El Sol Newspaper, October 28, 1949, Page 4

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Página Séis, 9 CAMINOS —¿Tú te has fijado, que te mira cuando cree que no la ves? Pone unos ojos tan tristes, qu> a mí me da lástima. Hay mo- mentos en que parece que se ven brillar las lágrimas sobre el negro de las púpias. Mírala un poquito, Rafaél. —No. Me he prometido a m “Mismo -no mirarla en toda la —¿Y lo eumplirás? Sí que tie nes bien éducada la voluntad. —No: es que estoy resent:do. —Pues mira, ero de guardar” rencor es una cosa muy fea. —¿Sí? Y Rafaél al decir esto, son- riendo suavemente, hundió sus bonitos ojitos pardos en la dul- ce carita de la muchacha. Cami nito Rubio no perdía minucia de la escena mientras continuaba charlando con Mister Davys, y justo es confesar que unos ce- los tristes y amarguísimos se le enroscaban como culebras al co razón, porque la verdad era que tenía al poeta mucho más me- tido en su querer de lo que a su orgullo y a los planes de doña Celedonia convenía. Sentía el comezón de mirar a Rafaél fren te a frente de desafiar su mira- no se hace con ningún cristia- no, de negarle el saludo? !Y con tantísima gente como estaba viéndolo! Claro,. A la fuerza ha de estar muy dolido el pobre nozo. Pues, ¿entonces...? Nada, no. Que lo que toca a ella no se rebajaba ni por el emperador del Japón. Y, envarándose y con un leve encogimiento de hombros, que era toda una frase de desdén, continuó ahincadamente su charla con mister Davys, turu- lato y atortolado bajo la sonrisa maga y la mirada toda luz de Caminito,- pero sin perder de vis ta a Rafaél, que charlaba a más y mejor con la gatita mansa de Lola Peña. Vaya si estaban apro vechando el vals. Pero si con su actitud de desdén creía darle dentera a Rafaelito, andaba muy equivocada, porque él, fiel a su programa, no se tomaba el tabajo de mirarla siquiera. —Oye, Rafaél, mira tu primo Javier con quién baila... —?Con quién? !Ah, si! Esta noche se ha dedicado a las co- merciantas, que aquí entre nos- otros hay algunas que quitan el hipo dé puro bonitas... —Para bonita, tu parienta Ma da con el magnífico imperio [ría Luisa Alvarez. 'Chiquillo, q' de sus ojos “como soles y como 'palmito más estupendo! Ayer es almas”, de estupendas pestafias|tuve a verla. No la conocerás. de terciopelo; los ojos amados|En dos años se ha transforamdo por el poeta que los había can- tado en sus mejores versos5....,.. A ver si entonces el orgullo de él se resistía, a ver si es que no se entregaba dominado y sumi- so; pero también esa mirada equivalía a una concesión, y en cierto modo a una insinuación, Y no: lo que toca a ella no se rebajaba así. Pero, vamos a ver, le decían su conciencia y su sentido común: ¿Quién tiene la culpa de que él se haya forrado de esta actitud de frialdad? ¿Te ha ofendido él, te ha molestado, te ha disgustado en algo? ¿No se fue a Madrid siendo muy buen amigo tuyo, ele amigo a- pasionado de las reuniones de invierno, el poeta que cantó tu belleza? Entonces, ¿qué culpa tiene- él de que tu madre sea una loca que se le haya puesto en el moño la idea de casar a Lucita con Juanito y a ti con Ja vier, y de que por no haberlo podido conseguir le haya tirado los trastos a la cabeza a la Con- desa, ni qué tiene que ver todo eso con nuestra buena amistad para que tú hicieras lo betta] más aún, la judiada, porque eso¡ How Much Should a Man Be Worth ab — p00? Some folks honestly believe that only per- sons of great wealth need to have Wills. Actually, any man or woman needs to make a Will if he — or she --- owns a home, an automobile, savings bonds, a bank account, or other possessions. Only by making a Will can the say about the distribution of his possessions when the time comes to settle the estate. Another advantage is that a properly drawn Will protects an estate against needless shrinkage because, in the hands of an ex- perienced and competent Executor, a Will makes possible gubstantial SÍ, ya me lo han dicho... —¿Aún no la has visitado? —Me enteré ayer que había venido. L veré cualquier día de estos. O quizá esta misma noche si viene al baile. —No vendrá, —¿Ah, no? —Su padre no quiere que bai- le y tiene razón, porque es muy jovencita; y dice que para ir al baile y no bailar preferible estarse en casa. Rafaél no hizo ningún comen- tario El vals se había concluído y fueron a sentarse juntos en- tre un grupo muy alegre del q' formaba parte Pancracio Luque, siempre tan dicharachero y ocu- rrente. Rafaél reía las chanzonetas de Pancracio, pero sin que él a- certase a confesarse la causa, sentía un vago malestar, una sensación de hastío y aburri- miento, como un vacío espiri- tual que no llenaban ni el am- biente frívolo, ni las fores, ni as luces, ni la belleza de las mujeres, ni las melodías del ter ceto. Así fue cuando preludiaron un nuevo baile, precisamente Tf you want to sions go where stocks, jewelry, owner have any “EL SOL” SEMANAiIO POPULAR INDEPENDIENTES — uno de esos tangos señtimen- tales que él bailaba como na- die, quizá porque la música es- taba de acuerdo con el fondo romántico de su carácter, dejó intencionadamente que fuesen sacando a bailar a todas las muchachas de su grupo. No que daba ya ninguna disponible más que Lolita Peña a su lado, y allá enfrente, en el otro extre- mo del salón, Caminito Rubio, pero ésta salía en aquel preciso momento con mister Davys. Ra- faél disimuló una sonrisa: el in- glés bailaba como un oso. !Po- bre Caminito! La verdad era q' el asedio de mister Davys la es- taba perjudicando, pues con eso de que corrían voces volanderas sobre si estaban o dejaban dej¡ estar en relaciones, los mucha-| chos se habían retirado discre- tamente dejando al extranjero dueño del campo. No era ésta la sola causa del vacío que des de algún tiempo a esta parte se le hacía a Caminito; lo cierto era que la muchacha se estaba haciendo impopular y no por su causa, sino por las pretensiones y los desplantes de su madre, que no se mordía la lengua en lo tocante a encontrar faltas a todo hombre que se acercaba a Caminito. Indudablemente, a pesar de ser esta noche la figura central del baile por lo maravillosamen te vestida que venía y por la gitanería y salero de su garbo. ¡Caminito se aburría ni más ni menos que Rafaél Torres- Arias. Y een ello estaba pensando Ra- faél cuando Javier Guadaveloz vino a llevarse a Lola Peña pa- ra bailar. —Te participo que yo bailo muy mal el tango, Javier. —Con esa cara tan reteprecio- sa, es imposible que tú hagas nada mal en esta vida, niña. —Lo mismo me dijo Rafaél cuando el vals. —¿Tú ves? Es que las perso- nas de talento coincidimos. —Y a falta de abuela me lo digo yo, Bueno: siempre lo haré un poquito mejor que Mister Davys? ¿No os recuerda aquel oso grande que trajeron los hún garos este invierno pasado? A- quí te dejo el abanico Rafaél, digo, si es que no piensas bailar —No, no pienso bailar. Y se quedó allí, sólo, mustio, ensimismado, haciéndose viento con el fastuoso abanico de plu- mas de avestruz, mientras sus ojos seguían, con una especie de cansancio, el ritmo de las pa rejas que bailaban el tango. xXx Desde el zaguán, donde depar tía con el Juez y don José Zorri- lla, Rafaél la vió llegar banca y gentil, del brazo con Caminito Rubio, y sentarse los dos en ale [ Iga expresión de angustia... co en la mano, cruzó el zaguán ¡soltura y cogiéndose al brazo de y entró en el salón. Aun no ha-|Rafaél contestó graciosa y ama- bía llegado junto a ella p ya [ble al otro mucnacho: Caminito Rubio habíía palideci-| —!Ay, cuinto Jo siento, hijo do teniendo en los ojos una va-|mfo! Luego será, «on mucho gusto. Ahor<... tengo pareja. Rafaél no podrá decir nunca Adentráronse en el baile y cómo aconteció; pero todo lo su:ocuparon su sitio. Conversaban cedido fue como guiado por lajcuando las parcjas pasaban pa- mano invisible de un geniecillo|ra que el otro turno trenzara las retozón que disfrutara cotocán- figuras. Qué charla de encan:o dole frente y a merced de la dul¡fue aquella charla? Ni él ni ella ce enemiga, toda temblosillo y |hicieron alusión al disgusto de afectada de sorpresa y de temor|sus dos familias; se contenta- y de esperanza.... Y ocurrió que|ban con sentirse locamente feli- cuando se acercaba él a las dos|ces por estar juntos, por poderse muchachas, Paco Vélez se llevó|mirar, por estrecharse las manos ¡a bailar a Lola el rigodón que|golosamente, cada vez que las estaban preludiando, y Rafaél |figuras del baile les ponían en se quedó con el abanico en la|contacto. Jamás se sintic*m tan mano y a dos pasos de Camini- poseídos de ilusión como en es- to Rubio, sintiéndose el blanco|ta noche, envueltos ambos en la de todas las miradas de la sala.|sed de amar y sin atreverse a Sin atreverse a iniciar la retira-|rozar con una sola palabra el da, porque le parecía una gro-|misterio del amor que les aso- sería, y sin decidirse a avanzar, |maba a las pupilas extasiadas. porque todo su amor propio se|La Charla trivial era una panta encabritaba, y sientiendo al mis|lla tres de la cual habanban los mo tiempo unas ganas locas de|ojos elocuentes una conversa- romper todos los diques y todos ; ción distinta que soamente e- los frenos, desbordándose en paj¡llos sabían interpretar. Sigu'e- labras apasionadas de una ter-|ron juntos en los descansos, en nura intesa, Rafaél estuvo du-|el bufete, en los demás bailes. rante unos segundos sin dar pie|El hijo del Registrador no pudo con bola; pero tuvo la ocurren-|bailar con Caminito, porque, a [cia de mirarla a los ojos... aque Pesar de su promesa, fue toda llos ojos húmedos y brillantes|pPara Rafaé Torres- .-Arias. Todos que tenían en este momento de|los bailes que quedaron de a- sinceridad una duzura suavísi-)quella memorable noche, los ma que nunca les conociera Ra-¡baiaron juntos. Rafaél y Cami- faél y decían claramente la sú-;no; sin decirse nada, sin concre- plica, el llamamiento de su al- tar nada y diciéndoselo todo con ma entregándose una vez más. [los ojos. Como un alucinado, Rafaél se a- Me miras y te miro, cercó. Ella estaba sentada en el callas y callo...; diván del ángulo; sin dejar de¡con la caricia de la voz, llena de mirarla, como prendida también | vibraciones y trémoos exquisitos de un sortilegio, recogió el vuelo|se deshizo en delicoisa intimi- de su falta, que sobre el asiento |dad todo el rencor y el agravío, parecía el ala de una mariposa |y así transcurrió la noche bajo como invitándole a sentarse con|la mirada sorprendida y algo este mundo ademán. Rafaél no|moeslta de doña Celedonia que, PP PP PP ño . se atrevió por el momento a tanto; inclinose con cierta cere- [tuvo flechadas durante toda z. través de sus impertientes, la monia delante de ella y dijo un|noche a la gentil pareja, y en- poco cortado: —Venía a traene a Lola Peña su abanico... Me lo dió a guar- dar mientras bailaba el tango con Javier. —Lola está bailando con Paco Vélez... —murmuró Caminito, también a tropezones. tre el general asombro de todo el concurso, el cual no se expli- caba este acercamiento inespe- rado y cordia de dos personas, al parecer, incompatibles. Allá a las tres y media de la madrugada se dio por termina- do e baile. En el vestíbulo se juntaron la familia de Caraban- —Sí, ya la veo. Bueno, pues, che] y Rafaél Torres Arias, mien ¿quieres hacer el favor de to- marlo tú y dárselo cuando aca- telado, be? tras, éste, completamente amar deslizaba con los labios pegados al oído de Caminito Lo tomó; un momento, se roza |una duce y tierna despedida y' ron impensadamente sus manos |envolvía una cita para el día estremeciendo a Rafaél como si |siguiente, le hubiera tocado una corriente eléctrica. Después de esto, el mozo hizo un movimiento como para marcharse; entonces surgió —Que duermas bien, precio- sa... y que sueñes conmigo... —!Tonto! —A ver si te equivocas y me en Caminito un espíritu de lu-|confundes con mister Duvys. Mi cha, No, no quería que se fue-|ra que te-lo conoceré en la cari- se; necesitaba, quería tenerle gre plática bajo las hojas de las|ra una sola palabra de cariño. plantas del ángulo. La mirada¡Verle, tenerle a su lado, era bas de Lola avizoró la sala en busca¡tante. Y puso en actividad todo de Rafaé y su abanico; sin du-|su ingenio pada lograr el triun- da,la chiquilla sentía el calor fo de detenerle. Ya había dado desusadamente, después de la ¡Rafaél casi media vuelta para danza. Decidido, Rafaé Torres-|murcharse, cuando la vocecita Arias tiró el cigarrillo casi re-|temblorosa detúvole con una fra cién encendido, y con el abani-|se trivial: —¿No bailas este rigodón, Ra- faél? Torres- Arias sintióse envuel- to en una ola de dulzura y de ta, mañana, cuando nos veamos lallí con ellla, aunque no la dije ler: la esteción.... Doña Celedonia se 10mpía la garganta a fuerza de carraspeos y de toses, pero nadu. Como si no la ayeran. Don Bernabé, em- pinándose, porque era muy ba- jito, pasaba las “moras”, para lograr ponerle la salida de tea- tro a su corpulenta costilla, y, mientras Rafaél, hacía lo pro- pio dejando caer el abrigo blan co sobre los hombros de Camini to, que sujetó le leve prenda con rápido adamán, rozando ligera- make sure fhat your posses- you want them to go, have your attorney draw up your Will, naming the Valley National Bank as Executor. Then you can be sure your wishes will be carried out to the letter. With experienced Valley Bank trust officers in charge, your estate will benefit by. the coHective know]- edge and sound business judgment of many men, each an authority in his field. 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COMMUNITY MEMBER FEDERAL DEPOSIT INSURANCE CORPORATION VALLEY L ICE A BANK NA x == Vo Q IN ARIZ( sipmpatía tales, que todo él selmente la mano del mozo consla detuvo deslumbrado y confuso. |manecita morena y cuidada q' Contestó, sin saber, acaso, lo Q'|se deteniía cogida al abrigo, so- contestaba. —No. Nunca me hán gusta- do los rigodones; es decir, me gustan, sí; en un gran salón, con el fausto de los trajes de' cor tes, las largas colas, el oro de os uniformes y el destello de los brillantes.... pero, aquí, con trajes cortos, degollando lah re verencias señoriles en este am- bienete hostil al ceremonial y al protocolo, la verdad, me pa-' rece un poco fuera de lugar. —!Ridículo!...? —Tanto como eso., Pero es q'| tampoco me acuerdo de las fi- guras. Como eso ya no se baila en ninguna parte... A lo mejor me confundo y haga reír. —¿Quieres que Je recordemos los dos? —susurró, bajando la voz, en acariciador murmullo, que hizo sentir un latigazo de emocion a Rataél.— Vamos a bailarlo, Rafaél Hablaba decidida, y al mismo tiempo suplicaba con los ojos... El comprendó que le ofrecian una reparación pública, allí a la vista de a gente y, sobre to- do, en presencia de doña Cele- cConia que no les quitaba los impertinentes La última portes ta de orgullo libró una batalla con su generosidad: no era de caballero negarsz a facilitarle a una mujer los medios y la oca sión de enmend:..r un yerro. Y en esta ucha estaba cuando el hijo mayor del Registrador vi- no a sacar a bailar a Caminito un momento, sólo un momento no más se crruzaron los ojos con los de Rafaél, pero fue lo bastante para saber a qué ate- nerse. Levantose con natural bre el propio hombro. Caminito cerró los magníficos ojos en un éxtasis de emoción íntima, El no pudo verlo porque estaba a su espalda; pero sintiola tem- blar y vibrar sacudida por ralgo intenso que aquel temperamien to apasionado comprendía muy bien. Inclinose más todavía, jun to a su oído: —!Mi vida!... temente. Entonces ella, coma electriza- da, se volvió toda entera. La mi- rada de sus ojos turbados per la más deliciosa emoción, fue una repuesta que eehloqueció a Ra- faél. ¿Qué se le daba a él de q' Carabanchel Bajo y doña. Cele- donia no le miraran siquiera? Bajo el encanto de aquella in- esperada y magnífica mirada lu minosa, el mozo quedó en pie sobre e portal del Círculo, vien- do con ojos extráticos, donde palpitaba una viva ilusión, có- mo se alejaba la airosa figura de Caminito envuelta en las teé reas pasas de su blanco alquicel En esto, salió Juanito Fachada y le dió un cariñoso pescozón; después, éste, siguió a su fami- lia. Rafaél volvió en sí; encontrá- base atónito, mareado, sumergi- do en las ondas de armonía de un ideal y delicioso mundo de ensueño, rezando o repitiendo a quella cantiga del poeta: —/igo fotando en ondas de armonía rumor de besos y batir de alas, mis párpados se cierran..íQué sucede? —!Es el amor que pasa! Xxx —rezó fervien- Cuando salieron del Casino, Rafaél, Javierito Guadaveloz, Pancracio Luque y otros compin ches, después de haber aporrea- do el piano, tocando, como Dios le dio a entender, el charleston Hallalujah, de Joumans, venían por e Oriente las claras del día y el sacristán de la Parróquia abría la iglesia para la Misa de aba y se asomaba a los porches, somnoliento.... CAPITULO V Los Nardos ---Piensan los enamorados; piensan, y no piensan bien, piensan que nadie los mira; y todo el mundo los vé, For las celosías pintadas de verde, quería entrar la luz ce- gadora de una tarde agosteña. £un duraba el sopor deprimen- te de la siesta canicular, y aun estaba Rafaél inflamado de re- sultas del calorazo tan atroz q' cogió trasandándose de dos a ” tres de a tarde, y en el caballi-! to de San Francisco, desde la Huerta de las Gallombas a Gua daveloz. Sentado en una cómoda mece ¡Cora de rejilla junto al mirador ¡protegido por monacales cela- 'sías corridas, que así y todo no ¡ograban evitar por completo |el ofensivo resol, Rafaél apura- ba con ansia el refresco de li- món que Lola Peña acababa de ofrcerle, compadecida de su as- pecto congestionado. Sobre Ir: baldosines del patio se oía el chorrito sedante del agua ge- teando de las regaderas; un rati to no más y se sentarían entre las floridas macetas, bajos los arcos perfumados del patio «2 ensueño y maravilla. La voceci ta de Lola tiene un trémolo de impaciencia al acosar al am'go de la infancia. —Pero, dime la verdad: la has pretendido en regla? ¿Has... - pronunciado las pal..- bras sacramentales? Sí o no, co- mo Cristo nos enseña. Rafaél dejó pausadamente 30 bre la cercana mesita el vaso ¿purado del refresco, limpio :e los abios con una primorosa ser villeta, y contestó lealmente. ¿Qu —No. La verdad es que no le; he dicho nada categóricamente. —Ya. —Entre nosotros, hasta le fe- cha, sólo ha habido miradas, alguna palabrita vehemente... La emocionante despeedida de ¡la noche del baile de Santiago. ¿Creo que ya te lo conté. —Sí, ya me lo contaste. 4 —Pues eso es lo que hay. Ni .petición explícita de relaciones, ni promesa ni palabra formal alguna entre nosotros. —Poco es para que doña Ce- ledonia , dándolo ya por echo, esté a todas horas trinenda con- tra el noviazgo. —¿Ves tu? Precisamente por no darle pie a doña Celedonia por poder contestarle siempre con un: ¿tú qué te has creído? no es aún Caminito mi novia. Yo ya hubiese hablado más de cuanto ha, pero por eso, por eso, Orgulloso no soy, tú ya me co- noces, pero tengo mucho punti- llo; y porque me levantan am- pollas los desprecios de la vieja esa, estoy pretendiendo a Cami- nito con una serie de precaucio- nes que te darían risa si te las contara. —Pues, hijo, de poco te han servido, porque todo Guadave!oz está lleno de que sois novios... y de que los paás no te quieren —!Maldito sea!... —Pero, iestás como San Jino- jo en el cielo, Rafaél? ¿No dice el refrán que el amor y el inte- rés no pueden estar ocultos? ¿O es que.te crees que la miras a ella... lo mismo que a mi, pon ¡go por caso? ¿Te figurás que no |se sabe todo? Mira, anteayer, pa ir más lejos, estaba yo con [08 y con la de Zorilla pasando la tarde. Mientras nosotras ha- cíamos labor, Caminito se puso a tocad el piano, fue tocando valses boston primero y cosas más serias después. Luego, yo le ta a perecer y ella toca muy re- quetebién; bueno, pues, en lo más interesante se oyó al pie de la reja un tumulto de charlas de hombres que debían salir de Casino, y entre las charlas, tu risa, Rafaél. —Verdad. Como que me reí a cosa hecha para que me oyera. —Bien; pues oírte ella y dejar e nseco la Sonata fue obra de un instante. Y en lugar de los acordes graves y solemnes de Beethoven, sonó en el piano co- mo una carcajada de juventud, la música frívola del Minuetto Azul.. ¿No sabes por qu? ¿No te dice nada ese pormenor? —No... Mejor dicho, sí. La mú sica de los minuttos, ya sean a- zules, o verdes, o amarillos o de cualquiera otra color, me lenan de surgerencias versallescas; son en mi fantasía una evoca- ción le reverencias galantes. Viernes 28 de Octubre de 19149. volidades muy siglo dieciocho, de... —De naranjas de la China. No seas hipócrita., ni andes con .e- sos dGisimulos conmigo, que te conczco. El Minnuetto Azul es desde la noche de Santiago un lazo de unión entre vosotrus; su música tiene para vuestras almas un lenguaje explícito que los demás no comprendemos. Tú sabrás qué recuerdos y qué memoranzas de cms»ción hay unidos óntimamente a esas no- tas. Pero no quieras comulgar- me con ruedas de “molino ha- ciéndome creer que esa música no te dice nada; cuando ella la toca al sentirte cerca es porque sabre gue tú entiendes lo que con sus notas te dice. Y sin embargo, Lolita, desde aquella noche no hemos vuelto a lablar con sosiego, porque a. día siguiente, al anochecer, C3- tuve en la estación para ver si podía decirle dos palabras y allí estaba con las del Registrado1. .Pero con el zorro de Cataban- chel Bajo, que no sé por qué se me antoja que ha olido algo y no nos pierde de vista. !Odiota Pues, bueno como te decía, no es que hemos convenido en con- cederle de común acuerdo un ienguaje especial al Minnuetto Azul, y no obstante, ese Minnu- etto es nuestra sombra lírica. —¿Vuestra sombra...lírica? —¿Tu no has visto lo que ocu ne en muchas obras musicales, en las que cada personaje tiene s.1 motivo especial que le acum- paña. o mejor que le anuncia? Acuérdate de la graciosísima es cena muda de “La Casta Susa- na”, y de “La Bohéme” y de... —Bueno sí, pero... —Pues mira, niña, nuestra sombra lírica, desde el baile de Santiago es el Minuetto Azul, Cuando e oigo oda mi alma vi- bra y entre ella y yo, aurque no no3 veamos, la intelig»1cia sin palabras queda establecida —Si; de eso ya me di cuenta el otro día, pero es preciso que sepas que también en casa de amino se la han dado, ¿estas? Sea como sea, el zorro de Cele- donio, que las coge al vuelo, se ha tragado la partida; aquella tarde entró como una tromba en el gabinete; ni buenas tardes dijo: y se encaró con e! pobre Camino y le silbó como una cu-* lebra, con los dientes apretados y todo, no creas: “Oye tu, que sea la última vez que te oiga yo tocar esa porquería cuarído pa- se “ése” por la calle, porque de una patá te deshago el viano.” —-'BeBstia! —Y al día siguiente, doña Ba- la, que ya lo sabía, me preguntó a mi si era verdad. —'Caramba! —Conque de poco te han ser- vido tus disimulos. Mira, Rafaél yo que tú, ahora, antes de que te entre más adentro, le echaba el cerrojo al asunto. A —No; es cuestión de amor pro pio: Y ella me gusta... —Mira que son muy brutos y tienen muy repoquísima con- ciencia, y algún día dicen de ti alguna barbaridad... —Y yo le rompo le jeta a que sea, así fuera la mismísima do ña Celedonia. —Pues ahí esta, hijo, ahí es- tá; que no veo yo la necesidad Ide todo eso y que vales tú mu- cho para que esa gente te lleve como un trapo de aporrear mos- cas. !Anda y que se vayan todos a la gran China y que se estén allá hasta que hagan rogativas para que vuelvan! Yo, en tu pe- 1 llejo, dejaba el asunto como es. * tá y a tu grulla, aunque sea con un pie. —Bueno, ya veremos. Y Rafaél, indignado contra los odiosos Carabancheles, le- vantose decidido a darles un dis gusto serio, a poco que Camiinto le haciese cara. ¿Sería lo bas- - tante valiente para ello? —¿Qué es eso? ¿Ya te vas? —Sí; he venido de las Gallom bas expresamente por verla. Ha- pedí la sonata quinta de Beeth!ce siete dias que no la vea ni oven, que es cosita que me gus!por una aspillera. Mira, mira es to y te convencerás. —?Eso qué es? —Un almanaque donde apun- to...mis cosas. Lolita Peña cogió el minús- culo almanaque y puso los ojos en el lugar que señalaba e de- do fino y bien cuidado de Rafa- €l Claro está que para ella era todo aquello como un jerogífico. En el 30 de julio decía: “Vi dos veces”. “Bien”o,.. “regular”, o “felicísimo”, 0... “muy mal” Ultimamente estaba todo en blanco (siete fechas), desde uns domingo en misa de doce. Lolita devolvió al muchacha el almanaque. —Bueno, haz lo que quieras. pero yo sentiría mucho...Oye, q' te dejas los nardos. —-Ay, si! Se los he quitado a Urbana de las maceats. —Serán para ella? —Claro. ¿Quieres uno? Mira de pleucas empolvadas, de fri- que te lo doy muy a gusto.

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