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Noche Blanca CAPITULO PRIMERO Mercedes, llegó a la aa “EL SOL” SEMANARIO PortiLAs INDEPENDIENTA quien ce visionec mientras la mayor parte de la gente comen. taba si ncompasión lo aconte- Mercedes. Y una mujeruca esmirriada, con gesto aveso y socarrón y el odio hacia el que posee más A A A A AAA cido. —¿Quées? —Una, que le ha dado quince duros a un individuo para que le sacara el billete y él se las ha pirao co nel dinero. —Para que se mete a quitar nos el turno, ¡contra!, que está una aquí desde las seis de la mañana. Mercedes sintió una honda compasi.n por la mujer que llo- raba, 'repitiendo su estribullo: —¡Quince duros, madre mía! Mercedes se encontró siendo una pieza más de aquella es. educación y procede de otro ambiente — resbalando sus o. jillos feos sobre el traje sastre gris de Mercedes, bien cortado, respondió con insolencia: —Salte usté. —Si puedo... — se echó a reir la joven, divertida de la situa. ción. Un soldado que estaba a la otra parte del promotorio de sa cos y maletas, le ofreció las ma ¡nos y le tomó en ellas sus dos j —¿También a usté? —También, también... xXx Hablaba el mozo con ira re- concentraday fiera. | —En mi casa — prosiguió so-; mos labradores. Estábamos bien. Teníamos una hanegadas de tieras de arrozal y de naran. jos. Mi padre dirigía y nosotros trabajábamos. Todos auna, la cosa iba bien. La naranja y el arroz se vendían a buen precio. A A A A A A e e Á Viernes 18 de Marzo de 1949. K— —— — — rs, hogar, contiuó habitándolo sin chas, muy elegantes, miraban cambiar apenas la palabra con'al tren empinándose sobre las' su mujer y con sus hijasó Des.-puntas de sus absurdos zapatos empeñó cargos políticos de luci modernistas. Mercedes, las vió. ¡miento y responsabilidad. Fué a París a efectuar compras de ar-' mamentos; anduvo metido en- tre los capitostes del gobierno y en su casa no se conocieron Y toda ella se esponjó en un grito. —Aquí estoy, guapas! ¡Ele. nín, Margot.! ¡Aquí! Acudieron las dos chicas con alboroto, tendiendo sus manos a la amiga. Esta, se volvió hacia el soldado y también le tendió ¡dos de aquella otra pesadilla de |to lugar solitario y aislado don de no existía peligro. Allí dor. mía el Hhomzre tranquilamenie sin aliento, alzó los ojos hasta pecie de serpiente humana cu- el reloj que adornaba el centro yas oscilaciones había de seguir de la fachada entre ramos de na jmientras los infelices que no te nía medios de huir de la avia-: ción vivian en la constante pe- 'sadilla del horror apenas sali lterror y de la amenaza. Al aca La casa salía adelante y los chiquillos también. Somos nue ve.” —¡Nueve hermanos! — se ad- miró Mercedes. cordialmente su manecita a pu- lida de uñas' pintadas. —Encantada de conocerle a usté y muchas gracias por todo. Que tenga usté muchísima suer Pero a pesar de meter por dos o tres veces la mano en su mo- rnjs simbólicos y comprobó que; faltaban solamente diez minu- tos para la salido del expreso 'pera El abigarrado público que por fuerza, arrastrando tras de si su equipaje y volviendo a de jarlo en el suelo durante la es- nedero dwe buena piel castaña no se decidió “sacar sus profun ¡didades la no insignificante su- ma que suponía el billete hasta ¿bzultos. Después la ayudó a pa sar por encima de todo aquello mientras la muperuca rencoro- sa, rezongando... Y una vez a la otra parte del Rubicón, la muchacha se dió * —Sí, nueve hermanos. Le cor-' bar la guerra, quiso huir, mas|te y que le licencien pronto. de Barcelona. Cargada con un llenaba la estación, rebullía in- elegante maletín — regalo de' ¡cesante y aturdía con sus con- su primo Teo — y con otra ma-'versaciones, lo encontraba todo leta de respetables proporciones “formidable”, como decía ella que ocultaba los desperfectos Icon su lenguaje de muchacha ocasionados por largos años de moderna: Ya estaba junto a la servicio tras una funda de dril, taquilla, cuando se llegó hasta irrumpió entre los grupos que ¡el guardia, que con “5u mosque interceptaban la entrada intro. tón vigilaba la integridad y el duciéndose como una cuña sin'orden de la cola, una pobre mu- hacer uso de las protestas de jer flaca, mal vestida y llorosa. unas y de otros. Delante de la ventanilla donde se despacha. ' ban los billetes, comenzaba u- na interminable cola que se en- roscaba en eses y salía bajo Ja marquesina de la fachada prin- cipal. —¡No es posible que despa- chen billetes a toda esta gente! —díjose Mercedes.— Saldrá an- tes el tren..... Empinándose sobre las pun. tas de sus pies calzados con - unos absurdos zapatos de mo- da— suela de -corcho y tiras a modo de sandalias — lanzó una ' mirada a la coléa -por ver si di.! visaba a la portera de su pri. mo Teo a quien había encar. gado le tomase el sitio mien- tras ella cerraba su equipaje.¡no, afaito y con er pelo largo;|mente la puerta de salida al' Allá arriba, cerca ya de la ven¡no maúy alto, finito... tanilla, estaba la buena mujer esperando con meritísima pa- ciencia su turno. Mercedes se aproximó hasta ella. Hubo un revuelo tntre la' grey masculi- na. Los cabellos oxigenados y la magnífica permanente de Mercedes orlaban una cara que , sin ser de una belleza clásica no podía pasasrinadvertida. Mer cedes era bonita y er aelegante: dos cualidades más que bastan. tes para remover a los homzres Sin hacer caso de miradas ni de recatadas piropos, que tampoco faltaron, la chica pasó inperté- rrita la largo de la cola hasta llegar junto a la gruesa y ser. vicial portera. —¡Ah! ¿Está usted aquí ya? Pase.... —ofreció la mujer. Ya puede marcharse, señora Nemesia: tome . (dándole un 'pel que estaba leyendo y miró —Siga, guardia... Barcelona de la afligida mujer ¡cuenta de que no había ni que Al fin, ya no era la señorita | pensar en sentarse porque no rica que les da aire con contar ¡quedaba ni un solo asiento va. los a los billetes de papá, sino ¿cÍo. Filosóficamente, subió d la una empleada sujeta a un suel ¡red su equipaje. y se intaló en do, que se ganaba la vida con'pie al lado de la ventana, mi- su trabajo. Y, en verdad que la [randoel panorama sucio y monó- cántidad ahorrada durante unj|tono del andén de la estación año para estas sonadas vacacio|por donde rodaban las carreti. nes, no era lo suficientemente |llas con equipaje y corrían los grande como para permitirse |viajeros cagados de bultos, eon el menor dispeindio. Con un suslansia de alcanzar el tren. Esto Malhumorado, levantó los o- jos el guardia de sobre un pa- a la mujer, ceñudo y hosco. —¿Qué le pasa a usté? — preguntó áspero. —¡Qué quié usté que me pase sino que me ha rabao quirice piro, cerró su monedero y miró | duró poco. Una campana, un a la mujer que coritinuaba la-|silbido corto y bronco corecterís mentándose con su estribillo. [tico del expreso, y el convoy co. —¿Para dónde señorita? —le|menzó a moverse, saliendo de sacudió la voz de la empleada |la lobreguez de la marquesina quede aba los billetes con una|a la luz cegadora y al espacio desesperada calma para los via-[ampio lel campo abierto. Pero taron los naranjos para hacer:no le dieron tiempo. Lo pesca. | un campo de aviación; se le [ron unas semanas después de incautaron de las tierras de a. liberado Alicante escondido en! rroz; lo mataron a disgustos. El'la casa de cierto sujeto de dere tenía el genio fuerte y se murió peda agradecido a sus servicios. de un berrinche. Y mi madre se¡El derechista fué a la cárcel y quedó sola con los pequeños, vija él lo sumariaron, saliéndole viendo siempre con el alma en | por muy buenos empeños y por- un hilo, con los hijos en los ¡que le valió el nombre de su hi- frentes. jo, veinte años de condena. —Y sin saber nada de usted..| Mercedes recordaba aquellos! —Sin sabzer si estaba vivo o|dias horirbles que pusieron a su muerto; pero acabó la guerra,¡madre en trance de muerte. La' vine yo y me encontró con los ¡ muletilla de la pobre mujer le! huertos talados y con una de [golpeaba el alma; aquel “ya-te 3 en la primera estación, peque. duco como quince soles! ¡Jeros. , Ahora mismo. Mercedes precipitadamente. — go, viendo lado: no genta . ? jo Una tercera, haga el favor. “de cansancio en las expresivas Si, señó, aquí. —¿Y cuándo se ha dado usté cuenta? —Po en este instante seño.... ¡El granuja, sinvergonzón! del fichero la tercera pedida. U; —¿Cómo es el ladrón? momento después, Mercedes con | —Po un mocito vestío con mo sus maletas, atravesaba viva- l to la traza elegante y los porme nores lujosos del atavío dde Mer cedes y filosóficamente cogió | andén. Ya en éste, advirtió va.! La empleada miró un momen- racicones de la muchacha, la in | Mercedes. vitó a sentarsee sobre una gran ¡caja de cartón que con una ma leta componían su equipaje. Y e nseguijda del “gracias” cor- dial y agradecido, el comienzo de la obligada charla entre dos viajeros se avienen bien. —¿Va usted muy lejos? deudas que daba espanto. Tuve que vender el arrozal. Un desas tre. Ahora ya trabajan los ma. yorcitos y parece que la cosa toma otra cara. Y añadió con ira reconcentra. da,esta llando: —¡Pero yo no tenía ninguna necesidad de casarme en dos puñados para librar del servicio ¡al hermano que se sigue! lo decía yo; si tú me hubieras hecho caso”... Y pesar del desas tre de su casa seguía pa la razón a la justicia. El se lo! buscó. Ya lo tenía. Ahora, que las víctimas fueron las pobres las escaseses de la guerra ni el' horror de .los bombarderos por que traladó a su familia a cier mujeres y el chiquillo. Pasaron ' hambzre, calamidades, infortu-' nios. Con el encierro del padre! | —Hombre, de eso no creo q' tengan culpa ellos.. —sonrió se acabaron los ingresos. Algu-!| Inos amigos, apiadados diéronles | —Sí, señora: de todo eso y de 'cantidades que desaparecían rá todo eset desbarajuste. ¡pidameente ante la enorme ca. —¿Y usted no se casó a gus. restía de la vida; pero estaban to? ¡contentos de que hubieran —Claro que sí; pero nnguna triunfado los suyos. . necesidad tenía de darle un Al fin, Mercedes, se pudo colo aprieto a la familiao de mi no car de modelo en cierta afama- via y obligarles a hacer los gas-¡da casa de modas gracias a sus —¿Rubio o moreno? —Po misté, no lo sé; que una, como va con su guena fé, po, la verdá, no arrepara en tantísi- ma minucia..... —¿Y dónde llevaba 'ese dine- ro? —¿Er dinero...? rios trenes formados bajo la marquesina de cristales. Detú- vose un instante indecisa sin ver la tablilla indicadora a pe- sar de tenerla a dor pasos. Un guardia civil, joven, estaba plan | tado mirando a la gente al bor' El dinero se¡de mismo del andén. lo había dado a él pa que me| —El expreso de Barcelona, =l sacara un billete pa Barcelona (¿me hace el favor? Quince duros, madre mía! ¿De| —Este— respondió señalando dónde saco yo ahora quince du- [al más cercano. ros.? Volvió a andar, Mercedes. La —¿Conque para que se saca-|gente se empujaba y atropella. ra? ¡Aun le pasa a usté poco!|ba por Coger sitio. Subió como —¿Eh? pudo a la plataforma de una —Sí, señora, porque está uno|tercera, dirigiendo una mirada: aquí precisamente para impedir!nostálgica al vagón restorán y' todas esas cosas y ustedes no seja las primeras, Apenas pudo pa- paran en perjudicar a un terce-|sar por el corredor repleto de —A Tarangona. En la manga de su guerríera lestán las cosas.. Ya me hubiera Principal de Flora de cajera en lleva el distintivo de los que hicieron: la campaña con el Ge- ,neralísimo. —¿De qué quinta es usted? | —pe la treinta y ocho. —Por lo que veo, ha hecho usté toda la guerra... —Casi toda. —Y ahora ha tenido un permi so. Sí: un mes de permiso, que a mi me ha parecido una sema. na. El muchacho se adivinaba triste y preocupado. Ella pensó l ¿que se habría separado de la novia. —Yo también vol de vacacio- tos precisos de la manera en q”. casado por sus puntos. Mercedes no hizo comentario alguno. Se levantó del asiento improvisado por la galantería del mozo y se puso a. mirar por; la ventanilla. “pensando en el hermano muerto | buenas amistades entre gente un almacen de paquetería... Todo esto había pensado mien tras el corazón se le destrozab: | y en el novio asesinado. Dias sin alegría, sin luz, sin horizon , Estaban a Nules, destrozado |te- Dias sin acabamiento? ¿Y por la dinamita y los bombar.¡ ¡ahora? Pues ahora, la vida en deos, con aspecto desolador que Calma, como una laguna donde hablaba con muda elocuencia e viento no riza ni unz ola. Vi. del horror de la guerra. Y cuan- vir por vivir. He ahí todo. ¿De do el tren volvió a correr entre|ilusión? Ni rastro. naranjalesy campos sembrados, SS ! destrenzópara sí misma la tra.! El gesto de las hermanita: ma de sus recuerdos de los tres|Sandoval cayó bien entre 2 1 años odiosos. El movimiento sor|gente de la buena sociedad .¡u prendiéndola en Madrid donde frecuentaban. De siempre, Saltó al andén sin dar tiempo al mozo a contestarle y atrope lladas y felices las tres mucha ¡Chas se abrazaron oa te, —Aqui está el chofer. Dale el ¡equipaje. —Toma el equipaje, Daniel. —¿Estas dos maleas nada más? —Nada mas. —¿Y tu madre? ¡Tonín? —Muy buenos y con unos dientes así de largos. Sobre todo Tonín. —¡Pobrecillo! Haberlo traido. —Conl o que le gusto a él la playa. ¿Por qué te lo dejáste, tonta? —Por Dios. Hubiera sido de- masiado abusar. Y es bastante que me tengáis a mi. —¿Quieres callarte? Si todo el verano estamos contando los dias que faltaban para tus va- ¡caciones. —Anda, sube. ¿Y Flora? Y —Fiíjate en el paisaje y ya me dirás. Lo más bonito de España —Para mi, mejor . ——Claro, tiene aquí el amor. —Oye, oye, ¿qué es eso de a. mor? ¿Novedades? Cuéntame, cuéntame. —Sí, chica, si; un muchacho estupendísimo, moreno, alto guapo. —¿Te calas Margot? No le ha gas caso Es que cuando no tie. ne con quien meterse se mete conmigo. —Si, chica, sí: lo que yo te digo. Un muchacho formidable. Como que toda la colonia le tiene envidia. —¡Qué estupendo! —¿Te callas? —Pero, ¿ya es cosa necha? ¿Ya es en serio? —No, Merceditás, no: un fes. [tejo corirenwe, naua 18ás. Que el muchacho. vino a tomar ba. u. “fos ac asa de una hermana que ¡liene- acá veraneando, que nos ro metiéndose de contrabando en el turno. Aun le pasa poco Otra vez aprenderá usté a no duro que la otra hizo desapare ¡ser tan codiciosa. cer en las profundidades del Y dando media vuelta, con sacos,maletas, cajones y cestas, Eran los dias del “estraperlo”, en pequeña escala. Las redes i- ban llenas de maletas y bajo los asietntos —completos — es bolsilo de su amplio delantal) ¡olimpica frialdad que dejó des!taban los, bultos de compromi _y muchas gracias. cuidada a la mujer, el guardia so de cuya guarda se hacían —Y usté, que tenga buen via-!'se encaminó a inspeccionar un |solidarios pora un sentimiento je y que se divierta mucho, se- fñorita. —Has:: la vuelta. grupito que estaba armando ¡“follón” hacia la mitad de la co. | —¿Cómo paso...? la. La mujer, quedóse como ¡de compeñarerismo la mayoria del os viajeros. — preguntó Ines — dijo como si hablase con sigo misma. El tren paró de nuevo, brus- camente, en otra estación insig nificante. Subieron unas mujer. ucas con sacos de patatas,ocul- tándose de la pareja de escolta, Asediaron a los viajeros los chi. quillos vendedores de uva, ofre ciendo insistentemente racimos a peseta..... Y el tren empezó a moverse de nuevo.... siempre por supadre tenía una clínica y una buena clientela; los apuros por ocultar al hermano, falan., gista de acción, que desde el ! primer momento estuvo pere- guido; las agrias disputas entre ' el padre y la madre, ella dere-| chista acérrima y él masón, me| tido de hoz y de coz én la ca. marilla sectaria, disputado iz- ción conl as leyes atávicas que| debieron hablerle obligado a lle! les dos muchach:s habían sido "hicimos amigos. re.ibidas con ag:aq) en un cii- culo selecto 2n el que por dere. cho propio tenía1 entrala ya , que tanio por pa:'e de padro co mo de madre pe.t-necian a fa milias muy resp+tabies. El Sl rácter igual y alegre de Merce-;¡ des y de Flora, su hermana; su educación y sus sentimientos, 'su distinción y su elegancia, €- ran otras tantas dotes que la -gente “bien” supo apreciar. Y| el mismo paisaje cortdo a tre- chos, en los cabezos, por las lí. neas fortificadas levantadas pa var la boina roja de los requetés | cuando al terminar la guerra se como sin duda la llevarían al supo la desgracia que las obliga otro lado sus tres hermanos, co-¡ba a ganarse la vida, nadie pen! ra “resistir” cuando cayó Caste llón en poder de los nacionales. —¡Cómo fortificaban! — mur- muró Mercedes, mirando las ca- samatas de las abetralladoras. —¡Para lo que les valió... — comentó, zumbón, el muchacho —Si uste los hubiera visto co- rrer COmO YO... ¿Muchas veces? —¡Digo! Era para lo único que servían. Había un gesto hosco, duro, en su cara agraciada donde u- ¡nos ojos negros muy gfandes po nían dulces y tristes destallos. quierdista en abierta contradic- E la Jlevaron en elmaestrazgo bajo ele mando de Cabrera sus anda en hosca y” callada acti. tud, pero dándole la razón a su madre. El padre era frívolo, mu jeriego, disipado y pródigo. Los hijos sabían la que tenían que agradece a la mádre, siempre vigilante para que los despilfa rros y los vicios del papá no mermasen los ingresos necesa. rios a la carrera del muchacho, al sostenimiento del hogar y a! la educación de los otros hijos. ¡ Después del fusilamiento del hijo peseguido, la vida fué un Hablaba en rencor íntmo remo- [infierno en aquella casa. Colmó vido en el poso de amarguras|la desesperación de Mercedes — quey acía en el fondo de su me|harta de ver sufrir y llorar a su moria. ¡ madre— el asesinato de su no-! só en cerrales las puertas de su casa. Justo es confesar que por, frívola que fuese toda aquella: sociedad tuvo un gesto de pie-. dad y de generosa comprensión para las dos muchachas. Al. guien se encargó da colocarlas y el puesto de cajera que desem peñaba Flora en un importante almacen y el de modelo que se ofreció a Mercedes., lograron si no proporcionarles la abundan- cia a que estaban acostumbra. das, por los menos a ponerlas a salvo de la miseria y ofreceries una decorosa medianía. Como observase el soldado que Mercedes iba en busca de su equipaje, la preguntó solíci. to — buen muchacho —con e); ¡ser mujercitas “bien”, Con motivo de un concurso dea natación. —Que empezó a venir conmi. go. —Y que anda loquito, aunque esta no quiera. Te lo digo yo. —Y que ya sabes tú como es la gente de cominera y de chis mosa, empezando por la fami. lia. —?Eso va por mi? —Eso va por quien se entien. da. —Bueno, no vayáis a empezar a pelearos al momento de lle. gar yo. Yo me pongo en un tér. mino medio. Creo lo que me di ce Elenín y algo de lo que me dice Margot. ¿Contentas? —¡Contentas!! —¡Que bien vamos a pasarlo, Mercedes! —¡Cómo os agradezco esta in. vitación! Es cierto. Desde el fondo de 3u ., alma, la muchacha las bendice Cabecitas locas, carácteres su. perficiales, pero en el fondo eo. razones de oro. Si no hubiera sido por elas, sus amiguitas de la infancia desde los dias azules del colegio donde aprendieren a Mercedes hubiese tenido que pasar sus cash a s by mail your bill tox returns - + * receipts +: * do pbusiness- you es, a Valley Bank ch —Si que hicieron daño... —re- zongó Mercedes, repentinamen. te grave, con una honda emo. ción ens u actitud. lianza expide pólizas de seguro para toda la familia a precios muy cómodos. lvio, un muchacho distinguido, con buena carrera. El padre, haciéndose el desen tendido al gesto hosco y frío del N ingrese a la ALIANZA HISPANO AMERICANA La Alianza Hispano Americana es la 4 Sociedad Fraternal de la Raza. La A- 'fin de ayudarla: vacaciones de empleada de una —¿Baja usted ya? —En Castellón, sí señor. —Aun falta una estación. /—Pero se necesita media hora para pasar por el laberinto áe fardos que hay en el corredor. —EsO sí. —Y será obra de moros llegar a la plataforma. —Yo le llevaré a usted las ma| letas hasta allí, no padezca. —Muy amable. gran casa de modas en el hu. milde pisito que su pobreza y su trabajo aunados les depara. ¡Un áitco muy lindo, con mucha luz, mucho sol, mucha escalera —ahora que para algo estaba el ascensor — y unas pérgolas enguirmaldadas de madreselvas que crecían en un enorme ma. cetón de mayólica haciendo som bra a unos tiestos de claveles Alegre piso, leno de tristeza de Pararon en Almazora un mi-¡la madre, de las diabluras del ¡nutos apenas Se bajó el equipa [chiquillo y de la grave melanco ¿je con bascas y protestas de los|lia de estas muchachitas a quie regañones y como Dios le dió a|nes la vida, de numodobrutal, entender, atropellando a unos y|había lanzado de repente y sin pisoteando a los otros. el solda | preparación en la vorágine de Además se imparte protección a los so- cios. Tome un Seguro para usted y para sus niños, | a Y Vean al Señor CARLOS MORALES, ! $ Organizador Regional de la A.H.A. Y] Teléfono: 3-2304 ó 4-3488 DAR . do consiguió sacar lds maletas de Mercedes y llevarla a ella misma hasta la plataforma ¡cuando el tren casi entraba en agujas de la estación de Caste llón situada entre hileras de vi- llas rodeadas de floridos huer- tos. —¿La espera a usté alguien? —Sí: unas amigas. —Efectivamente: dos mucha. sus rudas batallas. Si hubiera caldeado en el ambiente tórrido del Madrid veraniego. Hubiese ido a pensar el Retiro con el nf fo. Habría tenido tiempo para le.er unas cuantas novelas, y ha bría vuelto otra vez a su traba. jo, pasada la quincena, sin un adarme más de oxígeno en los pulmones. .Continuará la semana entrante