo- sa Nicvaulis, atraída por la fa- ma de Salomón, quiso conocerle y deslumbrarle con su” riqueza. La soberana del Mediodía, lle £6 z la ciudad santa seguida de un séquito deslumbradosr, Al pisar el pavimento del pa- lacio de Salomón, se alzó la fal- da de su vestido cuajado de pie- drerías, temiendo mojarse sus diminutos pies, cubiertos de dia mantes y zafiros. E] rey se sonrió viendo el te- mor de la princesa, pues lo que ella había creído que era agua, no era otra cosa que cristal bru- ñido. Entonces Nicaulis le dijo: Dichosos los ojos que alcan- cen susabiduría, !oh rey! Dicho- sos los que te sirven, !oh señor! Nicaulis salió de Jerusalén cargada de regalos. La que ha- bía querido deslumbrar, había sido deslumbrada. El reinado de Salomón duró cha: el adulterio ?ometido con Bethsabé, mujer de Ulíies, a quien mató avergonzado de su infamia. El reinado floreciente de Sa- lomnó fué también manchado por los vicios y las falsas reli- giones que predominaron. La riqueza atrajo a Jerusalén multitud de mujeres hermosas de otros países, y Salomón, ado rándolas a ellas, acabó por ado- rar sus impíos pioses. Los samaritanos le hicieron postrarse ante el becerro de oro, pero Jehová, reprendiendo la: impiedad de Salmón, anuncióle (que su reino iría a parar a ma- nos de un siervo suyo. Entonces el pueblo hebreo se dividió: Judá se mantuvo obe- diente a Roboan hijo de Salo- món; Israel proclamó a Jerobo- an. La decadencia del pueblo ele- gido por Dios comenzaba a pa- sos de gigante. Rocoan, Abia, Enjulá, Jorobu- Achab en Israel pasaron sobre la tierra com las débiles artis- tas que arastra con su empuje el poderoso soplo del huracán. Josafat fué una tregua pode- rosa para el pueblo hebreo. Pe- ro pronto la inhumana Athalia cayó sobre las tribus como un a- zote del cielo. En vano Elías rayo de Dios, procura reunir a aquel pueblo descarriado, Sus palabras, sus milagros, son desentendidos. Los descen- dientes Abraham caminan ha- cia el abismo como un torrente desbordado. Detrás de Elías aparecen su- cesivamente Jonás, Oseas, Amós Isaías. La venida del Señor es anun- ciada, pero los oídos se cierran para escuchar las porféticas pa- labras. Ezechías, rey piadoso y valien ite, levanta la bandero de Judá [contra los Asirios. Los ángeles ayudan a sus huestes. Dios vuel ve sus ojos compasivos hacia el El profeta le dijo: —Esta es la última noche de tu vida. Larío y Ciro, con un ejército de medos y persas, pasaban po- zas horas después a cuchillo a ios habitante de Babilonia. Ciro fué cleme:te con el pue- blo judaico, concedió:e la libe tad y el permiso para reedificar e: Gerruido templo de sus mayo- Tex, Zorobabel guió a su pueblo hasta la ciudad santa, y al año siguiente volvieron a echarse los cimientos al nuevo edificio destinado al Santo de los San- tos. Doscientos años vivieron los ¡judíos sujetos a los persas. Una noche lelgó hasta Jerusa- lén el estruendo de guerra que sobresaltó a sus tranquilos mo- radores. Era Alejandro el Grande, el h.jo de Filipus, el rey de Mac2- donia, el gran devastador del universo que se acercaba con su triunfal bandera desplagada pa | y ¡ an, Nadab, Blasa, Ela, Zamrí y'|ra exterminar al pueblo hebreo, para derruir a Jerusalén como ¡había derruído a Atenas. El nombre de Jerusalén esta- ¡ba inscrito en la tablilla donde ¡el conquistador Macedonio apun ¡taba las ciudades que debían destruir. Jaddus, el gran sacerdote, oyó los gritos lastimeros de Tiro y Sidón, vió las rojizas llamas de la incendiada Gaza y apercibió el estruendo fatal de las trom- petas macedonias, Entonces corrió al templo a ¡implorar el favor de Dios, y Dios le dijo: “Sal al encuentre le Alejan- dro; arrójale flores y palmas a sus pies; ábrele las puertas de la ciudad santa, y nada temas.” Jaddus obedeció, y el conquis tador envanó su espada amena- zadora, viendo a aquel pueblo que se prosternaba ante su pa- so, y se arrodilló a su vez a los ¡Pies del sumo sacerdote. | Permenion, su general, le ru- prendió diciéndole: —¿Es acaso ese sacerdote del pueblo elegido como en tiempo templo de Júpiter que has visi- | | de “los fuertes” de David. tado en el oasis de Aunnor.? Los nombres de Hachamoní, Bamias, Semma, Jesboan y Pes- domoni; se recuerdan y la espe- ranza renace. Muerto Echezías por sus dos hijos, el impío manasés ocupa el trono de su padre. Cobarde, malvado y sangui- nario, huye ante el ejército asi- rio, se oculta entre unas zarras, pero es halado y conducido es- clavo a Babilonia. Aimón le su- cede, tan impío, tan miserable como él; y veinte años después Nabucodonosor cae sobre Israel devastando con su ejército la tierra de las doce tribus. Jerusalén es la esclava del bárbaro babilonio. Nabuzardan uno de los prin- —Escucha, le dijo Alejandr>: cuando estaba en Macedonia pensando en la conquista de A- sia, mi Dios se me apareció en sueños. Vestía como ese ancia- no.; en su frente giraba una co- rona de luz en la que reconocía la divinidad. “No temas, me di- jo, cruza sin miedo el Helespon- to: Yo caminaré a la cabeza de tu ejército, y te haré dueño del imperio de los Persas.” Después de Alejandro, trans- curieron ciento sesenta años. Sus principales capitanes se ha- bían repartido los pueblos con- quistados por él. Antioco, del linaje de ias Elenei das se propuso la towal ruina del pueblo de Abraham. cipales del ejército de Nabuco-| Aquí vuelve' a elevarse hasta donosor, incedia 2or orden de su,la epopeya el pueblo de Israel, señor el templo de Sión y la ca- Los hijos del anciano Matha- sa real a los cuatrocientos vein- |tías, gloriosos macabeos, vencie- ticuatro años tres mese y ocho|ron en valor a los fuertes de Da- días de su fundación por el rey de los cantares. tete día era sábado. Tambén en sétedo debían dastruirlo ¡.s romanos, como verem s más a- deiunte. Nabuco se llevó cautivo al pueblo de Israel, y robó los sa- corados vasos del templo de Sión Jehová quiso castigar aquel sacrilegio, y apagó lal uz de la |razón en la mente del feroz ba- bilonio, Nabocodonosor vivó siete años como las bestias inmundas. Setenta años de esclavitud ro daron sobre el af'igido pueblo de Israel. El El profeta Daniel consolaba la margura de sus hermanos, pero las arpas de las doncellas de Judá colgaban de los árboles no tenían melodías para el San- to de los santos. Una noche el afeminado Bal- tasar celebrara un banqueto. Los vasos sagrados iban a profa narse por los labios de las im- puras cortesanas, por los turpes adoradcres del dios Delo y los serviles sátrapas del rey Nabo- nido. Sobre el muro del salón don- de se celebraba el banquete, una mano misteriosa, al inten- tar el primer brindis, escribió es tas tres palabras de fuego: “Ma ne thecel phares”. El pánico ate rró a los impuros cortesanos, las luces se apagaron, el trueno mugió en el espacio, la tierra se vid. A estos cinco hermanos, les faltó un Homer» que cantara sus gloriosas hazañas; más Jig nas de renombre que las del in- mortal Aquiles. Su bandera que ostentaba es- tas cuatro letras por lema, MC BI, de donde se cree que tom:1- ron el nombre de Macabeos, pasó triunfante por las doce tri- bus. He aquí los nombres de los 5 lhéroes que nos ha conservado la historia: Juan, llamado 'Ea- dis”; Simón, l:zamado “Thasis'; “Judas, llamad> 'Macabeo'; Elea zas llamad) 'Abdón' y Jonatas, llamado Apphus". Para descibrir los heroico3 esfuerzos de=stog sinco mártires de la indepedencia hebrea; en- tre los cuales figuraba su padre Mathatías anciano de ciento cuarenta años sería preciso es- cribir vin libro de :nil páginas, Por fin suzumbieron a:la fue: za numériza que después de mu chas derotas envió contra ellos Demetrio «i Macedonio. Judas Macabes hebía enviado embajadores a Roma pidiendo la protección de ese gran pueblo que empezaba + asombrar al n.undo. Cuando regresaron, Judas ha- bía muerty rod: ado de sus va: lientes. El que habíx destrozado has- ta el último soldado del formi- deble ejércit> je Demetrio, el a en la contemplación del poético¡cuarenta años con una uaz inal [estremeció bajo sis plantas, y había claado %a cabeza y la paisaje que se extiende a sus terable. Su pueblo fué rico y fe-|Paltasar acobordado, llamó a su'riano de Nicanor a la vista de pies. í Sus ojos se fijan en aquellas liz. El reinado glorioso de David, amigo el profeta Daniel para q” le discifrara aquel misterio. ¡Jerusalén, el héroe, el inmortal hijo de Palestina ya no existía.

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