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Página Seis. CAMINOS CAPITULO XVI [nadar y en sus aguas cristali- Cartas nas se refrejaba al través la ma “Hoy creo que eres tú sola la ravillósa montaña de policro- única mujer en toda la tierra, y mos peñascos... todo lo que veo está lleno de tu; Cuando terminó de bañarse. figura y de tu vida.” se acicaló para bajar a reunirse GABRIEL MIRO con sus parientes. Don Vicente Durmió como una patriarca había vuelto del campo, sudoro sobre' la mullida y amplia ca-|so y optimista. —!que hermosa ma de matrimnoio, con sáha- |cosecha de almendras!-— María nas de hilo, tejidas en casa, y|Luisa, con sus movimientos re auténtica cubierta de damasco posados y graciosos, untaba con azul celente. Todo tenís- ese se- mantequilla las tosatdas para llo de suntuosidad y aristocra- |el desayuno; el café aromático, cia, propio de las casas señoria-|la leche recién ordeñada de elas les que desgraciadamente va ¡cabritas que pasaron la noche perdiéndose, bajo la avanlan-¡en Serrella. En su celo por obse- cha de frivolidades impuestas e quiarle, el Magistrado no le sol importadas por l« moda. tó en toda la mañana. Primero Por la noche, rendido y can-¡le enseñó la casa; una magnífi- sado y un poco aturdido por su “a casa entre labradora y s2ñc- charla con María Luisa, se me-|ri!, desde 'el sótano a los por- tió en la cama sin casi mirar la|ches; luego le llevó a ver- sus habitación; sólu se dio cuentajlagares, su molino aceitero, la de que era muy grande. Ahora |central eléctrica, los corrales, admiraba los muebles: sobrios, |'25 cuadres.... Todo en un estilo pero riquísimos; los lienzos —|[MIY diferente al que Rafael casi todos de asuntos religio. [estaba habituado a ver en las sos— y el primo) artesonado'heredades andaluzas. Después Comprendía qué le habían ins-|visitaron la iglesia muy deteni- talado en' una habitación de |damente, y en la casa-abadía respeto, destinada a Jos hués: |contigua, el párroro les cbse-, pe ces. =s + + ¡quió con un vermut. e Hacia las ocho llamó el cria-| A la una comieron en el ín- do que sirviera la cena. Rafael menso y fresco comedor. Des- estaba ya casi vestido. En man- pués cada cual se retiraba a sul gas de camisa se 2ntretenía a-'cuarto: el Magistrado a dormár lisándose concienzudamente el|la siesta, María Luisa a leer cabello ondulado y espeso, lle- ¡tumbada en una mecedora. Ra- no de polvo del camino. Pensan|fael no tenía costumbre' de dor do anda en la bien yue le hu- |rir y María Luisa, por atender- istía. existiez» er él; pero ex- agradable, les vino muy bien a- compañar al Magistrado a La Foya, una de las mejores here- ddes de la cas, con un hermoso edificio donde habitaba un case ro, y una huerta llena de frutas exquisitas que saboreaban jun- to a la fuente. Más tarde, cuan do legó el crepústulo, volvieron lentamente hacai. Benimel, mez- clándose continuamenet con grupos que volvían del trahajo con las bestias cargadas de al- mendras. Y otra vez acompañó Rafael a María Luisa al Rusa- rio ,donde las muchachas can- taron la Sabatina, la cual de- bían repetir durante la novena de la Virgen de Gracia, que es- taban celebrando. Jamás el ór- gano de la vieja Paroquia sonó co narmonías semejantes como ahora bajo. los dedos expertos de Rafael, ni la preciosa voz de María Luisa se explayó con más conmovedoras melodías durante ejercicios del domingo, Pasaron así, como un relám- los: ofertorios de las misas y los pago, veinet días, A Rafael le parecieron veinte horas. Si en- tonces le hubiesen preguntado dónde estaba la pesadumbre q” traía echaríase a reir, induda- |blemente. En la quietud idilicia de Benimel, junto a María Lui- sa siempre serena y sonriente, sucedían iguales con una cal- ma: reconfortante: ni una pala- bra de amor se habían cruzado entre ellos. Hasta aquellas ter- nuras espontáneas que hacían fluir: de Rafael- delicadezas ex- quisitas, eran cuidadosamente refrenadas en su prurito de ex- tremar el respeto: Ya nunca más se atrevió a besar sus ma- nos, ni a estrechárselas en. el fervor de úna charla. María Lui sa, cuanto más entrada en su intimidad, iba siendo para él una cosa sagrada. Su actitud, sin embargo, cuando estaba jun to a ella era de un perfecto apa sionamiento. Los que les veían biese venido un baño, cuando el criado entró precisamente a decirle que, aunque no permi- tían los inconvenientes propios del medio rurál etner un cuarto de baño, en un extremo del jar- dín y tras una especie de bidm- bo de plantas trepadoras, hahía una "balsa enladrilla de azulee- jos blancos, por la cual pasaba el agua que salía de la fuente, limpia, clara y soleada,. La se- fñorita había pensado que el se- fñorito, acostumbrado al baño diario, tal vez quisiera utilizar- la. Rafael tornó a desvestirse y a ponerse su fresco pijama de se- da cruda. Bajoal sitio indicado sin encontrar alma viviente. Ma ría Luisa estaba en la' Iglesia y el Magistrado en el campo...ja- más olvidaría Rafael la delicia de aquella ablución, bajo la ca ricia solar, en el camarín cubier to de madreselvas, heliotropos y campanillas azules. Los pájaros trinaban al valor por encima de su cabeza, la balsa era lo bastante grandecita para poder ic, le invitó a pazar las dos h6- ras de siesta con ella een el gran vestíbulo, llen3 de plantas Era la hora 2mouc>"rante y cajig nosa del sesteo estival, que eset año se prolongaba más de lo or dinaroi; ni una caballería tran- sitaba por la calle, donde los áleros de los tejados 'proyecta- ban una faja de sombra. Char- laron sin descanso; Rafael vol- caba todos los rnicones de su al ma, con un ceseo insaciable de ser comprendio. María Luisa le cía tranquiiizandose al ver que la conversación no volvía a to- mar aquel giro de ternura emo- cionada de la noche pasada. Di- ríase que tenía miedo aque un sentimiento demasiado profun- do se apoderase de los dos sin embargo, aurque Rafael no em- pleaba palabras que pudieran alarmarla, había en 'toila su ac- titud, en el fond> de esus ojos, en su misma voz, “algo” com- pletamente nu=vo que debía ha ber puesto en guardia a María Luisa. Quizá el mismo Rafael ' salír de la iglesia juntos, los ojos en los ojos, embaídos, mi- rándose prendidos de encanto en el sortilegio de una frase, ca minando sin mirar donde po- nían los pies, solían cambiar una mirada equivalente a un: —Esto está hecho. María Luisa iba enredándose en las mallas de esta devoción, que veía crecer espontánea an- te sus propois ojos. No quería confesárselo, pero era así. Con- testó a vuelto de correo a Lola Peña que le contaba en una car ta cosas de Guadaveloz, entre ellas, que- Caminito Rubio esta- ba muy alicaída y desmejora- “EL SOL” SEMANARIO POPULAR INDEPENDIENTE O Viernes 10 de Febrero de 1950. sar de 1 hospitalidad de sus pa-¡y cualquiera que hubiese podi-!venzo de que yo no he sido ca- ../. +rientes; pero el Magistrado no Después de este vis a vis tan! quiso oírlo. —¡Qué estás diciendo, hom- bre! Precisamente el cuatro de octubre son las fiestas, y en se- guida que pasen nos vamos no- sotros a Palma. Te vienes con nosotros entonces hasta Alican- te y de allí te marchas a Gua- daveloz, —Y así quedó arreglado. Mas estaba escrito que antes de las fiestas habían de acontecr gran des cosas. XXX —La correspondencia, seño- rita. —¿Como ha llegado tan tarde hoy?. —Es que La Alcoyana trajo retraso a causa de la lluvia. —Es verdad que esta maña- na llovía. Toma, Rafael, esta carta es para ti. La voz de María Luisa tuvo un ligero estremecimiento, el cual puso en guardia a Rafael. Tomó la carta, la miró...!Virgen del Rocío! ¿Se había vuelto loco él o era, efectivamente aquella la letra de Caminito? ¿Y qué se le ofrecía a Caminito, para qué le escribía, qué quería de él? Aquella carta era como una bomba —Con tu permiso niña. —Eres muy dueño. María Luisa parecía absorta en la lectura de un número de El Hogar y la Moda, al que a- |cababa de romper la faja, pero una vaga angustia oprimíale el corazón, ¿Para qué le escribiría Caminito a Rafael? Aun se vol- verían a arreglar, vaya. Bien ha bía tenido carta de Caminito; con la amistad que tenían de- bía' decirselo. Y claro que si no se lo decía era porque. no, Virgen de Gracia! que no se arreglaran. Pero....!qué egoísta era! ¿Por qué no habían de a- rreglarse... si con' ello era feliz “|Rafael? Y sólo de pensarlo se le llenaron los ojos de lágrimas. Si esto tenía que ellegar; por al go su cabeza, más razonable y juiciosa que su corazón, le ha- bía estado dicendo desde el pri- mer momento que se pusiera en guardia, Y ella, bobalicona, «ton ta "más que tonta, dejándose -prender en el encantamiento de aquel buen mozo...!en seguida, lo soltaba Caminito Rubio! —Oye, María Luisa... —¿Eh? —Lee esta carta, haz el favor. —¿Cómo? —Que leas esta carta. -—Eso si que no. Yo en cosas de novios no me quiero meter. —Lee esta carta— volvió a re- ¿petir por tercera vez. Y su tono era de mando, y en sus ojos ha- bía como una tormenta que a- ¡de llegar al fondo de aquellos ¡ojos hubiera visto aletear en e- ¡llos una emocionada ternura. ¡María Luisa pensaba mientras leía que era una cosa casi de milagro el que Rafael no hubie- se sostenido ninguna lucha al recibir la carta, pues, verdade- ramente, era esta una formida- ble tentación. Luego, concienzu- damente. Notaba en ella algo de falso y amanerado. Luego, le parecía imposible que una rxu- chacha como Caminito, que era bastante orgullosa y puesta so- bre sí, se rebajase hasta el ex- tremo de suplicar a un hombre. un atenuante en-el gran cariño que sentía por Rafael; pero-Ma- ría Luisa se decía que, aun que- riéndole con toda su alma, ella no hubiese podido descender de aquel modo. Y entontos fué cuando se hizo la luz; la mujer comprendió a la mujer y, noble e impulsiva, la muchacha excla mó, tendiendo la carta a Rafael: —Esta carta no la ha escrito Caminito Rubio, Rafael se quedó un punto sus- penso. —Lo celebraría, porque, al menos, guardaría de ella mejor ¡recuerdo. Pero ¿quién puede ha ber imitado su letra y hasta su estilo, tan admirablemente? —No sé; pero quizá algún día se averigue. Por de pronto, rec tifico y no le hago la ofensa de creerla su autora. —¿No te parece a ti eso...“de- fender el amor”? —No. Me parece solamente !“mendigarlo” Y siempre en el hecho de mendigar hay algo ba jo y humillante. Siento desilu- sionarte, pero, la verdad, es que no sería capaz de vender la dig- nidad por una limosna de a- mor... Primero me quedaría pa- ra vestir santos, por sécula sin fin. Rafael se echó a reir: era pre- cisamente el concepto que tenía él de 1 adignidad femenina. Aquella misma tarde, y sin una letra de explicación, la car ta fue devuelta a Caminito Ru- bio. Y Caminito Rubio al reci- birla, tuvo tan enorme disgusto que se dio a no probar bocado, y a no salir de casa, y a no diri- gir la palabra a los suyos, Des- de luego, que no podía figurarse quién había escrito aquello, pe- ro de su casa había salido. Y se sintió tan asqueada de los su- yos, y tan narta de sus cosas, .y tan deseosa de irse para. siem- pre de aquel hogar, donde nadie la comprendía, que se prometió ¡a sí misma casarse con el pri- mer hombre que le saliera. de todas maneras tanto le daba. No pudiendo ser con Rafael, que paz de escribir ese papelucho? Siempre pensará en mí, como er. una mujer sin dignidad, que se ha arrastrado a los pies de un hombre...de esa manera tan :innoble”. Y tanto me han con- movido a mí las lágrimas y los lamentos de la pobre muchacha que me he dado en cuerpo y al- ma a ver si puedo aclarar el misteroi. La primera cosa sería que se me pusiera i mí entre ce ja y ceja y no lo aclarara. Claro "es que me ha yaudado mucho Pancracio Luque, a quien le conté lo que ocurría... Y luego de muchas vacilacoines y de detectives, hemos averiguado que el alma encanijada de Ce- el desgraciado a qhdRd-Laucdn ledonio es el autor de la cartita. Es decir, el autor moral; porque el autor material es el desgra- ciado a quien llaman Simón..... el judío ese que vive en la ca- lle de Abd-ul-azis, y que no sé si sabrás que se dedica a nego- cios sucios. Seguramente no te habrás visto en tu vida, ni sa- brás quién es, pero le habrás oído nombrar y algo conocerás de su vida y milagros. Pues bue no: el estílo de la ejístola es de Celedonio y la caligrofía del ju- dío. Celedonio le pagó treinta duros por el trabajo y Pancracio ¡le ha pagádo otrus tantos pora' le diga la verdad., la cual can- tó, más que por avaricia, con tener mucha,.por miédo a que Pancracio le enrede en el juzgu do, porque Pancracio, que cono- ce al paño, se valió de esa ame- naza, “No quieras saber el furor de Caminito cuando se ha entera- do de.que el autor de la carta es su propio heszmano, y yo lo pongo en tu conocimiento, por- que es de justima y porque no quiero que ni un moménto más pienses mal de una muchacha decente.” —A esta carta, Rafael contes- tó sin detenerse una sola fecha; entre otras cosas le decía a do- ña Bala: “Dígale usted a Caminito que me he alegrado infinitamente al saber que ha podido pustifi- carse, pero que de ninguna ma- nera precisaba que lo hiciera, por lo que a mi respecta, pues cada vez que leía la carta, du- rante las escasas horas que la tuve en mi poder, más me con- vencía de que “aquello” no era posible que saliera de ella. Y que si me apresuré a devolvér- Isela, fue por lo que de compro- metedor tenía. Mi caballerosi- dad no me permitía guardarla ni-una “hora.” El recibo de estas letras pare- ció tranquilizar a Caminito, pe- t da, pero que frecuentaba todas [|sustó a María Luisa—. Léela, ajera “el hombre”, igual temía q' ro fue el último golpe de g:acia las reuniones y que parecía po- nerle muy buena cara a míster Davys. 'Luego era cosa decidi- da “su rompimiento con Rafael! ¡Qué inmenso suspiro de alivio descansó el pecho de la moza! Pero no lé dijo nada a Rafael. Hacia los postreros días del mes, Rafael habló de marcarse; ver si a ti te producerla misma impresión que a mi. “María Luisa -leyó y, a cada frase, el más formidable asom- bro se plasmaba en sus ojos in- genuos. Era una carta carente fuese, míster Davys, que el sa- cristán de las monjas. “Un hom bre”, un pretexto para abrir las alas y volar del nido y sustraer se para siempre a la tiranía fa- miliar. !Qué ironías. las de la para sus «esperanzas moribu¡n- das. 'Ni una sola palabra de ca riño, nada entre líneas, ni un resto de aquella divina ternura que les unió tantas veces fren- te a las adversidades de la vi- en absoluto de dignidad: la carjsuerte! Esta valentía que llega-|da! Nada, nada: la fraildad ta en que una mujer, desdeña- da por un hombre, se ofrecía” a ba tan fuera de tiempo, cuando ya no hacía falta, cuando con ella no había de defender la é1 rogando con toda suerte de más absoluta... !la horrible frialdad de la muerte! Y ahora, a reír, a bailar, a A AA AAA no sabía támpo>co que aquel BANKING BY MAIL is as fast and safe as the la parecía ya demasiado abu- Jnited States Mails; it's as convenient as your own mail-box; it's lagoterías y arrumacos, Era la carta que eCeledonio Rubio no pudo conseguir que escribiera su hermana y que al fin, sabe Dios por qué medios llegaba a manos de Rafael ¿escrita? por Caminito Rubio. dicha... esta valentía fomenta-|flirtear, a divertirse, como si no da por la intensa rebelión” que 'llevara el alma hecha un hara- la galvanizaba, era lá que de-|po. ¿Pero, cuándo se moría una, bió haber puesto en juego al- [Virgencita del Rocío? gún tiempo antes, para salvar XXX el amor de Rafael. , Justamente la víspera de las Doña Celedonia, madre al fin fiestas de Benimel, día en que KK !su secreto: — y claro es, que él se adjudicó el de ePascual. A- gregaría a la zarzuela el dúo de la épera del mismo nombre y autores: “Yo tosco y rudo trabajador”, y así alargaría su intervención en la obra. Para “Jorge” conta- con Rafael Torres- Arias, cuya preciosa voz de tenor era insus- tituible. Escribió, pues, a Beni- mel donde por entonces se en- contraba el galán, pero la carta llevaba un aditamiento miste- rioso de que Paquito el Sochan- tre no habló ni a doña Bala, ni a nadie, Decía así: “Necesito otro favor para log Claro, que esto podía encontrar|husmear aquí y allá como los'pobres. El más difícil; porque con tu generosa cooperación — ¡aun cuando se lo enemigo que eres de las exhibiciones— he contado siempre por anticipado Es preciso que consigas que tu encantadora primita María Lui- sa, aceda a. encargarse del pa- pel de Marina. Su juventud, su belleza, su talento y su tempe- ramento de artista, que mejor que nadei conozco, por haber sido su profesor de música y de canto durante varias tempora- das, le aseguran un éxito ro- tundo. Su idea] voz de soprano, fresca y pura, y su excelente escuela, más por intuición natu. ral o por la valiosa labor de sus maestros que por mis humildes lccicones, son de Dios antes que |Suyas, y Dios se las pide para sus pobres. , Creo que bastará ¿con este ruego mío, pero si: es ¡preciso que la Condesa escriba a tu tío, o que :a madrina inter- venga, ambas están dispuestas a hacer cuanto sea posible. Con testa antes con la aceptación pa ra mandarte la particella, que ya se la tengo copiada a fin de que la vaya estudiando ahí. bes toda la zarzuela de memo- “En cuanto a tí, como te sa- ria— !Oh dulce recuerdo de Aú relia González” —no dudo que habrás de emular las noches bri lantes de tu amigo, el pirandón. de Gustavo Luis en el “Cervan- tes”, de Sevilla, Con tres o cua- tro ensayos, listo. “Una cosa no tengo; barítono: Pero ¿querrás creer que no me preocupa la falta? Ya lo téndré y bueno. ¿No sospechas? Pues cuando se confirme la nóticia, que hace unos días dio como rumor El Correo de Audalucía sobre la compañía que el 22 de octubre ha de debutar en el Cer vantos, volveré a escribirte, si antes no has reg:esado, como deseo, encargándote otra ges- tión, ésta, ruidosa y sensacio- nal.” á 1 “Te advierto que si todo.. esto es el cuento de “La Lechera”, y no aceptan ustdees, la función no. podrá darse, con sentimién- to mío. Y entonces, que doña Bala se avíe “o. Puehla de las Mujeres, hecha como el año pa- sado por las hijas del Notari> y sus amigas, bajo la dirección del inclito Secretario de nues: tro Excelentísimo ayuntamien- to. Otro que tallo! 1 María Luisa oyó horrorizada la proposición. 'Ella, represen- tando ante el público, con la salia pueblerina del Teatro Ta- mayo, rebosando de espectado- res! » —Que no, que no y que no, Por fin la convencieron entre Cuando María Luisa concluyó estaba desesperada, viendo a su'todo el pueblo andaba revuelto |$U Padre y Rafael. Este sintió su lectura, devolviola a Rafael, con un gesto casi de estupefac- ción. Y se miraron los dos de hi- to. en hito. des: —Ya vez como te quiere esa mujer..—insinuó temblorosa. hija perder las carnes, perder el y excitado zon la llegada de la coolr, consumirse en el encierro música, el glorioso volteo de las de sus habitacoines en una re- |campanas, los preparativos de beldía sorda, sin quejas, sim 1á.protocolo y el arribo de cuantio- | grimas..Empezarón las agarra das entre don Bernabé —que sos forasteros —muchos de los cuales no eran tales, sino indíge —¿Me quiere? !Extraña ma* |quería-mucho -4--su hija-=' y su nas establecidos en Barcelona— nera de querer! -. —Sí, extraña en efecto. —Creería que no es ela. —¿Y qué piensas hacer, Ra- fael? —Devolverle la carta. respetable consorte y aquella casa no-era casa:.éra. todos los demonios del infierno sueltos, haciendo de las suyas; Todo esto-se lo había contado “¡doña Bala a Rafael, con esa ofi- lacertó a llegar a las manos de -Rafael una carta que debía cau sar honda revolució nen los pla nes del Magistrado, Era de Pa- quito el -Sochantre, escrita en Guadaveloz, donde estaba aun —¿Como? —preguntó deslum 'ciosidad inoportuna de lás per-|de veraneo. una súblita legría de cantar con ella; de oírla en la “dulce niña de los mares”, esperando la vuelta del amad> ausente. —“Espera, niña, espera;- que vlverá ”.... Su bondadoso padre, dispues- to siempre a complacer a todo el mundo en las causas justas, fue el más encarnizado paladín de la fiesta de los pobres, Y en fín, los requerimientos mater- ocios de su tía la Condesa, y d las hermanas de Guzmán .el available without charge to all Valley National Bank checking account customers. , When you bánk by mail, you can make deposits or withdrawals right from your own home or office with-no-more effort than. taking the cap off your fountain pen. You can save yourself many unnecessary trips to the bank and the bother-of hunting. - fora place to park. You ean choose your own banking hours — any time of the day or night which suits your convenienca And, what's more, you'll find this service so simple and easy to use that a child would havé no difficulty in banking by mail. savings and ¿ .Of course, you can open a savings or. checking account by mail, too! 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María Luisa había vuelto a tomar.la carta de eCaminito y le leía detenidamente, poco a po co, como si sorbirea las pal1- bras y los conceptos A juzgar por el tiempo que invirtió en la lercura del pliego, no debió ha- cerlo una sola vez. Rafael la mi sonas chismosas que se matan por dar una noticia, en una car ta de cuatro carillas de papel comercail, que estaba leyendo el mozo junto a la fueute, en las primeras horas de una ma- fiana' de las postrimerías de sep tiembre. “....y como la pobrecilla está tan triste y tan desesperada, me he impuesto la obligación de ir a pasar a su lado un par de ho- ras todas las tardes, aunque me cueste un sacrificio, hijo, porq' lo que toca al saco de aire de la madre, es que no la puedo ni ver. Tiene una pena para morri se: no porque tú la hayas deja- do, aunque le ha dolido como si le arrancasen el corazón, natu- ralmente, pero era una cosa q' ya desde tiempo la estaba vien- do Venir, se lo daba la concien- cia, sino porque tú té hayas po- dido creer que ella ha sido ca- paz de escribir la carta que le has devuelto. Y lo que ella me decia llorando, el otro día, en su cuarto, porque ni a tiros sale de allí: “¿Como le hago yo creer | ; Por insinuaciones de doña Ba-¡Bueno —ansiosas siempre de te ¡la, concibió 1 aidea de organi- [nerla a su lado e nGuadaveloz-, zar en Guadaveloz una función|y que, claro está, por distintos benéfica para recaudar fondos |correos llegaron a Benimel, que con destino a la Conferencia de|brantaron al cabo sus terqueda señoras de San Vicente de Paul, que, con el título de “Nuestra Sefiora del Camino”, estaba es- tablecida canónicamente en la iglesia Mayor. Y desde luego eligió nada me nos que Manria, la bellísima * zarzuela de Camprodón y el maestro Arrieta. La función ha bría de celebrarse al final de oc- tubre, porque el resto de verani- llo— ya -avanzado— habría de ser dedicado a los ensayos proli jos. Pero ¿y la orquesta? ¿Y el cuarteto de voces? !Ahi era na- da!-Don Francisco tenía sus pro yectos. Comenzó por ensayar él mismo al orquestín. del Casino, que en su día habría de ser re- forzado con músicos de la capi- tal, ya conocedores de la inspi- radísima partitura de Arrieta. Luego escogió y ensayó los coros de cllas y ellos, con pa- ciencia benedictina. Por último, raba con una fijeza insistente ¡en mi inocencia; cómo le con-|habló de las primeras partes— des y la hicieron aceptr, aunque con miedo cerval, que no éra bastante a disipar Rafael con razones animosas. Ensayaban los dos; él la servía de maestro y de guía por conocer admirable mente toda la partitura. Lo ma lo era que no tenía piano, y no parecía cosa de ensayar dúos de amor en el órgano de la Pa- rroquia. Sea como fuere, “ensa- yaban. En la iglesia tenía que refre- nar el torente de voz que se le escapaba pará acomodarse a la suavidad monótona del canto litúrgico. Rafael 'se dio cuenta de que tenía una voz de timbre magnífico, muy semejante a la de Aurelia González, pero ni re motamente sospechó que su ex- tensión pudiera rivalizar con la de la famo:a tiple. Y ahora se encontraba sorprendido y bajo el hechizo de esta maravilla. Continuará Next Week