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E chachas casaderas del pueblo. ¡de verano en casa de las ilus- o] CAMINOS CAPITULO PRIMERO Retablo Mayor Me miras y te miro, calas y callo y así nos estaremos doscier:tos años. Pero te advierto que.si tú no te explicas... yo no te entiendo. (Copla popular) Paquito de Sochantre, al oír silbar el viento en la esquina de la Plaza de la Virgen del Ca- mino, se evantó con presteza hasta los ojos el blando tapabo- cas de lana del Pirineo. Era la noche fría y cruda; una noche con aire de nieve que predecía una temperatura endiablada pa- va los próximos días de Pascugz d> NMavidad. Con paso firme, haciendo “tren te al viento que se le vería en ecunira, Paquito de Sochaatre fue haciendo camino por la c+- lle recta y larga, con edificios n.odernos, csaas de dos y tra: pisos, que ofrecían, por su ele- gancia un poco frívola señalan. do contraste con el ancestral empedrado de guijas del río, noche, hora en que todo buen guadavelocense, o está cerrándo|¡ o ha cerrado ya y se ha refugia ido en cualquier casa en busca ¡de la cotidiana tertulia, cuando no se ha instalado al amor de ¡la camilla para leer la prensa. Los pasos de Paquito resonaban con un eco seco y cortante, co- mo golpes, sobre la acera de la plaza. Esta plaza erá un rectán- gulo de hermosas proporciones, adornado con naranjos agrios, acacias de bola y palmeras da- tileras; sus bancos eran de hie- rro, como los de la Plaza de las Monjas de Huelva. En el centro, una fuente de, azulejos sevilla- nos con varios caños de agua abundante; ya a un lado del rec tángulo, el pequeño quiosco per manente para la aBnoda Muni- cipal que lo sjueves y los do- mingos —de día de invierno y de onche en verano — tocaba invariablemente una selección de La Verbena de la Paloma y La Pavana, de concierto, del maestroLucena. Sobre el rojizo aibero de esta plaza, las niñas entonaban, a veces, bajo la caricia del sol en pulcro y primoroso con encinta- las mañanitas de invierno, o al dos adoquines de Gerena, pues. | fresco rde los crepúsculos estiva tos de canto, y con el aspecto se ñaladamente retrospectivo del resto del pueblo: arrabales de callejas tortuosas, con humildes! casas de un solo piso y plazas | terrizas con acacias y alientos ribeteadas por bancos de hierro o de ladrillos donde esplenden los primores de su arquitectura renacimiento y de sus forjas complicadas las clatro o cinco casas solariegas que han dado a Guadaveloz su fama de pue blo señoril y aristocrático. —'Caray, qué gris más tino! —oyose murmurar a Paquito, mientras resbalaba sobre la les, el cancionero de los jardi- ¡nes.: Don Juan de Villanaranja, lo bien qnue fuma, lo bien que habla; tiene labarriga llena de vino blanco y de vermut; En el rectángulo presidía la magnífica iglesia Parroquial Matriz con su bella torre cuadra da y mocha de precioss ajime- ces mudéjares. Esta torre esta- ba fuera del recinto de la igle- sia y separada de ella por un patinillo andaluz donde había un pozo con brocal marmóreo, hierba que crecía en el intersti- [que hacía ostensible su antigue cio de las guijas, poniendo su|jdad remota con restos de ins- nota fresca y verde en las ca. 11 essobre todo el invierno. Y, arjustándose bien las pun tas del rebelde tapabocas, que volaba hacia la espalda empuja do por el viento, dobló la esqui na de la calle, que era la de Ca- nalejas, una de las mejores de Guadaveloz, y entrose en la pla za Mayor, llamada Plaza de la Virgen del Camino, en busca del Casno donde tenía citado al bueno de mister Tristán Davys, el de la luz. Por las calles no transitaba, un alma. Habían da- do ya las ocho y media de -la cripciones ilegibles. En esta noche de crudo di- ciembre, apenas se percibían más huellas de la floración del panitillo, que u ntenue perfume de vioetas tempranas. Paquito se descubrió devotamente al pa sur frente a la puerta del tem plo, y cruzó en tres zancadas la plaza, entrando como un tor- ¡bellino en la pajarera del Casi- no donde hasta una docena de pollos desocupados se aburrían de café, mientras pasaban revis ta, por milésima vez, a las mu- charlando ante una media taza| “*L SOL” SEMANA45:10 PUPULAS INDEPENDIENED o A Faquito se quitó prestamente gabán, sombrero y bufanda y neirc ble y flemático inglés ge- sente de la Compañía de Eilre- wicidad Je aguardaba ante su taza, va vacía, Y mientras Sen- tado en la misma mesita que mister Davys sorhe, palad?ándo lc, su taza de moka y su copita de coñac, diremos al amigo) ice tor dos palabras de presenta- ¡ción sobre el personaje al cu, |nosotros, como el vulgo, hemos [llamado a Paquito de Socvhan- ¡tre y que, sin embargo, no ha ¡Sido nunca sochantre. Llamábase don Francisco Or- tiz de Zárate, y era de hidalga cuna. Tenía una excelente voz de bajo. Desde muy joven había demostrado rars aptitudes para la musica, pero su familid, veni da a-menos, nada pudo hacer para cultivar aquel tesoro, su- pliendo esta falta de Diputa - ciónProvincial, gracias al conde de Guadaveloz, a sa sazón pre sidente; y Paquito Ortiz de Zára te obtuvo una pensión para el Conservatorio. Sus notables pro gresos le llevaron a Italia. Vol. vió a España triunfante y se dió a conocer, en una inolvidable primavera, cantando Mefistófe- les, con un éxito ruidoso y mere cido, en el Teatro San Fernando de Sevilla, Antes, había canta- do la particella de bajo del fa- moso Misierre, de Eslava, en sus tres audiciones oficiales de aquel mismo año: ei ensayo general (martes santo), en la Casa Lonja, y en la Catedral el miércoles y el jueves. Los versí culos Ecce enim y Libera me q' integran la susodicha particella ide la divina partitura eslaviana encontraron en el grande artis. ta un notable intérprete; pero su carrera de triunfos había de ser brev2. Fue a Italia y aes- pués «Je ua ruidoso y triunfal debut en la Scala de Milán alcanzó gloria y nombradía; al [gun tiempo más tarde y en ple na apoteosis le sorprendió la in tervención de Italia en la gran guerar mundial. Las penalida- des inherentes a tal estado de cosas le agobiaron. Enfermó gravemente y, cuando puro re- gresar a España, se encontró fi sicamente imposibilitado de continuar ejerciendo en la es- cena. Repuesto, y recuperada su hermosa voz, para vivir, dedico se a cantor de capilla religiosa; y ya fue insubstituible como se gunda voz en los brillantes cul tos sevillanos, sobre todo en los de Cuaresma. Y en os de toda Andalucía, porque no había no vena solemne, ni función princi pal en todo el Condado, ni en todo el antiguo reino árabe, en los cuales no figurase: como elemento piimordial Paquito de Sochantre. Solía residir en Sevi lla habitua' mente y si le encon tramos en Guadaveloz en las postrimerías de este mes de di- ¡ba pasar las Navidades, Año ¡Nuevo, Reyes y Un par de meses acudió al rincón donde el impe; ciembre, es porque acostumbra! l, just a few minutes, the lucky Eskimo can mend a leaky roof or build a lean-to on the family igloo, using blocks of ice that are his for the taking. While it isn't quite that simple for you to make home repairs or to add a badly-needed bedroom or bathroom, still you will find, Fe the Eskimo, that it pays to keep your home in good condiiion. Re-roofing, re-painting and repairing are three oÍ many ways to restore and maintain the comfort and va:ue of your home. If you have put off making necessary re- pairs and improvements "because you haven't had sufficient ready cash, come in and find out how you can improve your home — now — with the help of a low-cost FHA Modernization Loan. 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La noche fría y cruda en que el amigo lector hace conocimien to con él, es Paquito de Sochan tre, un cuarentón bondadoso, modesto, que se mata por servir al prójimo; y el prójimo en esta ocasión era mister” Davys, que le había conocido y admirado en Milán y que, venido a Gua- daveloz por caprichosos azares del destino y portador de una carta de presentación para el conde de Guadaveloz, le había pedido a Paquito con insistencia que le acompañase al palacio del caballero y le sirvase como de introductor de embajadores. A todo lo cual accedió con mu cho placer el requerido, no sólo por gusto decomplacer a un ami go, y a un amigo extranjero, al cual le interesaba a Paquito dar una definida sensación de la proverbial cortesía española, sí que también por echar un párrafo con el Conde y su sim- pática familia, en cuyas reunio ¡nes era siempre recibido con el mayor agrado, Mister Davys se parecía porr ¡conocer al señor don Francisco e Viernes 26 de Agosto de 1949. ¿Qué está en Rozalejo? Fues a Luz, que tiene un corazón.......,.. ¡ vantado de su abrigo, y a lar- del barbecho, y a contar chasca rrillos a la puerta de la ga6anía en verano, o a rezar el Santo Re sario junto a la chiminea en in- vierno, con toda la gente. Ahí no hay orgullo ni bambolla, mister Davys. —Yo soy encantado de cono- seg caballero español. Un ver- dadero gentleman. ¿Tiene mu jer.,.. hijos? —!Ya lo creo: ¿Qle si tiene mujer? Pues no ha dicho uste nada! Doña María de la Luz Valmaseda y Nuñez Llaneces.... Hay que descubrirse, mi amigo. Pregunte usted por toda Anda- lucía. La mujer más hermusa, y más buena, y más caritativa, y más madre de loz pobre que' se ha conocido en todo el Con- dado de cien años a esta parte. 'La condesá de Guadaveloz! Voy a contarle a usted un cuen to.... mejor diré, un sucedido, pa ra que se entere usted de quién es esa señora... Y apunte usted para cuando se vaya a su tierza Y, encendiendo pausadamen-. te un habano con la cerilla que mister Davys le alargó muy cor ¡tésmente, empezó a decir mien ¡tras fumaba: —¿Se acuerda usted de un muchacho que nos encontramos le dipese a la viuda que un sa- 'cerdote había ido a entregarla ¡una importante cantidad que cierto penitente depositara en sus manos bajo secreto de con. fesión, para que fuese - restituí- da a los herederos del doctor Torres - Arias. Así lo hizo. El Conde, que era quien manejaba los intereses de la viuda (porq' lo que toca Don Ramiro es un' ratón de bibloteca que vive en la Luna, y, en sacándolo de su profesión o de sus libros, no sir ve para nada) hizo ver que colo caba los fondos devueltos, entre gando trimestralmente lus inte reses. Al .poco tiempo de esto, la viuda perdió a sus dos hijos menores en algunos dias; fuera porque la pena de este golpe acabase con su salud, que ya andaba muy resentida, o porq' se le presntase de repente cual- quiera enfermedad,' el caso fue que se plso grave... Tan grave, que se murió, sí, señor, pero conservando sus luces hasta úl. tima hora,, como lo prueba el hecho de instruir la tutela dati- va del conde de Guadaveloz, de acuerdo, naturalmente, con el ¡buenazo de don Ramiro, que ¡bien comprendía lo conveniente que era esa tutela para: su sobri no, y a ello se avino muy gusto. firmar con los gañanes y el a- !inconmensurable! discurrió en.'gas zancadas salieron del Casi- perador y e capataz en medio gañarla, haciendo que el Conde | general alos concurrentes. no tras un saludo de despedida —¿A dónde van esos, tú? —!Yo qué sé, hijo! —Pues con el gris que sopla ino está la nochecita para pa - seos románticos. Y, además, no hay luna. —!Te creerás tú que eso se le importa un" hijo al inglés! Co. mo le haya dicho alguien qle Guadaveloz es de origen visigo- do, no deja piedra sobre piedra hasta no comprobarlo. Anteayer estuvo dos horas y media con. tando los clavos de la puerta del a Parroquia. Luego sacó una libretita y empezó a hacer rayas El se entenderá, Yo para mi, q' copiaba la torre, —Los extranjetos, y más los ingleses, son muy aficionados a las cosas antiguas No es de extrañar.. Pero si espera encon- trar reliquias visigodas va a lle varse un chasco, porque no las hay.Don Ramiro es de las Ga- un rato largo, está cansado de llombas, que entiende de eso i predicar que los únicos vesti- gios que quedan en el pueblo de tiempos atrás. —Se dice de in illo táporme, tú. Xavier Diez-Roncel y Velarmia, anteayer en la estación; un mu conde de Guadaveloz, Era el in |chacho alte. muy guapo, con el géls., como Paquito de Sochan-|cabello rizado. que estaba ha- tre, cuarentón, alto, flaco, angu!bluando con el jefe y me saludó loso rojo y serio como un entie- con al manc? rro; rapado de cabeza y razura| __:Oh, yes! do de barba, bien trajeado, aun / —Pues ese chico se llama Ra- que no elegante... porque eso de la elegancia no depende faél Torres-A:ias, Es sobrino del del sastre; parco de palabras, |conde Guadaveloz, ¿sabe usted? no sabemos si por natural suyo|un sobrino de estos que para sa o porque encontraba dificultad |ber que lo son hay que remover chapurreando el español; pero [toda la historia antigua de me curioso :como una mujer, por lo|[dia docena de familias. La ma cual molía a preguntas al com-|dré del michacho, que aquí en so, aunque por ministerio de la| Ley era él, como hermano del padre del chico, a quien corres pondía dicha tltela. Y don Rami ro se quedó de protutur, y la viuda cerró los cojos tranquila, sabiendo que su hijo quedaba 27 buenas manos. y Paquito de Sochantre hizo a- quí una pausa, recordando Co. mo un sueño aquellos días u- 1 —Bueno., de in illo témpore, Ison puramente árabes. La milra lla y el torreón de laPlazuela de Llano, don está ahora a ca- pilita de la Virgen, lo dicen bien claro; la muralla es roji- za, color característico de las construcciones musulmanas. castillo ruinoso, debió formar parte del recinto y es un to. El rreón practicable por el cual de margos para su joven amigo O 30 E bió de entrarse antiguamente a Fafaél TorresArias; dias en que, placiente Paquito, el que a lo mejor se encontraba en un bre- te para poder contestare. Mí, mocho deseag conoseg — insinuó retrepándose cómoda- mente, mientras el artista sabo reaba su taza de café. —Pues, hijo, mire por donde va usted acumplir el gusto es. ta noche. —Es pogqué yo, siempre de- seag Cconoseg «un caballero es- pañol. Yo haber oído hablag a lord Warvell, mocho, mocho. Lord Warvell ser moy suyo a- —Hombre, yo también me a- tre nosotros debe haberse ido a la gloria con zapatos y todo, porque era una santa, fue pri. ma en segundo o tercer grado del Conde; pero lo que pasa con esto de los parientes, que los q' gozan son los que se quieren y ellos de pequeñitos se trataron mucho, de manera que la amis tad y el cariño del uno hacia la lotra eran como de hermanos. lEsa señora estuvo casada -con un médico de campanillas, muy famoso: el doctor Torres Arias, pese a toda su oinconscsiencia infantil, la criatura hubo de darsec uenta, al verse vesido de lito y solo en su casona, con una vieja chacha que había si do niñera de su madre , de que estab desamparadito, como un perro sin amo, —Mientras pasaban en Gua- cién parida de su hija Luz; pe- daveloz todas estas cosas, la Condesa estab en Madrid re- ro tan pronto como su estado permitió que la enterasen de to do, lo primero que hizo fue or- la ciudad; y testimoniando su origen arábigo estála puerta ques e abre sobre un plano in- ferior, labrada toda ella de si. liería. El encuadramiento tiene un arco deherradura adovelado y al torreón lo coronan incom- pletamente algunas airosas al. menas. —Bueno, no des la tabarra, tú, Ya sabemos que estás em- ¡pollado ¿Por qué no le cuentas todo esto al míster, y te da un abrazo? —Qle sel odéa su abuela que una familia de auténtica cepa ¡denar al administrador que Pu-!a m no me hace ninguna falta. hidalga que en tiempos anti- ¡siera un telegrama al Conde, ai —Hombre, no te incomodes. ¡guos tuvo caudales fabllosos, o la cual, por circunstancias ciéndole que se trajera cuanto: Cuidado que .eres corto de ge- antes al chiquillo y a la Chacha tio, camará! legro de llevarle a usted a casa | envueltas en el misterio, y que mero, por servirle en lo que de- ne jugando al escondite con la ¡en realidad cómo es._esa España | de eños, Pues bien: este doctor tan desacreditada en el extran- |Torres- Arias, padre del mucha jero, y sobre todo en Inglate-lcho'a quien me refiero, murió rra, Esa España de panderea.....' joven, ¿Aejando a la viuda con La*Andalucía de la calle... el |treg criaturitas y un escaso pa- pueblo, ya usted o vé y puede |sar, pues, como usted compren- hacer adiario sus observaciones | derá, él se había llevado la lla. y a otra Andalucía... la otr aES|ye le a despensa, y de a catás- paña, la de la aristocracia, la |trofe que se Jlevó sus ahorros, de las clases altas, va usted a|se selvaron escasos restos. tener ocasión de vera muy de Mister Davys escuchaba, sin cerca esta noche. En conde de respirar, como quien dice, a Pa Guadaveloz es In gran caballe quito el Sochantre, el cua! con. ro anadluz que ha heredado de sus antepasados todas las se conforma con ser un excelen Hha estudiado hasta perder la ramas del saber humano, que ha: viajado por todo el mundo, que ha leído y lee todo lo legi. ble que se viene a as manos... —¿Vive en" Guadaveloz? —Verá usted. Tiene un pala- cio en Madrid; es su residencia oficial; pero vive más en Sevi. na preciosa, y entre Sevilla y zalejo,... una de los muchos que vista, yo Creo que”en todas -lasd ramiro, lla donde tiene Ina casa moder' Guadaveloz y su cortijo d eRo-' tinuó su relación entre sabrosos chupadas al cigarro, mientras virtudes de la raza. Es un hom-[e1 Casino se iBá llenando de los bre de vastísima cultura que no | concurrentes habituales. - —Puso mano el conde de Gua te ingeniero de caminos, sino Y | ¿aveloz en los embrollados asun tos de la viuda y entre él y el el gpbogado.... hermano del difunto, que es D. ¿Don Ramiro? - —El dueño de la Huerta de las Gallombas, donde estuvo us ted con el padre de Atanasio, la semana pasada... —Yes. —.,... lograron dejar las cosas ¡un poto más en claro, conven- |ciéndose de que la viuda no: te- nía ni para empezar con lo que había dejado el difunto. El don A ela no le bastaba subvenir irrera del huérfano; ella necesi. la que más falta la hace al po- 'brecito; y con esa comprensión 'delicada e infinita de la verda. dera femenidad, doña María de ila Luz, acogió a Rafaél entre besos y lágrimas, como a un hi jo más... —!Hermoso... hermoso..! murmuiv mister Davys. —Pero así como suena: comu a un hijo más. Yo he visto a esa señora cuidarle como Una madre, incluso cuando el chiqui lo pasó la difteria y el tifus, pero cuidarle hasta el punto de velarle por sí misma y no ceder el sitio a nadie, hasta que pasa ra el peligro. No sí; pero es muy fácil que si nos dejara leer en stc orazón, como en un libro a- bierto, nos encontrásemos * con que ni elal misma sabe si quie. Rafaél, Conque ya está usted en re más a sls propios hijos que a terado, mister Davys, de quién es la condesa de Guadaveloz. —Yes, yes. ¿Ha dicho usted q' tiene hijos? ——Claro: el mayor, Javiercito, que viene a tener la misma e- dad de Rafaél; y ucita la niña, que será unos cinco años más joven que su hermano, Rafaél posee, se e sluele ir la mayor 'Ramiro,que, alnque no nada en|y Javier son carne y uña; yo no parte del tiempo. —¿Esc goven? —Hombre, según lo que en- tienda usted por joven. A mí me parece que un hombre de cin- cuenta años con las condiciones físicas del Conde, sí que lo es. ba, alto, fuerte, robusto, señoril, Con uña salud a prueba de bom elegante. ¿usted recuerda, si los ha visto, los caballeros de Velázquez? Pues así tendrá ls. ted una idea del conde de Gua- daveloz. —-Oh, yes, yes... mí, haber vis to. Lord Warvell, en la abadía de Mildray, tener Velasques en su galería de cuadros. Moreno, bigotes empinados, gallardo....... AÍTOSO......ao.. ¿Yes? —Sí, señor, sí; justamente; y luego, un hombre muy de mun do, muy fino, muy sencillo, sin ninguna de esas pretensiones estúpidas de grandeza que no encontraá usted precisamente más que en los grandes de pega “¿Qué está en Madrid?” Pues se codea con los palaciegos y con los príncipes y hasta, con el rey, que par eso es gentil hom bre con ejercicio y servidumbre la abundancia, como es soltero y no tiene otro vicio que com .prar libros, se puede permitir el alargarse un poco, señalole una pensionceja a la viuda, quitán- doselo acaso de sus comodida- des. El pobre es también muy buena persona, pero tampoco e so bastaba y menos cuando los tres huérfanos, que eran jóve- nes varines, fuesen llegando a la edad de empezar sus estu. dios, pues, como usted compren derá, no era cosa de convertir- los en gañanes. Lo primero que se le ocurrió al Conde fue co- rrer él con:los gastos de educa- ción y carrera de los tres mu- chachos pero la viuda, que era mljer muy delicada, puso el . grito'en el cielo: ya había cos- tado Dios y ayuda hacerle acep- tar la pensión de su cuñado y si lo hizo fue porque don Ra- miro la convenció de que era u- na solemne tontería no tomar e nvida y remediar su precaria situación, aceptando como pro- pio lo que de todas maneras ha bía de dar él a sus sobrinos des esa Santa de Doña María de la Ipués de muerto..... Entonces, “he visto en mi vida una amis. tad semejante, ni un cariño i- gual. Javier acabará el año q' de caminos;; y Rafaél, que sien viene su carrera de ingeniero, te como un atavismo, como una herencia de sus abuelos, qle pertenecieron todos a la magis tratura, una marcada predilec- ción por la noble ciencia del De recho, estudia, el último año de eyes en la Universidad Central de Madrid. Claro, que con to- dos los gastos por el Conde, co. mo corrió con los del Colegio cuando con Javiercito le tuvo in terno siete u ocho años en Cha martín, con los Jesuítas. Conq' ya sabe usted tolo lo que hay que va usted a conocer, amigo. que saber respécto a la familia Y, ahora, si a usted le parece nos iremos acercando, que vana dar las nueve y es la hora en q' comienza la tertulia en casa del Conde. —Cuando usted qliera. Llamó Paquito al mozo, fue a pagar, se encontró con que el inglés ya había pagado... Em- fanda y el otro en el cuello le- borzáronse bien, el uno de Su bu —Es que te pones muy chin. del Conde: por dos razones. Pri-|le referiré a usted otro día, vie-|a los gastos de educación y ca-|che, Pepe. —Bueno, depjarse de pikues; sea; segundo, para que Conozca fortuna desde hace un centenar|taba rodearle de cariño, qle era!no hay que tomarlo tan fuerte; ñ :sobre que ninguno de los dos te '“néis razón al respective de que “elm ister no va a contemplar ¡ruinas de ninguna clase... —¿No? —No. Está el hombre pora lgo más positivo. —A ver, a ver: ques e expli. ¡ue éso. —Mister Inguilis Mánguilis Jonde va con Paquito es al pala Cio del conde de Guadaveloz. —!Bah! —Y el Conde a admitirlo en sac erulia en seglida.... —!Qué te crees tú eso! : —!Como no se híla delgado en esac sa! 2 —Hombre, si se hilara tan del gado no estarían allí siempre metidos re hoz y de cóz los Ca- ra bancheles, porque, que yo se pa, ni son de abolengo, ni tie. nen sangre azul, ni son siquiera personas cultas y finas.... y bien educadas. | —Pero tienen mucho dinero y ya sabes el dicho: “Poderoso caballero es don dinero.” —Sobre la procedencia del di nero de los Carachambeles.... también hay quien tuerce el gesto. Han subido demasiado aprisap ara que la gente no se escame; pero ero a nosotros no nos incumbe; yo lo que os afir- mo es que si solamente por el dinero fuera, no entrarían los Carachambeles e ncasa del Conde con la libertad que en- tran, sino que a la lagartona de doña Celedonia, que padece monomanía. de grandeza, se le ha metido entre ceja y ceja codearse con la gente bien y ha descubierto ln parentesco lejano . conl aCondesa..... —!Ja, ja, ja!! —'No está mal! Continuara la semana entrante IATA, Venta de Sacrificio...... Casa de Dos Recamaras De Adobe y Stuceo Cocina y Baño con Mosaico 1812 Oeste de la Calle Grant